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18 AÑOS ANTES
Sus padres habían llegado hacía menos de una semana de su viaje, y desde entonces no habían podido hacer mucho con Ronnie más que un beso robado o un rapidito en algún sitio oculto cuando sus padres estaban distraídos.
Bueno en realidad no era del todo cierto, pensó sonriendo y tocándose los labios. Por la mañana la había agarrado, la metió en una especie de armario de la casa. Su padre ya se había ido a trabajar y su madre justo salió un momento por un imprevisto, debido al llamado de una vecina.
Él llegaba de correr todo sudado, y cuando la vió desayunando, sin decirle nada la tomó de un brazo.
— ¿ Qué haces ?¡ mamá podrá encontrarnos!!! —
lo reprendió ella pero sonreía traviesa.
El olor de él era embriagante, almizclado por su sudor. Ella sintió la humedad entre sus piernas, él surtía ese efecto en ella.
— ¡Ven rápido June, si hablas perdemos el tiempo!!! — la reprendió él mientras la llevaba a rastras prácticamente.
La llevó al cuarto de lavado, donde había un pequeño armario. Allí había un espacio, estaba empotrado en la pared y tenía una puerta. Él la metió ahí.
Ella no pudo evitar reír.
— El hecho de que puedan encontrarnos me excita más — le dijo dándole un beso rápido Ronnie, metiéndole la lengua mientras se frotaba contra ella. Tomó sus manos con una de las suyas y las llevó sobre su cabeza mientras atacaba su cuello y con la otra mano, se metía por debajo, bajo la camiseta para agarrar uno de sus senos.
June gimió sin poder evitarlo.
— ¿ Te gusta "hermanita"? — le susurró en el oído. Amaba llamarle así y que ella le dijera 'hermano' aunque en realidad no tenían ningún lazo entre ellos pues eran hermanastros y desde hacía poco, aunque se conocían de pequeños. En ese momento eran prácticamente adultos, o mejor dicho jóvenes. Jóvenes que habían cumplido la mayoría de edad y estaban en el verano previo a la entrada a la universidad.
— Amo tus pechos — dijo él con un gruñido mientras levantaba su camiseta, bajaba su brassier y atacaba de lleno su delantera.
Él amasó, chupó, succionó y ella sintió que sus panties se humedecían.
June gimió más fuerte.
Él llevó su mano a su boca.
— Cállate salvo que quieras que nos encuentren — dijo él y sonrió con satisfacción. A media luz podía ver su rostro hermoso de cabello y ojos oscuros. Su camiseta húmeda por el sudor marcaba sus músculos, sus bíceps.
Ella lo agarró de los brazos y el volvió a atacarla. Iba de uno a otro pecho mientras los amasaba, pasando su pulgar por sus crestas ya sensibles pues él las había degustado durante días antes de la llegada de sus padres de su luna de miel.
Él fue agachándose, bajó por su vientre redondeado pues ella era una generosa talla 12, y bajó más hasta abrir sus piernas.
Cuando enterró su cabeza ahí, atacandola con su lengua, June debió morderse los labios. Agarró su cabello para hundir su rostro aún más entre sus piernas mientras él no le daba tregua.
Estuvo un rato allí, lamiendola, jugueteando con sus dedos hasta volverla loca de deseo.
Luego se incorporó, bajó su pantalón deportivo y sacó su miembro. Se la metió sin dilaciones, empujandola contra la puerta.
— ¡Oh June, maldición, como extrañé esto!
Ella también lo había extrañado. La embistió como poseído por el deseo mientras buscaba sus labios. Se dieron un beso a la vez apasionado y tierno. Ella llegó a la cima del placer primero y él pudo sentirla, siempre lo hacía. Y luego se vino dentro de ella, mordiendo su hombro para acallar un estertor que le salió desde adentro de su pecho. Siempre era así con su hermanastra.
En ese momento estaban ambos temblorosos y sudados. Su madre aún no había llegado.
— Ven vamos a la ducha — suplicó él aún temblando.
— Si mamá nos encuentra a ambos con el cabello húmedo puede ser sospechoso Ronnie
— Pues usa un bendito gorro de baño — dijo él y pellizcó uno de sus pechos de manera juguetona.
Finalmente la convenció y fueron juntos a la ducha dónde se enjabonaron mutuamente como amaban hacerlo.
— Tu cofia se ve graciosa hermanita
Ella rió y le tiró espuma en los ojos.
— Ah, ¿ con que esas tenemos? — el la agarró en un abrazo de oso y empezó a frotarse con ella, husmeando su cuello.
