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¿Qué hace este imbécil aquí?

Un rayo de sol entró por mi ventana la cual aún permanecía abierta, este me despertó bruscamente, era bastante incómodo ya que mi ventana nunca había dormido así y el sol nunca me había molestado tanto en la cara. Aún vestía mi outfit Retro, mi almohada lucía muy oscura, mis lágrimas se habían desbordado la noche anterior causando que la manchara severamente. Hice un giro en la cama dándome vuelta hacia el lado izquierdo donde se encontraba el reloj encima de la mesita donde ponía mis libros. La anoche de ayer había sido desfavorable, no recuerdo a la hora que llegué, solo que me dirigí a mi cuarto y me quedé dormida mientras lloraba.

Eran las once y media del día no entendí en qué momento había dormido tanto.

Quizás fue lo tarde que me acosté llorando, no sé, no recuerdo específicamente en que momento mis ojos se cerraron y pare de llorar. Traté de levantarme de la cama pero no pude, tenía un cansancio mental y físico muy cargado, me dolía la cabeza, mi cuerpo era un vegetal, estaba como si le hubiesen pasado diez tractores por encima o simplemente cuando llevan poco tiempo en el gym ¿saben?, ese dolor molesto, pues así estaba mi cuerpo muy agotado. Creo que fue debido a todas las cuadras que corrí sin saber a donde me dirigía, hasta llegar al cansancio. Parecía una loca, no supe que pasó luego con Ruth, que pena tenía con ella, esa desilusión que me había llevado de Owen me cegó tanto que no supe más nada que hacer, que correr sin mirar atrás y sin darle explicación a alguien. Había fallado.

Volví a darme un tirón sobre la cama, me quedé mirando el techo, mi cuerpo aún no había decidido si levantarse o no, tenía la mente en blanco, no lograba pensar en nada, solo sabía que me dolía un poco el alma, pero mi mente no era capaz de seguir imaginando y menos recordar lo sucedido.

No entendía, por qué Owen y Fabián nos harían esa broma de mal gusto, porque eres imbécil al cuadrado Dash, me respondí a mi misma. Sentirme mal conmigo y ofenderme era lo único que me pasaba por la mente.

Minutos después logré tomar fuerzas y me levanté, fui al baño, me miré en el pequeño espejo que tenía sobre el lavamanos y ¡Dios mi cara!, mi cara era la típica de un payaso, estaba muy colorada, obvio ya no habían rastros de brillo liso pero el rímel y el delineador si estaban corridos por toda aquella.

Me quité la ropa, me quedé completamente desnuda aún con el maquillaje corrido, me seguí mirando en el espejo, miré mis lágrimas como volvían a caer limpiando un poco más mi cara, me las limpié pero volvían a caer una y otra vez más, miré mi clavícula, esta era muy delgada, pasé mis manos por mi cintura y luego por mi cadera, mis huesos sobresalían mucho en mi delgado y débil cuerpecito. No me sentía ni bien con el mundo, ni conmigo y menos con mi cuerpo, todo lo que veía en ese espejo era lo menos que quería ver, una Dash susceptible, lastimada y defraudada con el que era el chico de mis sueños.

—No sé como le pude hacer caso a Ruth y no a mí misma, quién se iba a enamorar de mi, quién se iba a por lo menos fijar en esa cosa rara que se miraba al espejo y se sentía tan insuficiente.

—¡Dash!, debes sacar fuerzas darte una ducha y continuar, la vida sigue y tú madre no te puede ver así —me dijo la otra Dash que se encontraba a mi lado.

Había olvidado contarles sobre mi otra yo, cada vez que me encontraba de bajón o dolida por cualquier situación, aparecía la otra Dash, esta si era más fuerte, siempre me aconsejaba y trataba de darme aliento para seguir adelante.

¡Chicos no estoy loca!, está Dash claramente solo existía en mi imaginación, era mi ídolo, siempre había querido ser como ella, yo era insegura, la que me imaginaba en mi mente era más decidida, yo era un poco distraída, pero Dashita dos era meticulosa e inteligente, en fin la gemela perfecta que simplemente era yo, lo nunca había podido sacarla de mi y actuar como ella.

