Capítulo 5
Hadassa.
Resistencia…
Mis brazos cayeron en ambos costados cuando detallé su mirada reluciente, y vi que mi sangre estaba en su boca, pero en el momento en que sus ojos se posicionaron en mí, me sentí diminuta.
¿Qué era lo que realmente quería este hombre de mí?
Pude ver por el rabillo de mi ojo como Kalesha caminó hacia mí, furiosa, pero el brazo de Rashad adelantándose a tomar el mío, hizo que la mujer fuerte se detuviera un poco impresionada, y le hiciera una señal a los demás hombres.
—No quiero ser molestado en este día… —las palabras del hombre me crearon un pánico al instante mientras mis pies eran arrastrados en su paso.
Cada una de las personas a su alrededor se abrieron paso a su camino, y solo cuatro hombres le siguieron, quizás para comprobar que nada le faltara a su rey.
De un momento a otro fui subida bruscamente a un caballo, y luego sentí el peso abrasador de ese hombre, que no me dio tiempo de acomodarme cuando el animal salió a todo troté, dejándose dirigir por su amo.
Mi cuerpo se golpeó un poco ante la velocidad salvaje, pero solo ese brazo de acero mantenía mi estabilidad mientas cerraba los ojos acostumbrándome a la forma feroz, en la que se estaba maltratando mi cuerpo.
No demoramos mucho tiempo cuando mis pies se pusieron en el suelo, y mi brazo recibió su agarre duro.
Nadie alrededor preguntó nada de lo que estaba pasando, todos hacían una reverencia al paso, mientras mi mente solo pensaba en una cosa.
Estaría a merced de este destructor, y nadie haría nada por impedirlo.
En cuanto unos portones enromes se abrieron, yo solo me quedé en el sitio cuando evidencié el palacio por dentro, por primera vez.
Era realmente hermoso, lo ostentoso iba desde el suelo hasta sus altas columnas, y aquellas construcciones eran realmente deslumbrantes.
No pude dar un paso más después de eso, pero esa voz tenebrosa se posicionó detrás de mí, haciendo que mi cuerpo colapsara.
—Mi reino… en el que me servirás… —cuando indicó esto, pude sentir el aliento tibio en mis hombros, pero no me atreví a girar o hacer algún movimiento—. Camina…
Mi brazo fue tomado nuevamente, ahora que mis pies estaban funcionando, pude notar que ese hombre era tan alto que debí alzar mi cabeza para mirar hasta sus ojos, que en este mismo instante no se apartaban de mí.
Me quedé en silencio ante el escrutinio y sin más, dejé mi cabeza firme, mientras caminábamos acompañados de varias personas que ni siquiera se atrevían a preguntarse quién era yo.
Cuando estaba este hombre presente, la gente parecía caer en un trance.
Vi que Rashad dio una indicación cuando atravesamos las puertas del enorme castillo, y en cuanto tuve unas interminables escaleras delante de mí, observé como todos corrían de aquí para allá ante la presencia de hombre, sin dejar de reverenciarle en ningún momento.
Subimos las escaleras, caminamos por unos pasillos, y luego una gran puerta fue abierta por él mismo para darme un pequeño empujón hacia adentro.
Solo di unos pasos, pero luego evidencié que esta no era solo una habitación.
Había una enorme cama con adornos de más dioses a su alrededor, en toda la esquina del amplio lugar había una especie de cascada, y un pozo que tenía una iluminación en rojo.
Todo se veía tenebroso, pero lo que más puso mi piel de gallina, era el altar con incienso que estaba en todo el frente de su gran cama brotando humo que penetraba por toda la habitación.
Fruncí mi ceño al ver que en ese altar había una piedra lisa grande a sus pies, como si… él dejará sus sacrificios allí… como sí, fuese un lugar reservado para alguna cosa…
Perversa…
Lo único que sabía es que esto era realmente una aberración.
Pasé un trago forzado mientras mis manos temblaron en demasía.
No sabía lo que ese hombre haría conmigo, pero estaba muerta de miedo.
Ahora éramos solo él y yo…
—Quiero que me sirvas en todo de ahora en adelante… —el hombre se detuvo frente a mí, mientras di un paso hacia atrás—. Probarás mi comida antes que yo… colocarás mis túnicas… calzarás mis sandalias… me bañarás… —mis ojos se abrieron aterrados—. Y… Cuidarás mis sueños todos los días.
