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3

- Me encontré. Te necesito desesperadamente. - Las manos del extraño se deslizan en sus brazos y Dilyn solo puede pensar en lo cálidas y acogedoras que son. Incapaz de resistir el tirón inexplicable, Dilyn se acerca para tocarlo también. Un deseo casi doloroso de tener los brazos del extraño alrededor de ella la hace jadear. Ante esto, llega a la conclusión de que ella también lo necesita, con la misma intensidad.

Era la primera vez que estaban tan cerca. Una desconcertante oleada lánguida golpea a Dilyn cuando él presiona sus labios contra su oído y susurra, Mi amor, te necesito. No puedo esperar más.

Él desliza sus labios sobre su mejilla, enviando escalofríos por su espalda, enviando la promesa de un beso impresionante y ella simplemente la deja ir, preparándose para recibirlo.

- ¡Rawww! ¡Rawww! - Dilyn raro cuando te lame la cara y... ¿gruñe? ¡¿Qué?!

- Gato malo. Me sacó de un sueño que estaba a punto de volverse maravilloso. – se queja Dilyn, tratando de contener los insistentes lametones de Cleopatra.

Se pasa la mano por el valle entre sus pechos, sintiendo una ligera sensación de ardor donde tocaba la piedra de su collar.

Esto cada día es más frecuente.

Coge el reloj, viendo que ya son las siete de la mañana.

- Pensándolo bien, tengo que agradecerte, gatita, porque tengo que ir al convento.

Dilyn se ducha para quitarse la mugre del día anterior y se viste para ir a visitar a sus hermanas.

- Vamos, te pondré la comida. Esta vez compré uno mejor, al menos huele bien.

- Intenta comer. He notado que ha sido muy exigente, ya hablaremos de eso, jovencita. Comprarte carne todos los días no es un lujo que te pueda dar, acostúmbrate.

- A veces pienso que debería haberte dado otro nombre. Quizás, Cleopatra te está influenciando.

Ella deja escapar un chillido extraño, recordándole a Dilyn que su gato es casi un jaguar.

El convento está bastante agitado. Las hermanas están ensayando unos himnos para el coro y el sonido se escucha desde la entrada a las habitaciones del lugar.

La Madre Superiora prácticamente corre a recibirla.

- Mi niña, que bueno verte.

La abraza, haciéndole la señal de la cruz en la frente.

- ¿Cómo estás, Madre Lucía?

- Bien muy bien. Te extrañé, has estado tan extrañado.

- He estado trabajando duro y no me atrevo a quejarme, porque es todo lo que siempre he querido.

- Sí, lo sé, niña y eso es exactamente lo que no entiendo. Te va tan bien profesionalmente, ¿por qué te mudas a ese pueblo con el nombre raro?

- No es un nombre extraño - Dilyn se ríe de la cara que hace Madre por un simple nombre.

- Claro que lo es, me recuerda a las películas de suspenso que veía de adolescente.

- Vaya, deberían ser en blanco y negro.

La Madre Lucía la mira con fingida indignación, haciendo reír más fuerte a su visitante.

- ¿Me estás llamando vieja, jovencita? - Un beso lleno de cariño irrumpe en el rostro de la dama. - De esa manera puedo dejarlo ir. - Dice la Madre Lúcia, devolviendo el cariño de la niña que crió con todo su amor y entrega, como si fuera suya.

- Wolf Valley es un pueblito tranquilo, mi desconfiada señora.

Desde que conocí a esa chica que me habló de la ciudad y me mostró fotos de allí, me enamoré del lugar. No hay nada malo con el nombre, tal vez solo hay lobos allí. Además, el nombre recuerda más a un pueblito de esas películas del viejo oeste, en mi opinión y me encanta.

La señora sacude su cuerpo como si sintiera un escalofrío, haciendo reír a Dilyn por su exageración.

- No sé, siento algo extraño en este lugar.

- Ya te dije que te mudaras conmigo, no quieres. No puedo dejar pasar la oportunidad de ser la única manicurista en una ciudad llena de señoras.

- ¿Estás seguro de que es así de simple?

- Bueno, según Isabely, la chica que me habló de la ciudad, las mujeres de Wolf Valley, caminan mucho para hacerse la manicura. La región no es de fácil acceso, por lo que debe tomar un ferry para cruzar el río y luego conducir un poco hasta la ciudad más cercana.

