Sun
Cierro los ojos y vuelvo a abrirlos sin creer lo que estaba viviendo. El Sol de la mañana había desaparecido, teniendo una oscuridad inmensa por todo el planeta Tierra, excepto mi habitación.
Sé que es complicado empezar así, pero así es.
Hace una semana que el Sol se había transformado en ser humano, y toda la sociedad lo buscaba, pero ¿quién iba a imaginar que ahora mismo se encuentra en mi habitación?
Me quedo callada, mirando como ese ser ardiente solo con su presencia, se encuentra sentado en la ventana de mi cuarto, mirándome sonriente mientras yo no doy crédito a lo que estaba viendo.
—T-tú... —es lo único que pude articular, cuando mi garganta se quedó sin voz.
Brillaba muchísimo, como un Sol mañanero hiciera presente de la nada. El Sol estaba en mi cuarto, el Sol estaba delante de mí.
—Hola, Hye. No te asustes que no muerdo. —dijo sonriente. —A no ser que tú quieras, claro.
No sé por qué está presencia me estaba atrayendo, como un planeta a su astro. Era su mirada tan penetrante de color oro, que me dejaba sin aliento con solo mirarme.
El Sol estaba en la ventana, pero en un abrir y cerrar de ojos se encontraba al lado mío, agarrándome del cuello.
—Puedes llamarme Hobb, preciosa. —Sus manos no ardían en mi cuello, de hecho, era una sensación cálida que me embriagaba.
Pero aunque tuviera esa sensación tan reconfortante ante mi, tenía miedo. Tenía miedo de aquel chico tan apuesto. Nunca lo había visto, nunca había presenciado al Sol tan cerca, pero me atraía de sobremanera.
Quería que solo fuese mío, que me perteneciese.
—Hye, mi dulce Hye. —acercó su rostro a mi cuello donde tenía su mano, y aspiró el aroma que desprendía. Yo empecé a temblar, y no supe que hacer así que lo único que hice fue quedarme estática en el sitio.
—No me hagas daño... Por favor... —dije en un susurro. Aunque fuera el Sol, nadie me decía que fuera bueno, nadie me aseguraba que estaba a salvo de este ser.
—No te haré nada, pero si que te haré mía.
Ante lo que dijo, me quedé muda, no sabía a lo que se refería, pero sé que nada bueno se trataba. Los nervios hacía que sintiera un vaivén en el estómago que me hacía marearme.
Maldita sea, parezco una estúpida sin hacer nada.
Mi aliento se volvió más pesado cuando acercó sus labios a mi cuello y empezó a dar pequeños besos en este.
No podía permitir que el Sol ni nadie me tratase así. Tenía que hacer algo. Pero su atracción...era demasiado atrayente.
—Quiero que gimas mi nombre, Hye. Que me trates como tú amo. —y seguidamente, chupo todo mi cuello hasta llegar a mi oído donde susurro un pequeño gemido, lo que hizo que me estremeciera y los pelos de me pusieran de gallina.
Y ante eso, cualquier locura, se fue de mi mente y sumisa, hice lo que me ordenaba el Sol. El Sol ardiente que me atraía.
—Sí...amo. —dije en un susurro, y el rápidamente se puso encima de mí. Yo estaba boca arriba en la cama y sus ojos amarillentos me teletransportó al universo mismo.
—Así me gusta. Ahora serás mi sumisa, maldita imbécil. —tuve miedo cuando me insultó de esa manera, pero su voz ronca hizo que cualquier atisbo de pudor, se fueran al carajo.
—Sí amo. —volví a repetir, como si un disco rayado se tratase. No sabía qué hacer, estaba dominada ante el Sol. Era su sumisa.
Empezó a besarme y a dejar castos besos en mis labios, donde una de esas veces me mordió con fuerza el labio inferior, que hizo que gimiera fuertemente. A mis 22 años de edad, jamás había sentido así, se sentía tan caliente...tan ardiente todo.
Seguidamente, me quitó la camisa de pijama que tenía y empezó a besar mis pechos al desnudo. Tampoco es que tuviera atributos grandes, pero parecía que él lo estaba disfrutando.
Metió un pezón en la boca y empezó a chuparlo como si su vida dependiera de ello, como si fuera lo más importante. Yo no pude evitar retorcerme de placer.
Maldita sea, esto se sentía tan bien.
—Ponte a cuatro patas y di "guau, guau". Vamos.
Y aunque tuviera mucha vergüenza, la excitación era aún mayor, lo que sin rechistar, le hice caso e hice lo que me dijo.
—Guau Guau. —Saqué mi lengua y moví mi trasero como perrito, para meterme más en el papel.
Me volví a incorporar y el me cogió de los hombros para darme un beso brusco y placentero donde las salivas y las lengua hacían contacto.
—Sol... —es lo que dije cuando agarró mis pechos, en un gemido.
—Te dije que me llamaras Amo, perra mala. —dijo y seguidamente me dió un azote en el culo, lo que hizo que diera un respingo del dolor.
—Lo siento, amo. —Dije y lo miré a los ojos arrepentida. Lo que él me dedicó una sonrisa, más bien traviesa.
—Ahora baja y chupame la polla. Vamos. —dijo autoritario lo que me hizo sentir tan sumisa, que en cualquier momento podría correrme de la excitación.
