Capítulo 4
Roonie está en el suelo de la bañera ¿por qué esa mujer volvía a su vida? Arriesgó todo por salir de sus garras y ahora volvía a encontrarse entre ellas. Blanca se ha paseado toda la tarde por la mansión, siguiendo silenciosamente a Roonie donde fuese. Ahora es el único momento a solas que tenía, encerrada en su propio baño lo más alejada de esa repugnante mujer. Dejaba el agua correr a propósito por su cuerpo a pesar que desde hace más de una hora que estaba allí.
Roonie lloraba en silencio, recordaba como en su antigua escuela Blanca le llamaba la atención desde que llegó, de como su profesora en menos de una semana ya le había besado en su propio salón de clases y de como Roonie se había sentido fluir junto a esa mujer. Pero cuando todo iba perfecto un día de junio encontró a su profesora de francés besándose con otra alumna, podía ver como la manoseaba de arriba a abajo y como le decía entre beso a beso cuanto le deseaba. El corazón de Roonie nunca siguió igual, demoró muchos meses volver a encontrase en paz y alejarse lo más posible de Blanca. Creía que ella era la mujer de su vida, que todos esos sentimientos que decía sentir por Roonie eran sinceros. Desde allí que las cosas fueron cambiando, ya no soportaba ver el rostro de su profesora en ningún momento del día. Lo que antes era amor se volvió odio de la mañana a la noche. Al término de año había decido empezar de nuevo en otra escuela, la que ahora también se encontraba Artemis.
Cuando salió de la ducha la sorpresa le dejó temblando. Blanca estaba allí, apoyada contra la puerta bloqueando la salida y con una mirada que atravesaba cada parte del cuerpo de Roonie. Sabía que debía actuar natural, no podía dejar que le lastimase otra vez, no de nuevo.
-¿Sabes lo hermosa que te vez desnuda?- Blanca se había acercado y le tendía la toalla a Roonie. Temblaba de pies a cabeza, no tenía nada a mano más que la toalla para cubrirse así que recibió con el semblante duro lo que le tendía.
-¿Acaso no dirás nada hermosura?
Roonie continuaba secándose sin prestar atención a la curvilínea figura de su ex profesora. Veía por el rabillo del ojo como la mujer se impacientaba y se colocaba detrás suyo, su trasero pegado a sus piernas y su espalda a sus pechos. Roonie intentó alejarse pero Blanca fue más rápida y la abrazó contra ella. Temblaba y no tenía ni idea que hacer, si gritaba probablemente no le oirían e intentar zafarse no era un opción.
-Hueles tan bien-Blanca le susurraba al oído- no sabes cuanto te he extrañado hermosura.
Sintió como le daba vuelta y quedaba frente a frente con esos ojos azules que le miraban oscuros. Cogió su cabello y lo llevó para atrás. Blanca era mucho más alta que Roonie, curvilínea al extremo y casi veinte años más grande que ella. Subió su rostro para quedar frente al de ella. No sabía si vomitar en su rostro o echarse a correr. Pero no quería seguir sintiendo a ella apegada a cada partícula de su cuerpo.
-oh vamos, dime que me extrañaste- el puchero que hizo aumentó el asco que sentía Roonie, no podía creer que había sentido amor hacia esa mujer. Blanca sin pensarlo juntó sus labios con los de Roonie, quiso entrometerse dentro de su boca pero la pequeña rubia le mordió fuertemente el labio inferior y salió corriendo detrás suyo.
-¡jodida niña!
Roonie corrió como pudo por su habitación y bajó las escaleras rápidamente sin pensar en que sus pies resbalaban por el piso de loza. Cuando llegaba al último escalón su pie no cayó correctamente y de un momento a otro todo fue oscuridad.
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De principio solo oyó el leve tic-tac de un reloj, luego el sonido de una máquina, eso le dejó confundida ¿una máquina? ¿Dónde rayos se encontraba? Intentó abrir los ojos pero un dolor por su nuca le impidió hacerlo. Esperó unos segundos a que el dolor pasara. Ahora de a poco abrió los párpados y se encontró en una habitación demasiada blanca. A su lado una ventana con las cortinas cerradas, y a su otro lado la figura de su padre dormido en la silla junto a si.
Decidió mirar su cuerpo y se encontró que estaba desnuda. Tan solo llevaba una bata blanca que le cubría hasta los muslos. La máquina que sonaba llevaba un liquido transparente hacia su brazo, se preguntó que era. Llevaba media hora despierta cuando su padre comenzó a removerse en la incómoda posición en que estaba. Al principio no observo a Roonie, se levantó y cuando se disponía a salir la niña habló.
