Capítulo 5
Narra Alanis.
En el reflejo de la ventana, pude ver a mi jefe luchando mientras movía lentamente mi culo de un lado a otro. Torturarlo fue mucho más divertido que hacer el trabajo. Había visto el bulto que tenía a través de su pantalón mientras hablabamos sobre la adquisición que intentaba lograr, pero ahora tenía una erección completa. Podía sentir sus ojos en mí, mirándome mientras lentamente me inclinaba para él. Podía sentir su mirada ardiente viajar por mis piernas, y eché un vistazo atrás. Su pecho subía y bajaba a un ritmo acelerado, y pude ver cuán apretados estaban su pantalón. Incluso a través del vidrio pude ver el contorno de su grueso pene.
Mis ojos se movieron hacia él antes de volver a mi trabajo. Mi jefe soltó una tos estrangulada antes de girar en su silla, y no pude evitar reír. Estaba fastidiando de una manera que nunca pensé que pudiera fastidiar al gran Erick Coleman, y eso hizo que mi pecho se hinchara de orgullo. Mientras continuaba alfabetizando sus libros, me sentí mojada. Molestarlo era divertido, sí, pero también estaba endureciendo mis pezones a niveles dolorosos. Cerré los ojos y recordé el contorno de su pene contra su pantalón. Era grueso y fuerte. Al igual que él. Apuesto a que la punta gotearía sin esfuerzo entre mis labios si alguna vez me daba la oportunidad de besarlo.
En un instante, mi cara se calentó. Los chicos en la universidad eran caricaturas en comparación con él. Claro, tuve sexo con dos chicos con los cuales salí en la universidad, pero ellos no tenían idea de cómo complacer a una mujer. Ellos obtenían lo suyo, hacían la mitad del trabajo, y yo siempre tenía que fingir mis orgasmos solo para que sus cuerpos de peces muertos se
desprendieran del mío.
Para cuando llegó el día de la graduación, prácticamente había cruzado el escenario corriendo para alejarme de todos. El último año de mis días en la universidad pasó rápido y perdí la sensación de satisfacción. Pero algo me decía que el señor Coleman era diferente. Con mi poco experiencia con chicos de mi edad, no tenía ni idea de cómo sería tener a un hombre como él, pero mi cuerpo se estremeció por el placer que sabía que podía dar. Apuesto a que su lengua podría hacer cosas de expertos a lo largo de mi piel. Apuesto a que sus manos sabían exactamente cuándo acariciarme antes de abofetearme las nalgas.
Apuesto a que era un hombre sucio que necesitaba ser castigado entre mis piernas.
Nunca sentí que un hombre me causara esta curiosidad. Nunca. Cerré los ojos e imaginé su pene de nuevo, solo que esta vez, quería besarlo. Quería darme la vuelta y ordenar a Coleman que lo sacara de su pantalón para poder arrodillarme y rendirle culto. Apuesto a que si besara la punta de la cabeza, se me escaparía. Apuesto a que sería tan grueso que ni siquiera podría engullirlo en mi garganta. Me estremecí ante la idea justo cuando llamaron a su puerta.
—Levántese señorita Carcamo—dijo.
—. Venga aquí— ordenó. Dejé los libros y lentamente volteé. Mis ojos bajaron a su entrepierna de nuevo, observando el contorno palpitante de su grueso pene justo antes de que lo ocultara completamente debajo de su escritorio. La sonrisa que se extendió por mis labios era oscura y amenazante, pero había una mirada en sus ojos que brilló momentáneamente. Lentamente caminé hacia él, estudiando el perfil de su rostro mientras la emoción continuaba allí, y no fue hasta que el señor Smith y su otro colega comenzaron a hablar que todo se desvaneció—.¿Puedo ayudarlos?—preguntó mi jefe.
—Marcos y yo queríamos venir aquí y hablarle sobre algunas oportunidades de inversión— dijo el señor Smith.
Los ojos de mi jefe parpadearon hacia mí mientras miraba a los dos hombres. Sabía que él querría que tomara notas. Los dos hombres tomaron asiento y comenzaron hablar. No podía ver si el pene de mi jefe todavía estaba duro y grueso debajo de su pantalón pero podía decir que estaba tratando de regular su respiración y la sonrisa en mi rostro creció un poco más. Luego de media hora el señor Smith y compañía salieron de la oficina
—Si no hay nada más que hacer señor Coleman yo..— dije..
—Puede irse a su casa señorita Carcamo. Actualice mi calendario en consecuencia y envíeme un resumen de esta reunión por correo electrónico—dijo.
Me dirigí hacia la puerta y sentí que él giró sobre sus talones para seguirme. Llegué a la puerta y ladeé la cabeza, mirándolo antes de que él se deslizara a mi alrededor, y no fue hasta que salí de la oficina que comenzó a hablarme otra vez.
—Alanis— dijo.
—¿Sí, jefe?
—Hizo un buen trabajo hoy—pronunció.
—Gracias—respondí.
En ese momento nos quedamos en silencio viéndonos como si una extraña electricidad pasaran alrededor de nosotros.
—Hasta mañana señorita Carcamo—dijo interrumpiendo el momento.
—Hasta mañana señor Coleman—respondí.
Fue así que él regresó a su oficina cerrando la puerta. Me quedé unos segundos sin moverme hasta que finalmente lo pude hacer. Tomé mi bolso y luego salí del lugar. Mañana comenzaría un nuevo día de trabajo al lado de mi sexy jefe.