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Capítulo 1; Él vuelve.

Zashirah, al despertar aquella calurosa mañana, jamás imaginó que sería el día en que sus ojos volverían a verlo, su corazón se agitó violentamente con la noticia de su regreso y tuvo que luchar contra el deseo de correr y arrojarse a sus brazos para asegurarle que estaba feliz de verle nuevamente, y que al fin, después de tantos años, su corazón volvía a estar completo. Shemir, su amado y buen Shemir, su amor de niñez, su primer y único amor. Llevó las manos a su cuello y tiró de la cadena de plata oculta en su caftán, cadena de la cual colgaba un hermoso anillo de plata.

-Ha regresado, al fin ha regresado, ¡Oh, gracias Alá!- dijo en voz alta y con los ojos llenos de lágrimas de felicidad.

Por más que intentó propiciar el encuentro, no lo vió, no hasta que se reunieron a la hora del almuerzo, todos parecían felices, ante el hecho de que él había regresado. Naiara y Haimir,  estaban rebosantes de felicidad su único hijo; Shemir, había vuelto trayendo a sus padres una inmensa alegría, para ella, la alegría no era menor, y esperaba realmente que él estuviese igual de feliz de verla, estaba ansiosa por poder hablar a solas y que ambos estuviesen felices del reencuentro.

Shemir, había ido a estudiar a Inglaterra por recomendación de Isabella, quien sugirió las mejores universidades y aseguró que estaría feliz de usar un par de contacto para darle una oportunidad a Shemir, y hacía varios años desde la última vez que él había pisado Palacio, sus padres estaban muy agradecidos de que los Jeques hubiesen sido tan bondadosos otorgándole a su hijo la oportunidad de estudiar en el extranjero mientras ellos cubrían los gastos. Aunque el jóven Shemir  consiguió un empleo de medio tiempo y luego unas pasantías pagas, que le permitieron tener su propio dinero, e intentar a toda costa no molestar al Jeque, ahora era un elegante y fornido jóven, dedicado a las leyes y, esperaba con el conocimiento adquirido, poder retribuir al Jeque y a la nación la gran oportunidad que le habían dado.

Dejó en claro que aquellas eran unas vacaciones, el corazón de Zashirah, se entristeció, sobre todo, porque aunque ella hacía enormes esfuerzos por llamar su atención, él no posaba sus ojos sobre ella, más de un minuto. Shemir, estaba feliz, en un prestigioso consultorio inglés le habían otorgado un puesto dentro de su gremio jurídico, pero de momento estaba de vacaciones ya que su contrato comenzaría en seis meses, no quiso desperdiciar tiempo y volvió a casa, junto a los suyos, extrañaba las largas conversaciones con su padre y las atenciones de su madre.

Todos estaban atentos a las palabras de Shemir, ya que para celebrar su llegada Zabdiel había ordenado un banquete para el almuerzo y Naiara, Haimir, Shemir, Azhohary, su esposo e hija estaban a la mesa con la familia real. 

En una gran celebración.

Isabdiella, quién estaba feliz en aquel momento de felicidad, pudo apreciar el leve rubor que cubría las mejillas de Zashirah y sonrió con ternura, pero, a la vez observó también como los ojos de Mishah, la hija de Azhohary, brillaban ante la presencia de Shemir.

Grave problema.

Mishah, al igual que Shemir, tuvo la oportunidad de ir a estudiar al extranjero pero ella lo había rechazado alegando que se sentía feliz de poder servir en Palacio, que amaba su tierra y sus raíces, y que no podía soportar la idea de alejarse de los suyos, de aquella manera se demostraba que en algunos casos las mujeres Norusakistanas se sentían más arraigadas a su país que los hombres.

-Las clases fueron complicadas; agotadoras, largas, extenuante, en ocasiones ni lograba dormir preparándome para las clases del día siguiente- decía Shemir- pero ha sido un esfuerzo que ha valido la pena. Todo ha rendido sus frutos.

-Estamos tan orgullosos de ti- dijo una emocionada Naiara.

-Siempre estaré en deuda con usted, mi señor- le hablaba a Zabdiel- agradezco la gran oportunidad que me brindó y espero en estas vacaciones poder colaborar al Reino, servir de apoyo en el área jurídica y política. Puedo ser de ayuda si usted me lo permite. Y usted, por supuesto, Excelencia- le hablaba a Nael.

