Capítulo 3
Narra Alanis.
Me senté frente a mi nuevo escritorio. Su oficina era de concreto, solo las ventanas era muy transparentes, no usaba las persianas eso permitía verlo cada vez que me inclinaba de mi lugar.
Luego entré en el sistema de calendario y comencé a cambiar las cosas. Su horario era terrible. No me extraña que estuviera tan nervioso. Cambié algunas reuniones de almuerzo y envié algunos correos electrónicos informando sobre la modificación. Entonces levanté la vista y vi sus ojos enganchados en la pantalla de su computadora. Estaba concentrado, entrecerrando los ojos,
sin duda analizando los cambios que yo estaba haciendo. Luego se sentó y cerró las manos detrás de la cabeza.
No se podía negar que Erick Coleman era un hombre muy atractivo a pesar de su edad. Estaba bien conservado y según mi tío estaba soltero y no tenia hijos. No era como los demás empresarios solteros que salían en las revistas de espectáculos siendo la imagen de ciertas noticias de vida loca. A decir verdad nunca lo vi en nada malo o imprudente. Era un hombre impecable, conocido por ser el mejor en su área.
Pero luego mi mente revoloteó por el comentario que hizo sobre mi habilidad de escribir cartas a mano. ¿Por qué diría algo así? Mi piel se calentó cuando su voz resonó en mi escritorio.
—¿Su escritorio y accesorios tecnológicos esta bien para usted? —preguntó.
—Sí. Todo esta perfecto. Gracias—dije algo nerviosa su presencia— .Por cierto, su horario era terrible. Lo arreglé y envié algunos correos electrónicos.
—Si eso vi—respondió—.¿Ya se acostumbró al teléfono? Hay un auricular en el cajón inferior izquierdo si prefiere usarlo. Un manos libres puede ser más cómodo.
—Los manos libres siempre son los mejores señor Coleman — dije, sonriendo.
—Si, tiene razón. Bueno seguiré trabajando—mencionó, luego se dio la vuelta y entró en su oficina.
Mi celular comenzó a vibrar. Miré el identificador y vi que era mi prima, decidí colgarle, si mi jefe me veía hablando por teléfono en horas laborales seguramente no le gustaría. responderle. Pero mi prima insistía, algo que realmente me pareció extraño, decidí levantarme y ir al baño de mujeres, así tendría una excusa. Una vez que llegue respondí.
—¿Qué pasa Fabiola? Estoy en el trabajo ¿ no lo recuerdas?—le dije.
—Por fin respondes. Tengo algo que contarte—dijo con un tono preocupado.
—¿Le pasó algo a mi tía?—pregunté.
—No—contestó—. Es sobre lo que hicimos anoche, mierda no esperaba levantarme tarde hoy, sino te hubiese persuadido antes de irte al trabajo. Dime, ¿ el señor Coleman ya te dijo algo?—preguntó. Ni si quiera sabia a que se estaba refiriendo.
—¿Decirme algo? ¿Como qué? ¿De que diablos hablas? Explicame—mencioné ya angustiada.
—¿Realmente no recuerdas lo que hicimos anoche?—me preguntó.
—En lo absoluto—dije. En ese momento ella me explicó que después de emborracharnos en club salimos a la acera a esperar un taxi. Pero mientras pasaba uno, nos pusimos hablar sobre mi nuevo trabajo y de esa conversación salió el nombre del señor Coleman. En definitivamente nuestra borrachera nos llevó a hacer una tontería, aunque para nuestro estado era una simple broma. Decidimos escribirle una carta a mano, mejor dicho yo se la escribí con puño y letra. Mientras a ella se le ocurrió agregarle algo mas picante, fue cuando surgió lo de la fotografía. Caminamos hacia un negocio que las tomaba en instantánea, simplemente me levante la camisa y la puse en un sobre junto a la carta. Nos acercamos luego a un buzón con la dirección de la compañía dirigida para mi jefe—¡Mierda!—exclame—. ¿Como me dejaste hacer algo así —dije molesta.
—Lo siento, de verdad. No recordaba nada hasta que me desperté—respondió—. ¿Y si la la carta no ha llegado? Tienes la posibilidad de recibir su correspondia antes de entregársela, ahora eres su asistente. Tienes una ventaja—agregó. Ella tenia razón. Le dije que la llamaría luego. Tenia que averiguar si la correspondía había llegado.
Salí rápidamente corriendo hacia la recepcion. Le pregunte a Emily si había llegado.
—Si, muy temprano llegaron y se las entregue al señor Coleman en sus manos—respondió.
Mierda. Mi aliento se detuvo. Eso significaba que él ya la había visto. Le di las gracias a Emily y regresé a mi puesto de trabajo. Ahora comprendía el comentario de mi jefe de esta mañana comenzó a tener un poco más de sentido. Santa mierda. Le envié una fotografía de mis senos a mi nuevo jefe ¿Cómo demonios cometí ese error?
Cuando llegué a mi escritorio lancé mi celular a un lado.
Miré con cuidado hacia la dirección de mi jefe, él en ese momento tambien me vio. En el momento en que nuestros ojos se conectaron, él quitó la vista, y no pude evitar sentirme avergonzada. No me había despedido en el acto, por lo que la imagen de mis senos no debió haber sido tan mala para él. Además, lo vi mirando mis senos cuando se dio la vuelta desde la ventana esta mañana cuando llegue con mi tío, así que obviamente causaron algo en él.
Mientras atendía las llamadas telefónicas y seguía llenando su agenda, pensé en Erick Coleman. Siempre me llamó la atención desde que era adolescente, era muy atractivo. No lo vi sonreír a menudo, pero unas pocas veces lo pillé a él y a mi tío riéndose a carcajadas, eligiendo una botella de whisky, se sentaban y charlaban y hablaban de cosas aburrida a la que nunca presté atención porque estaba concentrada en verlo a él. En aquel entonces, cada vez que venía, se quitaba el abrigo y se arremangaba la camisa. Yo observaba la forma en que sus antebrazos se hinchaban y flexionaban cada vez que tomaba su bebida. Algunas veces, él venía con jeans y camisa polo los fines de semana. En esos raros y maravillosos momentos, había llegado a apreciar la amplitud de su pecho y la fuerza de su espalda. Él ayudaba a mi tío con algunas cosas en la casa, y yo lo veía flexionar esos hermosos bíceps, y mientras tanto, robaba pequeños vasos aquí y allá del costoso whisky escocés que el señor Coleman siempre olvidó convenientemente.
Sabía que conseguiría este trabajo antes de que acabara la fecha límite. Era un trabajo fácil, tendría una hermosa vista de sus hermosos ojos verdes, y tambien me estaría codeando con algunas de las personas más importantes que necesitaría tener en mi agenda si alguna vez iniciaba mi propia compañía. Algún día. Tal vez la idea de mi tío para esta trabajo no había sido tan mala después de todo, y si resultaba un fracaso, entonces siempre podría hacer otra cosa. Una pared de vidrio me separaba de esos tormentosos ojos verdes. Los tormentosos ojos verdes que centelleaban cuando sonreía y habían visto mis senos esta mañana.
El teléfono finalmente se mantuvo en silencio y tuve un momento para respirar. Me recliné en mi silla y descanse un rato. No pude evitar pensar en él. Hace meses no lo había visto, no se había presentado a la casa y verlo de nuevo despertó en mi esa atracción que hace mucho tiempo he estado sintiendo. Aunque sabía que era algo inadecuado, yo tenía veintitrés años y a él seguramente no lo gustaba las jóvenes como yo, sino algo mas acorde a su edad. Después de un rato continúe trabajando.