Librería
Español
Capítulos
Ajuste

La abogada y el preso

Me llamo Lana Scott y soy una abogada penalista del Estado que tiene que defender a aquellos que cometen delitos graves y nadie quiere defenderlos.

Mi trabajo no es sencillo. Es sumamente difícil.

Día a día tengo que tratar con casos de extremo peligro. He hablado con asesinos, con ladrones, con abusadores y con un montón de personas más que cometieron otros tipos de delitos.

Al enfocarse mi trabajo con este tipo de casos, no he tenido tiempo para enfocarme en mi vida privada. No he tenido una relación desde que salí de la universidad y comencé a trabajar. Tener citas cada vez es más difícil y tampoco es que me vaya muy bien en ellas.

Cada vez que preguntan por mi trabajo y comienzo a explicarlo con emoción, me miran como una loca y terminan poniendo excusas baratas para salir corriendo del café o del bar en el que habíamos acordado encontrarnos.

Y, todo esto, sin hablar de mi vida sexual, la cual es, en pocas palabras, un desastre. Literalmente. Lo único que me llega a dar consuelos en mis momentos de líbido es mi colección de juguetes sexuales.

Puede que sea una exageración, pero tengo un hangar completo de ellos. Desde succionadores de clítoris, hasta los más básicos vibradores, pero de distintos tamaños.

En fin, mi vida no es la más emocionante emocionalmente, pero cuando se trata de mi trabajo, ahí sí se siente la adrenalina que rodea al mismo.

—Hola, Roger. Buen día —digo con una sonrisa, mientras Roger, el guardía de la correccional, me deja pasar a la zona de las salas de reunión, las cuales son destinadas para que los abogados se encuentren con sus clientes.

—Buen día, señorita Scott —me devuelve el saludo—. ¿Un nuevo caso? —se interesa.

Roger es un hombre afroamericano que tiene un porte musculoso y una altura ligeramente atractiva. En pocas palabras, es todo un semental. A sus 45 años sigue haciendo suspirar a muchas mujeres, incluyéndome, pero el hombre está felizmente casado.

—Lo es y uno de los difíciles —le digo, mientras cruzo la puerta y me paro a su lado para mantener una charla rápida.

—¿De quién se trata?

Procedo a revisar el nombre nuevamente en el informe, tal como lo hice cincuenta veces está mañana, para estar segura que se trata de él. Thomas Eger. También conocido como el Lucifer en persona.

Es uno de los mercenarios mejores pagados con los que ha contado la mafia que se erradica y llena las calles de Chicago de peligros y muertos. Sin embargo, no muchos lo conocen por eso, sino es por su sumamente atractivo físico.

Mis ojos vuelven a estudiar rápidamente la imagen anexada al informe y mi piel se pone como gallina cuando me fijo en esos ojos azules, como el cielo, ligeramente rasgados.

Es atractivo. Muy atractivo. Pero también es sumamente peligroso. Las banderas rojas lo rodean y gritan: ¡No te acerques!

—Se trata de Thomas Eger —asiento, haciéndole entender que yo todavía no me lo creo.

Es un caso importante y de este caso depende mi ascenso. Mi jefe me lo dejó en claro, debo defender a mi cliente, pero lo mejor es que se pudra en la cárcel. El país no puede permitirse tener a un hombre tan peligroso como lo es él en las calles.

Roger abre los ojos como platos y parece pensarse lo que me va a decir a continuación.

—Lana, sabes que te tengo mucho cariño y que eres como una hermana para mí y que me alegro un montón de que estés progresando en tu trabajo como lo estás haciendo —comienza diciendo—, pero este hombre es peligroso y apenas te vea va a querer aprovecharse de ti como lo ha hecho de los otros.

—¿A qué te refieres con otros? —le pregunto frunciendo el ceño.

