Capítulo 3. Falleció
Por Ivana
Tenía que contarle sobre mi encuentro con Willy.
Al final no fue nada, solo una aceleración de mi corazón y un sueño donde me desperté húmeda por pensar en él.
Es que hacía bastante que no tenía una relación, ni formal ni pasajera.
Hacerlo porque sí tampoco era lo mío.
Ludmila era un poco más liberal que yo en ese sentido.
De todos modos, si conocía a alguien y decidía hacerlo, no lo llevaba a nuestro departamento.
Alguna vez, a mí me pasó de conocer a alguien y quedar encantadísima, pero en ese momento, tanto ella como yo, optamos por ir a un hotel alojamiento, nunca íbamos a la casa de un desconocido y menos llevarlo a nuestro departamento.
Tampoco éramos unas locas desquiciadas por el sexo.
Nada que ver.
Pero que no nos vengan a decir que una mujer, por salir es una puta y un hombre tiene derechos que la mujer no.
Cuando llegué a la fábrica tuve un día lleno de reuniones, teníamos que decidir la colección primavera verano.
Ya sé que estábamos en abril, pero ésto funciona así.
Al final nos saltamos el almuerzo y a las seis de la tarde ya estábamos famélicas.
Ni siquiera habíamos hablado del día anterior.
A las ocho estábamos entrando en un McDonalds.
Nos atragantamos, del hambre que teníamos.
Luego, tranquilas, en el departamento, le conté sobre la salud de mi hermana.
Eso me tenía muy mal.
Es un momento de mierda, donde la vida te pone a prueba y parece que el universo se está burlando de uno.
Creo que nadie está preparado para despedirse de un ser querido, menos cuando es joven,
A eso se le sumaba el dolor que iban a tener mis sobrinos.
No sé cómo íbamos a hacer con ellos.
Tengo que hablar con mi cuñado, no puede no decirles a los chicos que a mi hermana le quedaba poco tiempo.
Por otro lado, mis sobrinos no son tan chicos, se dan cuenta y vivir en la incertidumbre es peor.
Lo tengo que convencer, porque el día de mañana se lo van a reprochar.
De repente le digo Ludmila.
—Lo ví.
—¿A quién?
—Es mucha casualidad, pero después de dejarle el auto a tu hermano, en su taller, cuando estaba cruzando la avenida, se me vino una moto encima, casi me atropella… y era él…
—¿Quién?
Me dice, ya perdiendo la paciencia.
—Willy
Se me queda mirando, sabe que fue mi primer hombre, que él nunca me registró demasiado y que yo moría por él.
Ludmila no decía ninguna palabra, estaba muda, totalmente.
—Me reconoció, en realidad no sé que tanto me reconoció, se acordaba de mí, no sé si recordó las circunstancias, estoy segura que mi nombre no lo recordaba, en realidad pienso que nunca lo supo.
—Sos muy dura con vos misma.
—No, esa es una realidad, aparte, no podemos obligar a alguien a que te quiera o a gustarle, si no le gustás, ya está.
—Eso es verdad, pero sos una mujer hermosa, siempre fuiste preciosa, con ese aire de princesa, rubia, con ojos celestes, a veces medios indefinidos, con buen cuerpo, ¿Cómo no le vas a gustar?
—Puede que le guste otro tipo de mujer, más grandota, como la novia que le conocí, más tirando a tu cuerpo, a lo mejor le gustaste vos.
—No creo, nunca me tiró onda, solo creo que es muy arrogante, que sabe que tiene a muchas mujeres atrás, tiene una personalidad arrolladora, aparenta ser simpático y a la vez te mira por encima del hombro, es raro.
—A ese rarito lo metería en mi cama sin dudar.
—¡Ivana! Sacatelo de la cabeza, todavía me acuerdo que no dejabas de llorar por él, porque no te daba bolilla, era muy idiota ese hombre, desde chico, a lo mejor ahora está peor.
—Me invitó a tomar un café.
—¿Y?
Pregunta con voz de pito, parece aterrada.
