La visita
Todavía tiemblo al recordarlo. No puedo negar que me afecta como siempre pero no me dejaré salirse con la suya esta vez. No soy la de antes y él tiene que currárselo mucho si pretende que le perdone. Eso, en caso de que lo haga.
—¿Dónde estabas?
—Despidiéndome de la mascarada —balbuceo nerviosa en una clara ironía.
—Parece que disfrutaste la fiesta —Ivanov me sonríe. Huelo a sarcasmo.
—Un poco sí —contesto sin mucha efusión —. Aunque hubiera adorado estar más tiempo me tengo que ir. Estoy cansada y mañana regreso a mi casa. Será un día intenso.
—Rusia te sienta bien —rápidamente me toma la mano, besa su dorso y mal construyo una sonrisa hasta que me alejo despidiéndome sin más.
Cuando salgo de la vorágine que dejo detrás siento que no ha tenido mucho sentido mi presencia en esta fiesta. En un inicio no lo vi pero ahora que hizo acto de presencia mi marido entiendo que probablemente Ivanov esté del bando de Ian también. Dos o tres personas supieron de mi aquí, pero...¿el resto como va a saber que volvi a Rusia si nadie puede quitarse la máscara?
Es un poco absurdo y hasta ahora es que lo veo. Esto, tiene un tufo de complot increíble. Así como increíble es que no me haya dado cuenta y que a pesar de todo siga cayendo en las trampas de mi marido.
Subo al coche y reviso en mi móvil mensajes de Adhila avisándome de la visita a Rusia de mi amigo Samuel. No sé con qué objetivo estará él aquí pero no me gusta que lo haga justo cuando siento que mi ruso demente tiene un plan entre manos. Y los dos sabemos que Samuel es el juguete favorito de Ian a la hora de marcar territorio que es justo lo que estamos haciendo aquí. Todos...
—¡Hola, linda!
—Siempre me sorprende que me respondas al teléfono después del primer tono —sonrío encantada.
Samuel es un gran hombre. Me hizo sentir muy bien en la cama y su amor hacia mi fue tan lindo que creí y aún creo que no soy buena para él. Yo quisiera poder entregarle mi corazón pero es tan frío y duro que él no podría sostener el peso de mi oscuro amor. Pero a pesar de eso nunca podré superar lo que me hace sentir su afecto.
—Te respondería antes pero tengo que esperar que este trasto me avise de que me llamas —le oigo bostezar —. ¿Qué necesitas?
—Siento haberte despertado pero tengo que pedirte que no vengas a Rusia.
—¿Cómo sabes que voy?
—No preguntes cosas que no puedo responderte, Samuel —inspiro lentamente —. Por favor no vengas. Por favor.
—Ya estoy en Rusia, Nikky.
Me quedo en silencio un segundo y dos...y unos más. Pienso cómo hacer que sepa de mi marido sin decirle la verdad. Por lo menos tengo que verlo y saber qué hace aquí. ¿Qué puede haberle propuesto nadie para que venga a un mundo del que tanto ha huido?
—Dime dónde. Voy a verte ahora.
Le doy a mi chófer las indicaciones del hotel en el que se encuentra mi amigo y salgo para allá directamente de la fiesta. No sé si Adhila le habrá dicho a Ian que me contó de Samuel pero en cualquier caso, no importan las consecuencias...tengo que protegerlo.
Minutos después aparcamos y cuando entro al lobby, ya tengo un botones esperándome para indicarme el camino a la suite y todo esto, sin máscaras. Quien quiera saber que estoy en suelo ruso puede hacerlo ahora mismo. Y además averiguar que estoy en la suite de un antiguo amante y socio.
Las puertas del ascensor se abren y en el recibidor de la suite está el haré más guapo de la tierra después de mi esposo. Me mira, sonríe y abre los brazos para que vaya a refugiarme en ellos.
—¡Hola, bonita! —me besa el pelo y nos apretamos —. Estás preciosa como siempre. Te he echado de menos.
—¿Qué haces aquí, Samuel?
Me lleva a un sofá y tomamos asiento los dos, juntos. Me ofrece una copa de agua tónica con hielo y de sirve un vodka con hielo.
