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La alarma de mi despertador suena, haciendo un ruido molesto que provoca que de un pequeño brinco en mi cama, abriendo los ojos en el proceso, pero los cierro al segundo, maldiciendo mentalmente al creador de los despertadores. En especial a ese que sonaba demasiado alto que imagino que todos los vecinos lo escuchan.
El horrible lunes había llegado, era mitad del semestre. Aún faltaban meses para salir y yo, rezaba para que eso sucediera, poder zafarme del sufrimiento que era la preparatoria. Estiré mi mano, apagando la cosa ruidosa y me senté en la cama, frotándome los ojos y dando un pequeño bostezo. Por alguna razón me quedo mirando un zapato en la esquina de mi habitación, pasan segundos y me pregunto qué es lo que hago.
Media hora después de bañarme y ponerme la típica ropa holgada y gris de siempre, agarro mi mochila y me dispongo a salir de mi habitación para ir a la cocina a desayunar. Lo primero que veo es a papá haciendo tostadas, pero creo que una se le ha quemado porque lo escucho decir una maldicion.
—¿Todo bien? —inquiero ocultando una sonrisa, mientras dejo mi bolso en la silla.
Mi papá me observa, sonriéndome.
—Siempre tiene que haber algo que se me quema —dice, dejando la tostada quemada encima de un plato. Pero también puedo observar el otro plato lleno de más tostadas. Y esas no están quemadas. Él las deja frente a mi.
—Lo se —lo molesto, sentándome. Me da una mirada fulminante mientras voltea, coge un vaso de jugo y lo pone a la par del plato de tostadas.
—¿Y tu hermana aún no se levanta? —cuestiona mientras se lleva una tostada a la boca.
Mi hermana gemela.
—No, pero vendrá en cinco, cuatro, tres, dos, uno...
—Buen día, familia —la voz de Angelique me hace sonreír por mi acierto, y es que ya me la conocía más que bien. Papá me dio una mirada extraña.
—Tienes que salir más —sentencia en un murmuro para luego mirar a mi hermana y agregar—: buen día, cielo, tu hermana tiene las tostadas y el jugo está en la encimera.
Angelique coge el jugo y se sienta a la par mía, noto que lleva una falda corta y una camisa hasta el ombligo, además de unas sandalias de tacón. Su cabellera roja cae por sus hombros en ondas. Su cara está totalmente maquillada.
—Pá, necesito que me firmes algo, es para ir este fin de semana a la feria de los corazones en Janesville.
La feria de los corazones era por parte del día de san Valentín y lo celebrarán en Janesville, el pueblo vecino. Todos en la preparatoria irán y los que no eran mayores de edad tenían que llevar permiso de sus padres. Por lo menos yo no iría.
—Está bien —acepta él—. Cuando vengan me los dan.
—No iré —dije, segura. Papá me dio una mirada confusa, así que bebí un poco de mi jugo para ocultar mi cara de él.
—Tu hermana irá, ¿porque tú no? —frunció su ceño.
La respuesta era obvia: iban en parejas o sino con amistades y eso y yo, pues no tenía pareja y ni una sola amistad, así que mejor me quedo en casa estudiando o escribiendo más capítulos de mi libro. Acomode mis gafas y sonreí a mi padre.
—No tengo ganas de ir —me excusé.
—Déjala, pá, es mejor. Así no tendrá que estar sola todo el tiempo —intervino mi hermana.
Me encogí de hombros, me había puesto unos pantalones azulones que parecían que eran dos tallas más grande que la mía, una camisa sin nada y mi cabello rojizo también caía por mis hombros, pero a diferencia de los rizos de mi hermana, el mío iba completamente liso.
Papá se quedó pensativo, observándonos a las dos.
Terminé mi jugo.
—Está bien —aceptó poniéndose de pie—. Pero tú y yo —me señaló— haremos algo este fin de semana de padre a hija, ¿bien? —me sonrió.
Le devolví la sonrisa también, mirando de reojo a Angelique, quien se tensaba y apretaba la mandíbula. Me sentí mal en ese momento por ella, sabía que se había enojado porque papá y yo pasaríamos todo el fin de semana juntos y hay veces en que pienso que se pone celosa de mi.
—Esta bien —asentí poniéndome de pie—. Nos vemos —me acerqué y le di un beso en la mejilla.
Angelique igual se puso de pie y corrió donde papá a abrazarlo y llenarlo de besos en la cara.
—Nos vemos en la tarde —le iba diciendo. Cogi mi bolso y me dispuse a salir, la mañana estaba soleada. En cuanto puse un pie en la acera un auto convertible se posicionó frente a mi.
Lo que faltaba, gruñí entre dientes.
Loren Wesley estaba frente a mi, junto con sus otra dos amigas sentadas en los asientos traseros. Loren me dio una mirada de desprecio mientras se miraba en el espejo retrovisor. Pude escuchar la puerta de casa cerrarse, mi hermana venía.
Angelique pasó a la par mía y se adentró al asiento copiloto del auto.
—¿Que esperas, cuatro ojos? No esperaras que te llevemos —se burló Loren.
Ni siquiera sabía porqué mis piernas no respondían. Angelique solo me dio una mirada rápida.
—Vámonos —le dijo a Loren. La chica asintió, arrancando y yéndose. Rodé los ojos y me dispuse a caminar. Me gustaba caminar sola. O simplemente lo hacía porque no tenía con quien.
