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Su Omega

-Mamá- el niño ignorante de ciertos asuntos caminaba contento al lado de su madre -Te imaginas que sea una alfa, o un omega, como se sentirá- exclamaba con entusiasmo y curiosidad.

-Serás un beta- afirmó la madre con su voz dura, como siempre.

-Mamá eso no lo puedes saber, después de mi accidente no hay nada que indique que vaya a ser beta. No puedes ser más flexible en el tema-

-No me repliques Aidan. Serás un beta, estoy segura de eso y más te vale, nuestro futuro depende del resultado de hoy-

El niño giró su rostro hacia el otro lado frunciendo el ceño. Siempre era así con su madre, era lo que ella dijera y nada más. Por qué no podría ser un alfa o un omega, había escuchado de las complicadas relaciones entre ellos, de los lazos, de cómo sería pasar por un celo, experimentar cosas fuera de la mayoría era más interesante que la básica y rutinaria de los betas.

Su madre era un beta. Su padre, no sabía. Natacha nunca le hablaba de él y tenía prohibido tocar el tema. Había vivido los últimos años viéndola sumirse en la amargura y el odio a los que no eran betas. ¿Cuál sería su historia? eso era algo que seguro se llevaría a la tumba.

***

Aidan sentía sus palmas bañadas en sudor. Llevaban más de media hora esperando el resultado que el doctor debía traer.

-¿Mamá, y si...?-

-No sigas- le cortó bruscamente -No ves lo estresada que estoy, será mejor que esperemos calladitos- intentó suavizar el ambiente después de ver la expresión del rostro de su hijo.

La puerta de la oficina se abrió cinco minutos después. Un hombre canoso llevaba varios papeles en las manos incluyendo un sobre que se lo entregó al más joven, el cual fue arrebatado de sus manos.

Su madre lo abrió y una sonrisa iluminó su rostro.

-Lo sabía, eres un beta, no tenía duda-

La decepción recorrió al más chico. Esperaba otro resultado, ahora no se podía hacer nada. Era uno más del montón, de la rutina.

***

Aidan abrió sus pesados párpados. Dejó que sus ojos, poco a poco, se acostumbraron a la tenue luz de la ...oficina? ¿Qué oficina? La nebulosa en su mente se difuminó de golpe

Se incorporó tan rápido que un denso mareo lo asaltó. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? ¿Qué estaba haciendo? Miró el reloj en su muñeca y entrecerró sus ojos para enfocarlos, 10:15, no había pasado mucho tiempo.

-¿Qué eres?- una voz masculina cerca de él lo sobresaltó.

Aidan se estremeció y alzó la cabeza buscando la fuente de aquella grave voz en la tenue luz de aquel lugar. Se encontró con su jefe sentado en el butacón frente al sofá donde estaba recostado.

El joven abrió la boca para volverla a cerrar. Sus palabras se atoraron en la garganta mientras intentaba procesar la pregunta. ¿Qué?

-Respóndeme- exigió Dominic serio, aunque ya parecía menos...agresivo, excitado.... Sus ojos habían retomado su claro color verde y sus feromonas parecían estar más calmadas. No había rastro de celo en aquel alfa, eso era un alivio.

-No entiendo su pregunta presidente- comenzó a enderezarse sobándose la cabeza, se sentía muy vulnerable descalzo y en posición casi horizontal. Además se percató que su camisa no estaba precisamente bien puesta y rápidamente cerró los dos botones que dejaban a la vista el inicio del valle de su plano pecho. Se percató que aquel hombre seguía con sus ojos el movimiento de sus dedos.

-¿Por qué hueles como si fuera un omega? Mi omega- sus dientes casi rechinaron recalcando la última parte.

Aidan pestañeó.

¿Omega?

Soltó una carcajada involuntaria ante la frase y no pudo evitar seguir riendo. Era la primera vez que le decían eso y mira que había estado rodeada de alfas desde que entró a la compañía hacía tres años, en las diferentes reuniones empresariales. También tenía que reconocer que era más sensible a las feromonas que un beta común y corriente, pero se lo atribuyó a los efectos secundarios de su accidente, pero de eso a omega había un muy buen tramo.

Su respuesta pareció molestar al hombre que soltó un gruñido y se levantó comenzando a caminar hacia él.

-Disculpe- la sonrisa desapareció completamente de su rostro y su cuerpo se tensó pegando la espalda contra el mueble donde estaba sentado. No sabía por qué pero no podía moverse. Simplemente solo podía ver como aquel alfa se detenía delante de él, alto, grande, prepotente. Tragó en seco alzando la vista y forzó sus labios a moverse -Es que no sé de dónde sacó eso, yo soy un beta, es imposible que sea su omega. Biología básica, usted debió ir a la escuela-

Dominic apretó su puño para nada complacido. Él estaba mintiendo. Esa fragancia presente en el menor lo estaba aturdiendo y no lo dejaba razonar bien. Pensaba que podía perder el control el cualquier momento.

