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CAPÍTULO 5. (parte 2)

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—Hey… ¿Cómo estás? ¿Qué haces? —Jeremy me saludó y me tendió una soda. Se la agradecí y me rodé en la banca para dejar que se sentara—. Alexa sigue hablando con los chicos desde hace una hora.

—Si, terapia familiar, terapia individual y creo que tienen mucho que arreglarse, escuché decir a Fernando que Rámses y Gabriel fuesen a terapia era algo que habían intentado desde hace mucho tiempo—bromeé—. Mientras tanto, yo hablaba con Donovan, me llamó para saludar y no le había contado de Hayden, así que terminó llamando a Isaack también para no tener que explicar dos veces.

—Pensé que no se hablaban—dijo sorprendido.

—Yo también lo creí, pero te digo que no me sorprende de ellos.

—¿Me ayudas con algo? Quiero averiguar sobre ese número del que recibí ese mensaje de quien dice ser mi papá. Se me ocurre que, si alguien más le escribe, no sé, podría obtener más información de quien mandó el mensaje.

—No sé si esa sea una buena idea. Fíjate, tanto como si te hubiese escrito tu verdadero papá o una persona queriéndote hacer una broma, estarán esperando que tu trates de buscar más respuestas, así que no caerían con algo como eso. Y más si cualquiera que sea el caso, no están dispuestos aun a revelarte su identidad.

—¿Crees que sea una broma? Porque no sé quién podría ser. Muy pocas personas saben de mi búsqueda de mi papá, y dudo mucho que esas personas fuesen capaz de bromear con eso.

—No lo sé, pero creo que en cualquier caso no tienes ese factor sorpresa que lo haría caer para que obtengas mas información.

—Entonces ¿Qué hago? No le he respondido.

—Ni lo hagas. Si alguien quiere gastarte una broma, pues verás que no caíste y perderá la gracia. Pero si es de verdad tu papá, insistirá en escribirte.

—Estoy en un punto muerto—Jeremy se tumbó sobre la banca, y subió sus piernas sobre las mías—. Pues ya busqué el numero—confesó y no esperó mi reacción—. Y no coincide con ninguno de mis principales sospechosos.

—Dices sospechoso como si hubiesen cometido algún delito.

—Serán culpables hasta que demuestre lo contrario—aclaró—. Hice una lista de todos los posibles hombres que se ajustan al perfil de mi papá, pero es muy amplio. Los filtré considerando si pudieron haber conocido a mi mamá y fui descartando poco a poco algunos, los que ya murieron, los que eran demasiados viejos, los homosexuales y los que se cambiaron de sexo. Son muchos.

—¿Los que se cambiaron de sexo?—pregunté asombrada.

—Si, bueno un par solamente. Digo que mi población de búsqueda es muy extensa. La he ido reduciendo como sabes, y sin embargo el número de donde me escribieron no corresponde a ninguna de las ciudades donde viven esos sospechosos.

—¿Y si compraron un teléfono en otra ciudad?.

—Es posible, pero descarté a los que no han salido de su ciudad en tres meses y a los que nunca han venido para acá.

—Y no puedes comprar la línea telefónica por internet—confirmé y él asintió.

—Así que tengo dos opciones: la primera es comenzar a buscar en todos los sospechosos descartados y volver a descartarlos…

—Esa opción suena eterna. ¿Cuál es la otra?.

—Esperar que aparezcan nuevas evidencias—y se desinfló.

—Esperar que escriba otra vez. ¿Ves? No se me da mal resolver misterios.

—Tampoco eres Nancy Drew—me sacó la lengua—, pero reconoceré tu capacidad analítica. Me gusta cómo piensa tu cerebro. ¡Lo he hecho todo mal!—gritó poniéndose en pie—. Tengo las direcciones, pero no necesariamente significa que sean las actuales.

—Jer…—quise advertirle de su obsesión.

—Lo sé, Mia, lo sé. Pero necesito mantenerme ocupado—reconoció.

—Es el pasatiempo más raro que he conocido, pero hay peores. Además, no soy quién para juzgarte. Avísame si puedo ayudarte en algo.

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Al final de la tarde y después de esa sesión maratónica de terapia con Alexa, en conjunto y por separado, finalmente ella se despidió prometiendo regresar al día siguiente.

