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CAPÍTULO 5: “Atractivamente peligroso”

— ¡Dani! ¿Cuánto más tengo que esperarte? Ya he cambiado dos veces la hora con la recepcionista

Protestó Frida, al teléfono con Danielle.

— Para la moto rubia, yo estoy retrasada porque estaba trabajando, no por quedarme dormida.

Le advierte sin paciencia, era la tercera vez que la llamaba desde que había llegado a la consulta del pediatra de su hijo y Frida, podía ser bien pesadita cuando se lo proponía.

— Ya no sigas con eso…, sabes que la estoy pasando mal —lloriquea bajando la voz.

— Tardaré unos 10, tal vez 15 minutos si el chofer deja de detenerse en paradas vacías…

Susurra al percatarse que la señora sentada junto a ella estaba demasiado pendiente de su conversación.

— De acuerdo, pero tienes que saber que te necesito, el tarado de Zac, aún no me deposita el dinero de este mes

— Vaya papá que tiene tu muñeco —gruñe recordando al petulante ex de Frida.

— Me lo dices a mí –dramatiza—. Si no fuera porque con ese dinero pago la renta y el jardín infantil de Ian, ya se hubiera ido a la mierda ¡hace años!

— Ya, ya, sin amenazas vacías, estoy cerca —anuncia Danielle, mirando por la ventana del viejo y ruidoso autobús.

— Retoca tu maquillaje, ya sabes cómo se pone Cameron, cuando te ve —insinúa divertida

— ¡Frida! Ya me parecía extraño que me llamaras tantas veces…, no voy a coquetear con él —le advierte con el ceño fruncido.

— ¡Vamos, no seas malita! Cameron, está baboso por ti, eres mi diamante en bruto, siempre atiende a mi bebé gratis cuando vienes con nosotros.

— Ya deberías dejar de llevarlo a esa clínica tan costosamente exclusiva, busca otro pediatra, o mejor, ponte tetas y se las restriegas en el rostro ¡es todo lo que me mira! —protesta malhumorada

De brazos cruzados y a punto de tener una pataleta al teléfono, Danielle, recordó la última visita de Ian, al pediatra…

¡INCÓMODO!

Se le iba la vista al escote de Danielle, cada 30 segundos. Incluso la hacía participar de la conversación con Frida, sobre su hijo. La muy descarada mintió diciendo que ella era la madrina amorosa y perfecta que se preocupaba todo el tiempo por su pequeño angelito.

“Angelito… ¡Ha! HIJO DEL DEMONIO, le va mejor a ese manipulador miniatura” –pensó Danielle, mientras recordaba la última vez con el pediatra sensual.

— No te hagas la desentendida, te encanta el doctorcito —la acusa Frida, sacándola de su enojo momentáneo.

— No me van los rubios —la ignora.

— Mentirosa

— ¡Me pone nerviosa ¿De acuerdo?! Es demasiado atractivo y perfecto, sin mencionar que adora a los niños, si hasta la caligrafía la tiene linda —suspira a la defensiva.

— Ves Dani, hasta aquí siento como se acelera tu pulso de las ganas que tienes de verlo.

— No te burles Frida, me pides que te acompañe solo para que no te cobre, rata.

— Hay que sobrevivir, además te vuelves loquita cuando ese doctorzote te mira con esos ojazos verdes, o cuando te lanza esa sonrisa coqueta.

— No intentes convencerme, sé que es atractivo.

— ¡Entonces ya mueve el culo y llega de una vez! —exige recostada en un sillón de la sala de espera.

— ¡Seguro! Le diré al chofer que estoy retrasada para que aumente la velocidad —suelta con sarcasmo.

— Adoro tener una amiga tan linda, nos vemos Dani.

Ofuscada, Danielle, guardó su celular en el bolso y se cruzó de brazos, no se había percatado que la señora seguía sentada al lado y la miraba con reproche. Claro, la muy chismosa tenía el volumen de su aparato auditivo al máximo para escuchar toda su conversación. Pff, vieja metiche.

15 minutos después, tal y como le había dicho a Frida, llegó a la consulta. Subió al cuarto piso, buscó en la sala de espera pero ella no estaba allí. Sin molestarse en llamarla regresó al ascensor y subió directo a la cafetería, a las 8 de la noche no había mucha gente, y eso incluía a su amiga. Agotada por el día demasiado largo que le había tocado, metió la mano en su bolso y sacó su celular lista para llamarla y acabar de una vez con el circo cuando una masculina voz la detuvo…

— ¿Día difícil?

— Mierda

Murmuró Danielle, para que no la escuchara. Era él. El famoso y atractivo pediatra de 28 años. Demonios ¿Por qué tenía que ser tan apuesto? Con su irresistible cuerpo tan atlético, alto, bronceado, rubio, carismático, adorador de niños llorones, el de las manos grandes y fuertes…, y mágicas… ¡era perfecto el hijo de…, de su mamá!