Media hora después había llegado a la enorme preparatoria, los alumnos reían, otros peleaban, otras se me quedaban viendo y murmuraban cosas; era algo de lo que estaba más que acostumbrada. Caminé con la cabeza gacha hacia mi casillero. Tenía español a primera hora así que sacaría mi libro.
Como no quería volver al pasillo saqué los libros de las siguientes clases también, al cerrar el casillero con mucho cuidado para no hacer ruido y no llamar la atención, me giré para llegar al aula, pero antes, mis libros chocaron con la espalda de un chico, haciendo que todos cayeran al piso.
Tonta, no me fije.
—Perdóname —le dije, pero mi boca amenazo con desencajarse cuando el chico dio la vuelta.
Era alto, cabello negro y despeinado, usaba un piercing en la nariz y noté que tenía un tatuaje algo grande en un costado de su cuello. Sus ojos eran muy negros y... vacíos. Nunca antes lo había visto por aquí.
El chico me dio una mirada rápida y luego la pasó al suelo, de inmediato se arrodilló a recoger los libros. Yo estaba en modo nerviosa. No podía ni moverme. A pesar de que llevaba una chaqueta negra, pude notar que en sus brazos tenía más tatuajes.
—Aquí tienes —me dijo, entregándome los libros; pero mis manos no se movían, vamos, Monique, muévete. Haciéndole caso a mi voz estire las manos, cogiendo los libros; de alguna forma sus ojos eran muy atrayentes y me era imposible no perderme en ellos—. Ten más cuidado.
Me dio una mirada rápida para después pasarme de lado, yéndose en dirección a las aulas. Sacudí mi cabeza, intentando volver a estar en sí. La campana sonó anunciando la entrada a clases, giré sobre mis pies y me apresuré a caminar para llegar a tiempo, lo que menos quiero es un regaño de la profesora.
Pero, tal parece que mi suerte no está de mi lado hoy, porque volví a chocar con alguien, provocando que mis libros volvieran a caer al suelo; pero esta vez no fue el chico lleno de tatuajes de antes, sino aún pero, Loren Wesley.
—¿No te fijas? —espetó. Bajé mi cabeza.
—Lo siento —murmuré.
Se cruzó de brazos.
—Hay, Monique, es obvio que Angelique es mejor que tú, aunque sean gemelas. —canturreó para molestarme. Pero no le daría el gusto. —Fíjate por donde caminas para la próxima —pasó encima de mis libros y se fue, carcajeándose.
No entendía porque existían personas como ella. Me arrodillé y cogi los libros, ya no habían chicos afuera. Al llegar a la entrada de la clase toque dos veces. La profesora Karmen me dio una mirada interrogante.
—Primera vez que llegas tarde, Monique —dijo, elevantdo un poco la voz, haciendo que todos los del aula me miraran
—Lo siento —logré articular. La profesora me sonrió de lado.
—Pasa, hay un lugar vacío al final, tu lugar ya ha sido ocupado.
Entré al aula, buscando el lugar vacío, mi respiración se entrecortó al ver quien estaría a la par mia. El mismo chico lleno de tatuajes. Haciendo de toda mi fuerza de voluntad me acerqué al lugar, sentándome.
La profesora empezó a dar la clase, pero por primera vez no estaba poniendo atención, sino que mis pensamientos estaban en otro lado. El chico a mi lado se sentaba con aires despreocupados y parecía irritado, exasperado, como si no quisiera estar aquí; o simplemente no quería estar cerca de mí.
—Así que tienes una gemela, ¿he? —su voz me hizo mirarlo de inmediato, confundida. Me miraba esperando una respuesta, volteé a ver en donde estaba Angelique, sentada en unas mesas más adelante, sorprendiéndome de que ella tenía la mirada en nosotros, pero al verme apartó la vista.
Miré al chico.
—S-si —titubeé.
—Y... ¿eres virgen? —soltó así sin más. Abrí los ojos del asombro y apuesto a que si estuviera tomando algo lo hubiera lanzado por la boca. Lo miré horrorizada.
—¿D-disculpa? —balbuceé; pude sentir mis mejillas sonrojarse. El chico soltó una risa que imagino que no pasó desapercibida por los demás.
—Ingenua —murmuró.
Fruncí el ceño en su dirección ¿porqué me preguntaría eso? ¿Me estaba molestando? Pero mis pensamientos se perdieron al momento en que miré que aún seguía sonriendo, su sonrisa era linda.
—Soy Monique —dije sin pensar.
El chico me observó un momento.
—Colton Dashner.
—¿Que te hizo venir aquí, Colton? —cuestioné, aunque a decir verdad creo que fue algo muy apresurado de mi parte ya que el chico se puso serio un momento, pensativo.
—Un nuevo comienzo —fue lo que contestó, para luego coger sus cosas, ponerse de pie y salir a paso rápido de la clase, dejando a la profesora hablando sola.
Me quedé confundida, ¿porqué actuaba así? ¿Era tan malo lo que le había pasado? Bajé la vista al cuaderno, pero una hoja a la par mía, lugar de Colton, me llamó la atención. Estaba hecha una bolita; miré a ambos lados como asegurándome de que nadie me observaba y la cogi. La desenvolví, mirando lo que había dibujado.
Era una cara, la chica tenía lentes y el cabello largo, sus ojos me parecían conocidos, al igual que su nariz, y su boca, y la chica en si.
Era ¿yo?