-Papá..
El hombre ojeroso dio media vuelta y se acercó sonriendo a su pequeña.
-Me alegro que hayas despertado ¿te duele mucho?- su padre acaricio algún lugar de su cabeza y le causó malestar- lo siento.
Recién dio cuenta del largo vendaje que le cubría la mayor parte de su cabeza.
-¿qué ocurrió?
El hombre se sentó junto a ella, pasó un brazo por su hombro y la apegó hacia sí.
-Blanca nos dijo que habías corrido porque estaban jugando, te caíste y la cabeza se golpeó con un escalón.- el padre la apretó mas- sangraste demasiado y tuvimos que traerte a urgencias, pero según el doctor solo fue una contusión. Dijo que si despertabas en un día o dos podíamos volver a casa.
Roonie aún seguía confundida, pero estaba segura que Blanca había inventado tan estúpida excusa para no levantar sospecha.
El día pasó lento. Roonie disfrutaba de su soledad, su padre había vuelto al trabajo y su madre continuaba en la elite, así que no tenía que estar fingiendo amabilidad tan seguido. Pasaron dos días y ya era lunes, su padre le llevaba en silla de ruedas al coche. Sabía que no llevaba el mejor aspecto con el vendaje pero aún así la gente le miraba seguido.
Ya en la mansión su padre le llevó personalmente el desayuno a la cama, lamentaba no poder estar más tiempo con su pequeña pero el trabajo le llamaba. Se despidió afectuosamente de su hija y salió rápido de la habitación.
Roonie no tenía amigas, así que en el día su única entretención fue leer y pintar. La servidumbre le llevaba cualquier cosa que pedía así que en menos de una hora su cuarto era un desastre de colores. Llevaba pantalones holgados y una remera que le llegaba hasta el ombligo totalmente sucia y llena de pintura. De vez en cuando se echaba una ojeada y veía el largo vendaje que cruzaba en diagonal su cabeza. Iba a vengarse de esto, lo sabía.
En medio de la tarde cuando la inspiración estaba en su más alto punto y la música llenaba toda la habitación una de las mucamas entró y le informó que tenía una visita. Roonie se extrañó de ello, ya que aparte de sus padres no tenía ninguna relación con nadie. Dio su permiso y volvió a la pintura, se distrajo hasta el punto de no notar la presencia de la visita. Dio la media vuelta disculpándose y vió esos ojos verdes que le miraban brillantes.
Artemis apenas había sabido de la noticia se debatió profundamente si venir a visitar a la rubia o no. Una profesora normal no lo haría, pero ella estaba lejos de ser normal.
-Buenas tardes Roonie- la pelinegra llevaba pantalones rojos y una camiseta blanca apretada- veo que te encuentras bien.
Aún seguía sorprendida de que Artemis estuviera aquí, solo le sonrío de lado y se acercó a saludarle.
-Buenas tardes profesora
-Afuera de la escuela puedes llamarme Artemis linda.
Roonie evitó sonrojarse pero no lo logró. Artemis notó el gesto pero lo dejó pasar. Veía a la rubia totalmente sucia y aún así le causaba fuego en su interior.
-Bueno Artemis- sonaba raro llamarle así- ¿quiere algo para beber o comer?
Le seducía lo educada que era, lo elegante de sus movimientos y más que nada esa figura tan espléndida que tenía la rubia.
-No, nada. Gracias de todas maneras- la pelinegra se había acercado y ahora estaba junto a Roonie- veo que no has malgastado la tarde.
Soltó una risita que dejó muda a Roonie, no podía negar que la pelinegra era bastante hermosa, en especial cuando sonreía.
-sí, cuando llega las inspiración no hay que malgastarla- se giró a la pelinegra- supongo que su visita es por esto ¿no?- señaló el vendaje.
-claro, me preocupaba tu salud-se giró también en dirección de Roonie.
Miró a la rubia directamente, le había extrañado todo el fin de semana, dos días enteros pensando en la mujer que estaba al frente suyo. Roonie tenía una gota de pintura en la mejilla, la pelinegra no dudó y estiro su mano para sacarla. Ese movimiento dejó nerviosa a Roonie. El tacto de la pelinegra le causaban cosas que no imaginaba sentir.
-Bueno, veo que te encuentras bien, es mejor que me vaya- seguían viéndose pero no dijeron palabra hasta que la rubia habló.