-Por supuesto- dijo sonriente Zabdiel.

-Eso me haría feliz- añadió, Nael- tus ideas frescas serán de gran apoyo a la corona, estamos orgullosos de ti y felices de tenerte de regreso a ésta, tu casa. Eres uno más de la familia- agregó.

-Se lo agradezco Majestad, me alegra estar aquí y ver que ahora es usted quien rige el país, nunca tuve dudas del gran Soberano que sería.

-Muchas gracias, Shemir.

-Además que ha sido una maravillosa sorpresa saber que es usted nuestra Reina- miró con admiración a Vanessa, quien le regaló una dulce sonrisa.

-Es aún más maravilloso para mí- respondió la Soberana- estoy dónde siempre debí estar- tomó una mano de Nael, por encima de la mesa y lo miró con adoración- no querría estar en ningún otro lugar en el mundo.

-Es bueno saberlo, Majestad. ¿y quién será el próximo en casarse?, ¿Cuál de las Princesas?

-Ninguna posee compromiso- aseguró Isabella- aunque quizás la próxima sea mi hija- Isabdiella, casi se atraganta con el vino, y Zabdiel miró con ceño fruncido a Madre y luego luego la hija- Oh querido, no pongas esa cara, algún día tu hija tendrá que casarse, no la tendrás bajo tu tutela de por vida.

-Lo mismo le he dicho yo- aseguró Zahir riendo.

-O quizás- intervino Ivette- sea alguna de las gemelas- la escandalosa risa de Zahir, se esfumó y puso muy mala cara, mirándo ceñudo a su esposa y luego a sus dos hijas, fue el turno de Zabdiel de sonreír.

-Mis hijas se casarán después de cumplir los cuarenta- aseguró.

-¿Has perdido la cabeza, Papito?- pregunto Zahiry, riendo- yo me casaré pronto.

-No, no lo harás.- negó convencido.

-Si, si lo haré- aseguró, en tono desafiantemente dulce.

-Nunca lo consentiré- aseguró el padre con la misma determinación de la hija.

-Ya lo veremos- dijo Ivette sonriendo. Zashirah, sentía su rostro arder, además se sentía muy nerviosa e intimidada por la presencia y los gestos tranquilos de Shemir, y la ponía aún más nerviosa que estuviesen hablando de matrimonio en aquel preciso momento.

-¿Quiere decir eso que han llegado pretendientes a Palacio?- indagó Shemir, sonriendo.

-Nunca faltan- aseguró Isabella sonriente- Isabdiella, está siendo pretendida por un doctor.

-Eso no quiere decir que vaya a casarme pronto, madre- intervino la aludida- o que me case precisamente con él.

-¿Y tú, hijo mío? - preguntó Haimir- ¿has dejado alguna conquista occidental?

-Nada serio- aseguró- la verdad nunca dispuse de mucho tiempo. Entre estudios y trabajo, luego las pasantías era poco el tiempo libre, salí con alguna que otra jovencita, pero nada serio. - el corazón de Zashirah se estremeció. Él acababa de decir que había salido con algunas jóvenes.

¿Cómo era eso posible?, ¿Acaso se había olvidado de la promesa que le había hecho?, ¿Cómo podría haber estado saliendo con otras?

-Quizás encuentres el amor cerca de casa- le dijo Zashirah, mirándolo directamente a los ojos, con la intensión de recordarle el pasado.

-Si- aseguró Mishah-quizás el amor esté en las ardientes tierras de Norusakistan- ambas jovencitas se vieron por un momento y luego desviaron la mirada.

-No lo sé- dijo pensativo- pero espero y confío en que Alá no me tenga esa sorpresa. En algunos meses debo marcharme y no deseo irme de Norusakistan con el corazón roto.

Zashirah, no supo como interpretar aquello exactamente, ella lo amaba, él lo sabía, se habían hecho una promesa, él debía suponer que lo seguiría, no dejaría que se fuese de Norusakistan con el corazón roto, ella jamás le rompería el corazón.

Luego del almuerzo se marcharon al salón dorado y tomaron té de jazmín y café con galletas, todo era alegría en el exterior, pero en el corazón de la dulce princesa, no había más que turbación, ansiedad y desconcierto. 

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