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June estaba exultante y feliz, quería dar saltos.
Su editora que estaba junto a ella, ya estaba descorchando un champagne -literalmente-.
Habían recibido propuestas de Netflix, de Sony, de Disney, de Paramount, de Warner.
No sabían aún si sería una serie de películas como Harry Potter, o algo para la TV estilo Buffy la cazavampiros, pero las propuestas estaban ahí.
— Esto es un sueño querida ... un sueño hecho realidad — le decía la neoyorquina nacida y criada Samantha Black, una mujer de mundo de unos 40 años muy elegante y atractiva que hacía unos años se había convertido en su editora mientras servía dos copas de Champagne.
— Chin chin — le dijo chocando las copas luego de servirle una — ¡ Que Aquelarre adolescente sea todo el éxito que esperamos y mucho más!!! —
June aún no caía del todo.
— ¿ No estás feliz? Cambia esa cara por amor de Dios, ¡ que debemos festejar !!! —
— Si, claro que estoy feliz — dijo June...— Solo que yo... aún no puedo creerlo, parece un sueño...— le dijo un poco estuporosa.
Cuándo dejó su trabajo serio en The New York Times para convertirse en escritora de tiempo completo...nunca creyó llegar a ese momento.
Siempre había soñado con llegar a lo más valor, tal vez un Pulitzer algún día. Pero cuando se complicó en el diario pues la empezaron a coartar para escribir lo que realmente quería llegó un momento que no pudo soportar la presión.
Empezó a descomponerse del estómago...miles de estudios después y con un diagnóstico de celiaquia diagnosticado de forma muy tardía, un día internada en el hospital tocó fondo.
June siempre había sido inteligente, la más inteligente en su clase, el puntaje más alto en el SAT de su generación en su escuela. Notas excelentes en Columbia.
Ella interiormente sabía que más allá de su problema con el gluten, ella tenía un problema con su trabajo. Un problema que no podía digerir justamente.
Entonces tomó la drástica decisión de alejarse de dos de las cosas que más le gustaban en el mundo pero también que le hacían daño: el gluten y su trabajo en The New York Times.
Pensar que cuando era adolescente hubiese matado por ese trabajo, y ahora parecía ser que ese trabajo la estaba matando a ella.
Al principio pensó que sería fácil para ella el trabajo como escritora. Pero día tras día se sentaba frente a la computadora y es como que la palabras, que siempre parecían llenar su mundo interno y salían a borbotones tanto de su boca como de las yemas de sus dedos ahora no fluían.
Ella quería escribir algo significativo, algo trascendental, algo que tuviera sentido...y sobre todo que justificarse su salida del diario... pero los días pasaban y su bloqueo de escritora parecía algo más serio de lo que creía al principio.
Claro que ella tenía ahorros, pero cuando los ahorros empezaron a escasear se empezó a preocupar.
Fue una noche viendo en la TV una repetición de la película 'Jóvenes brujas' que se le ocurrió la idea. Al menos comenzó a tomar forma en su mente. Y luego de eso, comenzó a escribir y no pudo parar hasta concluir su primer manuscrito.
En ese momento Samantha no era su editora. De hecho, no tenía editora. Pero ellas tenían gente en común y una amiga se la recomendó.
Al principio se sintió muy intimidada por la mujer de falda, y tacones de diseñador.
Parecía más sacada de una pasarela que una editora.
June tenía buen aspecto, pero estaba lejos de eso.
Con mucho esfuerzo, dieta y ejercicios había dejado de ser la gordita a la que en el colegio le hacían bullying. Llevaba el cabello ondulado con un corte especial para rizos que le permitía mantener a raya sus bucles colorados, había tomado cursos de maquillaje que le facilitaban ocultar su rostro lleno de pecas. Había reemplazado sus gafas por lentillas que aún permitian ver sus bonitos ojos color humo.
Su cuerpo una vez de curvas exageradas Lucia una moderada talla 10, pero aún así a veces todavía se sentía como el patito feo. Solo que ella nunca se transformaría en cisne, o al menos eso creía.
Su editora aún la miraba esperando una respuesta.