Nos miramos un rato, juega con mi cabello y me pellizca una mejilla hasta que dice...
—No puedo decírtelo —pone un dedo en mis labios cuando intento hablar —. Tengo negocios y algún placer aquí. No voy a hablar de esas cosas contigo. Dime como están esas criaturas.
—Te quiero, Samuel Straits.
—Con eso me he quedado de mi Nikky —aprieto su mano y luego le abrazo. Me devuelve el gesto con fuerza.
Pasamos la siguiente media hora hablando de mi embarazo, de los días que he estado sin llamarle, de mi fiesta de esta noche...al menos de la parte que puedo contarle y de cómo vuelvo a la ciudad y a mi vida en el negocio de mi marido amén de que le quiero lejos a él de todo esto.
El tiempo vuela como siempre que estamos juntos y entonces me saco los tacones para estar más cómoda y me suena el móvil.
—¡Disculpa un segundo...
Salgo a la terraza sabedora de lo que viene y no puedo evitar sonreír al responder la llamada:
—¡Hola! —contesto en inglés.
—Ponte los zapatos y sal de ahí inmediatamente —su acento ruso me estremece.
Apoyo mis manos en la baranda de la terraza y miro hacia atrás para comprobar que Samuel no me oye. Sonrío y mordiéndome el labio contesto...
—¿Estás vigilándome?
—Desde la primera vez que puse mis pupilas en las tuyas te vigilo. Eres lo más preciado que tengo y no puedo perderte de vista —inspira con fuerza.
Miro a todos lados a ver si le veo pero entre la niebla, la oscuridad de la noche sin luna y los enormes edificios que me rodean no veo nada. Solo espero que no esté en el helicóptero que vuela lejos pero frente a mi.
—Pues explícame por qué me has dejado sola todo este tiempo y ahora resulta no puedes estar sin mi justo después de llevar meses lejos.
—No te explico nada —contesta el idiota —. Desearte y meter la lengua en tu coño no es lo mismo cuando lo imagino. Te he vuelto a tener y no hay forma de que me aleje. Además de que ese hijo de la gran puta quiere lo que me pertenece y no tengo que explicarte que no hay posibilidad de que de un paso en falso con esto.
—¡Que grosero eres!
—Y tú que exquisita...una vez que te pruebo no puedo parar. Voy a follarte todos los malditos días aunque eso ponga en riesgo la jodida humanidad entera, empezando por tu amiguito. Sal de ahí ahora o le pongo un tiro entre sus atrevidos ojos.
—Relájate, Ian que ya no estoy contigo. Soy viuda y libre como el viento —le pico.
¡Que se joda!
—Nada —brama y siento que empieza a desesperarse —...ni el creador o el demonio unidos podrían hacer que no te tenga una y otra y otra vez. Y si no sales de ahí ahora...Straits no llegará vivo al siguiente cuarto de hora.
Me doy la vuelta y veo a Samuel preparándose otro trago, en el medio de su espalda, por encima de su suéter de lana negro tiene el láser rojo de un arma de asalto de francotirador y me empiezan a sudar las manos.
—No te atrevas, joder. ¿Por qué coño eres así? Vas a hacer que te odie si le lastimas —miro al cielo y oto helicóptero vuela delante de mi.
Es él. Lo sé. Maldito ruso.
—El día que seas capaz de decirme que no te gusta como soy y lo que hago contigo, te dejaré ser libre y vivir sin mi —su voz ronca promete cosas que amo de él tanto como otras que odio. Pero nada de eso cambia lo que hace sentir.
—Por suerte para ambos ese día no llegará —murmuro dándome la vuelta para irme y salvar a Samuel de las tendencias psicópatas de mi resucitado marido —. Ya me voy...Samuel no va a tenerme más pero tú tampoco.
—Intenta ver si logras soñarlo esta noche, querida porque es de la única manera en que se cumplirá esa utópica profecía —amenaza y suelta una carcajada antes de que le mande a la mierda y cuelgue.
La visita a mi amigo ha sido corta e intensa, pero me tengo que ir para proteger su propia cita con Rusia.
¡Hay cabrones que nunca cambian¡
Todos ellos, han sido entrenados por mi marido.