—Ven acá—Rámses me haló hasta su regazo, me envolvió en un abrazo y escondió su rostro en mi cabello—. Perdón por todo, por haberte dejado sola con esto y en general por ser un verdadero imbécil con Hayden—susurró.

—Por lo primero puedo perdonarte, pero por lo segundo, no es conmigo con quien debes hablarlo.

—Pero te lastimé y también debo reparar ese daño—escuché las palabras de Alexa y fue reconfortante saber que lo había entendido—, quizás con… ¿un buen orgasmo?.

Y reí, porque sé que, aunque su propuesta orgásmica era sincera, no sería de verdad esa la forma en la que me resarciría.

—Está bien.

Y lo escuché sonreír contra mi espalda mientras sus dedos coqueteaban con el borde de mi camiseta, tocando ligeramente un poco de mi piel.

Con Rámses era difícil olvidar donde estábamos y con quien, así que me retorcí para apartar sus manos y eso solo lo hizo reír más. Comenzó a hacerme cosquillas mientras impedía que me levantase de su regazo.

—Terminarás con una erección si ella se te sigue moviendo así—dijo Hayden desde la cama.

—Très tard – Muy tarde.

Me seguí retorciendo y cuando por fin me soltó me levanté con rapidez y pude ver el bulto en sus piernas. Rámses se estiró en el mueble, sosteniendo sus manos entrelazadas en su nunca, sus ojos brillantes, sus dientes mordisqueando el piercing de su boca. Me miraba con picardía, luego miró su entrepierna y después con un leve movimiento de cabeza me invitó a salir de la habitación con él.

Con el calor recorriendo todo mi cuerpo, me negué horrorizada ante su descaro, él alzó su cadera y mordisqueó su labio, lo que hizo mas notoria su erección. Ahogué un pequeño grito y miré con preocupación a Hayden.

Sin embargo, mi entrepierna, me traicionaba. Si hubiese sido por ella, ya estaría en algún lugar, saciándose.

Rámses se reía como si pudiera saber las decisiones divididas de mi cuerpo. Fue Gabriel quien me sacó del apuro, cuando le pasó un cojín para que se cubriera, antes de que Hayden notase lo que estaba ocurriendo.

—Gracias, aunque no lo necesito—dijo ahogándose de la risa—, este es su tamaño regular.

—Ya quisieras tu—respondió Gabriel ladeando la sonrisa.

—¿Te muestro?

—¿Por fin haremos cucharita?.

—Tu no podrías con esto.

—¿De qué hablan?—Fernando entró a la habitación y aunque intenté evitar que Rámses respondiera, no tuve éxito.

—Del tamaño de mi pene y de como Gabriel no podría con algo así.

—¿Y por que yo sería el pasivo? Tú, serías mi perrita—Gabriel dudó y se giró hacia Hayden—. ¿Es ofensivo que le diga perrita o debo decirle perrito? ¿El pasivo se considera el femenino de la relación? ¿O esta pregunta también es ofensiva?

Hayden comenzó a negar, confundido o quizás abrumado por todas las preguntas de Gabriel, después de todo, era algo nuevo en la dinámica de ellos.

—¿Tu eres el pasivo o el activo?—preguntó Rámses y Gabriel asintió emocionado, como si esa pregunta anulara todas las anteriores.

—Francamente, no tienen un poquito de consideración con Hayden—reclamó Fernando.

—¿Qué? Se está riendo—se excusó el francés y era cierto, Hayden se estaba riendo.

—Bueno, creo que llegué en buen momento—Ameth entró en la habitación saludando a todos.

—En realidad, si, porque cinco minutos antes…—murmuró Gabriel a mi lado y lo codeé con fuerza.

Cinco minutos antes y mi papá hubiese visto la erección de Rámses.

Ameth se acercó hasta la cama donde estaba Hayden y le tendió la mano y luego lo abrazó.

—Me gusta verte así amigo, me alegro muchísimo—Hayden se lo agradeció—. Lamento no haber venido antes, tuve que atender unos negocios y fueron impostergable. Cuando viajo a verlos suelo dejar todo listo y organizado, pero como esto fue inesperado, aproveché la oportunidad…

—Lo lamento—comenzó a decir Hayden…

—Que va, yo no, de vez en cuando es bueno caerle de sorpresa a los negocios, por eso tuve que reunirme con la directiva todo el día. Por cierto, ya dispuse todo para que puedan quedarse en la habitación, traerán una segunda cama y un sofá cama, pero insistiré que cerca hay un hotel.