—Usted… está loco… —el hombre sonrió completamente mostrándome sus dientes y luego dio otro paso hacia mí colocando un dedo en mi barbilla.
Sin embargo, por alguna razón, lo quitó de inmediato como si mi tacto lo hubiese quemado. La expresión de su rostro fue como de asco, y luego aspiró el aire dando un paso atrás.
—Serás mi esclava en todo el sentido de la palabra…
Solo pensé en una cosa en este momento. ¿Abusaría de mí? ¿Me denigraría a tal punto?
—¿Por qué está haciendo esto? Hay miles de personas más capacitadas…
Su dedo llegó rápidamente a mi boca mientras todo mi cuerpo sufrió un choque tremendo ante su toque.
El hombre hizo el sonido con su boca de un silbido bajo para callarme, y luego pareció enfadarse más de la cuenta.
—No hablarás si no te lo pido, esclava…
—Usted no… —no pude terminar mi queja.
El hombre me arrastró por su enorme habitación de forma agitada, y luego llegó a una esquina donde había unas argollas en el techo.
No sé de dónde consiguió una soga, pero de forma hábil enredó el lazo en las argollas y lo bajó hasta mi sitio tomándome de los brazos.
—No…, espere… no… —supliqué de inmediato, pero haciendo caso omiso, él tomó mis dos muñecas e hizo un amarre firme, para luego halar la otra punta de la soga para que mis brazos se alzaran de un tirón.
Mis pies casi quedaron de puntillas, y mi respiración se hizo difícil cuando pasé un minuto en esta posición.
—Te quedarás aquí… observando a tu alrededor hasta que sepas respetar a tu señor.
Negué rápidamente.
—Escuché… —pero mis palabras murieron cuando él volvió a tirar de la soga y casi quedé en el aire.
Mis manos estaban terriblemente presionadas, ahora mismo podía sentir como las muñecas estaban a punto de desmembrarse de mis brazos.
Esto era insoportable.
Una queja agonizante salió de mi boca sin poder aguantar el dolor, y luego sentí como la soga se aflojó y mis pies volvieron a tocar el suelo. Sin embargo, no estaban completamente abajo, en este momento debía quedarme de puntillas para obtener el equilibrio.
El hombre me observó por un minuto entre mi agonía y queja, y luego recostó la cabeza a un lado.
Dio un chasquido con el dedo, y de inmediato la puerta se abrió.
Una mujer entró con una bandeja y unas toallas en su brazo. Ella se posicionó delante de él sin siquiera levantar la cabeza, mientras yo pude detallar todo el acto.
Aunque la mujer no me miró vi que era hermosa, su vestido era reluciente, y parecía más bien una princesa.
Entonces… ¿Por qué le servía de esta forma?
De un momento a otro él chasqueó los dedos delante de mí haciéndome parpadear para mirarlo.
—Aprende de ella… ahora… —mis labios se abrieron queriendo refutar de nuevo, pero él esperó mi reacción.
Pasé un trago duro y cerré mi boca, asintiendo y sintiendo como mi orgullo sacaba las púas contra mi piel.
Vi como él se lavó las manos en el recipiente de bronce que ella trajo, y en cuanto él sacudió sus manos, ella puso el recipiente en el suelo, y rápidamente secó sus manos.
La mujer caminó rápido a diferentes lugares de la habitación, fue al pozo vertió algunas cosas de unos frascos, y sin más vino hacia nosotros para comenzar a desvestir a este hombre delante de mí.
Mis labios temblaron ante lo que estaba divisando, pero en cuanto quitó las túnicas y todos los brazaletes de sus manos y brazos, él solo quedó en una especie de falda que tapaba solo sus partes íntimas.
Mis ojos recorrieron todo su cuerpo tinturado y musculoso, mientras él me mostró su sonrisa diabólica. Quería que esa mujer me mirara a los ojos, pero ella hacia todas las cosas en silencio y con la cabeza gacha.
