Capítulo 5; Amor en una pintura.
La noche no había sido fácil para ninguna, cada princesa cargaba en sus hombros el peso de su propio dolor, que compartido, al menos, pesaba menos.
Por su parte, Zahiry, se sentía enojada, sabía que ninguna de las dos estaba bien. Isabdiella, sufría a causa de Drew, y era más que evidente que Zashirah, no tenía dolor de cabeza, ni migrañas, ni nada de lo que había argumentado. Shemir, ese era su único dolor, le rompía el alma ver a su hermana sufrir.
-Buenos días, Zashirah- le dijo a su gemela entrando en la habitación.
-Es bueno tocar antes de entrar-le dijo ajustando la cinta en su cabello- buenos días.
-¿Cómo te sientes hoy?
-Mejor- le aseguró- Isa, durmió anoche conmigo.
-Pensé en venir-Zashirah, sabía que aquello era una disculpa- pero también pensé que querrías estar sola, ya sabes por eso de que Shemir te hizo llorar, ese infeliz- dijo tensando la mandíbula, Zashirah, fijó sus ojos en ella, por un par de minutos se mantuvo en silencio, no dijo nada, no movió un músculo de su rostro.
-No quiero hablar de ese tema, al menos no ahora, hermana. Quizás... luego, ahora tomaré un rápido desayuno y me iré al pueblo, necesito ocuparme de las niñas del colegio de arte. ¿Gustas venir conmigo?
-Zashirah, no puedes evitarme y...
-¿Quieres venir?- ambas se miraron fijamente como retándose en silencio.
-Soy tu hermana, Zash, sé que sufres y yo... solo quiero protegerte.
-Lo sé- caminó hasta ella y la abrazó, estrechándola con fuerza- sé que me amas tanto como yo te amo a ti, aunque seas, explosiva y volátil, yo...te necesito- su hermana la abrazó con más fuerza- te necesito mucho, pero no sé si hablar esto contigo Zahiry, parece que Shemir no te agrada y siempre estás a la defensiva con todo en torno a él.
-Mi motivo para comportarme así, es porque solo veo que cuando está cerca te génera lágrimas- la abrazó con fuerza- quiero protegerte Zash, no quiero que sufras y él te hace sufrir. La última vez que vino y yo los vi... yo... debí decírselo a padre.
-Sabes que jamás te lo hubiese perdonado- Zashirah, se soltó de abrazo y la miró ruborizada- sabes que... ¿Podemos hablarlo después?- preguntó con ojos llenos de lágrimas que amenazaban con deslizarse- llego tarde a la escuela de arte- Zahiry, presionó la mandicula.
-Bien- asintió con un gesto- vete ya, nos veremos por la tarde.- le dio un beso a su hermana y la vio marcharse. Zahiry pensaba que estar enamorada era como una maldición, Nael y Vanessa sufrieron, Isabdiella sufría, su hermana sufría, si Alá le permitiese un deseo, pediría no enamorarse nunca en toda su vida.
-Pero vas a escucharme, infeliz, vas a escucharme- dijo presionando su mano en un puño.
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-Hoy pareces estar mucho mejor, mi niña- le habló dulcemente Ivette.
-Buen día, madre- aceptó el beso en la frente- solo necesitaba descansar, no me siento del todo recuperada- dijo, y bebió de su té- pero estoy mejor. Debo darme prisa o llegaré tarde.
-¿A dónde se supone que vas, amor mío?- preguntó su padre llegando hasta ella y dándole un abrazo- anoche te veías muy cansada, deberías tomarte el día de hoy como un descanso de todas tus actividades.
-No es posible, padre- le sonrió- he dado mi palabra de asistir hoy, daré una clase de pintura.
-Cariño mío- respondió Zahir- admiro tu amor, entrega y dedicación al pueblo que tanto te ama, pero eres un ser humano, mi pequeña, también eres propensa a enfermarte, debes cuidar tu salud. Alá, te protege, pero tú debes poner de tu parte.
-Estoy de acuerdo con tu padre- intervino Ivette, acariciando dulcemente la pálida mejilla de su hija.
-Les prometo que me siento mejor, tomaré unos días para descansar, pero no puede ser hoy, ya me comprometí, ahora debo irme o llegaré tarde. Los amo- le dió un beso a cada progenitor antes de marcharse a toda prisa, seguida de una silenciosa Leisha.
-Han crecido mucho nuestras niñas- dijo una sonriente Ivette, acercándose a su esposo, quien la estrechó con dulzura y besó su frente.
-Creo que debimos tener al menos diez hijos más- dijo riendo.
-¡¿Te has vuelto loco, Zahir?!- demandó saber, no le daba crédito a sus oídos.