Cuando vio su manuscrito la primera vez tuvo dudas, pero después de leerlo le encantó. La historia se centraba en cuatro jóvenes brujas de Salem, que descubrían por accidente su estirpe y comenzaban su propio Aquelarre. Hacían pociones, hechizos y combatían demonios mientras lidiaban con los problemas de la preparatoria. Lo interesante era que las chicas no pertenecian al mismo grupo: estaba la chica popular, la gordita, la nerd y la dark o bicho raro.
Luego con el correr de los capítulos se iban descubriendo más cosas acerca de sus orígenes, de los antiguos aquelarres de Salem y más amigos (brujos y no) se iban uniendo a la lucha. El objetivo final era salvar al mundo de un apocalipsis poblado de monstruos.
— Si...claro que estoy feliz, estoy muy feliz — le dijo sonriendo a Samantha y abrazándola.
Samantha se sentó detrás de su escritorio ven su sillón, y dejó la copa sobre el escritorio.
Detrás la vista daba al Central Park.
La oficina de Samantha se encontraba en la exclusiva zona de Columbus Circle en una zona exclusiva y muy muy cara de Manhattan. Muy cerca de la famosa 5ta Avenida.
June era de un pequeño Texas, Tyler. A poco más de una hora de Dallas. Hacía años que no pisaba esa tierra, aunque hablaba periódicamente con su madre. Becky, su madre, era la mujer más orgullosa del mundo por lo mejor que había llegado su hija.
Incluso algunas veces la había ido a visitar a Nueva York. Porque June prefería evitar Tyler a como diera lugar, y su madre lo sabía...
—... hay que pensar que nos conviene más en el largo plazo June, esto es algo grande. Muy grande...— Samantha seguía hablando pero June no la escuchaba —...me llegaron propuestas para un parque temático en Salem. ¿ Entiendes? Disney está compitiendo pues quiere tener sus propias atracciones...June...¿ Me escuchas June ? ¿ Otra vez estás soñando despierta?. Juneeeeeee —
— Ay si, perdona — dijo la pelirroja y sonrió haciendo de cuenta que estaba prestando atención.
Solo quería llegar a su casa, ponerse su pijama y acostarse con su gato y una copa de vino en su cama mientras hacía una videollamada con su madre.
Por supuesto Samantha la estuvo reteniendo para evaluar las propuestas. Pasaron casi tres horas, luego de pasar por el mercado orgánico para comprar alimentos frescos cuando finalmente pudo llegar a su casa.
Ella tenía un departamento acogedor en la zona cercana al Chelsea Market, uno de sus lugares preferidos en la isla aunque no tan céntrico como la oficina de Samantha. Aún así era cerca.
El apartamento estaba hecho a nuevo, tenía una sala un baño, una cocina integrada y un gran dormitorio. Más que eso no necesitaba.
Cuándo abrió la puerta Ginger la esperaba allí. Si. Era pelirroja y tenía un gato enorme, peludo y colorado al que le había puesto Ginger.
Siempre le habían gustado los gatos, pero su madre era alérgica así que nunca había podido tener uno. Así que cuando pudo tener su primer apartamento, fue al refugio en busca de su gato, el que siempre había soñado. Ginger era el que siempre había soñado...o casi. Era un gato adulto al que le faltaban un ojo y una oreja, pero había sido amor a primera vista. Y en esa ocasión fue mutuo. Así que se llevó va Ginger con ella. Ginger había vivido las mudanzas, las peleas con su ex, y sus internaciones de manera incondicional. Ese gato para ella era casi como su familia.
— Hola precioso de mamá — le dijo haciéndole upa al gato de unos diez años, y unos rechonchos casi ocho kilos de carne, grasa y pelo reluciente. El gato le maulló y también le lamió la cara. — Si , mamá también te ama y te extrañó mucho — le dijo y lo colocó en el piso.
Ni bien entró había dejado sus compras en la mesada. Si sacarse ni siquiera el saco abrió la lata de atún y la puso en su pequeño plato.
Su cambio de ropa podía esperar, pero la bola de pelos roja que era uno de los seres más importantes de su vida, no.
Mucho más tarde, luego de sacarse su ropa le mandó a su madre un mensaje por Telegram.
Pero no obtuvo respuesta. Tampoco por texto, lo cual le pareció extraño. Su madre siempre le respondía enseguida y sabía que su hija estaba a punto de darle una gran noticia.