Capítulo 4[Contrato]-parte 2
Anton Strauss
Hacer tratos en los cuales me favorezcan es una de las mejores cosas que sé hacer en esta vida. Salir de la fiesta hace una semana y realmente no sé si fue la desesperación, pero pedir que me entreguen a su hija a los Bullrich, fue lo mejor que he conseguido con tal facilidad que hasta fue sorprendente. Es sorprendente que acepten vender a una hija por dinero.
El que hayan querido retractarse al pasar la semana fue lo más hipócrita que había escuchado en mi vida. Algo no lo acepté, por supuesto. Y el que me hayan llorado es lo que menos me importa. Consigo lo que quiero a costa de todo, soy yo y nadie más. Mi placer por encima de todo.
Jamás había pensado en casarme con nadie, pero no me importaba si la tenía, no me importaba como, o fue lo que pensé en ese momento de calentura. Así que hoy al igual que los anteriores días que fueron a rogarme para que la dejara, mi última palabra fue que le avisen que hoy la sacaría a cenar y fin.
Cuando llegué a la casa de los Bullrich para llevarla a cenar, me hicieron esperar un momento que para mí fue casi como una hora. Hasta que la vi bajar y sinceramente no como esperaba.
Traía una chaqueta negra cerrada, baqueros y unas zapatillas, fruncí las cejas pensando que talvez se equivocó y que no pensaba salir así conmigo.
—Y usted debe ser mi futuro esposo ¿Verdad? — ironizó sonriente.
Sus ojos estaban hinchados, debió haberle caído muy mal la noticia como para que se atreva a hablarme así.
—¿Iras vestida así? —la miré de arriba abajo.
—Bueno si no le gusta pues... puede irse por donde vino, y dejaríamos la cena para otro día— dijo tranquila.
Lo poco que me conoce. Pero jamás, no desperdiciaría la oportunidad de poder tocarla. Ahora no sé qué es lo que más me exita, si como le encanta hacerse la desinteresada o imaginarme las formas en las que la haré molestar desde el día de hoy.
—No, nos vamos ahora mismo— puntualizo.
Noto como su rostro se transforma de la felicidad al odio puro en sus ojos, y con lo que me importa. Me doy la vuelta y comienzo a salir, mientas escucho como ella me sigue.
Me subo al Ferrari y noto como ella intenta abrir una de las puertas de atrás y frunzo el ceño ¿Qué intenta hacer?
Le abro la puerta de copiloto para que entre, pero se queda parada, volteo los ojos saliendo a meterla a la fuerza, ella patalea mientras la cargo y la meto en el auto. Desde ya me doy cuenta que al parecer cometí un error con ella. Pero lo hecho, hecho está y si quiere joder y no cooperar conmigo, pues aquí nos jodemos los dos.
De camino al restaurante todo quedó en un silencio incómodo. La miro de lado y noto como a ella se le salen algunas lágrimas, mientras ve hacia afuera por el cristal del auto, se las limpia con un poco de rabia, pero no digo nada, puedo ser muy bueno en otras cosas, pero jamás aprendí o me ha interesado intentar consolar a alguien.
Cuando llegamos al restaurante se adelantó saliendo del auto y entró al restaurante. Todos nos quedan mirando, talvez debe ser por su aspecto, a mí me da igual lo que piensen, no les debo nada como para preocuparme por lo que hablen.
Ya cuando nos sirven la comida ella solo la revuelve y a hasta a mi e me quitó el hambre. Estoy harto.
—¿Me puedes decir que carajos te pasa? ¡No has dicho ni una sola palabra, me molesta tu maldito estado de ánimo! — le reclamo bajando la voz.
— ¿Y usted piensas que a mí me interesa lo que quiere? Si tanto le molesta estar conmigo, simplemente devuélvame a mi casa y usted puede largarse a donde se le dé la gana y listo, todos felices y contentos— me contesta, mientras apreto mi mandíbula aguantándome la ira.
—Deja de llamarme de usted que muy pronto serás mía, quieras o no, me oyes — le puntualizo para que se vaya dando cuenta quien es quien aquí.
—¿Suya? Sueñe. Antes loca que aceptar eso.