—Es obvio que antes de ti, vinieron otros abogados contratados por la mafia de Chicago para sacarlo de aquí, Lana. No eres la primera —me explica—. Y, de alguna manera, cada vez que han mandado un abogado, sea privado o bien enviado por el Estado, sale muerto o casi muerto de esas salas. Y de salir casi muerto, termina muriendo en el hospital de maneras que no se pueden explicar, si es que me entiendes.

Perfectamente. Entiendo perfectamente su sugerencia.

—Nunca me hablaron de esto cuando me asignaron el caso —digo con voz cortada, mientras trago fuerte.

—Porque de haberlo hecho, nunca hubieses aceptado.

—Independientemente de eso, soy una mujer fuerte. Puedo con él y con el caso por más difícil que se vea —me baño de autoconfianza y cuadro los hombros para hacerme ver más alta.

—De todas maneras voy a estar cerca y pasaré cada cierto tiempo para asegurarme de que está yendo todo bien ahí adentro —me dice con un dejo de preocupación en sus ojos.

—Muchas gracias, Roger —me acerco para darle un beso en las mejillas, antes de seguir por el pasillo para ingresar al cubículo de reunión que se nos ha asignado.

Entro a la habitación y procedo a sentarme en una de las sillas de la habitación, esperando a que hagan pasar al convicto y podamos comenzar con todo esto.

Siento retorcijones en mi estomago. No sé si es por nervios o miedo. O ambas. La cuestión es que es un caso inusual y, tras haber escuchado las palabras de Roger con respecto a los demás abogados que han pasado por este caso. De todas maneras, voy a intentar mantener un porte tranquilo.

La puerta se abre y entran dos guardias, entre ellos se encuentra Thomas.

Me levanto para recibir a todos y espero a que esposen a Thomas a la mesa.

—Hola, Lana, ¿cómo te va? —me pregunta Victor con una sonrisa.

—Como se puede ir, Victor —le dijo, seguido de una carcajada que él acompaña.

—Bueno, veo que va a ser un día largo —hace un gesto hacia Thomas que no deja de mirarme de pies a cabeza, creando escalofríos que busco disimular, moviéndome de un lado al otro—. Si necesitas algo, preciosa, no dudes en tocar la puerta y vendré a tu rescate —me guiña un ojo de forma pícara y ante eso Thomas emite un gruñido.

Ambos lo miramos y noto la mirada asesina que le está dedicando a Victor, por lo que mejor dejo que salga junto con el otro guardia y nos deje finalmente solos.

—Después hablamos, Victor. Es mejor comenzar con mi trabajo —lo despido con una sonrisa educada.

—Hablamos cuando salgas de acá y recuerda que vamos a estar vigilandolos cada cierto tiempo por las cámaras —señala a la esquina del fondo, donde consigo ver la cámara que menciona.

Era de esperar que me asignaran a una sala con cámaras, tratándose del personaje que se trata.

—De acuerdo, nos vemos.

Victor sale de la habitación, por lo que me acerco a mi silla y me quedo frente a frente con Thomas.

Sí pecho sugerente comienza a moverse constantemente al sentir la mirada de Thomas sobre mí. Se fija en ellos y parecen dilatarse sus pupilas.

Creo que hoy no fue un buen día para venir sin brasier.

Mientras hablaba tanto con Victor como con Roger, no pasé desapercibidas sus miradas a mi pecho. No puedo negarlo, son muy lindos y generosos, al igual que sensibles. Cada vez que los tocas hacen que me moje inmediatamente.

Sin embargo, ahora Thomas no los está tocando y siento que mis bragas ya están empapadas. Supongo que de esta manera es como reacciona mi cuerpo cuando ve a alguien tan atractivo como el hombre frente a mí.

Saliendo de mi transe, me aclaro la garganta y procedo a hablar.

—¿Te parece si empezamos? —le pregunto y me agacho para tomar los papeles que tengo dentro de mi maletín.

