Capítulo 5
No sé cuánto tiempo ha pasado pero en algún momento siento que llevo demasiado, esperándolo.
Ya he dado varias vueltas por la estancia esperando que no sepa que he incumplido su orden.
No sé por qué hago esto pero tengo claro que es puro placer. Placer de sentirme viva como nunca antes me sentí. Ganas de someterme ante un hombre que me pone de rodillas de forma metafórica y se sabe incapaz de hacerlo de manera física. Él no puede tocarme y eso, es probablemente el mayor incentivo para que me permita con él...lo que me permito.
En mis paseos por despacho encuentro todo el ambiente, además de minimalista, tremendamente impersonal. Es evidente que él no ha decorado este lugar. Los colores que imperan están en rojo pasión y blanco virginal y eso es algo que no va con su oscura personalidad.
No hay cuadros de fotografías de nadie absolutamente nadie. Otro detalle que indica impersonal ambientación y solo un pequeña licorera completamente de cristal, parece tener algo que le identifique en este sitio.
Siento unos pasos por el pasillo y desecho mi intención de seguir la expedición cuando nadie entra.
Ya desde el sillón, asombrada miro hacia la puerta y siento como unas llaves activan o desactivan el mecanismo y me doy cuenta de que estaba encerrada con llaves aquí dentro.
Solo eso es suficiente para que me cabree. No consiento ni consentiré jamas que me encierren en ningún sitio, sin siquiera preguntar si era mi voluntad o no.
Tomo mis cosas, me pongo el pantalón nuevamente sintiéndome absolutamente ridícula por mi estúpida obediencia y cuando miro mi reloj compruebo que llevo una hora aquí dentro y entonces empiezo a analizar mi propia situación emocional.
—Tengo que salir de aquí —murmuro a nadie. Estoy sola.
Abro con decisión la puerta y mientras avanzo por los pasillos me doy cuenta de que a riesgo de no dejarme ir del todo con él, le he dado algo mucho más importante y no lo he notado hasta ahora: mi voluntad.
—Doctora —un bartender que no conozco tanto como obviamente él sí me conoce a mí, me detiene —...¿un gin tónic?
Pone una bandeja en mi rostro y acepto el trago. Necesito una copa de repente.
Tomando todo hasta el final inclino mi cuello hacia atrás y al volver a la posición natural, le veo.
Siento como cada poro de mi piel amenaza con transpirar. Me pone nerviosa.
Él está aquí. Delante de mí y justo de la única manera en que no quería verlo jamás... follando con otra.
Mi boca tan sorprendida como yo, se abre haciendo una obvia o y mis ojos no le abandonan en ningún momento.
—¡Dios!
Ese hombre que llevo días tratando, que lleva tiempo persiguiendome y que me ha esclavizado en su despacho, condenandome a esperarle cuando sabía que no llegaría, me mira lujurioso. Aunque furibundo.
Tiene un cuerpo perfecto, fuerte, duro y poderoso. Desde mi mutismo y parálisis le observo empujar su falo duro y grueso dentro de la chica que se apoya en sus rodillas y manos para soportar los embites de mi paciente.
Unas manos que antes no había notado aparecen y entonces me doy cuenta de lo que sucede...está tomando a dos mujeres a la vez. Todo preparado para que yo lo vea.
Un jadeo escapa de mi pecho y me cubro la zona del esternón con mi palma como si así pudiera controlar lo que siento romperse dentro de mí.
La nueva chica le ofrece sus pechos y no puedo dejar de ver como él le toma los pezones y los retuerce sin mirar a ningún sitio más allá de mí. Es como si conociera el cuerpo de ella perfectamente y su verdadero motivo fuera mostrarme a mí su naturaleza sexual salvaje.
Cuando toma la boca de la mujer y mete su lengua dentro de ella mirándome fijamente no puedo más.
Tomo otra copa de la bandeja del chico que aún está a mi lado y avanzo hasta traspasar el umbral donde Thiago permanece humillandome y se le echo encima.
—No te vuelvas a acercar a mí y nuestro acuerdo queda roto en este mismo momento —intento contener las lágrimas —. Me gusta que mis pacientes cumplas los tratamientos.
Eso último es simplemente una manera de parecer ofendida por las razones correctas ante las demás personas que nos observan.
Devuelvo la copa a su sitio y temblorosa pero soportando el peso de muchas miradas mantengo mi dignidad intacta y ella y yo, salimos de este maldito lugar al borde del llanto.
(...)