—Entonces es cierto ¿eres el dueño?—preguntó Mike.

—No el dueño, un accionista más.

—Tu y yo tenemos que hablar, pero no ahora por supuesto, no te estoy ofreciendo mis servicios como abogado, quiero un poco de tus conocimientos en este campo.

—Claro, puede ser en la cena, si te parece—Mike aceptó—, de hecho para eso vine. ¿Qué tal si vamos a cenar?.

Todos miramos a Hayden, no queríamos dejarlo comiendo solo.

—Vayan, no se preocupen.

—No, my friend, no entendiste, vamos a cenar todos juntos pero no acá. Tu estás convaleciente no inconsciente y tu médico no tiene ninguna objeción en que puedas ir con nosotros por una buena comida.

El rostro de Hayden se iluminó, tanto como el de todos. Ulises lo ayudó a vestirse, no porque necesitara ayuda, sino porque quería hacerlo. Salimos del hospital y caminamos hasta el mismo restaurante donde comimos la noche anterior.

Fue una velada tranquila, no pude dejar de sonreír en ningún momento, porque hacía muchísimo tiempo que no estaba con toda mi familia reunida en una mesa.

Hayden le hacía muchas preguntas a Rámses y a Gabriel, quería saber de sus clases, de sus amigos, de todos los días que se perdieron, Fernando también los escuchaba. Mike conversaba con Ameth sobre la junta directiva de la clínica y Gabriel, Jeremy, Ulises y yo conversábamos de películas.

En lo que se sintieron cinco minutos pasamos dos horas, de las mejores que he pasado en los últimos meses.

Regresamos a la clínica cansados. Ameth se fue a su hotel mientras que nosotros nos acomodamos en donde podíamos para dormir y esperábamos turno para entrar al baño de la habitación. En la segunda cama que trajeron se acomodaron Fernando y Gabriel. En el sofá cama lo hicieron Jeremy y Mike, dejando espacio para un tercero, pero Ulises se negó.

Hayden estaba hablando con Susana por teléfono, la persuadía para que no se ausentara de sus clases y viniese a visitarlo, una conversación que habían repetido muchísimas veces desde que la etapa depresiva de Hayden comenzó.

Cuando Hayden colgó la llamada, Ulises le susurró algo que lo hizo sonrojar e incomodar de inmediato, pero en cambio a Ulises lo hizo sonreír.

—Amelia…—me llamó Ulises y acudí a su lado—. Hayden tiene un poco de vergüenza de que compartamos la cama.

—Pues no deberías.

—Contigo no hay problema, es que ellos podrían…

—¿Podríamos qué? —preguntó Rámses, quien estuvo escuchando el murmullo y lo acababa de hacer público.

Hayden balbuceó sin querer explicarse. Rámses a falta de mejores palabras: se hizo el tonto.

—Padrino, o le das espacio a Ulises, o dormirá de cucharitas con alguno de nosotros. Tú decides.

Ulises no esperó la reacción lo hizo moverse hasta que logro subirse, se aprovechó de que Hayden estaba paralizado, tenso, a duras penas lograba reaccionar, y cuando lo hizo, ya Ulises estaba acostado a su lado.

—Relájate, compadre, eres gay, acéptalo—dijo Fernando.

—Y un asalta cunas, pero ambas cosas ya la aceptamos nosotros—Mike se giraba tratando de acomodarse en el pequeño espacio, sus pies sobresalían en el aire.

Nos reímos aunque Hayden tan solo un poco. Me fui quedando poco a poco dormida en los brazos de Rámses mientras escuchaba el murmullo de lo que conversaban los muchachos, la gran mayoría de lo que escuchaba eran bromas, así que también escuchaba sus risas.

En la mañana siguiente me levanté cuando llegó la enfermera para tomar las muestras de sangre de Hayden. Si salían bien todos los resultados podría irse a casa hoy mismo. Mientras todos iban saliendo de la habitación yo comencé a sentirme mareada y las náuseas volvieron a atacarme. Intenté contenerme, pero cuando me levanté me tuve que sostener de la pared y cuando creí que vomitaría encima de la enfermera, y bajo la mirada extrañada de Hayden, corrí al baño y me encerré.

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