Baje cómo me indicó, y empecé a chupar el pene como había visto en algunos vídeos porno, primero la punta, en círculos y después me metí su miembro en mi boca, donde empecé a meterla y a sacarla, sintiendo de por medio alguna que otra arcada porque llegase a mi garganta.
—Buena perra, así me gusta. Sigue... —dijo, y cogió mi cabeza haciendo que tratase aún más profundo soltado saliva por doquier.
Agarré sus testículos, y empecé a masajearlos.
—Hye, eres tan buena... —dijo en un gemido.
Y cuando menos me lo esperaba, me dijo que me apartase, entonces él empezó a tocarse por si solo su miembro y yo lo sabía que hacer. Me sentía una inútil.
—Ven, bésame, estúpida. —dijo y me atrajo hacia él, y me besó fuertemente juntando nuevamente nuestras lenguas. —Eres una puta hermosa, lo sabes, ¿Verdad?
—Si amo. Soy tu puta. —mordí mi labio y seguidamente, me miró y chupó mi oreja en un acto imprevisto, lo que hizo que gimiera fuertemente.
—Ponte de rodillas, inútil. Y ahora me correré en tu cara.
—Sí, amo. —Dije y me puse de rodillas.
No me importaba que me insultase, de hecho me hacía sentir bien y me excitaba esa idea, así que dejé que siguiera haciéndolo. Nunca creí que esa parte de mi fuera a existir, pero sí.
Me puse de rodillas y empezó a masturbarse fuertemente, lo que hizo que yo cerrase los ojos esperando la semilla en mi cara.
Hasta que sentí algo caliente recorrer mi cara, y como salía más y más. Haciendo que soltase una arcada porque pensar que tenía semen en la cara era un poco asqueroso, pero me sentía reconfortada poder haber hecho correr a un chico. Y no un chico cualquiera, sino al Sol mismo .
—Toma, límpiate. —Me dio unos cuantos papeles y me limpié la cara, y seguidamente fui al baño a lavarmela con jabón y agua.
Me mire al espejo, y vi a una persona que no reconocía.
Jamás había hecho algo así, jamás pensé que haría algo así. Y menos con el Sol. Tenía la cara roja, y mis pulsaciones iban muy rápido.
Cuando iba a salir, el Sol entró y dijo que iba a hacer pis, lo que hizo que yo saliera inmediatamente de la vergüenza.
Tenía demasiadas confianzas con Hobb, cuando jamás lo había visto en mi vida.
—¡Hye! —me encontraba en mi habitación esperamos a que viniera, cuando escuché mi nombre. —¡Hye!
—¡Ya voy! —fui al baño, y me lo encontré completamente desnudo, y me invitó a meterme en la ducha con él, lo que me negué.
Nunca me había duchado con un hombre, y menos con él.
—Métete, ahora. —dijo autoritario, lo que hizo que me estremeciera.
Me metí y él empezó a lavarme la espalda suavemente.
—Hace mucho que te observó Hye. Aquellos momentos en los que te tocas tú sola, en aquellos momentos que bailas y cantas a todo pulmón. Me encantas Hye. Por eso decidí ser humano.
—Pero el planeta necesita de luz, yo necesito luz...
—Pero quiero estar contigo, Hye.
—Yo...no sé qué decir, lo siento...
Y de repente, esa ternura que desprendía despareció y me miró fijamente y con cara seria. Me empotró contra la pared de la ducha y bajó la mano a mi entrepierna, que la tenía muy mojada y palpitante por lo de antes. Nada más tocarme, solté un gemido, y agarré con fuerza sus hombros.
Se sentía tan rico.
—Hobb...amo... Siiii. —dije en un jadeo, y él, dejó de tocarme el clítoris para meter dos dedos en mi vagina. Maldita sea, se sentía tan bien.
Empezó a tocarme y tocarme, haciendo círculos, sacando, metiendo los dedos que en un momento dado creí que iba a desmayarme del placer, cuando finalmente, me corrí.
Solté un gemido muy fuerte, que de seguro los vecinos escucharon, y mordí con fuerza el pecho de Hobb. Agarré su espalda y lo arañe, ya que seguía moviéndose y yo seguía teniendo orgasmos una y otra vez.
Sí, era multiorgasmica.
En un momento dado sentí que me hacía pis y le dije en susurros que me dejaste, que me iba a mear. Pero él no me hizo caso y siguió tocándome hasta que sentí como un chorro salía disparado hacia las piernas de Hobb.
—¡Aaaaah! —Gemí y empecé a temblar y a darme espasmos del placer, hasta que finalmente paró. —¿Qué...qué fue eso?
—Se llama squirt hermosa. —Me besó y acercó mi cuerpo al suyo lo que pude sentir el calor que emanaba de ahí.
Había sido la experiencia más maravillosa que había tenido.
—Te amo. Quiero estar siempre a tu lado, Hye.
—Pero no puedes... —hice una pausa. —mira, lo que podemos hacer es que nos veamos el fin de semana únicamente, y por las noches, ¿que te parece?
—Me parece buena idea.
—Y vamos cambiando, para que todos reciban el sol que necesitan. —dije y sonreí, para después dar un beso a aquel Sol que me atrae tanto.
Aquel Sol que nunca había conocido, pero que ahora no puedo imaginar un día sin él.
Era un planeta con su astro.