Sinopsis
Recopilación de relatos eróticos que harán explotar tu mente y hacer volar tu imaginación.
Capítulo 1: Hermosa vista
Hace poco más de un año me mudé a un barrio periférico de la capital. Edificios modernos, altos, casi rascacielos, con grandes ventanales, espaciosos y ante todo, lo que yo buscaba, vecinos que no se conocen y que no quieren interactuar con el resto.
Mi apartamento es el 1054, décima planta, elevada, pero aun así todavía tengo otras cinco plantas por encima de la mía.
Mis vistas son impresionantes, de un lado tengo las montañas de la sierra cercana, por otro lado, praderas de verde campo, pero lo más interesante son las vistas que descubrí hace unos meses en el edificio de enfrente al mío.
Salía de mi habitación hacia el salón para ponerme un café en la cocina americana que tengo, cuando algo me deslumbró. Me acerqué al ventanal del salón y miré. Seguí el reflejo hasta la octava planta.
Los edificios no están muy separados, por lo que si no tienes cortinas se puede ver todo el interior, tal y como es en mi casa.
Odio las cortinas, y por qué no decirlo, es mi casa y hago lo que quiero. Las cortinas son para evitar que la gente mire, pues yo pienso que el que mira es porque quiere, así que yo en mi casa hago lo que me da la gana, sin importarme que me vean. Y al que le moleste y ofenda que no mire.
Tengo un alto grado de exhibicionista, lo reconozco, pero es que me encanta andar desnuda por la casa, o en tanga. Alguna vez algo más tapadita, pero algo ligero.
Sé que hay muchos vecinos de enfrente que me miran, y es entonces cuando mi yo exhibicionista se viene arriba y hace un despliegue de todo su arte.
Todo de una manera sensual, pícara y caliente. De esta forma me enciendo yo y el mirón del duodécimo, que seguro que se la menea, que da gusto. Ya le he pillado en más de una ocasión como los mosquitos pegados a las lunas de los coches, pero con su diminuta polla en la mano.
En el octavo de referencia, solía ver siempre a una pareja joven, más o menos de mi edad, y por supuesto que los he visto en actitud cariñosa. Aquella tarde Sergio tenía a Ruth, por poner un nombre a mis vecinos, contra el cristal. Ella todavía estaba vestida, pero fue el reloj de Sergio el que emitía los destellos al recorrer su cuerpo. Sabía cómo acabarían, así que giré un poco mi butacón hacia las espléndidas vistas que me esperaban, y tranquilamente fui observando.
Sergio besaba apasionadamente el cuello de Ruth, tenía sus manos elevadas y sujetas por encima de la cabeza. Con la otra mano poco a poco la iba bajando el vestidito verde que llevaba. La bajó un tirante, y su cabeza desapareció a la altura de su pecho.
Me imaginé a Sergio besando sus pezones, lamiéndolos, mordisqueándolos y a Ruth emitiendo pequeños gemidos de placer y beneplácito.
Bajó el otro tirante y sus manos desaparecieron, se notaba que estaban masajeando sus tetas, sus labios besaban su cuello, y yo, sin pensármelo, dejé el café en la mesita y empecé a tocar mis tetas por encima de la camiseta.
Me pellizqué los pezones pensando en la boca de Sergio, humedecí mis dedos y los pasé por ellos, en seguida se pusieron erectos, duros.
Sergio metió las manos por debajo del vestido, dejándome ver el culo de Ruth, se lo agarró, la devoraba el cuello, bajando hacia el pecho.
No sé el calentamiento que ellos llevarían, pero iban rápido, y yo no me quería quedar atrás.
No hay cosa que más me excite que correrme viendo a mis vecinos. Y esa tarde no iba a ser diferente, ¿o sí?
Las cachas de Ruth se marcaban en la cristalera, qué bendición de culo, estaba bien formado, Sergio no paraba de magrearlo, se le veía acelerado. Su boca recorría una y otra vez el camino que ya había marcado, del cuello a las tetas.
Por mi parte, me bajé la camiseta, dejando al aire mis pechos, me chupé más los dedos y seguí estimulando mis pezones. Notaba cómo mi sexo se iba humedeciendo, notaba como mi interior reaccionaba a lo que Sergio le hacía a Ruth. Imaginaba sus labios, su lengua, sus dientes, el calor del rastro de su saliva por mi cuello. Mojé mis dedos en el café y recorrí con ellos mi cuello, el café templado como la saliva en estado puro. Bajé hasta los pezones y los endurecí aún más.
Sergio cogió la pierna de Ruth, y se la acomodó en la cadera, su mano recorrió la cacha hasta introducir sus dedos entre las nalgas, se veía perfectamente cómo acariciaba interiormente los cachetes, llegando incluso al ano o más allá.