Me metí en la bañera, el suelo estaba muy frío, abrí la ducha, el agua de esta si estaba bastante cálida, ya había olvidado que no me gustaba para nada esa combinación de poner los pies sobre el suelo frío para que luego cayese agua caliente sobre mi, siempre dejaba que descendiera el agua para luego meterme cuando ya el suelo estuviese tibio, pero aquel Domingo no me conocía, mi mente estaba agobiada y ni cuenta me di cuando ya mis pies se encontraban en el piso frío y el agua caliente cayendo sobre mi, esto me hizo sentir un escalofrío por dentro que hizo que cuerpo despertará un poco del estado en que estaba. Asi que aproveche y lavé mi cabello, era increíble sentir el agua recorrer por mi cabeza y mi cuerpo dejando cada vez menos rastro de maquillaje, solo pensaba que le debía una conversación a Ruth, a la pobre la dejé sola en aquel momento de desesperación, también pensé que hacían ya unos días en los que no veía a mis primas, a ellas también les debía una explicación sobre mis mentiras. Mierda, en que momento mi vida se había complicado tanto.

Ya con un poco más de fuerza, me vestí, me seque el cabello y lo cepille dejándolo un poco semi mojado, recuerdo que me puse un short de mezclilla de tiro alto, un pulover blanco y mis sandalias de cuero, me dejé rociar un poco de colonia y salí de mi habitación a enfrentarme a la maldita realidad de la que tanto huía.

—¡Buenos días! —le dije a mi mamá que se encontraba limpiando la casa.

—¿Buenos días? dirás buenas tardes ya son casi la una, mira el reloj, —me dijo señalándome para arriba del refrigerador donde se encontraba nuestro precioso y grande reloj de cocina.

—Debiste haber disfrutado mucho ayer, porque has dormido bastante, aunque noté que llegaste mucho antes de las doce, te sentí abrir la puerta —alegó.

—Pues si mami —le dije algo inexpresiva.

—¿Y esa cara?, ¿ocurrió algo? —dijo algo preocupada al ver mi expresión.

—No nada mami, solo estoy un poco cansada, porque como ya dijiste ayer disfruté mucho y bailé como loca —solté una mini risita fingida.

Otra mentira más para mi lista...

—Pues bien, me alegro que hayas disfrutado, por cierto tus primas estuvieron aquí en la mañana, al igual que Ruth.

—¿Ruth estuvo aquí? —soné un poco alarmada.

—Si, ¿por que?, ¿qué pasa?.

—No nada, luego las veo entonces —contesté.

...

—Pero Dash no pases por ahí, aún no he terminado de limpiar —me gritó al verme coger por la sala que aún continuaba mojada.

—Ups, —lo siento mami.

Pero había olvidado mi libro por lo cuál regresé a mi habitación.

—¡Dash Walker la limpieza! —volvió a gritar al verme coger por el mismo lugar.

—Lo siento mami, voy al parque a leer —le grité mientras salí corriendo con el libro en la mano dejando mis huellas marcadas por todo el comedor y la sala hasta llegar a la puerta.

Me encantaba ir al parque a leer, sentir el aire fresco pasar por mi rostro y alborotarme el cabello era una sensación muy agradable, al igual que escuchar a los pajaritos cantar no tan cerca de mi me daba mucha tranquilidad. A veces no solo iba a leer, sino también a pensar, a ver a las personas pasar y darme cuenta de lo corta que es la vida y lo mucho que los humanos la menospreciamos cometiendo errores, no siendo valientes para enfrentarnos a lo que nos duele y salir luego de esto con una sonrisa, tampoco éramos valientes para decir la verdad y aprovechar las oportunidades. Unos viven sin importarles que se pueden morir mañana y no han hecho algo bueno con su vida, y otros en su último minuto de vida se arrepienten no haber demostrado lo suficiente, eramos totalmente imperfectos, ¿pero de esto se trataba no? ya que el único perfecto es Dios.

Era uno de los parques a los que siempre iba, ya que no solían ir muchas personas y como era bastante grande cada persona tenía su espacio para hacer lo que quisiese. Así que aproveche que era Domingo y allá me dirigí con mi libro en mano.

El parque estaba despejado, habían solo tres niños jugando a lo lejos con una pelota y un anciano a tres bancos de donde yo estaba. Este leía un periódico y supuse que estaba muy interesante porque no quitaba la vista ni un segundo de aquel.

Pues bien...ya tenía la libertad y tranquilidad que tanto me gustaba para relajarme y leer calmadamente que sucedía con el señor Zimmerman y la señorita Judith los protagonistas de mi libro.

—Hombre, como le vas a hacer esa canallada a Judith —dije en voz alta como si hablara con el libro y con Zimmerman a la vez.

—Pero mirenla si aparte de ruda es culta y loca, ¿hablando sola, señorita Dash?.

Ya esto era demasiado, Dios santo que el que este a mi lado no sea Owen, Dios te lo pido, porque se comerá el libro de un tirón.

¿Pero imbécil que haces aquí?.

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