- Extraño. - Madre Lucía se rasca la barbilla pensativa. - ¿Qué tipo de ciudad no tiene una manicura y la gente la busca tanto?

- Wolf Valley, al parecer. Lo cual es genial, significa que tendré mucha demanda. - La manicurista hace un baile alegre, demostrando lo segura que se siente.

- La juventud es de hecho un regalo. Qué bueno que sepas disfrutarlo de forma saludable, hija mía. Dilyn sostiene el collar alrededor de su cuello, pensando que a veces tiene la impresión de que cambia de temperatura.

- Madre, ¿sabes algo de este collar, de esta piedra? - Dilyn nunca tuvo esta curiosidad, el collar ha estado alrededor de su cuello desde que tiene memoria, sin embargo, nunca trató de entender por qué estaba con ella. Pero ahora, no puede ignorar el hecho de que se calienta, especialmente cuando sueña con él.

La piedra unida a una cadenita de oro es roja como la sangre, en forma de gota.

- El collar ya estaba alrededor de tu cuello cuando tus padres te dejaron aquí. Incluso pensé que era demasiado grande, ya que eras tan pequeño, pero tu madre me rogó que nunca te lo quitara.

- Y nunca me lo quité, madre. ¿Sabes por qué insistió en ello? -

La madre observa a la niña frente a ella con ojos inquietos. Sin saber qué decir, solo di que no.

- No lo sé y no importa. Eres una mujer hermosa, inteligente e independiente. Olvida tu pasado, nunca faltó la formación sobre quién eres.

Dilyn se da cuenta de que la Madre Lucía sabe mucho más de lo que parece, pero decide dejarlo en paz por ahora.

- Es correcto. Pero dime, ¿vas a vivir conmigo o no? Vamos, debe haber mucho trabajo para ti en Wolf Valley. - suplica esperanzado. - No quiero alejarme de ti, ni de la novata Madalena ni de Heitor, pero necesito buscar nuevas oportunidades.

Magdalena es colombiana, criada en un convento desde los quince años. Quiere ser monja, pero a los veintiún años todavía es una novicia en formación.

Heitor, de veinticinco años, es sacerdote, a punto de convertirse en sacerdote.

Los dos se hicieron verdaderos amigos de Dilyn, desde que se conocieron en eventos de caridad.

- Puede entrar. - Dice la Madre Lucía cuando alguien llama a la puerta.

- Buenos días, mis amores . - Entra Madalena toda sonriente.

- Hablaba de ti y de Heitor, de no querer alejarme de ti. - Dilyn contiene las lágrimas que amenazan con rodar por su rostro.

- ¿No le dijiste a su madre?

- ¿Dije qué? - pregunta Dilyn, mirando de uno a otro.

- Bueno, todavía me parece muy extraño el nombre de la ciudad, pero hay una parroquia en Wolf Valley y el sacerdote necesita un ayudante. Luego hablé con el reverendo Orlando y accedió a enviar a Heitor allí para ayudar con la iglesia local.

- ¡Ay mi Dios! - Dilyn salta feliz. - ¿Es eso realmente cierto?

- Sí, y no termina ahí. - La Madre Lúcia sonríe cómplice, mirando a Madalena.

- ¿Qué están escondiendo? ¡Hablar pronto!

- Yo también voy. - Dice la novicia, haciendo que Dilyn salte encima de ella gritando de celebración. - Si salgo de este abrazo de oso hormiguero gigante de una pieza, claro. - dice Magdalena, siendo aplastada.

- No puedo creerlo, ustedes son geniales.

- ¿Cuando planeas mudarte? - Pregunta Madre Lucía.

- Semana que viene. Mis clientes tienen una pequeña fiesta de despedida el viernes. Si es posible, el domingo quiero llegar a Wolf Valley.

- El domingo está bien para mí, Dilyn, tengo pocas cosas, no tardaré en tenerlo todo listo.

- Entonces, necesito llamar a Héctor, ver si él también está bien.

- Creo que ya tiene todo arreglado. Heitor estaba muy emocionado de descubrir nuevas áreas. - Dice Madre Lucía sonriendo.

- Estoy tan contenta de no haberme mudado sola. Debo confesar que me preocupaba cómo me iría en un lugar con gente que no conozco, pero ahora es casi perfecto.

- Y lo que aún te falta, niña. - Madre Lucía quiere saber.

- ¡Te extraño, esta vez!

La Madre Lucía mira a su hijita con extremo pesar, pero por el momento no puede salir del convento.

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