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Capítulo 4: El parque

Habíamos quedado como ella me ordenó, Llegué al lugar y busqué una mesa apropiada, lejos de miradas ajenas, por si acaso. El tiempo empezó a ir más lento en ese rincón mientras la esperaba, cuando de repente sentí su mano fuerte tirando de mi pelo, doblando mi cabeza hacia atrás para encontrarme con su lengua mojada metiéndose en mi boca sedienta.

Sin previo aviso me dio de beber un hilo de su saliva, a modo de generosa recompensa de bienvenida que yo deleite como un animal sediento. Desde ese momento desarrollé una fuerte dependencia a ese flujo suyo (y a otros también), que me dura hasta el día de hoy. Recuerdo que le supliqué en repetidas ocasiones en voz baja durante esa tarde que me escupiera en la boca, Ama por favor. Demandas que ella no accedió a satisfacer, evidentemente, dejándome muy claro que yo no estaba allí para pedir nada sólo para obedecer y callar.

Después de sentarse frente a mi con extrema elegancia provocando mi erecion dejando al descubierto sus medias y su tanga negro, me lanzó sus primeras palabras: "Móntatelo como quieras pero hoy no te vas a tu casa hasta que no me comas el coño". Un excitante sudor frío me recorrió todo el cuerpo elevando más aún mi excitación de perro sumiso.

Esto iba en serio: debía obedecerla para convertirme en un sumiso digno de Ella o por lo contrario ya me podía ir despidiendo de vivir esta experiencia. ¿Pero dónde demonios encontraba yo un sitio apropiado para eso? Con lo poco que me gusta hacer cosas en público -me decía para mis adentros mientras disimulaba la erecion de mi pene-.

Quería satisfacer a mi Ama más que nunca en el mundo, comerle su rasurado y jugoso coño con absoluta devoción a ella, pero no se me ocurría un lugar plausible para obedecer sus perversas órdenes. Sea como fuere, no quería defraudarla. En ese momento mi memoria me echó un cable y caí en la cuenta que ahí al lado había un parque situado en el interior de una isla de casas, donde quizá podría encontrar un rincón discreto para complacer sus húmedos deseos cuando saliéramos de la cafetería. Respiré tranquilo.

Nuestra cita se desarrollaba más que apaciblemente, su mirada provocativa y el movimiento de ella separando sus piernas para que yo pudiera visualizar la mancha húmeda que mostraba en la parte delantera su tanga negro hacían el resto. Yo excitadísimo la miraba con ojos brillantes mientras conversábamos deseando que esa mesa y ese bar desaparecieran de un soplo para caer rendido a sus pies, con todas las consecuencias.

Al acabar su cerveza se excusó pidiéndome un instante para ir al baño, tardo pocos minutos en volver, llego, me tomó de la mano y me sorprendió haciéndome entrega de las bragas negras que llevaba, estaban notablemente humedas y sucias. Las aproxime con disimulo contra mi cara e instintivamente las olfateé profundamente. En ese preciso momento ella me interrumpió para ordenarme algo que no imaginaba pero que hizo endurecer mi polla…te ordeno que te las pongas de inmediato.

Todavía no sé cómo logré llegar al baño con tal erección que había provocado ella en mi miembro bajo mis pantalones vaqueros . Sin dudarlo ni un segundo me desnudé tras cerrar el pestillo del baño y me las puse. Todavía recuerdo en mi mente aquel tejido húmedo de aquellas bragas empapadas contra mis huevos comprimidos. Regresé y le hice entrega a ella de mis calzoncillos muy manchados de restos blanquecinos salidos de mi polla igual o más mojados si cabe que sus bragas que llevaba apretando mi erecto miembro. A continuación mandó acabarme la cerveza para que sus órdenes iniciales fuesen cumplidos.

Nos dirigimos hacia el parque, estaba oscurecido y comenzaba a notarse algo de frío, Ella llevaba un precioso abrigo largo de color negro que dejaba imaginar su esbelta y espectacular figura dibujando las curvas de su adorado cuerpo. Al llegar a la entrada del lugar pudimos comprobar fatídicamente que la puerta estaba cerrada y que no había manera de acceder al interior del parque, en ese momento mi deseo de vino abajo—Y ahora qué? —me preguntó María sonriendo mientras cercaba su cara a la mía.

No pude ni mediar palabra, pero ella agarrándome por mis huevos con firmeza me susurró al oído que no los pensaba soltar hasta que no lograra satisfacerla. Titubeé confundido a lo que ella respondió escupiendo en mi boca para luego poner a jugar su lengua con la mía. Aunque la entrada al parque quedaba metida dentro de la isla de casas, estábamos bastante expuestos.

Algo debía hacer para no defraudar a mi Ama, sin muchos miramientos me acerqué buscando su preciado coño mojadisimo sin bragas, introduje dos dedos bajo su falda y empecé a masturbarla con movimientos rápidos y precisos dentro de su coño. Ella me abrazó fuertemente y empezó a gemir en mi oído. Mis dedos se deslizaban con gran facilidad entre los hinchados y chorreantes labios de su raja, los introduje por la profunda vagina hasta que dejó salir de su boca un grito mientras se mordía los labios y comenzó a correrse en mi mano.

—Lame todo. No dejes nada —me ordenó a continuación a lo que no dude en arrodillarme y obedecer, lamí con ganas mis dedos empapados y seguidamente recorrí hacia arriba y hacia abajo todo lo amplio de su caliente coño, dentro y fuera, sin dejar ni una sola gota de néctar entre sus piernas. Sin esperarlo ella agarró mi polla y empezó a pajearme violentamente bajo mis pantalones. Quería que me corriera de inmediato y aunque estaba obsesionado por si alguien nos veía, acabé obedeciendo y dejándome hacer por mi dueña. Era evidente que no había sido capaz de satisfacer el deseo de mi Ama en nuestro primer encuentro. Me quedaba mucho por aprender.

Así que después de exprimir hasta la última gota sacada de mis huevos bajo mis pantalones me ordenó que le limpiara con la lengua los restos de semen que manchaban su mano, seguidamente con una sonrisa de puta y con una mirada pervertida que nunca olvidaré me beso en la boca y nos fuimos.

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