En cuanto ambos llegaron a ese pozo con cascada, la mujer sin pensarlo se metió en el agua mojando su vestido y comenzó a lavar el cuerpo del demonio con algunos trapos llenos de jabón. Ella restregó su cuerpo con sumo cuidado, mientras él se recostó en una roca detrás de su espalda y cerró los ojos.
Yo no podía hacer nada de esto… simplemente… no podía.
Aunque había pasado algunos minutos, mis brazos ya se estaban entumeciendo y mi respiración se hacía cada vez más difícil, este hombre solo quería reducirme a la nada, y cansarme al extremo para rendirme a su voluntad.
Mis ojos se cerraron muchas veces mientras intentaba tomar una respiración pausada. Los eventos delante de mí solo fueron como visiones cortas, donde ella secaba el cuerpo de Rashad, lo vestía con delicadeza y le servía una suculenta comida.
Incluso, llevaba los alimentos hasta su boca.
No sé en qué momento cerré mis ojos, en definitiva, pero en otro santiamén, solo pude sentir como mi cuerpo estaba siendo sacudido por unas manos delicadas.
—Señorita… —parpadeé mientras mi visión se fue aclarando y allí estaba la misma mujer delante de mí, con otro vestido puesto—. ¿Ha podido detallar todo?
No entendí su pregunta, pero asentí.
—No sé cuándo será soltada… pero debe realizar las mismas tareas que hice hace unas horas…
¿Unas horas?
Giré la cabeza hacia todos lados y no vi a ese hombre en la habitación. Un tiró de dolor se incrustó en mis muñecas, y la realidad de mi posición llegó a mi cuerpo.
—No podré soportar estar aquí… por favor… desáteme… —le pedí a la mujer que me observó con angustia.
—Nunca podría hacer eso…
Cuando vi que ella dio dos pasos hacia atrás, me apresuré en detenerla.
—Espere… por favor… quiero saber…
Ella asintió como si me debiera una explicación.
—¿Usted? —ni siquiera quería preguntar tal cosa, pero no tenía de otra opción—. ¿Usted duerme con…?
Pero ella tomó la idea rápidamente abriendo los ojos con impresión.
—No… no fui elegida para eso… llegar a la cama de mi señor, solo es un privilegio que pocas obtienen en este palacio…
Apreté mis dientes ante su estupidez.
—¿Nunca has sido…?
Esta vez, ella sonrió negando.
—Nuestro amo es muy exigente… las damas que llegan a este dormitorio a compartir su cama, deben tener meses de preparación.
—¿Cómo es eso? —pregunté un poco interesada mientras ella juntó sus manos.
—Un sirviente no tiene ese privilegio… mi señor tiene gustos específicos a la hora de tomar a una doncella… y nadie entra aquí, a menos que él lo pida… yo, por ejemplo, soy la servidora de este mes… él… las cambia todos los meses, pero nunca comparte su cama con alguna de ellas…
No sé por qué pasé un trago aliviada ante esa información.
Yo… solo sería su sirviente, y eso de cierta forma fue como una luz para mí.
—¿Por qué da este castigo primero? —pregunté mientras la mujer miró las cuerdas en mis brazos y negó.
—Nunca… nunca escuché que hiciera esto con alguna dama que fuera a servirle… yo… no sé qué responderle…
Asentí tratando de parecer tranquila.
—¿Esas mujeres…? —continué—. Esas que están… en el calabozo… ¿Son las que elige?
La dama se quedó en silencio por un minuto pensando si responder o no, y girándose para ir a ese altar, comenzó a encender unos nuevos inciensos.
—Estas… son extranjeras… mujeres ganadas de la guerra que también son preparadas para su encuentro. No las elige siempre… pero algunas corren con suerte si mi amo ve en ellas algo que quiere…
—Hay… ¿Hay algún harén aquí? —pregunté de nuevo.
Ella soltó las cosas de sus manos, y luego sacudió sus dedos.
—No… mi amo nunca repite su noche con la misma doncella… una vez que pierden su virtud, son echadas del palacio, y recompensadas de forma gratificante… él no se casa… ni tiene harén…
La mujer me dio una última mirada después de la información que arrojó, y luego cerró la puerta para dejarme sola en esta tenebrosa habitación.
Mi cuerpo comenzó a temblar, porque en este instante, ni siquiera sabía qué iba a hacer ese hombre conmigo…