CAPÍTULO 2
El trayecto le pareció eterno, debía atravesar la ciudad desde los conjuntos residenciales aceptables, hasta el área este, donde estaban las grandes mansiones. Eso era lo bueno de ser una niña rica. Se vivía donde se quería.
Al llegar, Rafael, el hombre de seguridad le dio acceso a la casa, cruzó la verja, se estacionó y salió del vehículo, estaba subiendo las escaleras a la entrada principal cuando la puerta se abrió para dar paso a una preocupada Connie.
-Cariño, ¿qué sucede?
-¡Michaell me engaña!- y dicho aquello se arrojó a los brazos de su amiga sollozando y dándole libertad a las lágrimas que oprimían su pecho.
Cinco minutos más tardes estaban en la habitación de Connie, con Rita gimiendo y sorbiendo por la nariz, mientras le contaba la historia.
-¡Ese hijo de perra!- grito Connie enfurecida- Te juro que lo voy a matar.
-No vale la pena- gimió Rita.
-Ese desgraciado hace llorar a una de mis mejores amigas y tú me dices que no vale la pena matarlo. Si fuese por mí, iría ahora mismo a buscarlo y le arrancaría la piel de las pelotas al infeliz. Vaya que es un imbécil, ¡la perra oxigenada de la secretaria!, te juro que le mataré.
-Me quiero morir- gimió Rita sobre la almohada, entonces la furia de Connie cesó un poco y la estrechó entre sus brazos.
-Sssshhh, tranquila nena. Estoy aquí para apoyarte- inmediatamente sacó su teléfono y marcó, dos, tres, cuatro repiques y nada. Volvió a insistir y de nuevo la enviaba al buzón, algo enojada volvió a marcar y al segundo repique;
-¡Connie!
-¿Dónde diablos te metes?
-En el trabajo. No sé si lo has notado, pero una bibliotecaria no atiende llamadas durante su jornada, así que sé breve, cariño.
-Me interesa una mierda tu estúpida biblioteca- Connie, casi podía jurar que Gillian, estaría rodando los ojos- debes venir a mi casa inmediatamente.
-No puedo Connie, apenas es medio día. No puedo ausentarme.
-Tengo un código azul- dijo rápidamente.
-¡¿Qué?!- gritó alarmada y luego volvió a susurrar- ¿Un código azul?, ¿ Qué sucede, Connie?
-Rita nos necesita más que nunca, me interesa muy poco lo que harás para zafarte de tu estúpida jefa- Gillian casi gritó de desesperación, Connie nunca cambiaría, siempre sería la niña mandona y consentida- pero es necesario que vengas. No puede esperar así que mueve tu estúpido trasero hasta mi casa o iré por ti a la biblioteca.
-Voy para allá- dijo Gillian, sin dudar por un segundo que Connie, cumpliría con su promesa.
-Me estallará la cabeza- se quejó Rita en un sollozó.
-No cariño, te buscaré un analgésico, pero te juró que antes de que te estallé la cabeza a ti, Michaell dejará de respirar- había terminado su frase cuando el celular de Rita sonó.
-Seguramente será él- nuevas lágrimas comenzaron a caer.
-Yo atenderé.
-No, Connie- intentó impedirlo, pero era inútil, ya Connie tenía el celular en la mano y después de haber confirmado que efectivamente era Michaell, tomó la llamada.
-Rita, cariño debemos hablar. . .
-Rita no tiene nada que hablar contigo, maldito infeliz.
-¿Connie?. . . Connie, déjame hablar con ella, puedo explicarlo.
-¡No me digas!- dijo irónica- ¿puedes explicar que Rita haya encontrado tu pene, en la vagina de tu secretaria?, yo creo que eso tiene una sola explicación, y es que eres un maldito infiel desgraciado y sin escrúpulos. Aléjate de Rita o te juro que te pondré una bala entre cejas.
Y sin más colgó la llamada. Rita la miró con ojos completamente abiertos. No dudaba de las palabras de su amiga, la protegería con su vida de ser necesario.
Eso es lo que admiraba de Connie, no tenía miedo a enfrentarse a quien fuese con tal de protegerlas a Gillian y a ella.
Rita no supo cuándo se había quedado dormida, pero unos gritos la despertaron. Cuando abrió los ojos pudo ver que Connie sostenía su pistola y se encaminaba hacia la puerta.
-¿Connie?, ¿Connie, qué sucede?
-Nada cariño, vuelve a dormir- le sonrió y salió de la habitación, inmediatamente Rita saltó de la cama y corrió tras ella, la alcanzó en el recibidor sosteniendo la pistola firmemente, apuntando hacia Michaell.
Habían tres chicas del servicio que miraban la escena con los ojos abiertos. Y Michaell había elevado las manos en señal de que estaba derrotado.
-Connie, déjame conversar con ella.
-No tienes nada que decirle así que marchate. Susy abré la puerta- la mujer obedeció- ahora Michaell, sal de mi casa o juro que te disparo.
-Connie, no Connie.
-Rita, vuelve a la habitación cariño.
-No, Connie. No lo mates.
-Este infeliz no merece que supliques por su vida. ¡Sal de mi casa, Michaell!- gritó y él obedeció, aún con ambas manos elevadas. Ella le siguió hasta la salida, le vio bajar las escaleras y girarse hacia ella.
-Connie. . . por favor. . .
-No hago favores a perros infelices que maltratan y lastiman a mis amigas, desde hoy en adelante eres persona no grata en mi casa, ni en mi vida, vete junto a la zorra de tu secretaria.
-No. . .yo. . . - Intentó acercarse, entonces Connie retiró el seguro de la pistola.
-Un paso más y te vuelo la cabeza.
-¡No!- gritó Rita nerviosa, Connie bajó las escaleras y Michaell se alejó un poco.
-Connie, solo debes dejarme hablar con ella.
-Te metiste con la chica equivocada hombre, seré mujer, pero Rita tiene quien la defienda, ahora da la vuelta, sube tu puto trasero al auto y vete de mí casa- Michaell se negó a ceder, y se aproximó un paso, entonces Connie elevó la pistola y disparó al aire.
Todos los que observaban la escena dejaron de respirar por un segundo. El rostro de Michaell se tornó grisáceo
-Si das un solo paso más, mi próximo tiro será en tus pelotas. Y si no te vas ahora mismo quizás termines con una bala en un hombro.
Michaell entró a su carro y se alejó de la propiedad a toda prisa.
-¡No puedo creer que hayas hecho eso!- gritó Gillian acercándose a ellas, nadie se había percatado de su presencia. Rita temblaba como papel, no sabía si besar o golpear a Connie.
-Pues lo hice- se encogió de hombros.
-¡Puede demandarte!, ¿estás demente?
-Que lo haga si quiere. Él estaba en mi propiedad, que me demande. Ya veremos como termina tras las rejas.
-Connie, no puedes ir por la vida disparándole a la gente.
-¡Disparé al aire, cariño!, tengo muy buena puntería, si hubiese decidido lastimarlo, estaría en el suelo sangrando.
-¡Estás loca, Connie!
-Vamos, entra y conversemos con Rita, quizás luego serás tu quien quiera usar mi pistola.