Cuando vuelvo a enderezarse, el hombre ya se ha deshecho de sus esposas y se acaricia tranquilamente las muñecas mientras sigue mirando mi pecho.

—¿Qué se supone que haces? —digo alarmada.

—Lo que se supone que quiero hacer —dice con su voz ronca, enviando escalofríos a las zonas más sensibles de mi cuerpo. Apoya sus antebrazos a la mesa y prosigue hablando, al darse cuenta que no puedo ni emitir palabra por la sorpresa y el nerviosismo que me está bañando—. Oh, Lana Scott, no me mires así. He esperado semanas por este momento.

—¿A qué te refieres? —pese a mi inseguridad, no dejo que mi voz lo refleje.

—Hace semanas, cuando mi último abogado venía a verme, por casualidad te vi a ti, mientras hablabas con Roger Nicholson, el guardia que está en la entrada de esta zona —me explica y yo escucho atentamente—. Cuando vi tu sonrisa, tus pechos, tus piernas, tu culo… mi polla de inmediato reaccionó. Nunca había visto una mujer como tú.

Me estremezco al escuchar sus palabras y se escapa un suspiro de entre mis labios. Esto se está poniendo caliente.

—No soy un hombre bueno y creo que tú lo sabes perfectamente. Es por eso que apenas me vi con mi abogado lo maté y solicité que fueras mi nueva abogada para poder tener este momento.

—¿Momento?

Se levanta, rodeando la mesa hasta llegar a mi lado, parándose junto a la mesa.

—Te he investigado, Lana. Mis informantes me han dicho todo de ti. Eres una mujer joven, hermosa y solitaria dedicada a su trabajo. Sin ningún hombre que la complazca —acaricia mi mejilla con suavidad y me quedo como piedra, pero tampoco me aparto. Acto seguido se agacha y me insta a abrir mis piernas—. Dime, Lana, ¿hace cuando un hombre no te toca aquí?

Introduce su mano dentro de mi falda y, al tener libre acceso a mi centro, no duda en correr mi tanga y pasar sus dedos a lo largo de mi raja. Sonríe al sentir la humedad que reina en mi centro.

—Creo que ya obtuve mi respuesta. No importa que sea uno de los asesinos más peligrosos del país, eres una perra caliente que está necesitando de una polla.

Aleja sus dedos de mi raja y emito un gemido de protesta por la falta de ellos.

¿Qué es lo que me pasa? ¿Qué estoy haciendo?

La verdad es que no lo sé. Lo único de lo que estoy segura es que me siento… libre.

Deberia detenerlo. No es correcto en ninguna de las vías o lados que lo veas, pero sentirse tocada y atendida por un hombre después de mucho tiempo se siente muy bien.

—Lana, no solo quiero que seas mi abogada para que me saques de este basurero. También quiero que seas mi puta, la que me complazca en lo que quiera. Si quiero que me la chupes, me la vas a chupar. Si quiero follarte todo el día, lo voy a hacer. ¿Me entiendes?

Abro la boca ofendida. Me levanto para estar a su nivel, pero es imposible. No importa que tenga unos tacones sumamente altos, él es mucho más alto que yo.

—Yo no soy la puta de nadie —espeto.

—No debiste decir eso —me toma del cabello y me estampa contra la pared.

Siento como acaricia mis sugerentes atributos traseros y busca separarlos tanto como le permite mi falda, para que pueda sentir la erección que tiene entre mis nalgas.

Se me escapa un gemido y de forma involuntaria comienzo a restregarme contra ella.

—¿Ves que si eres una puta? —me vuelve a halar el cabello y me da una nalgada sobre mi protuberancia izquierda—. Fuiste hecha para que te hagan trizas mientras te follan una y otra vez. Eres de las que les gusta tener una polla en la boca cada minuto de cada día, ¿verdad, puta?

No digo nada. Es verdad que de mis cosas favoritas es tener una polla en la boca, no lo voy a negar.

