Capítulo 5
Al despertarse Roonie decidió que esta semana que iba a estar en casa no la iba a desperdiciar. No le molestaba ni tampoco le agradaba ir a la escuela, era neutral. Pero aún así esos ojos verdes pasaron fugases en su mente y de algún modo se sintió mal, no podía ver a la pelinegra hasta que le dieran de alta.
Desvío esos pensamientos y se levantó de la enorme cama, el reloj colgado en la pared marcaban la ocho de la mañana, no era que no pudiera dormir, solo no deseaba continuar en casa, necesitaba salir y respirar aire fresco.
Roonie se tomó su tiempo para lavarse y ponerse un vestido floreado que le llegaba a mitad de los muslos, para evitar miradas hacia su vendaje escogió un gran sombrero a juego con su conjunto. Salió de su habitación en silencio y bajó las largas escaleras rápidamente.
-Buenos días señorita Roonie- la mucama estaba justo detrás suyo- ¿desea algo para desayunar?
-Buenos días Clara, la verdad sí, iré a dar un paseo-la rubia le sonrío educadamente- ¿podrías por favor tráeme un par de frutas y una botella de agua?
Clara asintió y le dejó allí sumida en sus pensamientos. Roonie quería con todo su ser pasar este día tranquilo y sin nadie más que ella misma. Necesitaba reflexionar todo lo que pasó en estos últimos días y quizás planear la venganza hacia Blanca, eso sería para el final.
-Aquí tiene señorita- Clara llevaba una bolsa con plátanos y manzanas, se las entregó y Roonie agradeció su amabilidad.
Antes de salir Roonie tuvo una idea, al menos si esta día era solo suyo debía disfrutarlo al máximo, por lo que se decidió a ir al centro comercial y distraerse comprando prendas de vestir, algo que no le llamaba la atención, pero si le gustaba ya que se sentía en paz y podía pensar largamente sin ser interrumpida.
-Clara lamento molestarte nuevamente pero ¿podrías buscar mi bicicleta y traerla?- la rubia le dio una sonrisa de disculpa. La mucama asintió y volvió cinco minutos después con ella. Era preciosa, tenía ruedas brillantes, un canasto al frente y pintada completa de rosa.
Roonie partió lentamente, no quería volver a tener un accidente, paseó por al frente de las mansiones y se preguntó quien rayos viven allí, hace dos años que se habían mudado a esta zona y nunca desde entonces se había encontrado a ninguna persona, quizás era mejor así. El trayecto fue en silencio, la carretera era perfecta, los árboles pasaban veloces a su lado, el día estaba soleado y solo se escuchaba el lejos cacareo de pájaros en el cielo. Le gustaba esto, si pudiera parar el tiempo en ese preciso instante donde la nada lo era todo y esto último fuera así por siempre alejado de sus problemas, de su familia, moriría en una paz absoluta. Pero todo lo bueno debía terminar, la cuidad solo se hallaba a diez minutos de su mansión. Avanzó una cuadras por las calles llenas de tráfico hasta divisar el enrome edificio que abarcaba una manzana entera.
Bajó de su bicicleta y la dejó estacionada junto a otras igual de llamativas que la de Roonie. Entró al edificio y se sorprendió con tanta tienda, había de todo y no es que no estuviera acostumbrado a ello, pero rara vez salía a lugares así por su cuenta.
En lo que quedaba de hora hasta las una caminó y compró la mayoría de prendas que le gustaban, paseaba tranquilamente y se daba el tiempo para mirar cualquier detalle, incluso a la personas. Cuando ya sentía que las piernas le iban a fallar se sentó en uno de los bancos del centro. Llevaba por lo menos el doble de su peso en las bolsas de prendas, pero no le importaba, algunas veces su cabeza se dirigía a rumos que no debía tomar, esos ojos verdes le volvían loca, no los podía quitar de su mente, debía ser sincera consigo misma, Artemis le gustaba, de una forma distinta de como había querido a Blanca, sabía que Artemis no sería capaz de romper su corazón, pero de todas formas dudaba de aquello. No era lo correcto coquetear con su profesora, no era correcto que Artemis le hubiese besado apenas conociéndola, no era correcto nada entre lo que ellas tenían, y lo sabía, si hubiese sido en otro tiempo quizás Roonie haría todo lo posible para tener a la pelinegra a su lado, pero esta era la realidad y no debía interferir en la carrera de su profesora.
