Capítulo 2; Aléjate de mi hermana.
Zahiry, caminaba por Palacio, mientras se abanicaba aquel día estaba resultando increíblemente caluroso. Si bien, Norusakistan era ardiente, aquel día parecía estarlo el doble. Vagó largo rato, quizás debería quitarse el lindo caftán violeta y colocarse algo más occidental que le permitiese un poco más de frescura.
Se detuvo al ver la puerta del salón azul abierta, caminó para entrar, seguramente su padre se dedicaba a la lectura. Se sorprendió al notar que quién estaba concentrado en un libro, no era otro que Shemir.
-Shemir, qué sorpresa encontrarte aquí.
-Alteza- el jóven se puso en pie y la miró haciendo una leve reverencia con su rostro. Zahiry, cerró el abanico de un solo movimiento.
-Vaya, si que has cambiado en todos estos años- dijo terminando de llegar hasta quedar frente a él y mirarlo directamente a los ojos- estás muy atractivo.
-Gracias, Alteza- dijo sin una pizca de emoción en su cara.
-¿Sigo sin agradarte?- le preguntó burlona mientras caminaba alrededor de él como si estuviese inspeccionándolo, paseando la punta del abanico cerrado, por el pecho, luego la espalda, para terminar nuevamente en el pecho del joven.
-No sé a qué se refiere, usted- dijo tajante.
-Lo sabes perfectamente- rió divertida- tu mano empuñada- la tocó levemente con el abanico- tu mandíbula tensa- colocó el abanico debajo de la mandíbula- tu ceño fruncido. Sé que sigo sin agradarte, curioso que mi hermana te agradara tanto. Somos idénticas.
-La Princesa Zashirah y usted, no se parecen- respondió tenso.
-Irónico que digas eso, a sabiendas de que somos gemelas- dijo burlona.
-Sólo se asemejan físicamente. Es allí cuando comienzan sus abismales diferencias.
-Nunca te agradé, , te enojaba que descubriera tus intensiones con mi inocente hermana, Zashirah es bastante ingenua, pero yo tengo malicia por las dos, Shemir. ¿Eso es lo que te molesta?, ¿Te desagrada que sea mas desenfadada que Zashirah?
-Esa no es exactamente la palabras que yo usaría, Alteza. ¿Aún se ve al escondidas con el joven Yassid?- la provocó.
-¡Insolente!, ¡No es de tu incumbencia!- frunció el ceño- ¿ es que acaso tienes a alguien que vigilia mis pasos?, debo reconocer que eres bastante atrevido- enarcó una ceja- ése mismo atrevimiento fue el que te llevó a poner los ojos en mi hermana. Mi padre te mataría si supiera lo que pretendes con la inocente de Zashirah- sus ojos brillaron llenos de enojo.
-La Princesa, nunca me hizo saber que estuviese ofendida por mis sentimientos, lamento que usted, Alteza, me sienta. . . inferior.
-Jamás he dicho eso, nunca te he visto inferior, ni a ti, ni a nadie, así que no te victimices frente a mí, tu conducta fue bastante reprochable, irte dejándo el corazón roto de mi dulce hermana. Eso no fue agradable- Shemir, se movió incómodo, aquel reclamo llegaba tarde.
-Las cosas han cambiado, yo he cambiado. . .
-¿Y tus sentimientos? -indagó- ¿volverás a burlarte de mi hermana?
-Nunca hice tal cosa- la miró desafiante.
-Quizás dejaste algún corazón roto en el extranjero. Mantente alejado de mi hermana, si la haces llorar nuevamente, Shemir, no te lo perdonaré, haré que los guardias te entierren vivo en el desierto, yo no soy tan dulce como Zashirah- los ojos de Shemir brillaron de indignación, se acercó mucho a él, hasta que quedó a escasos centímetros del masculino rostro- no toleraré que la lastimes.
-Presume usted cosas sin sentido. La Princesa y yo, ya no somos niños, hemos crecido y cambiado.
-Es justamente eso lo realmente preocupante. Aléjate de ella- repitió y dejó un inocente beso sobre su boca, al sentir la presión de sus labios, él contrajo los propios y la miró casi con furia mientras ella se marchaba. Zahiry siempre le había puesto las cosas difíciles y parecía que todo de él le desagradaba- Por el bien todos, aléjate.
Aquel día transcurrió sin ninguna novedad, hasta que por la noche anunciaron de una enorme desgracia que abatía al pueblo Norusakistan, habían entrado bárbaros pertenecientes a las tierras del Emirato del sur, habían asesinado a un hombre, y secuestrado a su única hija. Inmediatamente salieron en busca de la joven, gracias a Alá, pudieron encontrarla y regresar con ella, lo cual había dejado al menos una buena noticia en el día, Nael estaba furioso y había golpeado al líder del clan, había hecho que caminaran de regreso hasta Palacio y les había encerrado en las mazmorras, asegurando que debían pagar su ofensa en suelo Norusakistano, además, Nael viajaría al sur para tener una reunión con el Emir, ponerle al tanto de la situación y buscar alguna solución que mantuviese a raya a aquellos bárbaros de suelo Norusakistan.