Suelta una carcajada, pero sus manos no se detienen. Viajan a traves de mi cuerpo y se posan sobre mis pechos.

—Cuando entré a esta sala y vi que no tenias brasier, supe que no ibas a librarte de esta, Lana. Te voy a follar de la manera en la que nunca te han follado —rompe mi blusa, haciendo que mis pechos queden en el aire y se estremezcan por el frío de la habitación.

Mis pezones duros, se endurecen aun más cuando Thomas los toma entre sus dedos y empieza a estirar de ellos de forma dolorosa, pero de alguna manera u otra, placentera.

De la misma manera que hizo con mi blusa, desde atrás tomó la orilla de mi falta tubo y la rajó completamente, dejando mi culo al aire y mi cuerpo desnudo completamente.

No tardó mucho en bajar su braga de preso y hacer a un lado sibragas para comenzar a tocar mi raja. Sus dedos iban de arriba a bajo de forma rápida, dejandome estresesida y temblando. Sin pensarlo dos veces, introdujo tres dedos en mi interior comenzó a sacarlos y a meterlos aceleradamente. No pensaba mucho en mí, estaba viendo por su placer y a mi eso me mojaba cada vez más.

Desde lo que puedo ver a mis espaldas, ya se deshizo de su braga y está estimulando su miembro de arriba a abajo mientras estimula mi centro. No sé cuanto más puedo aguantar a este paso sin que se me escape una corrida. Mis gemidos son sumamente altos y no me reparo en ocultarlos. Nadie me ha tocado así antes. No hay ningún hombre en esta tierra o con el que haya estado antes que me hayan hecho sentir esto.

Cuando estoy casi por llegar, saca sus dedos de mi interior y con ellos se comienza a lubricar la gigante y gruesa polla con la que cuenta.

—¿Te gusta lo que ves, puta?

No le respondo, por simple placer y deseo, caigo de rodillas y me llevo su eje a la boca.

—¡Oh, sí! Sabía que eras una puta. Una puta muy buena.

Comienzo chupando la punta y recorriendo la zona debajo del miembro, haciéndolo estremecer. Sigo chupando y succionando zonas a lo largo del miembro, mientras acaricio las bolas, llenándolo más de placer.

En un punto me canso de ello y lo meto casi por completo dentro de mi boca. Mi cabeza comienza a ir en ida y en vuelta a lo largo del miembro, tratando de mantener un poco el control de la situación, pero es imposible, puesto que Thomas es un hombre alpha que busca controlar todo. Sobre todo, controlarme a mí.

Toma ambos lados de mi cabeza y comienza a follar mi boca con velocidad. No le importa los sonidos de arcadas que genera mi garganta cada que toca el final de esta. Siento como sus bolas chocan contra mi mandíbula a ritmo acelerado, mojándome mucho más.

Sin ánimos de quedarme atrás, bajo mis dedos hasta mi centro y comienzo a frotar mi clitorís a una velocidad parecida a sus embestidas contra mi boca.

—Que sucia perra que eres. Te tocas mientras te follo tu deliciosa y estrecha boca —dice entre respiraciones agitadas y gemidos.

Aprieto un poco mis mejillas para que la fricción entre su polla y mi boca sea más estrecha y le genere más placer. Él me propiciona una cachetada, demostrando que mi acción lo calentó mucho más.

Es uno de los asesinos más peligrosos del país y estoy dejando que me folle la boca y me tenga a su merced, esto es una puta locura.

Después de un rato, se separa de mi boca, levantándome y estampando contra la mesa. Mis pechos chocan con la superficie fría, consiguiendo que mis pezones se estremezcan y endurezcan mucho más.

Estoy llegando a un punto de placer que pienso no haber alcanzado antes. Esto es sucio y poco ético, pero se siente muy bien. Puedo perder mi trabajo, sobre todo porque hay una cámara… ¡La cámara!