— Buenas noches, doctor Russell

Saludó Danielle, dando media vuelta con una sonrisa nerviosa.

— ¿Doctor Russell? Vamos Dani, soy Cam, lo sabes, no me hagas sentir viejo, aun me queda para eso

Le guiña seductor, mientras se inclina para besarla en la mejilla a modo de saludo.

— Lo siento…, día largo —se disculpa—. Estaba buscando a Frida… —se apresura a decir.

— Revisé mi agenda de pacientes, no le toca hasta el último turno ¿me acompañas con un café? —sugiere con ojos brillantes, cargados de optimismo.

— Cam, odio el café, pero si gustas te acompaño a conseguir uno… —ofrece nerviosa deseando que diga que no.

— Adoro como pronuncias “Cam” —ronronea escaneando su cuerpo con descaro.

— Me gustaría encontrar a Ian

Soltó para que volviera a su rostro y dejara de acosar a sus pechos bien resguardados por la chaqueta del conjunto.

— El angelito ¿está todo bien con el pequeño? —pregunta con interés.

— Pasó mala noche y quiero ver si se encuentra bien —miente descaradamente para escapar del doctor sensual.

— Siendo así, dejemos el café para otro momento y revisemos a ese pequeño

— Oh no, por favor ve por tu descanso, yo espero en la sala a que sea el turno de Ian.

Mordiéndose el labio inferior Cameron, dio un paso atrás devorándola con la mirada.

— El deber me llama, además siempre es un placer atenderte —soltó descaradamente.

— A Ian, querrás decir ¿no? —se apresuró en aclarar acalorada por su ¿sinceridad?

— También

Congelada por la radiante sonrisa no supo que decir a su coqueteo, si bien era cosa de cada vez que lo veía, en esta ocasión estaba siendo bastante “intenso”. Así que desesperada por una distracción miró a su alrededor, iba a matar a Frida, si no aparecía pronto, ESTABA HISTÉRICA. Sudaba de los nervios por este galán (que de seguro es un mujeriego de primera) la desnudaba con la mirada.

— Ya es suficiente juego, ven por algo a la barra, yo te invito

Sonrió victorioso al verla tan nerviosa, “sí, muñeca, soy ardiente y puedes mirarme todo lo que quieras”, pensó Cameron, mientras sonreía como idiota a la espera de una reacción de parte de Danielle.

— No..., no debe..ría..., aún tengo que encontrar a mi amiga y..., pagar la consulta y...

Cohibida intentó escapar, pero solo consiguió retroceder DOS pasos antes que Cameron, la agarrara de la cintura y la pegara a su costado.

Un grito ahogado por parte de las mujeres que habitaban la sala se escuchó junto con el de Danielle, este era un rompecorazones que traía a todas locas por algo de atención.

— Eres tan linda —susurró sobre sus labios—. Me complace atender al pequeño si tú estás observándome..., es excitante —destaca la última palabra provocándola.

— ¿Lo es? —suspiró Danielle, algo atontada por la cercanía.

— Sí, que mejor paga que verte…

— Wow..., creo que esto está comenzando a ser incómodo... —observó a todas atentas de los movimientos del doctorcito.

— ¿Quieres privacidad? —arquea una ceja sugerente

— Digo que tu mano está cruzando la línea de lo correcto a lo..., lo....

Estaba tan cerca de sus labios que podía sentir la menta en su aliento. Podía sentir como su cuerpo se derretía contra el tronco musculoso de Cameron. Podía sentir su cuerpo acalorado y esa mano sobre su trasero apretándola contra él...

— ¿Intimo? -susurró Cameron en tono seductor intentado terminar su frase.

— ¿Perverso?

Riendo se acomodó frente a ella, agarrándola con ambas manos, curioseando sobre el fin de su espalda, dirigiéndose a su redondo y bien formado trasero...

— Perverso —probó las palabras en su boca—. Me gusta cómo suena eso en tus labios

—¿Cómo una palabra? —Lo miró directo a los ojos

— Como una invitación a...

¡SALVADA POR LA CAMPANA! O por una llamada. Su celular comenzó a gritar justo a tiempo en el interior de su bolso.

Estaba tan contenta de tener finalmente un motivo por el cual terminar este encuentro cercano, que al momento de apartarse y sacar el celular del interior de su bolso que no se molestó en ver de quién se trataba.

— ¡Hola! ¿Qué sucede contigo? —chilló alegre, muy atenta a los movimientos de Cameron.

— Señorita Ross ¿ese es modo de contestar una llamada de su jefe?

¡Mierda! ¿Tenía que ser este pesadito? Gruñó mientras intentaba mantener la sonrisa en el rostro.

— Lo siento tengo mala señal aquí, dame un minuto para buscar buena recepción.