-Si tiene tiempo le invito a pasar lo que queda de tarde conmigo- no sabía que decía, su boca no obedecía a su cerebro- podríamos pintar o ... bueno si usted quiere.
La pelinegra sonrío coquetamente, le sorprendía que la rubia le invitara a quedarse, obviamente no se iba a negar.
-sería un placer-le volvió a sonreír.
Roonie le trajo un paquete de acuarelas y demás pinturas. Para que Artemis no se ensuciara le trajo una de sus camisetas más grandes que tenía.
-Gracias lindura- cogió la camiseta blanca. Sabía que jugaba con fuego si lo hacía, pero necesitaba ver que tanto causaba en la rubia. Sin pudor se sacó la camiseta que traía en frente de Roonie, la rubia sabía lo que quería la pelinegra, intentó actuar normal mientras Artemis se cambiaba pero de todas formas miró su escote de color rojo y sus grandes pechos que sobresalían. Desvío la mirada, ya no le importaba si le descubría que le había mirado.
-Muy bien ¿puedes poner música por favor?- le gustaba pintar escuchando, la rubia asintió.
Era extraño estar así, lado contra lado pintando y dejándose llevar, pero con el paso de las horas ambas charlaban alegremente sobre una pintura u otra, de los profesores, de la escuela, un sin fín de cosas que de vez en cuando le hacían reír a ambas.
-¿te ha gustado la escuela?- la pelinegra pintaba un cuadro gigante con azul. A Roonie le costaba reconocerlo pero Artemis se veía hermosa así, con su ropa y con manchas de pintura por su cara y cuerpo.
-Umm, sí, admito que llevo muy poco tiempo, pero me agradan las áreas verdes que hay por alrededor.
Artemis miró unos segundos a la rubia que movía sensualmente sus caderas al compás de la música, quizás era un movimiento involuntario pero el hecho de ver a Roonie de esa forma le prendía todo su cuerpo en un segundo. La rubia le devolvió la mirada y le sonrío, estaba mucho mas sucia que antes pero Artemis ni se fijaba en ello, su mirada estaba fija en el cuerpo de Roonie, en su cintura, las piernas largas y firmes, le seducían a morir.
La rubia fingía no darse cuenta de la mirada fiera que le dirigía su profesora, sabía que había cometido un error al invitarle, pero de algún modo quería que la pelinegra se quedase con ella. La tarde transcurrió tranquila, cuando amabas habían terminado se sentaron sobre la enorme cama de Roonie a descansar.
-Vaya, ha pasado volando el tiempo
Afuera se veía oscuro, probablemente sería tarde, demasiado quizás.
-ajá
-Es mejor que me vaya, debo hacer algunas cosas que dejé pendientes.
Roonie de algún modo no quería que la pelinegra se fuera, su compañía para sorpresa de ella era agradable. Artemis era cariñosa y amable, una faceta de ella completamente desconocida para Roonie.
-Ha sido una tarde agradable, gracias por venir Artemis.
La pelinegra le sonrió, estaban juntas pero cada una guardando su espacio. Veía a la rubia desviar la mirada cada vez que sus ojos se encontraban ¿podría significar algo? ¿o eran solo ilusiones suyas?
-Bueno Roonie, debo partir, para mi también ha sido una tarde agradable- esta vez la rubia le sonrió, con esa mirada matadora que le estremecía cada partícula de su cuerpo. Sabía que si intentaba besar a la rubia esta se negaría y hasta tal vez le expulsaría de la mansión, no quería arriesgarse pero esos labios le llamaban desde que había puesto pie en la habitación. Suspiro y desistió de la idea, ya tendría hora para hacerlo.
Roonie educadamente fue a despedir a su profesora a su coche. Nuevamente tuvo que desviar la mirada cuando la pelinegra se intercambiaba de prenda, pero ahora se sentía más segura junto a ella.
-¿Cuando vuelves a la escuela?
La pelinegra antes de subirse le miró en la oscuridad. Roonie se había apoyado "accidentalmente" sobre el ford negro, tenía los brazos cruzados y la mirada perdida.
-no lo sé, quizás en un par de días.
Artemis se contuvo para no abalanzarse sobre Roonie, quería tocarle y atraerla hacia si, pero afuera podían ser vistas.
- Bueno, cuídate lindura
Se acercó a la rubia y depositó un cálido beso sobre la mejilla, dio media vuelta y subió dándole un giño a la rubia.
Roonie vio salir de la propiedad al Ford negro. Por primera vez en su vida se sentía feliz.