Jaque, pero no mate
Eda
Abro la puerta de casa y me tiro en el sofá sin quitarme el bolso ni los tacones. Saco el teléfono del bolso y lo enciendo.
Tenemos una forma de desahogarnos en nuestro grupo de amigas. No podemos vernos mucho, así que nos la ingeniamos para poder apoyarnos cuando alguna lo necesita.
Antes de que pueda mandar el mensaje al grupo, suenan varios mensajes de llamadas. Alaric ha estado llamándome. Lo ignoro.
Abro el grupo de WhatsApp y escribo
Espero a que todas lo lean. Esto significa que ha ocurrido algo gordo, ni bueno ni malo, pero si importante.
El teléfono vuelve a sonar entre mis dedos, pero esta vez es una videollamada grupal. Levanto el brazo para enfocarme la cara y descuelgo.
- ¿Qué ha ocurrido? - Leah es la primera en preguntar.
Veo la barra a su espalda. Está trabajando y varias personas estiran el brazo para llamar su atención mientras mi amiga les hace una peineta.
- Os acordáis de Alaric, pues es el hijo de mi jefe y me acaba de decir que ni sueñe con hacerme con la empresa, que dice que es de su familia.
Alma se tapa los labios sorprendida.
- Hostia puta - Suelta Leah sin creérselo aún.
Mery garraspea antes de animarse a decir nada.
- Vamos a ver, pero el no quería sustituir a su padre ¿no?
- Exacto - Corroboro levantando los brazos.
- ... Y tampoco quiere que tu lo hagas ¿no? - Vuelve a preguntar.
Resoplo porque esto es exasperante.
- Mándalo a tomar viento, Eda - Leah levanta la voz para hacerse oír - Ese tío es el típico que ni come ni deja comer, a la mierda.
Eso es justo lo que he hecho. Pensaba que mi corazón estaba reforzado a prueba de hombres, que ninguno iba a volver a hacerme daño. Que equivocada estaba.
- Nena, tengo que dejarte. La gente empieza a querer matarme por un chupito.
Miro a Alma y a Mery.
- No esperaba algo así - Admito tumbándome en el sofá.
- Cariño, tu vales mucho, y si él no es capaz de verlo es que no te merece.
Las tres nos quedamos en silencio.
- Gracias por llamarme chicas, voy a acostarme. Mañana hablamos ¿vale?
- Eda - Alma te habla con esa dulzura que al momento consigue calmar a cualquiera - has pasado por mucho, es mejor conocer a la persona ahora, que no cuando hayas confiado.
Tiene toda la razón.
- Os quiero chicas.
- ... Y nosotras.
Me doy una ducha y me meto en la cama. Hay un dicho... Las desgracias nunca vienen solas... Y yo estaba a sólo unas horas de darme cuenta de que es cierto.
Doy vueltas y vueltas. He visto pasar todas las horas en el despertador de la mesita de noche. No puedo creerme que me esté afectando tanto. No debería ser así.
Me encanta la personalidad de Alaric, pero no puedo comprender que se haya enfadado tanto conmigo por una decisión de su padre. Yo no soy la culpable de nada.
El día es gris, igual que mi estado de ánimo. Me pongo una falda de tubo gris, una camisa y una americana pegada del mismo tono. Estoy un poco nerviosa, no se que me puedo encontrar en el trabajo. Puede que Alaric se haya quejado a su padre y me despidan. Es poco probable, pero hasta que no llegue a la oficina y vea que todo sigue igual, estaré paranoica.
Meto los tacones en la bolsa y me pongo los tenis. Las calles están llenas de personas que caminan igual que yo. Corren para llegar a sus trabajos. Nos esquivamos y nos ignoramos. Todos tenemos problemas y a nadie le interesa el del vecino. Esa es la realidad de Nueva York.
El camino se me antoja demasiado corto hoy. Pero antes de que esté preparada, me sorprendo en el ascensor subiendo hacia mi despacho.
- Buenos días, Nicole ¿algo para mi? - Pregunto conteniendo la respiración.
- Si - Pasa páginas de su agenda - Le ha llamado el señor Litman, dos veces.
Bueno, que me llame Álex no es ninguna novedad y tampoco me interesa lo más mínimo. Lo que en realidad quiero preguntar es si ha llamado Alaric o el señor Lyon, pero no quiero hacerlo directamente. Todos aquí sabemos que las secretarías comen juntas y se cuentan todos los cotilleos. No quiero formar parte de uno.
Paso el día entre documentos y leyes. Es agotador tener que estar tan concentrada, y más aún, cuando tu mente viaja una y otra vez al mismo lugar.
Ahora mismo estoy comprobando que todo está correcto en un contrato que tiene que firmar una de las empresas con la que colaboramos. Siempre intentan colarnos alguna clausula algo ambigua, por eso es importante la concentración.
Se acerca la hora de salir. Puede que me pase por el bar de Leah y me tome una copa, o dos o tres. Necesito algo fuerte.
Suena el interfono que hay encima de mi mesa.
- Dime, Nicole.
- El señor Lyon quiere que suba a su despacho.
Contento el aire en los pulmones. Aprieto los labios esperando lo peor.
- Ahora mismo voy - contesto intentando hablar normal.
Soy consciente del leve temblor en mi voz. Soy una abogada de prestigio, inteligente y dedicada, pero si me despiden tendré que volver a casa de mi abuela, tendré que escuchar como repite una y otra vez que quiere verme casada y con niños.