—Nada, tuve terror de involucrarme de nuevo con él, de involucrarme yo sola y estaba apurada, quería ver a Naty, me negué a aceptar su habitación.
—Todo se da por algo.
Seguimos hablando, me habló de Walter, aunque ya está dudando, analiza demasiado cada relación, yo, por mi parte, hago lo mismo.
No creo que esté considerando tener algo más importante con él, como pensé con anterioridad.
Tal vez por eso seguíamos solas, dudamos bastante antes de dar cada paso, somos jóvenes, pero ni un candidato, como la gente, a la vista teníamos.
Por fin le pude hacer entender a mi cuñado que tenía que hablar con los chicos, me ofrecí a estar presente.
Fué un verdadero drama, es muy fuerte para ellos, por más que tengan un padre que los acompañe y que me tengan a mí, yo no era mucho más valiente que ellos, pero al menos ya era adulta.
El dolor existía igual.
El tema es que no podían llegar del colegio un día y enterarse que su madre estaba muerta.
Dios quiera que viva mil años más.
Sabemos que eso no era posible, tiene cáncer y se lo descubrieron tarde y Natalia, siempre negaba los síntomas, hasta que ya no hubo nada que hacer, ni la pudieron operar, tenía metástasis en todo su frágil cuerpo.
Esa noche llevé a mis sobrinos a dormir a casa, estaban demasiado mal y no quería que mi hermana los vea en ese estado.
Seguimos llorando allí.
Nos dormimos los tres abrazados, aunque sé bien que lo único que querían ellos, era estar con su madre.
Cuando los llevé a su casa, al día siguiente, aproveché para tocar un tema legal, quería poner la casa a nombre de los chicos, yo le cedía mi parte y mi hermana los nombraba herederos a ellos solos.
Tenía un amigo abogado, Fernando, que se ocupaba de esos temas y me asesoró.
No desconfiaba de mi cuñado, pero el día de mañana, podría conocer a otra mujer que quisiera quedarse con esa casa y así nos aseguramos que solo mis sobrinos tuvieran acceso a esa propiedad.
Al fin y al cabo mi cuñado es un hombre joven y con el tiempo puede conocer a otra persona, aunque él piense que eso es imposible, ama a mi hermana, ahora se ve avejentado, sé que está sufriendo muchísimo.
Todos estamos igual.
Esa semana, con mi amigo y junto con un escribano amigo suyo, hicimos todos los trámites, llevan unos meses, pero ya dejamos todo firmado.
Mi hermana, que no era nada estúpida, supo bien porque yo hacía todo eso.
Luis estuvo de acuerdo, es un buen hombre y no le importa para nada sacar provecho de la situación.
Él amaba a sus hijos y a mi hermana la adoraba, eso me consta.
Pero en la vida todo cambia, no se iba a quedar soltero el resto de su vida, era joven, buen mozo, con un buen trabajo y es un excelente ser humano.
Natalia había sido tan bonita, que no era de extrañar lo perdidamente enamorado que siempre estuvo de ella.
Ella también era trabajadora, excelente madre, siempre abnegada por sus hijos y su marido.
Eran, o al menos habían sido, una pareja tan feliz, algunas veces me he quedado con mis sobrinos y ellos iban a bailar o a cenar, siempre alimentaron el amor de su matrimonio.
Yo quería tener una relación así, tal vez era apuntar muy alto, pero ese era mi parámetro y estoy segura que también era el de Ludmila.
Siempre vimos en ellos a la pareja perfecta.
Natalia y Luis nos llevaron a las dos a nuestro primer recital, por más que a ellos no les gustaba la música que nosotras escuchábamos.
Eran dos genios.
Ya estaba tranquila en cuanto a los papeles de la casa.
Porque nunca se sabe con qué tipo de mujer se podía cruzar mi cuñado.
El creía que mi hermana iba a seguir viviendo, se auto engaña.
Dos meses después terminó internada, acababa de cumplir 36 años.
Yo hablé con mis sobrinos, traté de hacerme cargo de todo lo que pude.
Por suerte, la madre de Luis era un amor y también se ocupaba de ellos, junto con una prima de él que era psicóloga y también los contenía.
