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Un ardiente desconocido III

Una. . . dos. . . tres. . .

De nuevo embestidas lentas que la enloquecían.

Una. . . dos. . . tres. . .

No sabía cual era su propósito, pero aquella estaba resultando ser la mejor noche de su vida.

Estaba teniendo sexo con un desconocido que se había colado en su casa y. . .¡¡AAAWWW!! Otro grito escapó de ella cuando las embestidas aumentaron de velocidad.

Una. . .dos. . . tres. . . cuatro. . .

Un grito. . . un gruñido. . . un gemido. . .un sollozo. . .

-¡Santo Cielos!- exclamó Ella, con voz ahogada- ¡¡¡SIII!!

Nunca olvidaría esa noche. Nunca había tenido tanto placer en toda su vida.

¡¡OH POR DIOS!!

La tomó firmemente de las caderas y arremetió contra ella gruñendo como un animal salvaje. En la habitación que hacían unas horas no se escuchaba más que silencio, ahora estaba siendo llena con gemidos, gruñidos, sollozos de infinito placer.

Se meció acompañándolo, sus paredes le oprimieron y un nuevo orgasmo se comenzó a formar dentro de su ser.

Afincó la frente en la fría madera de la cabecera, necesitaba buscar equilibrio o se desvanecería. No le importaba que su cabeza rebotara por los fuertes embates que recibía.

Gritó una vez más al sentir como juntos alcanzaban el nuevo orgasmo y cerró los ojos para poder disfrutar de las luces que aparecían detrás de sus parpados. Él se vació y salió de ella, dejándola exhausta pero increíblemente satisfecha. Nuevamente se acostaron uno al lado del otro.

Después de algunos minutos en los que trabajaron para recuperar el aliento, ella dijo.

-¿Me darás tu nombre?

-No.- dijo cortante con voz áspera.

-¿Y tu número?

-No.

-¿Volverás?

-Quizás- respondió con esa sexy voz. Después de responder la cama se liberó de su peso y ella, sintió como en silencio buscaba su ropa tanteando en la oscuridad.

Isabella, decidió cubrir su tembloroso cuerpo desnudo con las sabanas. Retiró los cabellos que se pegaban a su cara.

Luego de unos minutos, la escuchó acercarse nuevamente a la cama.

-Acércate- le pidió y ella obedeció. Entonces a tientas buscó su cabellera, y la tomó firmemente para guiar su cabeza, y así poder besar. Un beso lento e incitador. Mordió su labio inferior y lo succionó, para luego alejarse.

-Adiós- le dijo el desconocido.

-Adiós- respondió ella.

Escuchó como la puerta de la habitación se abría y luego se cerraba. Se acomodó nuevamente en la cama y suspiró.

-¡Qué noche!- se dijo a sí misma riendo- ¡Maldición!- gruñó molesta al recordar que no tomaba la píldora.- Mañana tendré que comprar una de emergencia- se dijo. No podía olvidarlo, no quería hijos. No ahora y menos de un desconocido.

Solo rogaba en silencio porque no estuviese enfermo y la hubiese contagiado.

¡Estaba loca!

¿Qué mujer cuerda se permite unas olimpiadas sexuales con un desconocido que se cuela a media noche en su casa?

¡Una mujer que lleva una vida muy aburrida!- se dijo sonriendo. Seguro no tendría de qué preocuparse. Una píldora de emergencia y listo, aunque hizo nota mental de no hacer aquello de nuevo.

Bendito desconocido- pensó mordiéndose el labio inferior. Todo el cuerpo le dolía, pero no podía sentirse más satisfecha. Así que completamente agotada se durmió.

A la mañana siguiente despertó con la alarma. Agotada pero satisfecha, se sentía increíble, había sido una noche inesperada, ardiente y muy, muy placentera, aun podía recordar las manos de aquel desconocido por su cuerpo, sus firmes y ardientes caricias, esa forma bruta, salvaje y pasional de poseerla, pero que pudo ser lento y suave a la vez.

¡Con un demonio, se había puesto caliente!

Su entrepierna dolorida, palpitada ansiosa.

-Basta, es suficiente- se dijo levantándose de la cama para ir al cuarto de baño con la vagina palpitando.

Se dio un baño. Comió algo y fue a la farmacia, compró y tomó la pastilla y sonrió. No podía olvidarla, necesitaba evitar problemas.

Llegó a la oficina tan puntual como siempre.

-Hola Isabella.

-Hola cariño, buen día- la saludo con una amplia sonrisa.

-¡Qué bien te ves!- le dice la joven chica sonriendo.

-Tuve una buena noche- le dice y le guiña el ojo antes de subirse al elevador.

Llegó a su piso y salió del ascensor, encaminándose a la recepción.

-Hola, buen día.

-Hola, buen día. ¿Qué tal todo por aquí?- preguntó.

-Bastante tranquilo.

-¿Llegó Welly?

-No, el señor Welly, aun no llega. Llamó para avisar que había tenido un problema en casa, al parecer su hija amaneció enferma, pero dijo que vendría sobre las diez.

-Muy bien, me encargaré de cancelar sus citas, al menos las de la mañana, ya decidirá él si cancelo también las citas vespertinas- le sonrió.

-Hoy luces excelente.

-Me siento excelente- respondió con alegría.

-Oye Isabella, temprano llegó algo para ti, lo dejé en tu oficina.

-¿Para mi?- preguntó extrañada.

-Sí, creo que tienes algún pretendiente- le sonrió con malicia. Ella, se encaminó hasta su oficina y al abrirla, sobre su escritorio encontró algo que la hizo fruncir el ceño.

Un enorme arreglo de rosas rojas.

-¿Qué demonios. . . ?

Caminó hasta allí y se fijó en que había una nota.

Abrió el sobre y se dedicó a leer.

"Siempre me has gustado quería Isabella, eres la mujer más maravillosa que cualquier hombre pudiese conocer. Tu cuerpo me excita a tal grado de atreverme a colarme en tu departamento de madrugada para poder estar en tu cama y poseerte en una noche de sexo y pasión. Fue una noche increíble, estoy agotado pero satisfecho. ¿Qué te parece si repetimos?, pero esta vez con la luz encendida, o a la luz de las velas, para ver como se contrae tu cara y brillan tus ojos cuando el orgasmo te abraza. Esta vez me encantaría que mientras me hundo en ti, grites mi nombre.

Con ardor, Richard. El Publicista"

¡¡¿QUE?!!

¿Aquel había sido Richard, el publicista?

¿Aquel cuerpo era de él? con un demonio, estaba jodidamente bueno y follaba como los dioses.

Qué diablos, claro que quería repetir.

Quizás su vida aburrida, hubiese llegado a su final.

Se dijo con una sonrisa, mientras tomaba la tarjeta y se encaminaba al área de Publicidad.

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