Mi vista se dirige a ella y me alarmo.

—Estamos armando un espectáculo para todos ellos, Lana. ¿Qué tal si les muestras las facciones de tu cara mientras te rompo el culo con mis embestidas? —sugiere y escondo el placer que genera esa idea en mí.

—Me van a despedir —digo, mientras siento cómo estimula con búsqueda mi centro.

—Si lo intentan, ya saben que acabarán muertos. Tienes que sacarme de aquí, querida. Y cuando lo hagas… —lubrica con un poco de mis fluidos y su saliva mi punto trasero. Empujo con emoción, mientras me acaricia la zona— tendrás que mantener esta polla saciada —tras eso embiste con fuerza en el interior de mi culo y emito un grito por el dolor, al igual que por placer. Por alguna razón se siente el placer entre tanto dolor—¡Oh, por dios, estas muy estrecha aquí atrás! Este agujero solo será mio, ¿entendido?

—Aja —es lo que consigo decir entre gemidos.

—¡Te pregunte si lo entendiste! —me golpea una y otra vez el culo, mientras perfora con fuerza el mismo.

—¡Si, dios, entendí! —mis palabras son Más un gemido que otra cosa.

—Buena chica.

Sigue sus embestidas, hasta que sale y, sin previo aviso, se introduce en mi coño. Vuelve a salir y se introduce en mi culo. Y así repite una y otra vez hasta que me lleva al punto de no retorno.

—¡Me voy a correr! —grito, golpeando la mesa con la palma de mi mando—. Follame más duro, por favor —le suplico.

Hace caso a mis palabras y permanece en mi coño, arremetiendo contra él con fuerza. Por la curvatura de su miembro llega a un punto que muy pocos han logrado tocar en mi interior y ese es en el momento en el que me pierdo entre el placer.

Grito sin importarme que me escuchen de afuera y Thomas me levanta, tomándome del cuello, mientras muestra mis pechos a la camara, los cuales se mueven de un lado al otro por las fuertes embestidas que todavía hace que choquen sus bolas contra mí coño.

La sensación de ese vaivén contra mi clitoris hace que mi cuerpo comience a temblar nuevamente. ¿Me voy a correr de nuevo?

Mis piernas se debilitan y comienzan a temblar. No puedo controlarlas. Thomas me sujeta desde atrás y apresurado sus choques para ayudarme a llegar rápido a mi segundo orgasmo y derramar su carga en mi al mismo tiempo.

—Dale, puta, correte encima de mi polla —me ordena y sus deseos son órdenes, porque sucede justo después de haber emitido tales palabras.

Mis gritos son cada vez más fuertes y aumentan los gemidos cuando siento que busca alargar mi orgasmo frotándome el clitoris, mientras se corre en mi interior.

Una vez termina su corrida, sale de mi, consiguiendo un gemido de protestas, y se separa de mí cuerpo para ver el resultado de lo que hemos hecho. De lo que él ha hecho en mi.

—Levántate —me ordena y le hago caso. No separa sus ojos de mis voluminosos pechos, mientras los toma entre sus manos, los presiona y juega con ellos—. Esto es lo que va a pasar ahora. Tú me ayudarás a salir de aquí. Vamos a armar toda una farsa para conseguirlo y cuando salga, seguiremos con esto. Porque no he terminado contigo.

Se lleva uno de mis pechos a su boca y comienza a chuparlos, mientras golpea con una de sus manos el remolino de nervios que es mi clitoris para jugar con él nueva mente, al mismo tiempo que presiona el otro.

Mis ojos se posan en la cámara y en la luz roja que avisa que está encendida. Solo pienso en Roger, Victor y los demás guardias que están siendo consientes de esto.

¿Les habrá calentado el movimiento de mis tetas mientras Thomas me fallaba? ¿Querrán hacerlo ellos?

De solo pensarlo me mojo más y estoy lista para otra ronda.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.