Mi hermana ya estaba con respirador, nos encontrábamos en la antesala de la sala de espera, ella estaba en terapia intensiva.
Con mis sobrinos, estábamos los tres llorando, abrazados, tenía a uno de cada lado, Luis estaba adentro con ella.
Cuando levanto la vista veo a un hombre con traje que tiene clavada su mirada en mí.
Tardé en darme cuenta de quién se trataba.
Era Willy.
Yo no registraba a nadie, tenía los ojos hinchados de tanto llorar, el cabello revuelto y los chicos abrazados a mi ropa arrugada.
Era la peor versión de mí.
—¿Qué haces acá?
Me pregunta, sin un hola, como si seríamos amigos de toda la vida y nos hubiéramos visto el día anterior.
También llamó la atención de mis sobrinos.
—Está internada mi hermana ¿Y vos?
—Mi mamá está bastante grave, también está en terapia intensiva.
Me paro, ya me sentía insignificante al lado de él, con mis fachas me sentía peor, pero en ese momento no me importaba, solo quería que mi adorada Natalia siguiera viva.
Yo estaba en zapatillas, apenas le llegaba a los hombros.
Cuando lo miro a los ojos, no eran los de siempre, no tenían esa mirada aterciopelada e increíblemente seductora.
Se notaba que también había llorado.
Debe estar muy mal su madre.
—Tía ¿Quién es?
Me pregunta Any, tirando de mi remera.
Creo que ya lo adivinó, aunque el estado mental que tenía mi sobrina no era mucho mejor que el mío, es decir, era un desastre.
—Un conocido de cuando era chica, se llama Willy.
En ese momento, los dos lo miran.
Lo estudian.
Dejan de llorar por un momento.
—Lo lamento mucho.
Le digo.
—Yo también lamento lo de tu hermana.
Sale mi cuñado de terapia intensiva, ni registra que estoy hablando con alguien.
—La llevan a la sala común.
Me informa.
—¿Está mejor?
Pregunto sin esperanzas.
Me abraza con las lágrimas que no dejan de salir de sus ojos y me dice al oído, para que no escuchen los chicos.
—No, es para despedirnos.
Mi lágrimas no cesan, Willy me miró y creo que entendió lo que me dijo mi cuñado.
—Espero verte en una mejor situación.
—Lo mismo digo.
—¿Se murió?
Pregunta llorando con desgarro, Lito.
Willy se da vuelta y lo observa, tal vez sintiendo el mismo dolor por su propia madre, pero con más resignación.
Nosotros no podíamos contener a Lito.
—Escuchame, no se murió, no lo hizo, cielito, por favor.
Que momento de mierda estamos pasando.
Llevaron a mi hermana a una sala común, pero individual.
Nos permitieron pasar la noche con ella, eso fue una muy mala noticia, si estaría bien no tienen tantas consideraciones.
Le quedaba muy poco tiempo de vida.
En un momento, mi hermana, retomó la conciencia y sus palabras, apenas sin fuerza, fueron de paz, despidiéndose de cada uno, a mi me dijo que me deseaba lo mejor, las lágrimas caían por mis mejillas, sin poder controlarlas, estábamos todos igual.
Se despidió de sus hijos pidiéndoles que vayan a la facultad y que se porten bien, que nos hagan caso a Luis y a mí, le dijo que los amaba y a mi cuñado le pidió que no esté demasiado tiempo solo, que rehaga su vida.
Así era ella, siempre tan generosa, abnegada, maravillosa.
Poco después cerró los ojos y entró en un coma profundo del que ya no despertó.
la mañana siguiente vino Ludmila, a quién le había informado que ya era casi el final.
También estaban la madre de Luis, su hermana y su prima.
Fué el día más triste de mi vida.
Nos informaron que falleció, era cerca del mediodía.
Mis sobrinos gritando, yo llorando, desesperada, la cara de dolor de Luis, era terrible.
Me senté sola, alejada, quería pensar, aunque no sabía muy bien en qué.
Quería acomodar mis pensamientos.