Capitulo 1: Deber
Capitulo 1
Observo la habitación parcialmente oscura siendo iluminada por la luz de la luna, mientras que estoy parada en medio. Un escalofrío recorre mi cuerpo y la sensación de ser observada me invade. Las cortinas de las ventanas, que dan a lo que creo es un balcón, se mueven con la suave brisa de invierno que entra por ellas, volviendo el lugar frio. Tiemblo, estrujando mis brazos.
"¿Hola?" susurro "¿Hay alguien aquí?" que pregunta tan estúpida, es obvio que no hay nadie. Seguramente me he equivocado de habitación, o el mayordomo se equivocó al enviarme al tercer piso de la mansión, donde viviré a partir de ahora. Me casé, ¿se puede decir así cuando el hombre con el que se supone que te casarás, no se presenta físicamente y en su lugar lo hace por un celular en altavoz y con un hombre autorizado para firmar por él? En fin, me casé con un hombre el cual no he visto aún. Pero las reglas del acuerdo prematrimonial fueron muy específicas.
Con un suave suspiro giro y me acerco a la puerta. Un gruñido bajo y amenazante me detiene, la mano que tengo en la manilla se aprieta con fuerza. Le tengo miedo a los perros, si es un perro me va a dar algo. Vuelve a gruñir, giro por reflejo la manilla abriendo la puerta, lista para salir corriendo.
"¿A donde crees que vas, pequeña conejita?" Una profunda voz suena detrás de mí. Deteniendo mi huída, mi corazón late con rapidez y mi cuerpo tiembla. "Puedo oler tu miedo. ¿A qué le tienes miedo, conejita?" ¿Es posible oler el miedo de una persona?
Meneo la cabeza.
"Yo-yo... nada."
"Cierra la puerta y ven aquí" demanda. Me siento indecisa, no se que hacer. "Cierra. La. Puerta." repite. Esta vez puedo sentirlo más cerca de mi.
Hago lo que me pide, cerrando despacio la puerta. me quedo quieta contemplando la madera oscura ante mí.
"E-l el p-perro" el perro vuelve a gruñir.
"No insultes a mi lobo con un vulgar pulgoso." él dice, sonando molesto. Lentamente giro, al hacerlo un grito queda atorado en mi garganta al ver lo que tengo delante de mí.
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UNOS DÍAS ANTES
"Debes hacerlo, hija. Es tu deber ayudar a la familia y contribuir con algo. Y ese algo es casarte con él, no te queda de otra."
"P-pero madre" mi voz se corta, "es mucho mayor que yo. Y-y las cosas horribles que hablan de ese señor son espantosas." mi madre hace un aspaviento con la mano.
"Son tonterías. Son puras blasfemias creadas por los medios de comunicación. Además 20 años de diferencia no es nada." mi madre se pasa la mano por su perfecto cabello apretado en un moño francés. Su nariz aristocrática, y ojos fríos y distantes me observan desde la puerta de mi habitación mientras que yo estoy sentada en el borde de la cama.
"Mami," mi voz se rompe "apenas tengo 17...
"Dentro de 2 meses cumplirás 18." me dice con rotundidad "esto no se trata de tu edad o de lo que quieras. Ese hombre está dispuesto a invertir en la empresa de tu padre y así salvarnos de ir a la quiebra... ¿O es eso lo que quieres?
"¡No! Por supuesto que no." no puedo más, dejo que las lágrimas fluyan.
"Eso pensé. No querrás causarle un disgusto a tu padre."
"¿Por qué Valentina no se casa con él?" mi madre me mira con horror.
"No. Tu hermana tiene un futuro prometedor, no la haré pasar por esto. Ella está en la universidad.
"¿Yo no tengo un futuro prometedor?" pregunto, sintiéndome herida por sus crueles palabras.
"¡Dios, que niña tan difícil eres!" exclama, alzando los brazos al aire. ¿Yo soy difícil? ¿En serio? Siempre he sido la callada, reservada y obediente. Siempre haciendo todo lo que mis amados padres quieren.