Se levantó, se dirigió a su bicicleta y estaba dispuesta a irse cuando oyó su voz.
-¿Roonie?
La rubia dio media vuelta y fingió desconcierto.
-Buenos días Profesora Artemis- se decidió por darle un corto beso en la mejilla a modo de saludo. La pelinegra se sorprendió de tal muestra de afecto, pero de todas formas siguió actuando normal.
-Buenos días Roonie- Artemis no le quitaba el ojo de encima, pero como, si la bella rubia llevaba sus piernas al aire en ese hermoso vestido que ondeaba en compas del viento. Hubo un silencio incómodo donde ninguna de las dos supo que decir.
-¿Qué te trae por aquí?-Artemis se le había acercado-¿no deberías estar descansando?
Roonie hubiera dicho: 'claro, pero no te puedo quitar de mi cabeza desde la última vez que te vi, así que tuve que venir hasta aquí para intentar no pensar en ti' pero obviamente nunca se atrevería a decir algo como aquello.
-Vine por unas compras que había retrasado- la rubia le miraba de pies a cabeza, en sus ojos había algo... extraño.
-ah vale, yo también vine a hacer compras atrasadas- le sonrío- ¿andas tu sola?
-sí, mis padres estaban ocupados, y esto también me servía para distraer mi mente-mintió, la pelinegra seguía sonriéndole.
-me parece bien, vaya coincidencia habernos encontrado ¿eh?- Roonie asintió mirando a otra dirección, otra vez su cercanía le producía estragos en su interior.
-Roonie ahora yo me dirigía a almorzar ¿quieres ir conmigo..?
La pelinegra no sabía lo que decía, o más bien sí, pero no quería admitir en su mente que quería estar más tiempo con ella.
-Si no es molestia por supuesto- le sonrío cálidamente. Ambas caminaron hacia uno de los buffet más cercanos. Artemis le contaba de como había funcionado la escuela y que varias de sus alumnas preguntaban por ella. Roonie se sorprendió ya que hasta el momento nunca había cruzado palabra con ninguna de ellas, tampoco le importaba mucho. Se sentaron en uno de los rincones más alejados y Roonie tiro de sus bolsas cerca de la pelinegra, donde accidentalmente tocó sus piernas. Artemis dio un suave respingo pero continuó actuando como si no hubiese pasado, cosa que agradeció Roonie ya que se había avergonzado.
-¿te has sentido mejor cariño?- la pelinegra no dejaba pasar ningún segundo sin evaluar a la rubia de pies a cabeza, se veía infinitamente despampanante y hermosa, incluso varios de los clientes que también se hallaban en el local le lanzaban miradas descaradas, pero Roonie las ignoraba y mantenía un semblante indiferente.
-Sí, mucho mejor, ahora solo de vez en cuando me duele- comía una ensalada de condimentos mientras intentaba no caer en esos ojos verdes que clamaban su mirada.
-que bueno, ¿hasta cuando tendrás que usar el vendaje?
-probablemente unas semanas más, el doctor dijo que solo era en caso de emergencia.
-ahh vale
Comieron en silencio hasta que terminaron, la rubia no se pasaba por alto las frecuentes miradas de su profesora a sus piernas, cosa que le hacía estremecer pero lo disimulaba muy bien, pero una de sus ultimas miradas le había dejado temblando, sentía como su corazón aceleraba.
-¿qué te sucede, te encuentras bien?-inocentemente Artemis apoyo una de sus manos en la delgada pierna de la rubia.
-ehh.. no me encuentro bien, solo un poco mareada-mintió
-¿quieres que te lleve a casa y así descansas?- la pelinegra se sentía mal, sabía que la rubia quería alejarse de ella por su ligero toque.
-uhm, bueno
Roonie dudó, no sabía como decirle que quería pasar tiempo con ella, más bien que necesitaba tenerla cerca, pero luego de unos segundos asintió, debía recordar que entre ellas no tiene que suceder nada. La pelinegra sonrío y amablemente cogió un brazo de Roonie y lo atrajo hacia ella, posándolo en el suyo mientras avanzaban con su bicicleta a los estacionamientos.
Roonie seguía extrañada de tanta cercanía, pero de algún modo le gustaba su tacto.
Para arreglar la situación Artemis comenzó a llenarle de preguntas mientras caminaban.
-¿qué has hecho estos días?
-Nada muy interesante, he leído... mucho.
-¿Qué haz leído?- Artemis no paraba de sonreírle, le quería tener así siempre.
