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Capítulo 1 [Anton Strauss]

Janelle Bullrich

Febrero 15

Hoy es uno de esos días donde quieres que la tierra te trague o que el mundo se detenga para que tu puedas descansar tranquila y en paz. Porque hoy me encuentro con una resaca que ni con diez analgésicos se me pasa. San Valentín es un día que lo celebro junto a mis amigos y no exactamente porque nos hayamos enamorado, —es algo que no es de mi interés y creo que tampoco el de ellos—. Lo que celebramos es nuestra amistad de años, es lo fabuloso.

Josh y Layla mis mejores amigos, celebramos como se debe el día de la amistad porque el amor no se nos da. Pero no fue como esperaba, o no encontré lo que necesitaba, anoche solo me lié con un chico un poco mayor, ni siquiera recuerdo su nombre, tuve el peor sexo que recuerdo haber tenido en mi vida. Mientras follábamos el muy idiota casi me vomita encima. Fue asqueroso. Así que lo único que pude hacer es vestirme, y salir en busca de mis amigos, que si no mal recuerdo, los pillé besándose en la pista de baile.

Dudo que lo recuerden, pero haré que lo recuerden en mi mejor oportunidad para molestarlos. Por ahora me guardo esa pequeña regla rota. "Ninguno de nosotros se puede liar".

Creo que fue un desliz de ellos dos o no lo sé, pero a decir verdad para mí no estaría mal, los dos se gustan y se nota a leguas. Es decisión de los dos lo que siga. Al final los tres hemos tenido relaciones... no muy agradables, merecen al menos un poco de alegría, yo prefiero seguir disfrutando de mi vida.

Entre mi ebriedad recuerdo haberme acercado, los dos se separaron, pero no dije nada, no quería arruinar el momento, quería que celebráramos al máximo, y lo hicimos. Pero ya que era muy de noche no podíamos regresar a nuestras casas con el aspecto tan desastroso que teníamos en ese momento, así que decidimos quedarnos en un hotel, lo cual todo fue un gran desastre, al final terminamos durmiendo los tres en una habitación, con todos encima mío y por lo que veo ellos están mucho peor que yo.

—¡Hey Josh, Layla! Despierten que me aplastan —me quejé intentando levantarme, pero me es imposible, estos dos parece que pesaran toneladas en este momento.

—Mmm ¡Has silencio Janelle, vas a hacer que mi cabeza explote! — se queja Josh.

—¡Oh no! — exclamó Layla, levantándose de golpe, asustada.

—¿Qué sucede? —pregunté levantándome igual que ella y botando a Josh a un lado de la cama.

—Mi móvil, ¿Dónde está? —comenzó buscándolo por todo el suelo hasta que lo halló debajo de la cama—¡Demonios Janelle son las dos de la tarde! ¿Ahora que hago? Voy a llegar tarde... mis padres me van a matar. Yo les dije que esto no era buena idea—dice caminado de un lado a otro revisando no sé qué en su celular.

Y lo real es que esto fue idea de ella. Pero jamás le podemos discutir estas buenas ideas.

Regreso a ver a Josh, que está fregándose el rostro comenzando a levantarse. Voltea alternando la mirada entre mi amiga y yo. Y me encojo de hombros cuando su mirada se posa en mí, porque yo tampoco sé que pasa.

—¡Para!—me acerqué a tomarla de los hombros cansada de verla dar vueltas para que se detenga—. Ahora sí, dime que es lo que pasa porque no te entiendo, más claro, no te entendemos.

—Janelle... ¡Hoy es el aniversario de mis padres! Lo festejarán en la mansión a las seis y también irán tus padres y algunos más—palidecí—. Ni siquiera les he comprado un regalo, no tengo vestido, estamos a cuatro horas de Phoenix—comenzó a alterarse de nuevo—. Esto es un desastre, no estaré allí para cuando tenga que decir lo que me toca, ellos se decepcionaran de mi yo...

Le abracé para que no hablara más. ¡Joder! Es verdad, lo había olvidado por completo y ni siquiera tengo ropa, y dinero, por ahora mucho menos. Pero...

—Josh...— lo mire con ojitos suplicantes y el me lanzo la típica mirada de "Y ahora qué"—Necesitamos dinero y muchas llamadas ¡SOS Josh! SOS...— exclame exasperándome al mismo tiempo soltando a Layla y recogiendo todas nuestras pertenencias.

—¿Por qué siempre soy su última opción? No existe una noche en la que hayamos salido juntos y que luego no se metan en problemas—bufó y lo miré riéndome—. Y por alguna razón, esto ya no me sorprende.

—Somos tus mejores amigas—lo empujé con mi hombro—. Ya nos conoces...

—Desearía que no—ironizó recogiendo su chaqueta de uno de los sofás.

Las dos nos reímos.

De inmediato recordé aquella vez que le habían hecho una mala pasada a Layla y le habían puesto un laxante en la bebida, al otro día creo que no salió del baño en todo el día, y cuando lo hizo parecía un zombi.

Ya cuando tuve todo listo, Layla seguía caminando de un lado a otro; era un poco nerviosa. Así que la cogí de la mano, nos subimos al ascensor y al llegar abajo subimos al auto de Josh en el que habíamos venido. Fuimos en busca de vestidos en el camino, Layla estuvo llamando a algunas florerías, nos metimos en una boutique de Victoria Secret, compramos algunos accesorios entre ellos un perfume y argollas. En Gucci compramos unos gemelos para su padre.