Dos días mas tardes, Zashirah seguía sin encontrar la manera de animarse a hablar con Shemir, pero sabía que debía hacerlo, no podía seguirle dando vueltas al asunto, debían tener aquella conversación, no habían podido hablar a solas ni un segundo, pero había llegado la hora. Zashirah, suspiró, los nervios amenazaban con hacerla temblar sin reparos, la necesidad de aclarar todo, la estaba consumiendo. La puerta del pequeño salón estaba abierta, entró de manera sigilosa con el corazón golpeando contra su pecho.
Allí estaba él, Shemir, estaba concentrado en los muchos papeles dispersos en la mesa.
-Buenos días, Shemir- dijo suavemente, el joven levantó la cabeza de los papeles y la observó, un extraño brillo cruzó su mirada, no supo definir bien qué era.
-Alteza, muy buenos días- odiaba que la llamara así, era claramente una barrera que levantaba entre ellos. El joven se puso en pie e inclinó levemente la cabeza-¿Cómo se encuentra ésta mañana?
-Gracias a Alá, gozando de buena salud. Espero que tú también.
-Así es. ¿Puedo ayudarle en algo?- preguntó seriamente.
-Naiara, me ha dicho que podría encontrarte aquí- dijo intentándo controlar sus nerviosas manos, para evitar retorcerlas.
-Mi madre no sabe guardar secretos- sonrió sinceramente y el corazón de la Princesa, se aceleró violentamente- estaba dedicado a estudiar un poco las leyes Norusakistanas- dijo mientras recogía los papeles y los organizaba dentro de la carpeta- sin duda alguna son bastante distintas a las de Londres.
-Has cambiado- dijo de pronto con sinceridad, Shemir levantó la cabeza de la carpeta y la miró fijamente en silencio un par de minutos.
-Ambos lo hemos hecho, Alteza. De hecho, es un proceso de lo más natural, todos cambiamos, crecemos, maduramos se supone que son procesos básicos del existir- Zashirah, se sintió un poco tonta. Se infundió ánimo y caminó hasta quedar junto a él frente al escritorio.- ¿Puedo ayudarle en algo, Alteza?
-Podrías comenzar por llamarme por mi nombre.
-Eso sería bastante irrespetuoso de mi parte- la miró fijamente a los ojos- usted es la Princesa, no podría referirme a usted en otro termino.
-Antes, lo hacías- lo acusó.
-A mi favor debo decir que tenía doce años, en mi mente infantil éramos amigos, no había límites.
-No tiene porque haberlos. - estaba haciéndo un esfuerzo sobre humano para que su voz sonara muy natural.
-Lamento decir que usted se equivoca, Princesa.
-Además, creo recordar que éramos. . . éramos. . .más que amigos- Shemir, la miró en silencio por algunos minutos, comprendía lo que ella pretendía pero no estaba dispuesto a ello.
-Solo éramos dos chiquillos, jugando.
-¿Quieres decir que cuándo decías quererme, jugabas conmigo?- lo miró con ojos enormes, el corazón del joven dolió. Nada más lejano a la absoluta verdad.
-Evidentemente no, Alteza, me refería al hecho de que sólo éramos dos niños, ya hemos crecido, somos adultos y como tal, comprendo mi posición y la suya. Ya no somos dos niños que juegan, que corren por Palacio, que entran a hurtadillas a la cocina para robar postres y comerlos a escondidas.
-Fue una época hermosa- sus ojos se llenaron de brillo al descubrir que él recordaba los detalles de la infancia compartida.
-Lo fue- dijo él- pero ya es pasado.
-Solíamos hablar de futuro, un futuro. . . juntos- dijo con voz temblorosa.
-Alteza, tenía doce años, usted estaba por cumplir diez, solo éramos niños. . .
-Niños que se prometían- dijo con ojos llenos de lágrimas- hicimos una promesa, prometimos jamás olvidarla, jamás incumplirla.
-Repito, sólo fueron palabras de niños. Por favor. . . no llore Alteza, quisiera conservar el pellejo en mi piel y eso no sucederá si su hermana o su padre la ven así.
-¿Es eso lo que te preocupa?, ¿Ellos?
-Alteza- su voz era agotada- son cosas pasadas.