Haciéndole señas a Cameron, se dirigió a la salida prácticamente corriendo, mientras su jefe aguardaba al otro lado de la línea impaciente y molesto por tener que esperar.

Corrió por el pasillo lejos de la mirada de Cameron, no entendía cómo era posible que con tan solo su presencia consiguiera que babeara. En las nubes dejó salir un largo y profundo suspiro y entonces recordó a su jefe al teléfono.

— ¡Señor Allen! Lo siento mucho ¿qué puedo hacer por usted?

— ¡Hasta que te dignas a hablarme! No tengo tiempo para perder colgado al teléfono

— Lo siento señor, pero ya no estoy en horario de trabajo, podría ignorar la llamada y esperar a mañana para saber qué necesita –replicó intentando no sonar maleducada.

— Y ya estamos con esas del “horario de trabajo” ¿sabes realmente lo qué significa ser asistente PERSONAL?

— Bueno sí, pero...

— Pero nada, si necesito que abras una caja por mí ¡lo haces! Y sin discusión ¿quedó claro?

— Como el agua, señor.

— Bien. Mañana necesito que pases por mi esmoquin y mis zapatos antes de llegar a la oficina. Tenemos la gala anual de Goldwick

— Claro señor, yo me encargo

— Más te vale —le advierte—. Ya puedes regresar a lo que sea en lo que estés perdiendo el tiempo.

— Buenas no..ches...

Y le cortó antes que pudiera despedirse. Un clásico del demoniaco jefe que le tocó. Suspirando buscó en sus contactos el número de la sastrería italiana exclusiva a la que su jefe pide sus costosos y elegantes trajes hechos a medida para ese culo gordo que tiene.

Ofuscada se dirigió a la sala de espera en donde mágicamente se encontraba Frida. Con el malhumor esparcido por todo su rostro se acercó hasta ella.

— ¿Dónde estabas?

— Ian, necesitaba el baño —sonríe sabiendo perfectamente lo que ocurrió

— Mentirosa ¿Cómo es que no te da vergüenza ser tan aprovechadora?

— A la mierda, no te hagas la inocente que andas... —le cubrió los oídos a su hijo—. Caliente por ese pedazo de hombre —la acusa Frida, a la defensiva.

— No, no, es otra la que anda como perra en celo —suelta molesta por la acusación.

— ¡Oye! Niños presente —replica sorprendida

— Yo no soy así, no vuelvas a compararme con esas amiguitas tuyas que abren las piernas a la primera oportunidad que se les presenta

— Ya, ya —ignora su enfado y vuelve la mirada a su celular.

— Nada de “ya, ya”, estoy hablando muy en serio, es última vez que te acompaño.

— ¿Por qué no puedes simplemente aceptar sus indirectas y salir con el doctorcito?

— No lo conozco

— Y no lo vas a conocer a menos que salgas con él, Danielle.

— Frida…, ya basta —suspira agotada—. Paga la maldita consulta, me quiero ir de aquí…, estoy cansada.

— Por favor Dani, me despidieron —insiste Frida.

— Por tonta.

Molesta por la insistencia de su amiga, Danielle, dio media vuelta y se dirigió a la recepcionista a pagar ella misma la consulta del muñequito de su “amiga”.

— Buenas noches, tengo la última hora con el doctor Russell.

— Claro, el doctor acaba de llamar, está listo para recibirlos cuando gusten

— Genial ¿Cuánto le debo? —suspira nerviosa.

-Cariño, solo entra –le guiña con complicidad.

—…gracias.

Ruborizada va en busca de Frida y su hijo y literalmente los empuja hacia la consulta. Solo deseaba poder ir a casa, cenar con su tía Jaz y dormir.

Frida, tocó a la puerta y enseguida apareció Cameron, con una perfecta sonrisa, la saludó de un beso en la mejilla, luego se inclinó para saludar a Ian, quien estaba metido en un juego descargado en el celular de su mamá, y entonces fue el turno de Danielle…, con picardía dio un paso hacia ella y la besó en la mejilla y justo después le susurró al oído…

— No te escapes, quiero hablar contigo al acabar aquí…

— ¿Sobre qué? —pregunta asustada.

— Eres adorable

Vuelve a besar su mejilla antes de hacerse a un lado para que entre en la consulta.

Adoptando su cara profesional Cameron, se concentró en Ian, el pequeño muñeco diabólico como lo llamaba Danielle. Lo examinó, le hizo preguntas a Frida, pero su mirada seguía yéndose a Danielle, pese a que ella había decidido mantenerse al margen, se apoyó contra la ventana y les dio su espacio.

Cuando finalmente la consulta acabó y Frida, se llevó prácticamente todo el suministro de muestras médicas que Cameron, le había regalado para que no tuviera que comprarlas Danielle, se puso en alerta, solo quería escapar de esa “conversación” que el sensual doctor mencionó al entrar.