Esa noche no consigo dormir. Doy vueltas y vueltas por mi cama y solo puedo pensar en lo que he visto y la forma en que él me miraba. Como castigándome. No entiendo nada y creo que nunca lo entenderé.
Un aroma a tabaco me llama la atención y me incorporo en mi cama buscando la ventana. Quizás la dejé abierta y alguien está fumando cerca de mi balcón.
—Me encanta que duermas en bragas solamente —balbucea una conocida voz.
Me cubro los pechos con una mano y la otra me hace palanca en el colchón.
—¿Qué haces aquí, Thiago? ¿Cómo entraste?
Bajo mi mano el corazón me late a una velocidad peligrosa para mi salud cardiovascular. Estoy tan sorprendida como exaltada por su presencia en mi dormitorio.
¿Cuánto llevará ahí?
—Dejaste caer la llave en el parking del club —se yergue y veo como lanza el cigarrillo por la ventana, efectivamente abierta de mi habitación —. Y he venido para ofrecerte una explicación.
—No la quiero —suelto arisca.
Sin que consiga decir nada más, le tengo encima en menos de lo que podía pensar y exige con rabia.
—Abre las piernas —presiona mis manos contra el colchón.
—¡°No! —le reto.
Sé que tiene más fuerza que yo. También sé que podría hacerme suya sin mayor esfuerzo porque me sabe encontrar muy bien cuando me busca pero esta noche estoy decidida a alejarme de él y tengo que conseguir que así sea.
—Estaba intentando alejarte de mí —de repente susurra con dulzura.
No intenta doblegarme nuevamente. Solo parece rendido incluso estando sobre mi.
Nuestros ojos se encuentran y su aliento me traspasa el paladar. Me encantaría besarlo pero elijo no hacerlo.
—Solo tienes que irte ahora y lo habrás conseguido —farfullo. Su respiración me calienta el cuello.
—Hueles tan exquisita como te ves. Me estoy poniendo enfermo a medida que paso más tiempo contigo y sé que voy a destrozarte si te tomo.
—No esperaba que lo hicieras, Thiago.
—Hasta mi nombre puede saborear tu boca y yo tengo que seguir lejos de ella —susurra en mi mejilla.
No sé lo que está haciendo ni lo que hago yo pero se siente increíble este hombre sobre mí.
—¿A qué has venido?
—A disculparme. Ya te lo he dicho —intenta bromear pero no sale muy bien.
—No acostumbro a dejar que todos los hombres que se disculpan conmigo lo hagan de esta forma.
—Eso espero —gruñe molesto —. No quisiera que me acusarán de homicidio.
Algo en sus palabras. En la manera de abordarme, de hablar conmigo me hace sentir en un nivel distinto de la relación que nos une.
Y creo que él siente lo mismo. Nuestra atracción es carnal mucho más que emocional. Somos dos animales que han perdido el raciocinio y simplemente dejan que sus hormonas los controlen.
—¿Qué estás haciendo, Thiago?
Cuando siento que su mirada le muestra perdido y vuelvo a tener el control de la situación, abro las piernas y su cuerpo cae contra mis caderas provocando que los dos soltemos un extraño bramido.
—He venido a decirte que te alejes de mí —confiesa soltando mis manos. Ahora los dos tenemos autonomía y aún así decidimos seguir adelante —. Que voy a destrozarte si te quedas, que lo que te mostré de mi con esas mujeres son todo lo que hago a diario y sin embargo tengo una frase dando vueltas en mi cabeza que desmonta todo lo que debería estar haciendo ahora mismo.
Relajo mi cuerpo debajo del suyo porque no quiero incitarlo pero tampoco quiero que se aleje. Me gusta como se siente entre mis muslos, sobre mi cuerpo.
—¿Qué es lo que quieres ahora, Thiago?
Nuestras narices se rozan cuando hablo y sus dientes aprietan sus labios cuando se le cierran los ojos. Parece estar sufriendo. No entiendo nada. Nada de nada.
Y acto seguido murmura de manera extrañamente apacible...
—Que a pesar de todo —me mira, hace una pausa y me mira —, muy a pesar de todo, Sussy no huyas de mí. Dame una oportunidad de encontrar la manera pero no huyas del tifón que sé que representa lo que soy.
...Y me quedo sin palabras porque no sé qué decir ni qué camino debería escoger. Si huir despavorida de su lado, o quedarme y sanar lo que me pide sin pedirme que sane.
Hay palabras que no se dicen ni gritandolas y otras que se dicen incluso sin susurrarlas.
¿Qué debería decir yo?