Mis tacones resuenan por todo el pasillo hasta que llego al ascensor. Pulso el botón de la planta del jefazo.
Inspira, Espira. Vamos, Eda, cálmate, me repito una y otra vez ¿qué es lo peor que puede pasar? Que me despidan. A lo mejor no tiene nada que ver y estoy siendo dramática sin motivo. Puede que haya llamado para ascenderme.
Mis pensamientos estúpidos terminan cuando suena la campanita indicando que he llegado. Camino como si fuera al matadero. Llamo a la puerta y espero.
- Pase - Suena la voz profunda al otro lado de la puerta.
Me quedo de piedra nada más entrar. El señor Lyon está sentado en un negro sillón de cuero y Alaric está sentado también frente a él. Lo sabía, sabía que iba a tener problemas. Joder, menuda forma de terminar el día.
- Buenas noches, señor Lyon.
- Siéntese por favor, señorita Blake.
Alaric me mira y yo le lanzo una rápida mirada con odio y chispas y de todo, espero que pille la indirecta.
- Usted dirá - digo en cuanto me siento en la silla al lado de su hijo.
- Señorita Blake, mi hijo ha recapacitado y ahora cree que puede dirigir su empresa y la mía - Menudo capullo es su hijo señor Lyon - sin embargo me considero un hombre de palabra y su trabajo es exquisito.
- Muchísimas gracias, señor.
Seguro que antes de llamarme, Alaric ha intentado enchufar a su tío, a su hermana o a su primo quinto que vive en Australia, y si su padre no ha cedido, solo puede comprometerse a hacerlo él mismo. Te odio Alaric Lyon.
- Llegados a este punto creo que lo más justo es que os lo ganeis.
- Padre...
- Un momento - Levanta un dedo para hacerle callar. Yo lo miro divertida porque le ha regañado. Un punto menos - No voy a tener favoritismos. Nada me asegura que esto no sea un capricho tuyo.
Se coloca las gafas despacio y comienza a levantar papeles de la mesa, busca alguno en concreto. Cuando lo sostiene entre sus dedos lo coloca encima de los demás y nos mira levantando una ceja, que yo deduzco que significa que no quiere que abramos la boca hasta que termine.
- La empresa "Eternity young" Quiere contratar un nuevo bufete. Tenemos que ser nosotros. El que consiga el contrato será mi sucesor.
Pensaba que sería algo más fácil. En los últimos cinco años ha despedido a todos sus abogados varias veces. Son muy exigentes. Es un trabajo casi imposible de hacer, pero la parte buena es que si es imposible para mi, también lo es para Alaric.
- Conseguiré ese contrato, señor - Miento lo mejor que puedo porque aunque lo voy a intentar con todas mis fuerzas, dudo que pueda conseguirlo.
- Será suyo, padre.
Alaric se dirige a él con tanta ceremonia que se me escapa una pequeña risilla. Me mira lanzándome sapos y culebras también. Que te jodan.
El señor Lyon se levanta y rodea la mesa.
- Confío en vosotros. Ahora arreglad lo que tengáis. Yo me voy ya a descansar.
¿Cómo se ha dado cuenta? Este hombre a punto de jubilarse es más avispado de lo que pensaba. Sale y cierra la puerta sin hacer ruido dejándonos a solas.
No pienso intercambiar ni media palabras con él. Me levanto e imito a mi jefe. Alaric me sigue. Los dos esperamos en silencio a que el ascensor vuelva a subir.
- No puedo creer que estés haciendo esto - Exploto al final.
Mete las manos en los bolsillos como si nada le importara.
- No hago nada, solo quiero lo que es mío.
Resoplo poniendo los ojos en blanco.
- ¿Es qué tienes cinco años? Solo quiero lo que es mío - Imito poniendo una voz entre un burro y un orco de las montañas.
Estoy siendo ridícula lo se, pero no puedo evitarlo. Me exaspera.
Pita el ascensor avisándonos. Las puertas se abren y nos subimos. Estamos en la planta dieciocho, y bajamos despacio, hasta que en la planta doce suena un relámpago que hace vibrar el ascensor. Las luces tintinean hasta que un segundo después todo se para. Se ha ido la luz y nos hemos quedado aquí encerrados en medio de una tormenta.
Mi cerebro entra en modo automático. Coloco más manos sobre los oídos. Quiero controlarme, necesito controlarme, pero cuando alguien tiene una fobia, es imposible hacerlo por más que quieras.
Alaric comienza a tocar botones del panel. Suena otro relámpago igual de intenso y se me escapa un grito. Puedo sentir como comienzo a sudar, como la velocidad de mi pecho aumenta con cada respiración.
-¿Estás bien? - He llamado su atención porque me estoy comportando como una loca.
Joder, esto no tenía que pasar. Siento escalofríos en la espalda y un nudo en la garganta. No puedo contener las lágrimas.
- No - Susurro sin bajar las manos de mis oídos - No puedo respirar.
Poco a poco voy agachándome hasta que mis rodillas tocan el suelo. Otro relámpago más cerca que el anterior y yo vuelvo a gritar sin poder controlarme. Si Alaric le cuenta a su padre lo que está ocurriendo será mi fin.
- ¿Te dan miedo las tormentas?
Juré que jamás iba a volver a confiar en nadie. Ahora que estoy encerrada en un ascensor, solo puedo confiar en el hombre que esta a mi lado, porque no hay ningún sitio al que pueda escapar.