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Calor intenso en mi interior

Me siento nerviosa desde la última vez que fui al gimnasio y he decidido que, por ahora, lo mejor es no volver, una cosa era que aprovechar la ocasión para deleitarme con la gran vista que el mafioso me daba, y una completamente diferente era que él quisiera hablar conmigo, eso me daban nervios.

—¿Querida por qué no has vuelto al gimnasio?, si es por nosotros, despreocúpate, nosotros estamos bien— mi esposo siempre tan pendiente de mi

—Estoy tratando de recuperar mi cuerpo, ya sabes cómo es el tema de que los músculos se atrofian y vaya que duele— le miento para evitar explicaciones

—Te entiendo mi amor, espero te mejores pronto y puedas regresar, por cierto, mira quien llego— se trataba de Greis que habia ido a visitarme

—Hola nena ¿Cómo estás? ¿a qué debo tan grata sorpresa? — yo ya sabía de qué se trataba, pero no quería dar explicaciones

—Amiga, dejaste la mensualidad paga del gimnasio ¿Qué paso? — ella me mira ansiosa, me temo que sospecha algo

—No sé si regrese, es que no creo que el gimnasio sea lo mejor para mi—

—¿El gimnasio o el maldito mafioso? Alguien me dijo que se acercó a ti y tú le has permitido que él te toque ¿es cierto eso? — Greis me reclamaba con un tono de voz bajo, pero bastante molesto, no quería que mi esposo se enterara de nada

—Si, es cierto y ya cállate la boca, que no quiero que Jordi se entere de esto, solamente me ayudo a hacer un ejercicio, pero nada que ver—

—Espero que sea así, solo ten mucho cuidado Elizabeth, por favor, cariño debes cuidarte, tú eres muy inocente y no sabes acerca de los peligros que hay ahí afuera— me quedo viendo a mi prima, me estaba hablando como si yo fuera la más grande las estúpidas

—No te pases de graciosa Greis, simplemente no quiero regresar por ahora— esa tarde me quedo almorzando con mi prima y mi esposo, las palabras de Greis me dejaron pensando, si lo del mafioso no era relevante para mí, no tendría porque no asistir al gimnasio, así que al día siguiente despues del trabajo decido volver.

Sabía que era la hora en que Gregory también asistía, así que debía enfrentar eso que tanto miedo me daba. Y así fue, me puse una ropa deportiva amplia, que no dejaba nada a la imaginación y como si fuera una cita, los hermanos Leggio estaban entrenando en donde siempre, y como siempre, rodeados de las mujeres más voluptuosas y fáciles de la ciudad, ellas se morían por ellos.

Puedo notar como él se queda viéndome y me esboza una sonrisa con la comisura de los labios, lo interpreto como un saludo y subo mis cejas, continuo en mi rutina, y aunque con poca concentración porque tenía esa sensación de que alguien me estaba mirando, trato de hacer de cuenta, como que no existe.

Exhausta por el ejercicio me dirijo a las duchas, estaban solas por fortuna para mí, creía que había salido triunfadora y que aquello a lo que le temía, no era más que una simple ilusión, me quito la ropa, cuando siento un fuerte golpe, la puerta se cierra, rápidamente me coloco la toalla, y voy hacia mi telefono, un nerviosismo se apodero de mí, ¡santo cielo, algo estaba por pasarme!

Cuando me asomo a ver qué era lo que estaba pasando, me choco con la mirada más encantadora, unos pectorales tatuados, un color de piel canela y el más hermoso de los rostros, si, era él, Gregory Leggio, que sin mi permiso habia invadido mi intimidad.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿y porque entras de esa manera? — le preguntó imponente

—quiero hablar contigo— su voz era demasiado sensual

—Simplemente me hubieras dicho afuera de las duchas, cuando aún estaba vestida—

—No sabía que estabas desnuda— sus ojos me recorren de arriba hacia abajo y hace que me ponga demasiado nerviosa, no sabía si tenía miedo o excitación por su presencia.