-Te daré otra oportunidad- se inclinó hasta que su rostro estuvo a la altura del de él.

Movió su mano y con el dorso de sus dedos acarició el costado de su cuello bajando hasta que estos se detuvieron en donde comenzaba aquella lista de botones que había abrochado antes. Su piel era realmente suave. Ya la había sentido antes cuando lo acostó en el sofá aunque se detuvo de no seguir quitándole la ropa. Tampoco era un hijo de puta como para tocar un cuerpo inconsciente. Ya tendría tiempo para eso después mientras este se retorcía debajo de su cuerpo.

Ante aquello una vena palpitó en la sien del joven.

-Acaso tengo que traerle mis papeles médicos- Aidan adoptó su porte serio al ver que su repuesta no lo convencía. Su pulso latía bajo el toque de aquellos dedos.

¿Papeles médicos? Entonces hablaba en serio. Dominic estuvo más descolocado. En ese momento su celular timbró y el alfa estuvo renuente en cogerlo negado a romper aquella atmósfera que tanto le gustaba. Pero ante tanta insistencia se enderezó y lo sacó mostrando el nombre de Dulse en la pantalla.

Chasqueó la lengua. No era buen momento, aunque esa llamada le había hecho entrar en sus cinco sentidos, ¿qué pretendía hacer rompiendo sus propias reglas?

-¿Necesita algo más presidente?- el supuesto beta hizo indicio de levantarse. Parecía desesperado por salir de allí.

Dominic lo miró de arriba abajo y desistió. Esperaría por la información por parte de su secretario. Tal vez las dudas se disolverían. Aunque dejarlo ir le resultó más difícil de lo que se esperaba.

-Puedes irte- prestó atención a su celular quitándole interés al asunto, debía mantener la cordura. Romper su vida estructurada vida no estaba en sus planes y no estarían por el momento.

Aidan salió lo más rápido que pudo y se pegó a la pared respirando por fin con tranquilidad. Esa había sido la hora más sofocante que había vivido hasta ahora incluyendo el desmayo. Se revisó ahora que su mente estaba fría y encontró todo en su lugar. Al menos no lo había atacado sexualmente. No quería perder su trabajo. Ganaba bien y estaba cómodo, a pesar del estado de la compañía. Los salarios si eran estables para evitar algún escándalo interno.

Solo esperaba que no empezara un ciclo de acoso sexual. Ya acaba de salir de uno de explotación laboral por la cantidad de trabajo que hacía.

Bajó por el elevador y recogió su maletín sin revisar si dejaba algo. Necesitaba salir de allí, necesitaba aire.

Llegó a su casa después de pagar un taxi. Se sentía bien tener un techo familiar sobre la cabeza. Abrió la puerta de su casa para encontrarse con su madre delante del televisor plano viendo una película.

-Ma, llegué-

-Qué bueno Aidan ¿horas extras de nuevo?- puso pause y se giró hacia él. Hans te ha estado llamando y no respondías tu celular, quiere que lo llames de inmediato-

-Si- resopló. A veces su novio, un beta que era vecino de ellos desde que eran niños, podía ser un poco sofocador sobre todo cuando ignoraba su llamada o las olvidaba. Porque si, sería beta pero no le gustaban las mujeres, prefería los cuerpos más grandes y duros sobre el suyo haciéndole gritar y llevándolo a la locura del placer.

Perdió el apetito solo de pensarlo. Sin mediar más palabras subió las escaleras y se metió al baño. Una ducha fría era lo mejor.

Dejó que el agua se llevara todas sus preocupaciones, o parte de ellas. La imagen de su presidente vino a su mente. Era guapo, no podía ignorarlo. Atractivo, con grueso labios, un cabello rubio semi ondeando que tenía un corte clásico algo largo que acariciaba su nuca, una altura mayor al metro ochenta y un cuerpo estructurado que se notaba por encima del traje. Pero hasta ahí. Eso de que se sintiera atraído era otra cosa. Y más cuando mencionaba el hecho de que era su pareja destinada.

¿De dónde lo había sacado? Había renunciado a eso desde que vio la B de beta en el papel. Albergar esperanzas era inútil, no se cambia de beta para omega o alfa solo por quererlo, uno nacía y era lo que era.

Se secó antes de dejarse caer en la cama. Apagó el celular, no quería interrupciones, y menos de su novio, ya mañana hablaría con él con la mente fría. Los ojos verdes de Dominic aun lo atormentaban cada vez que cerraba sus párpados.

Buscó en la gaveta de su mesita de noche un pote de pastillas y tomó su dosis diaria. Su cuerpo se relajó al momento. Ese medicamento hacia maravillas.

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