A la loca velocidad en la que Josh conduce su Porsche estábamos a punto de llegar a la mansión una hora antes de las seis. Llamamos a Tania de camino —Su empleada—. Preguntamos si el arreglo de la floristería llegó, pero nada. Como pudimos nos vestimos en el auto, intentando que Josh no alcance a mirar mucho, pero su sonrisa por el espejo retrovisor me dio a entender lo contrario. Nos arreglamos un poco y a mi imaginación le hice un peinado a Layla que no le quedó tan mal, yo me lo dejé suelto.

—Bueno llegamos—avisó y asentimos saliendo del coche—. Iré a vestirme, ya vuelvo.

—Si, no te preocupes. Y llega pronto, no te puedes perder mi acto sorpresa—le advertí.

Se rio rodando los ojos.

—No puedes dejarnos en momentos así, ni siquiera en tu lecho de muerte—le recordó Layla. Nuestra segunda regla. Él asintió sin dejar de mirarla y encendió el auto, cerró la ventanilla y se fue.

Esperamos un rato afuera rogando al cielo que el arreglo llegue pronto y lo hizo, pero media hora después. Corrimos a la parte trasera de la casa y volvimos a llamar a Tania para encontrarnos. Me asomé un poco por el vidrio de la cocina y el salón estaba repleto de gente, típico de las reuniones "simples" de los ricos.

Busqué hasta que encontré a mis padres, ya estaban allí con mi hermana Megan, ella es dos años mayor a mí y digamos que es la hija casi perfecta —Si no la conociera mejor que mis padres—. Ella es de las que sale a escondidas a fiestas, a veces me pide que la cubra, y lo hago. Al otro día simplemente baja a desayunar como si el anterior día no se hubiera estado tropezando con todo lo que se encontraba en el camino a su cama. Y la admiro por eso, mientras que yo, si no llego tropezándome o cayéndome de las escaleras, no soy yo.

Es gracioso ya que a veces ni siquiera lo recuerdo, solo que a la mañana siguiente estoy llena de moretones o me reclaman y me reprochan lo buena hija que debo ser, y seguir los pasos de Megan, están locos. Pero sinceramente no tengo nada contra de ella.

Tania nos encontró y luego de acabarle de explicar a qué hora nos dará el arreglo de rosas y los demás regalos, volvemos a salir para ingresar por la parte de adelante. Los tacos se nos entierran en el césped y tomadas de los brazos logramos llegar. Me quedo atrás esperando a que Layla entre primero.

—Ten cuidado, creo que tus tacos están a punto de matarte—se burló antes de hacerlo y sonreí sin ganas. Acepto que lo escogí muy altos.

—Los tuyos no lo hicieron porque te ayudé—le recordé y entró a la mansión riéndose.

Negué sonriente empezando a salir del césped para subir las escaleras. El vestido estaba un poco ajustado en mis muslos e intenté acomodármelo y para mi desgracia mi taco si se rompió y se quedó hundido en el césped. «¡Mierda!» Peor suerte que esta no puedo tener.

—Te odio Layla—murmuré. No me queda otra que coger mis tacos y subir descalza. Ni modo.

Entré y como lo esperé, todo el mundo se me queda mirando directamente los pies, así que alzo los tacos en muestra de que es imposible ponérmelos así y aun así no dejan de hacerlo. Esto es ridículo ¿Qué acaso ellos jamás han estado descalzos o qué?

Les sonrío y sigo en busca de mis padres, mientras que a lo lejos veo como la señora y el señor Bringston me miran divertidos— Amo a esos señores—. Mientras que Layla aprieta los labios para no reírse a carcajadas. Ya cuando logro encontrar a mis padres me acerco cautelosa, ya que mi padre está hablando con un hombre, no recuerdo haberlo visto antes pero no puedo negar que está buenísimo. Y mi madre me mira horrorizada.

—...solo es por un tiempo—escucho a mi padre decirle al hombre.

—Hola mamá, hola papá, hola Megan —saludo sin dejar de sonreír y hasta ellos o bueno mi madre me repara de pies a cabeza. Ya se debe haber dado cuenta del estado en el que me encuentro.

Literalmente, aun me siento mareada y la cabeza me duele por la resaca. Pero dejo de prestarle atención cuando siento la mirada del hombre atrás de mí.

Volteo y a diferencia de todos que me miran los pies, este me mira directamente a los ojos dejándome por un momento estática, perpetuando la mirada gris que repara mis ojos.

—Hola hija, llegas un poco tarde ¿Qué sucedió? — pregunta mi papá haciendo que deje de prestar atención al hombre frente a mí, mirándome preocupado. Pero es obvio que ya sabe que fue lo que pasó, pero en vez de reclamarme intenta ser educado, jamás quedaría mal delante de tanta gente.

—Nada papá, solo que la llanta del carro de Josh se reventó, tuvimos que pedir ayuda y todas esas cosas, no te preocupes estoy muy bien— digo intentando no mentir tan mal, obviamente no me creyó, pero ya que.

—Hija te presento a...

—Mi nombre es Anton Strauss—interrumpió a mi madre el señor de ojos grises, tendiéndome la mano. Su acento, no estoy segura, pero es muy parecido al alemán.

No puedo negar que intimidaría a cualquier chica de mi edad con su aspecto, es hermoso, pero su mirada es neutra, fría y profunda.

Lo miro un tanto anonadada y logro imitar una tonta sonrisa, intentando que no noten el estado tan tonto en el que me encuentro. Y por fin logro reaccionar segundos después.

—Yo me llamo Janelle Bullrich—respondo sonriente con el corazón acelerado e inevitablemente sintiéndome nerviosa con el ambiente levemente tenso, y estrechando nuestras manos.

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