NO DEJO DE PENSAR EN ÉL
Sus ojos oscuros no salían de mi cabeza, sentia como esa única mirada habia penetrado en mi interior y me causaba curiosidad, cada cosa que hacía en casa, la estaba haciendo, pensando en él, además de ser extremadamente ridículo tener pensamientos por alguien que habia visto una vez, algo dentro de mi estaba despertando una loba interior, mi entrepierna sentía como unas cosquillas la atravesaban al recordar el esculpido cuerpo y rostro de él. Pensaba en ese momento que era una completa tentación.
—¿En qué piensas mi amor, estás distraída esta noche? — mi esposo me pregunta
—Es que hay mucho trabajo en el periódico, eso es, nada más, gracias por ayudarme con Evelyn, eres un buen esposo, me siento muy afortunada de que estés a mi lado— le digo mientras poso mi mano sobre su intimidad, comienzo a acariciarlo, quería satisfacer mis deseos reprimidos por la visón obtenida en el gimnasio, mi esposo se muerde el labio inferior y me da la aprobación para que continué.
Comienzo a acariciarlo fuertemente, y me subo sobre él para besarlo apasionadamente, me quito mi blusa frente a él y dejo mis pechos al descubierto, Jordi solamente abre sus ojos, con mi mano empujo mi seno hacia su boca, y aunque él muy poco responde, no me dejo opacar mi momento, pues era yo quien llevaba el control, y sin preguntarle nada, me quito la tanga que llevaba puesta y empiezo a cabalgar sobre él, me dejo llevar por la emoción del momento, mis caderas responden a la estimulación de mi flor, y comienzo a gemir como una gata en celo, mis movimientos cada vez eran más rápidos, haciendo que mi esposo también gimiera de placer, en unos cuantos minutos estaba teniendo el orgasmo de mi vida.
—querida ¿Qué fue todo eso? — mi esposo queda extasiado boca arriba y yo por supuesto también estaba satisfecha, era algo completamente extraño, pues le habia hecho el amor, o más bien habia tenido sexo con mi esposo pensando en el físico de otro hombre
—quería darte las gracias por todo lo que haces por mi querido esposo, te amo— pongo mis sabanas tapando hasta mi cuello y apago la luz, quedando profundamente dormida.
Los siguientes días entre mi esposo y yo habia solamente señales de amor y pasión, yo seguía asistiendo al gimnasio con regularidad, algunas veces con Greis, otras iba intencionalmente sola, pues ya sabía más o menos el horario de los hermanos mafiosos y para mí era un placer ver semejante espectáculo, pues Gregory en especial usaba unas camisillas que dejaban muy poco a la imaginación y unos pantalones cortos que marcaban muy bien su entrepierna, y aunque mi objetivo inicialmente era perder un par de kilos, en ese momento me daba cuenta que habia cambiado de rumbo, me encantaba ir al gimnasio solamente para poder ver el corpulento hombre, que de vez en cuando me intercambiaba una mirada, y aunque me hacía sonrojar, yo inflaba más mi pecho para que él viera mis atributos, si bien no tenía nada de silicona, no tenía nada que envidiarle a otra mujer.
—Disculpe señorita, está haciendo mal ese ejercicio y puede causarse una lesión— una gruesa y sensual voz me dice al oído, las piernas me tiemblan y no quiero voltear a ver de quien se trata, sin embargo, debía hacerlo, era él, Gregory
—oh, gracias, lo tendré en cuenta, realmente no sé cómo hacerlo bien— le digo tímidamente
—Debe hacerlo de manera en que la posición de sus brazos pueda con el peso muerto, así evitara una lesión, permítame— yo estaba sudando, que vergüenza, el mafioso me estaba enseñando como hacer un ejercicio, Gregory me toma por la espalda, y como si abrazara mis brazos me ayuda a levantar la pesa, puedo sentir como su entrepierna me rosa y siento arder la mía.
Mi Dios, me estaba volviendo loca, yo estaba casada y tenía una hija, no podía permitir que esto estuviera pasando.
—Así debe hacerlo, muy bien señorita— después de que Gregory me enseña a hacer el ejercicio, mis mejillas arden de la vergüenza, jamás un hombre diferente a mi marido me había rozado el trasero, y esta vez había sido la sensación más maravillosa que hace mucho tiempo no experimentaba.
—Gracias, para una próxima vez tendré muy en cuenta la lección— le doy una sonrisa agradeciendo, tampoco quería que me viera rendida a sus pies
—mucho gusto, me llamo Gregory Leggio ¿y usted es? Primera vez que la veo por aquí— Él me extiende la mano, le doy la mía y me da un beso sobre ella.
—Soy Elizabeth Graham, si es que llevo poco tiempo viniendo al gimnasio—
—Eso veo, es usted una mujer demasiado encantadora— Los ojos de Gregory recorrían mi cuerpo, despacio y sin dejar un solo espacio, sentí como me desnudaba con su mirada y aunque me parecía excitante de momento, también aterrador ¿Qué pretendía él con esto?
—¿Encantadora? ¿a qué se refiere? —
—Su físico es demasiado llamativo para mí, es inevitable quedarme viéndola, no puedo hablar más de usted, porque sería un sacrilegio sin antes saber cómo es su forma de ser— las palabras de Gregory me hacían morir de los nervios, me costaba modular palabra
—¿Ah sí? Bueno agradezco sus halagos, ahora tengo que irme— tomo mis cosas y quiero salir corriendo, pero me toma del brazo y me acerca a él
—Me gustaría que nos conociéramos un poco mejor—
—está bien, estaremos hablando— olvidaba por un momento que estaba hablando con un mafioso y uno peligroso, que no aceptaba un no por respuesta
—Quiero que hablemos hoy mismo, ya si se puede—
—No, Gregory, es que yo tengo que irme por mi niña al jardín, discúlpame, mañana nos veremos de nuevo— sacó la valentía que no poseo naturalmente y salgo corriendo, dejándolo ahí plantado, mi corazón latía con fuerza, pensé que se me iba a salir del pecho.