-Um.. historia del arte-no sabía porque se sonrojaba cada vez que la pelinegra rozaba cada parte de su cuerpo, era todo demasiado extraño, pero amablemente respondía las diversas preguntas que Artemis le hacía hasta llegar a los estacionamientos.
-Sube cariño-la pelinegra le había abierto la puerta del copiloto, le sonrío amablemente y subió. Dejaron su bicicleta en la parte trasera. Artemis cerró la puerta y corrió hasta subirse al coche, algo en sus ojos demostraba intranquilidad, como si se guardara algo para sí. El viaje fue en un silencio cómodo, de vez en cuando Artemis le fijaba su mirada a la hermosa rubia que llevaba a su lado, no podía dejar ni un segundo de mirar esas blanquecinas piernas, o la grata forma en que Roonie se movía, le cautivaba demasiado todo de ella.
Llegaron quizás demasiado rápido para Roonie, pero de todos modos sabía que no tendría a Artemis mucho tiempo junto a ella. La pelinegra no quería irse, estaba relajada y alegre junto a la rubia, cada vez que le miraba se sorprendía de lo hermosa que era, de sus sonrisas pequeñas y sus gestos majestuosos, como ninguna de las dos quería irse amabas se quedaron conversando de banalidades, de que música les gustaba, del porqué algunas cosas era injustas o simplemente se miraban entre sonrisas.
-Creo que ya es hora de irme cariño-la pelinegra recién daba cuanta de la hora, no quería dejarle pero tenía un compromiso que atender.
-Está bien, gracias por traerme profesora.
La pelinegra se quedó mirándole, Roonie se extrañó de que no se fuera inmediatamente después que bajó del coche, así que le miró interrogativamente.
-Roonie.. ¿te gustaría ir a una exposición de arte conmigo?
Roonie se quedó un minuto en silencio, sabía que si aceptaba probablemente caería en una jaula difícil de salir, pero asintió amablemente.
-Muy bien, en la semana te avisaré cuando es- le sonrío- que tengas una buen día linda.
Por suerte la pelinegra se había ido y no logró ver el enorme sonrojo de Roonie. Caminó con bicicleta y bolsas hacia la mansión y la mucama le ayudó a llevarlo todo a su cuarto.
La tarde avanzó con lentitud, aún sentía los leves toques de su profesora y se sentía estúpida por recordar cada momento a su lado, esto no debía volver a suceder. Se carcomía en su mente el error de haber aceptado su invitación pero le hecho, hecho está. Hubiese seguido enfrascada en su cabeza, pero un leve toque a su puerta le distrajo.
-Mi niña, su madre ha llegado y desea que baje pronto
-iré de inmediato Clara, gracias por avisarme.
La rubia continuaba con el mismo vestido y bajo de dos en dos hasta el salón-comedor, allí su madre con un conjunto deportivo y costoso reía con una mujer que le daba la espalda, le reconoció de inmediato, era Blanca.
Antes de poder irse su madre dio cuenta de su presencia y se acercó a saludarle.
-Mi querida Roonie veo que no malgastaste el día
Roonie intentó sonreírle pero Blanca ya le miraba de pies a cabeza con lujuria, ni un rastro de culpa demostraba su rostro, solo la misma sonrisa fiera de siempre.
-¿Cómo te encuentras hermosura?- sentía sus venas arder de odio ¿Cómo se atrevía esa mujer a volver? ¿después de todo no se le pasó por la cabeza que ella le odiaría con toda su alma?
-Roonie no seas mal educada responde- su madre ya se había alejado y sentado junto a Blanca.
-Bien-no dijo nada durante unos segundos-madre quiero descansar, si me permites iré a mi cuarto a dormir.
-vale, pero antes de irte quería informate...¡VOLVERAS A MODELAR¡
-¿qu..é?
Su madre reía felizmente, sabía que ahora no solo sería un familia adinerada, sino una reconocida a nivel nacional, incluso mundial.
-Blanca a accedido a ser tu representante ya que tiene varios contactos en la industria y muchos ya quieren tenerte modelando para ellos ¿¡no es maravilloso¡?
-¿Blanc..a s..era qu..é?- estaba completamente en shock ¿otra vez volver a lo mismo? ¿tendría que dejar la escuela otra vez?
-Te aseguro que tienes una brillante carrera por delante hermosa- Blanca le sonreía- yo seré quien te lleve más allá, estaré siempre a tu lado.
Roonie no lo podía creer, este sería su fin.