—No te hace falta mucho.
La sonrisita se le minora mirándome mal.
—¡Vete a la mierda Anton! — me grita y siento la mirada de todos a mis espaldas.
Lo que me faltaba.
Se levanta furiosa saliendo del restaurante. Me levanto al mismo tiempo que ella siguiéndola, la veo que esta parada intentando parar un taxi. Uno empieza a estacionarse y la alcanzo antes de que se suba.
—Váyase—le ordeno al taxista.
—No—Janelle me enfurece.
—No lo volveré a repetir...
—Señorita.
Sube la mirada molesta y vuelvo a prenderme de sus ojos que se ven más claros de lo que los recordaba.
—Descuide, puede irse—le sonríe amablemente al taxista.
EL hombre me mira desconfiado y lo miro mal para que se largue de una vez.
—¿Qué crees que haces? —se voltea furiosa.
La jalo hacia la pared del callejón y sostengo su garganta. Viajando lentamente mi mano hasta la parte de atrás de su cuello, empuño una parte de su cabello y levanto su rostro para que me mire. Y como lo imaginé, sus ojos celestes están oscuros, la siento, su respiración entrecortada y su cuerpo deseoso. Me moría de ganas por tenerla así.
—Anton, ¿Qué haces? — me pregunta en un susurro con el ceño fruncido.
Cuando empiezo a bajar mi mano por su cintura, al mismo tiempo que la apego hacia mí de golpe, para que me sienta por completo, se sobresalta cuando siente mi miembro erecto. Necesito follármela.
—Escúchame bien, el que manda aquí soy yo. Desde ahora me vas a obedecer a mí. Y una de las cosas que más odio es despedirme peleando. Odio el estúpido drama de ustedes las mujeres, así que decide, te calmas y nos despedimos bien o te follo hasta que sudes todas las iras que te cargas y de paso me quito las mías— le hablo claro, sin rodeos.
Ella abre sus ojos, pero no hace esfuerzo por quitarse, siento como su cuerpo se va calentando, siento como la tención sexual aumenta, así que lo siguiente que hago es...
—No, Anton— me dice en un susurro excitante cuando le abro la chaqueta, y de apoco le bajo la blusa y saco uno de sus pechos.
El callejón oscuro evita que me vean y si lo hicieran me interesa una mierda. Aprieto su pezón logrando que gimoteé jalando de su cabello dejándome disponible totalmente su cuello.
—Aléjate—intenta removerse.
—Esto—respiro en su cuello hasta llegar a un lado de su oído, sintiendo como su cuerpo se estremece—no es lo que tu cuerpo quiere. Pídeme más y lo tendrás —empiezo a chupar su pezón escuchando sus gemidos ahogados.
En un lugar de él, dejo un chupetón bien marcado para que sepa, de quien son ahora.
La observo con sus ojos cerrados y su boca entreabierta disfrutando de como saboreo su piel.
Le obligo a que me mire y en sus ojos veo la pura tentación con rostro de ángel y alma de demonio. De verdad me voy a divertir con ella.
Ladeo una sonrisa y me aparto de ella. Devolviéndola a la realidad.
—Qué haces—dice y levanto su blusa para cubrirla.
—Demostrándote, quien manda a quien.
—¡Eres un hijo de puta! —gritó— ¡Eres un arrogante imbécil y tan...! —se detuvo mirándome furiosa y la respiración acelerada—. No juegues conmigo Anton Strauss. Que no soy un ángel y lo sabes desde que me conociste.
—No me amenaces—advertí.
—No soy una de tus putas. Y si no te has dado cuenta—sonrió y se acercó. Su perfume—, no te preocupes. Que lo harás pronto.
—No me hastíes, porque si comienzas a joder, lo hago también. Aquí nos jodemos los dos, Janelle Bullrich.
—Eso ya lo veremos, Anton Strauss.
Se giró encaminándose al auto. Entró y enseguida la seguí subiéndome al mismo, acelerando y saliendo del lugar.
Si ya me vuelve loco y no de la manera que desearía. Será una tarea complicada dominarla a mi gusto, pero no será imposible. Solo días y la tendré a mi entera disposición.