— ¡Jajajaja basta Ronnie, sabes que me da cosquillas, para!!! — él también rió y aprovechó para hacerle cosquillas. Hasta que en un momento la miró serio. Ella también dejó de reír y el momento se volvió íntimo.
Ella se dió vuelta y él la apoyó contra la pared de azulejos. Esta vez fue despacito, entrando centímetro a centímetro mientras besaba su cuello y llevaba una mano a su entrepierna para estimularla por delante hasta llevarla a la cúspide del placer...
Cuando llegó su madre no había ningún vestigio de lo que había ocurrido entre ambos. Él volvió a su papel de hosco adolescente no muy feliz con el casamiento de sus padres y ella a una sutil indiferencia. Igual temía que su madre se diera cuenta, ella la conocía muy bien. Y de idiota no tenía un pelo.
La madre de ella había sido íntima amiga de la madre de Ronnie, luego ésta murió y nadie sabía bien como pero entre consuelo y consuelo la madre de June y el padre de Ronnie se habían emparejado.
Ella y Ronnie se conocían de toda la vida y su relación había tenido altibajos, pero desde que sus padres se casaron todo había empeorado, él se deleitaba haciéndole todo tipo de maldades.
De eso había pasado poco más de un año.
En ese momento eran vacaciones de verano, el colegio - esa maldita tortura - había terminado.
Ahora eran mayores de edad y cada uno tomaría un rumbo. Su mejor amigo Kenny el MIT, ella su sueño de toda la vida alimentado por la misma madre de Ronnie desde que le regaló su primer libro: iría a Columbia. Y Ronnie cuyo único sueño era jugar en los Cowboys, iría a la universidad de Dallas.
Fue justamente ese verano cuando todo cambió cuando sus padres se fueron a una postergada luna de miel dejándolos solos quince días. Quince días que ella pensó serían tortuosos pero de alguna forma se transformaron en los más maravillosos de su vida.
Nada había sido planeado, simplemente de alguna manera se habia dado.
Ella siempre secretamente había amado a Ronnie, incluso cuando la despreciaba...
Pero esos días...nunca se los hubiera imaginado. Ni en sus mejores sueños.
Él fue su primer hombre, y por primera vez en la vida la idea de ir a Columbia estaba tambaleando.
Quizá podía estudiar en Texas para no mantenerse tan alejada, quizá...
—...mí amor, sabes que jamás te dejaría por esa cerdita...— era voz de Ronnie.
Escuchó el sonido de besos.
— Por Dios Carly, como te he extrañado...
Carly había sido su nemesis en la prepa. Una auténtica zorra que le hizo la vida imposible, la líder de las porristas y una rubia de infarto.
Y la novia de Ronnie por supuesto. Se había ido casi al mismo tiempo que sus padres. Fue a la casa de sus primos en Los Ángeles pues allí estudiaría y quería evaluar el lugar, de paso ver cómo era vivir en la playa por unos días ya que sus visitas por la distancia, habían sido muy ocasionales. Pero ahora de alguna forma había conseguido el dinero y pudo viajar. Carly se daba ínfulas pero su familia no era millonaria. De hecho, Ron padre tenía mucho más dinero.
— ¿ De verdad me extrañaste? — le dijo con su voz ridícula de niña.
Otro sonido de beso de lengua.
— Obvio, no veía la hora de que estés de regreso para disfrutar lo que queda del verano —
June se tambaleó y debió sostenerse. Estaban fuera, en la ventana y ella los podía oír fuerte y claro. Su madre justo la había enviado a la tienda de abarrotes y cuando estaba por salir los escuchó.
Casi pudo oír el ruido de su corazón al partirse.
Respiró hondo. "Un día seré una escritora millonaria, seré bella y delgada, y se tragará sus palabras". Ella siempre había tenido la autoestima por el subsuelo.
Pero a quién quería engañar. Sentía su cuerpo como gelatina, y lo único que deseaba era hacerse un bollito en su cama y ponerse a llorar.
Consideró decirle la verdad va su madre...o al menos que no podía salir a comprar, pero una parte de ella quería que él supiera que ella lo escuchó. Que mientras ella lo amaba él la usaba como método de descarga hasta que volviera Carly.
Nunca supo de dónde tomó valor, pero abrió la puerta con toda la dignidad del mundo y los enfrentó.
— Sería bueno que sus conversaciones íntimas las mantuvieran en privado, ya que se puede oír absolutamente todo desde adentro y esta es una casa de familia. Aquí viven nuestros padres...— tenía los ojos acuosos pero no les iba a dar el gusto. Ya habría tiempo para llantos.