Mi imaginación llegaba más lejos que mi vista, y mi excitación iba en aumento. Mi mano recorrió mi pecho, bajando por mi tripa, evitando el ombligo, lo rodeé y seguí lentamente, muy sensual, deslizando mis dedos por dentro de mis braguitas. La humedad ya era más que palpable, se apreciaba desde el mismo comienzo de mis labios.
Sergio cogió en vilo a Ruth, la aposentó en sus caderas, mientras sus manos jugaban por debajo de la falda. Ruth se levantaba, apoyando los codos sobre los hombros de Sergio, sus manos agarraban su pelo, sus tetas quedaban a la altura de su boca.
Mi visión de la escena era limitada, pero sus movimientos no dejaban duda. Mis dedos acariciaban los labios mayores, el corazón y el anular iban por el centro de los menores, me gusta disfrutar de la suavidad de mi coño mojado, esa textura untuosa de mi flujo. Los impregné bien y me los llevé a la boca. Su sabor es delicioso, no me extraña que me digan: “Tienes un coño muy apetecible, lo comería durante horas”.
Me recliné sobre la butaca, bajando el culo, para poder tener mejor acceso y estar más cómoda.
Cuando me di cuenta Sergio no estaba, Ruth seguía en el mismo sitio, de pie, con el vestido por la cintura y de espaldas al ventanal.
Sergio apareció con una silla, la colocó delante de la ventana, agarró a Ruth y la inclinó, apoyó sus antebrazos en el asiento de la silla, dejando el culo en pompa para él. Retiró el tanga, se puso de rodillas y metió la cabeza entre sus piernas. Estaban en paralelo a la ventana, por lo que podía ver absolutamente todo.
Sergio hacía movimientos con la cabeza, de abajo a arriba, separaba la cabeza de vez en cuando, y cuando lo hacía, lo hacía con la lengua fuera.
Mis dedos recorrían más deprisa los surcos de mi coño, jugaba con mi clítoris, lo rodeaba, lo presionaba. Mi pequeño botón se puso duro, casi dolía, paré de estimularle para darme tiempo a emparejarme con ellos. Quería correrme cuando los viera llegar a ellos.
Sergio lamía y lamía, y yo retardaba como podía mi éxtasis. Llevaba varios días sin sexo, y mi cuerpo estaba muy sensible a cualquier estímulo. Estaba ovulando y lo notaba, me excitaba con más facilidad, el flujo era menos denso y mi lubricidad era superior.
Sergio se levantó, y sentó a Ruth en la silla, Ruth llevó las manos hacia su culo, y lo atrajo hacia ella. Vi perfectamente como se metía la polla en la boca, se la metió del tirón, un par de veces bruscamente, para luego sacarla y recorrerla con la lengua.
Entonces fue Sergio el que la cogió de la cabeza y la atrajo hacia él, la metía y la sacaba a buen ritmo. Mis manos volvieron al clítoris.
La cabeza de Ruth estaba a la merced de Sergio, ella solo apretaba sus manos contra su culo, se la veía perfectamente casi como clavaba las uñas.
Mis dedos se deslizaron, y empecé a follarme. Quería la polla de Sergio en mi coño, y mientras me follaba con los dedos, la otra mano pellizcaba el pezón. Estaba tan centrada que no me di cuenta.
Yo abierta de piernas hacia el ventanal mirando a la calle, mis dedos dentro mía, follándome rico, todo mi coño al aire, con el flujo chorreando hacia mi ano, cuando al mirar hacia el octavo vi a Sergio mirando hacia mí.
¡Dios! Estaba mirando cómo me masturbaba mientras follaba la boca a Ruth. Noté un calambre en el coño. Nuestras miradas se cruzaron, y los dos instintivamente aceleramos el ritmo.
Mis dedos entraban y salían, puse la pierna en el reposabrazos, dejando más expuesto mi coño, dando una mejor visión al voyeur del octavo. Sergio agarró más firmemente la cabeza de Ruth y mirándome fijamente la seguía follando.
Nuestros movimientos se sincronizaron, su polla me estaba follando, y estaba a punto de correrme. Me faltaba nada cuando Sergio se quitó, se separó y sin dejar de mirarme se corrió sobre las tetas de Ruth. Al verlo introduje un par de veces más profundamente mis dedos, llegando a empapar el cristal del chorro de squirt que salió.
Estaba exhausta, ese orgasmo me había dejado tirada en el sofá. Era la primera vez que era mis dos facetas, exhibicionista y voyeur. Mirar y ser vista….. ¡Qué subidón!
Sergio me guiñó un ojo, se agachó y se metió nuevamente entre las piernas de Ruth.
Las vistas que descubrí aquel día se han convertido en un habitual, pero esas ya os las iré contando.
¡Qué maravillosas vistas tiene mi apartamento 1054!