-Piénsalo, amor mío- dejó un ligero beso sobre sus labios- damos como resultado una combinación preciosa, dos bellezas increíbles, rosas inglesas, en apariencia frágiles, dulces y dóciles, pero la fuerza Norusakistana en ellas, inteligentes, buenas, pero crecieron demasiado rápido, parece que fue ayer cuándo corrían por Palacio, inundando sus pasillos de risas y travesuras- sonrió ante el recuerdo- si hubiésemos tenido más. . .
-¿Olvidas lo doloroso que fue mi parto?, te lo advertí Zahir Mubarack, el día que seas tu quién dé a luz y atraviese semejante dolor, tendríamos diez, veinte, tanto como quisieras- lo miró burlona- mientras tanto, confórmate con tus dos rosas del desierto- Zahir torció el gesto en un tonto puchero, entonces Ivette depositó un tierno beso sobre sus labios.
-Quien diga que la crueldad no viene acompañada de un rostro angelical, no te conoce amada mía, no te conoce- respondió antes de volver a besarla.
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Shemir, tuvo una inquietante noche, llena de recuerdos del pasado que se mezclaban con añoranzas de un inalcanzable futuro, y después de un rápido desayuno, fue directo al salón azul, intentaba concentrar su atención en aquel compendio de leyes pero, nada lograba. Sus pensamientos iban dirigidos una y otra vez a Zashirah, le atormentaba profundamente todo ese dolor que había visto en su mirada, la forma en la que pareció romperse cuándo le había dicho que aquellas eran promesas de niños, y que jamás sería su esposo.
Suspiró, pensando en la pulsera de oro que reposaba entre sus cosas en el último cajón de su habitación. Y a su vez, recordó el anillo que descansaba en el pecho de ella.
Promesas de niños, si claro, se burló.
¿En qué estaba pensando cuando creyó que seguramente ella había olvidado su promesa?, Eran niños. Debió haberla olvidado.
Levantó la vista sorprendido al sentir cómo alguien entraba al salón, frunció el ceño al ver a Zahiry. ¿Cómo podían ser tan parecidas y tan diferentes a la vez?
Aquella caprichosa Princesa le crispaba los nervios.
-Buenas tardes, Alteza- se puso en pie. La vio caminar firme con paso decidido hasta llegar a él y sin siquiera poder imaginarse lo que sucedería a continuación, la vio elevar su mano y descargarla con todas sus fuerzas contra su mejilla izquierda. El golpe le hizo girar el rostro y un fuerte ardor le quemó.
-¡NO TE ATREVAS A LASTIMARLA DE NUEVO!, ¡NO LO HAGAS!- sus ojos estaban inyectados de ira.
-No sé de qué habla- le dijo con ira. ¡Claro que lo sabía!
-Por supuesto que lo sabes- sus labios estaban fruncidos- nuevamente la haces llorar, como hace tantos años. ¡Ya deja de torturarla!
-Jamás ha sido esa mi intención, sólo hice lo que usted me ordenó. Me mantengo lejos de ella.
-No te hagas el listo, idiota- dos solitarias lágrimas bajaron por su rostro- ella está llorando, desolada, sufriendo y todo por tu culpa. -Shemir la miró fijamente, sus palabras le sorprendieron. ¿realmente sufría tanto por él?
-Usted me dijo que. . .
-Y ahora te digo; basta de hacerla sufrir, de hacerla sentir miserable, no la mereces y si me sigues provocando haré que algún soldado te decapiten, o mejor aún- sonrió con malicia- te ataré y te dejaré en el desierto para que las bestias se coman tu carne- sin duda era digna hija de Zahir.
Y sin más se giró marchándose como una tormenta de arena. Estaba hecha una furia.
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Zashirah, se encontraba en su clase, el bonito salón decorado con múltiples pinturas, los niños a su alrededor se enfocaban en seguir las técnicas, consejos e instrucciones que le iba dando.
-Sólo dejen que su imaginación fluya, dibujen lo que les salga del alma, vean la pintura con los ojos del corazón.
-¿Usted no dibujará, Princesa?- le preguntó una niña que la miraba con ojos cargados de admiración- sus pinturas siempre son muy bonitas, algún día quiero pintar como usted, Alteza.
-No, no pintarás como yo, lo harás mucho, mucho mejor- le acarició la mejilla.- tienes razón, yo también debería pintar- se sentó frente al lienzo en blanco y lo observó por algunos minutos en silencio, comenzó a trabajar concentrada en realizar buenos trazos, buena combinación de colores, darle luces y sombras a la pintura, y los relieves necesarios para que la pintura pareciese salta a la vida.
-¿Es su novio?- la infantil voz logró asustarla, casi grita por la sorpresa- es muy bonito.
-No...yo...solo es una pintura- devolvió los ojos al lienzo, en donde un atractivo Shemir le miraba fijamente.
-Quedó precioso- la halagó la niña.
-Aún no está terminado- le sonrió- quizás lo termine algún día- volvió a centrar la vista en la pintura, y sintió como su corazón se oprimió- lo llevaré al rincón y lo cubriré con un trozo de tela, no... no deseo pintar más por hoy.