—Te pido que por favor salgas, no es correcto que estés aquí— le digo mientras él se va acercando lentamente hasta mí, el cuerpo comienza a temblarme, las manos me tiemblan, y casi no puedo sostener la toalla que me abriga, siento su respiración más cerca, es más alto que yo y me veo tan pequeña frente a él.

—Elizabeth, siento unos fuertes deseos de besarte—

—¡¿Qué?!— le respondí casi que dando un sobresalto

—Si, quiero meter mi lengua dentro de tu boca y saborearte, ¿me dejarías hacerlo?

—¿estás loco?

—Eso dicen, solo que, si no me dejas besarte por las buenas, tendré que ser rudo contigo y meterte mi lengua a las malas— Gregory ardía, pude ver a través de su pantaloneta como el bulto de su entrepierna sobresalía, los nervios comienzan a jugarme una mala pasada, y siento como inconscientemente la mía está húmeda

—No, por favor, es que esto no está bien Gregory yo soy una mujer casada, tengo una familia, esto no puede ser

—Nadie tiene que enterarse— Gregory se pega más a mí, haciendo que sienta su cuerpo arder cerca al mío, su aliento es tan dulce y varonil, su respiración pesada corta la mía, y no sé cómo, pero resulte completamente desnuda frente a él, prensada en sus labios, permitiendo que me hiciera lo que me habia advertido, toda su lengua estaba al interior de mi boca haciendo exóticos movimientos, pego más mi cuerpo al suyo y chillo de placer al sentir como su masculinidad rosa mi velluda pelvis.

—¡Espera!, no, no puedo seguir haciendo esto Gregory, no por favor— Me agacho para recoger la toalla, pero él aprovecha el descuido y me pone de espaldas sobre la pared, mi corazón esta agitado, me separa las piernas con una de las suyas, y comienza con su mano a meter los dedos dentro de mi flor, que estaba completamente húmeda y lista para que cualquier hombre entrara en ella, no tenía que ser él

—Estas muy apretada, me encanta— saca los dedos de mi entrepierna, y el muy maldito los saborea, haciéndome sentir el peor de los placeres mundanos, estaba probando de mi néctar, de mi excitación y yo moría por besar su boca y probar de mí.

Me da la vuelta y quedo frente a él, se agacha para besar mis senos, nunca en la vida nadie lo había hecho, jamás había estado con un hombre diferente a mi esposo, mientras se lleva uno de mis senos a su boca, con la otra mano sus dedos jugaban en medio de mis piernas, su lengua rodeaba mis pezones y me succionaba como si estuviera bebiendo de mí, sentía que iba a morir, cada lamida era más caliente, cada chupada y estocada con sus dedos me hacían estremecer, gemía como nunca, me sentía la mujer más fácil de todas.

—estas tan deliciosa— me repetía mientras turnaba cada uno de mis pechos, los movimientos de su lengua sobre mis pezones me hacían estremecer, los mordiscos fuertes y ansiosos me tenían al borde de explotar, anhelaba que su fuerte falo estuviera dentro de mí de inmediato, así que de una forma atrevida y aprovechándome de lo caliente que estaba, lanzo la mano para liberar su gran miembro de su apretado pantalón, pero su mano me detiene.

Todo él se detiene frente a mí, dejándome chorreante, y con las manos alzadas, débil y ansiosa por él.

—Es un placer que debes ganarte, si quieres que yo te haga mía, debes superar unas pruebas—

—¿Unas pruebas? — le digo mientras sigo con mi respiración agitada y mi entrepierna llena de contracciones

—Una serie de pruebas que debes pasar para poder disfrutar de esto que sé que tanto deseas— ´él muy desgraciado se baja el pantalón y su miembro duro y rígido salta ante mis ojos, podría decir que jamás habia visto uno de ese tamaño y de esa belleza, completamente depilado y una talla que volvería loca a cualquier mujer.

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