— Un millón de gracias por los medicamentos, doctor Russell, no tenía que hacerlo

— Vamos que no fue nada, solo promete que no olvidarás el tratamiento —le guiña.

— Claro que no, vamos Ian, hora de ir a casa

Ian, seguía pegado a la pantalla del celular, así que Frida, lo cargó y se dirigió a la salida dejando a Danielle, atrás a propósito.

Aun en su rincón lejos de Cameron, Danielle, lo observó cerrar la puerta inmediatamente después que Frida, saliera. Ahora toda su atención estaba centrada en ella. Con la media sonrisa seductora en el rostro se acercó hasta ella, claro que en esta ocasión respetó su espacio personal.

— Quiero hacerlo bien Dani —suspiró con calma.

— ¿De qué hablas?

— Tú y yo. Es evidente la atracción que hay entre nosotros —afirma con seguridad—. Eres…, preciosa, y solo quiero invitarte a salir y dejar que esto siga siendo algo esporádico.

Con las pulsaciones a mil por hora y acalorada lo miró a los ojos en busca de alguna pista, algo que le dijera que solo le estaba tomando el pelo. Pero no había nada más que determinación, estaba tan serio que resultaba condenadamente atractivo.

— ¿Te refieres a una cita?

— Sí una cita, preciosa

— Yo creo que…, que sí —aceptó armándose de valor

— ¡Sí! ¿Qué dices si me das tu dirección y paso por ti en una hora? —sugirió entusiasmado.

— ¿Qué? ¿Ahora mismo? —abrió los ojos asustada, necesitaba tiempo para prepararse mentalmente para salir con él.

— Llevo esperando todo un mes a que Frida, traiga a su hijo para poder verte

Confesó apenado pero con una mirada tan arrebatadora que consiguió dejar muda a Danielle.

— Me gustas, avancemos al siguiente nivel —propuso encantado.

— Yo… —y nada salió de su boca

— ¿Esta noche? —insistió.

— Lo lamento…, pero, pero prefiero que sea un sábado o algo así… —suspira—. Tuve un día horrible y aún tengo que pasar a ver a mi tía y…

— Tranquila —sonríe mientras se acerca para tomar sus manos con delicadeza—. Comencemos con tu número, podemos hablarnos durante la semana —acaricia suavemente las manos de Danielle, con un leve movimiento de sus pulgares

— De acuerdo

— ¡Grandioso! ¿Qué tal si me regalas una sonrisa? —pidió con ternura.

— Vaya…, me siento como una de tus pacientes…

— Si fueras mi paciente ahora mismo estarías tumbada en la camilla lista para ser examinada —sugiere provocador

— Wow…, tranquilo lobo feroz —ríe nerviosa, pero ya más calmada.

— Estoy impaciente por que acabe la semana, Dani

— Y yo creo que eres peligroso —lo mira directo a los ojos.

— ¿Peligroso? —arquea una ceja en busca de una aclaración

— Eres demasiado atractivo, mi juicio se nubla un poco cuando estás muy cerca

Confiesa ya más tranquila, habían traspasado la barrera de las miraditas y el coqueteo inofensivo.

— Será la semana más larga de mi vida, aun no te vas y ya quiero volver a verte.

— Entonces será mejor que me marche a casa… —anuncia Danielle, retirando sus manos de las suaves caricias del doctorcito sensual.

— Estoy de acuerdo, no es seguro que andes en la calle tan tarde, menos con ese traje tan ardiente

Roja como un tomate se alejó de Cameron, tomó el block de recetas, se inclinó sobre el escritorio para agarrar el refinado lapicero y anotar su número.

— Buenas noches, doctor Russell —se despide con la mano antes de abrir la puerta.

Absolutamente boquiabierto ante ese sensual modo de inclinarse sobre su escritorio con tanta elegancia…, Cameron, hizo correr su imaginación y en su cabeza ya le encontró un millón de usos a ese antiguo mueble de madera.

Aliviada de alejarse de la tensión que le provocaba el tonteo con Cameron, caminó hasta el ascensor y bajó a la salida. Frida, no estaba por ninguna parte, lo cual fue un alivio, no quería tener que lidiar otra vez con esa bruja manipuladora. Solo deseaba llegar a casa y morir sobre su muy reconfortante cama, así que le escribió a su tía Jazmin, que se iría directo a casa.

Una hora más tarde estaba finalmente llegando a casa. En los 4 meses que lleva trabajando para Nicholas Allen, nunca antes se había sentido tan agotada ¿Qué es siempre tan molestoso? ¿No se cansa él de serlo? Como sea, al menos le estaba yendo bien en su trabajo, y ya tenía contrato fijo por el año, lo cual era un verdadero alivio, no solía llegar a aquello. Era un buen comienzo.

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