Aprieto con fuerza mis puños en mi regazo, conteniendo las ganas de llorar. Que mi madre me vea llorando es lo peor que puedo hacer.
"Esta bien." Acepto.
Mi madre me da una mirada arrogante.
"Cómo si tuvieras opción. Lo vas a hacer, por que mientras vivas en esta casa, yo mando en ti, así que hazte a la idea de que dentro de unos días te casaras," muerdo el interior de mis mejillas. "Pero me parece bien, que seas una niña razonable.
Asiento.
"¿Cuando sería la boda?"
"No pensé que tuviera una hija retardada." dice mamá, luciendo más alegre ahora mientras que se pasea por mi habitación. "El señor Walsh quiere que viajes lo antes posible a su mansión."
"¿Que viaje?" repito.
Mi madre luce exasperada cuando me ve, poniendo los ojos en blancos.
"Si, niña. ¿Desde cuanto eres sorda?"
"Pero... ¿por qué tan pronto? ¿Y papá? ¿Valentina?"
"Tu padre está de acuerdo, Valentina está en un momento crucial de su carrera universitaria. Ninguno de ellos quiere que te distraigas de tus deberes. Además, el señor Walsh quiere verte cuánto antes."
Asiento, tragando el nudo que se ha formado en mi garganta. Y evitando con todas mis fuerzas que mi madre vea el temblor que recorre mi cuerpo.
"Entiendo."
Mi madre se acerca y me acaricia la mejilla.
"Serás una buena esposa, hija. Confío en ti."
Mi madre sale de mi habitación, dejándome sola con mis pensamientos tumultuosos. Me levanto de la cama y me acerco al espejo, observando mi reflejo con ojos tristes. ¿Cómo he llegado a esto? ¿Cómo he permitido que mi vida sea dictada por otros?
Una lágrima rueda por mi pálida mejilla y la limpio con mis delgados y delicados dedos. Respiro hondo porque se que debo hacer lo correcto por el bien de la familia Brennan, necesito hacer que mi padre se sienta orgulloso de mí. Se que voy a poder con esto, tengo que poder con esto... ¿Y si los rumores son ciertos? ¿Y si realmente a matado a sus anteriores esposas? ¿Acabaré igual que ellas? Miles de pensamientos asaltan mi cabeza mientras que camino de un lado a otro en la habitación. A veces me preguntaba si realmente esa mujer que dice ser mi madre me parió o si tan solo fui adoptada por ellos, es que siento que no soy nada en sus vidas... bueno ahora lo soy. Seré esa moneda de cambio que salvará el apellido Brennan.
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Despierto de golpe jadeando por aire mientras vuelven a mi mente los acontecimientos de los dos días anteriores.
"Dios, ¿cómo se supone que voy a poder casarme con un hombre que ni siquiera conozco?"
Mis dedos se hunden en mi cabeza llena de cabello negro azabache en un intento por despertarme. He pasado dos días encerrada en mi habitación tratando de asimilar lo que se supone que debo hacer en cualquier momento.
Me estiro en la cama desperezando mi cuerpo. ¡Esto es una completa locura!
¡GOLPE, GOLPE, GOLPE!
Los fuertes golpes en la puerta y la voz de Henry, nuestro mayordomo, suenan a través de ella.
"Señorita Elizabeth, ¿se encuentra despierta?"
Es un poco extraño que Henry venga a despertarme.
"Por qué me preguntan si estoy despierta, si estuviera dormida, ¿cómo le respondería?" murmuro sarcásticamente.
Pateo las sábanas que están enredadas en mis piernas y me levanto, agarrando la bata de seda roja que se encuentra en el copete de la cama antes de abrir la puerta de mi habitación.
"Oh, señorita, finalmente se ha despertado." Henry, el viejo mayordomo de la familia Brennan, me mira con desdén, entregándome una bandeja con el desayuno. Frunzo el ceño extrañada por tal acción, ya que él solo le sirve al señor y señora Brennan.