-Cuándo tenías doce años, me hiciste una promesa, te fuiste a estudiar al extranjero, te he esperado todo este tiempo Shemir, llegas y te dedicas a evitarme, a evadirme a toda costa. ¿No te importa cómo me sienta?, Se supone que éramos. . . amigos, que nos queríamos, esperaba ansiosa que volvieras y tú. . . tú sólo me ignoras.
-Zashirah, dulce Zash- su voz se dulcificó- así deben ser las cosas- elevó una mano y limpió la silenciosa lágrima que se deslizaba con parsimonia por su mejilla, se sentía miserable por ocasionarle lágrimas- solo tenía doce años.
-Pero yo creí en tu promesa de quererme siempre, de estudiar y volver para estar juntos, de ser tu amor, me prometiste que sería tu esposa- sollozó débilmente. Tiró suavemente de la cadenita en su cuello, del interior de su caftán se vio arrastrada una sencilla cadena de plata, que mantenía oculto entre sus pechos, sosteniéndo un sencillo anillo del mismo material. No tenía ninguna piedra, nada que lo hiciera especial, pero para Zashirah era el símbolo de amor del joven Shemir, el símbolo de una promesa inquebrantable.- siempre lo llevo conmigo, cerca de mi corazón para recordar tus palabras. Me prometiste que sería tu esposa, me juraste que nunca me olvidarías. ¿Lo recuerdas?. Ese día me besaste, mi primer beso Shemir, un beso de amor. - Los ojos del joven se fijaron en los suaves y delicados labios de la Princesa, luego fueron al sencillo anillo.
¿Cómo podría olvidarse de su juramento?, Por años tuvo que decirse que habían sido cosas de niños, sueños que jamás podrían cumplirse, ellos nunca podrían estar juntos por más que lo desearan.. Vio el anillo, sencillo, modesto pero lo había adquirido con tanto amor y sacrificio. Su padre, Haimir le había dicho que una promesa debía señalarse siempre con algo que pudiese recordarse y para él, ese sencillo anillo había sido lo mejor que pudo comprar con sus ahorros. Sabía que era muy poco para ella que tenía infinitas joyas finas, a la que le sobraban joyas de oro, frente a eso, su anillo debía ser insignificante, pero aquel era símbolo de un amor infantil y el sello de una promesa, jamás pensó que Zashirah, siguiera conservándolo.
-Debes olvidarlo, Zashirah nunca podríamos casarnos, tú nunca podrías ser mi esposa. No soy digno de ser tu esposo. -Ella lo ignoró y siguiendo un impulso se acercó a él, le rodeó el cuello con ambas manos, poniéndose de puntillas y lo besó, rogándo desesperadamente que un beso pudiese hacerle recobrar la fuerza y la fe que estaba perdiendo en ambos.
Ella lo quería, siempre lo había hecho, había aprendido a quererlo desde muy niña y en su corazón guardaba la promesa que se habían hecho de niños, guardaba el anillo que un día le había dado, guardaba las esperanzas de consumar aquel amor que había nacido a tan temprana edad en los infantiles corazones.
Sus labios se encontraron en una lenta danza, y Shemir no pudo evitar responder a la calidez de su boca, una boca bastante inexperta que se movía con torpeza contra la suya, pero que era aún más dulce por eso. Por un momento se olvidó de quién era él, de quién era ella y quiso recordar ese primer amor que había experimentado.
Pero se frenó repentinamente, cualquiera podría verlos y El Príncipe, no estaría nada contento con una noticia así. Se detuvo abruptamente y con suavidad la apartó de ella.
-Eso ha sido un error.
-Por supuesto que no- lo miró con una muda plegaria escrita en sus ojos- ¡Por Alá, Shemir!
-Me honra con su interés, Alteza. Sin embargo tengo que pedirle que no repita ésto, no puede ser, desde un principio jamás se pudo, ni se podrá. Esa promesa fue una tontería de dos niños que no sabían nada del mundo o la vida, las cosas han cambiado, usted y yo jamás podríamos estar juntos. Con su permiso, Alteza- se inclinó en una reverencia y se giró para marcharse.
Zashirah, lo tomó de la manga de la camisa observándo con dolor. Shemir, la miró fijamente y con suavidad se soltó, irguió la espalda y abandonó el salón con paso firme, sin saber que con cada una de esas pisadas destruía los sueños e ilusiones de una niña que lo había esperado para ofrecerle nuevamente su amor y devoción.
Zashirah, gimió con dolor al sentir como se instalaba en su pecho el sentimiento de rechazo y abandono. Nada de lo que había soñado podría ser jamás, había sido una tonta al pensar que después de tantos años el mantendría su promesa. Tocó el anillo que reposaba contra su pecho, las lágrimas corrieron desesperada.
Él nunca se casaría con ella, para él, sólo habían sido juegos de niños.