CAPÍTULO 1. (parte 1)
¿Está vivo?.
—¡Cállense todos!—grité—. Ulises ¿Qué pasó?.
—Consiguieron a Hayden inconsciente en su habitación. Lo trasladarán a la clínica New Hope.
—¿Qué le pasó?.
—Se tomó unas pastillas, muchas—respondió Ulises.
—¿Está… está vivo?.
—No lo sé.
Su voz se quebró tanto como mi corazón en ese momento.
El teléfono se deslizó entre mis manos, toda mi fuerza desapareció por lo que sostenerlo se había hecho imposible, era inhumanamente pesado para mis ahora flácidas manos, sin embargo, Gabriel logró atajarlo antes de que se estrellara contra el piso, como si en ese momento eso fuese importante. Rámses me atajo a mí, pero tampoco sentía que fuese importante que yo cayese al piso en una dolorosa caída. Quizás así podría concentrarme en ese dolor en vez de el que comenzaba a quemarme desde lo más profundo.
Gabriel comenzó a hablar con Ulises, pero yo no lograba entender lo que él repetía en voz alta para el conocimiento de todos, y tampoco quería entenderlo porque estaba asustada. Enterré mi cara en el pecho de Rámses, queriendo colarme dentro de él, no sentir nada más, no saber nada más.
Quería que mi llanto no me dejara escuchar y sin embargo algunas palabras llegaron hasta mis oídos, empeorando mi angustia: No respira. Pastillas. Suicidio.
Teníamos que salir, acudir al encuentro de Hayden, fue lo logré entenderle a Rámses, quien ya estaba vestido, pues iba a salir a comprarme una prueba de embarazo, pero Gabriel seguía en pijamas, así que corrió a su habitación y regresó en lo que me parecieron fracciones de segundo. Salimos del departamento, Rámses llevándome de la mano, guiándome en el camino, porque mi mirada era borrosa por las lágrimas y al parecer había olvidado, en medio de este dolor, incluso como dar pasos sin tropezar.
—Se cortó la llamada—anunció Fernando, a quien Gabriel le había dado mi teléfono antes de correr a cambiarse de ropa, y me tendió el aparato.
Lo vi como si ni siquiera reconociera ese aparato que tantas malas noticias me trajo. De hecho, no quería agarrarlo, así que Rámses lo hizo por mi.
—Repite lo que te dijo—le pidió Mike a Gabriel cuando estábamos en el ascensor.
—Al parecer Hayden está o estaba en un centro de rehabilitación y esta mañana lo consiguieron sin respirar en el piso de la habitación. Lo trasladaron hasta la clínica New Hope y avisaron a los familiares registrados.
—Pero… ¿él no estaba de viaje?—preguntó Mike y todos me miraron.
Había guardado el secreto muy bien, pero ya había salido a la luz.
—Creo que su teléfono se descargó, la llamada cae directamente al buzón de voz—anunció Gabriel, quien había seguido intentando llamar a Ulises, sin resultados.
Subimos al auto de Mike y mientras Fernando colocaba la dirección en el GPS, Mike manejaba con gran rapidez. Comencé a marearme y luché con las náuseas, estaba segura de que era por los nervios no por el posible embarazo producto de mi descuido.
—Bombón, tienes que calmarte—me susurró mi francés, y solo entonces me di cuenta de que no había parado de llorar en todo ese momento.
—Por lo que sabemos, aunque no respiraba cuando lo consiguieron, no dijeron que no tenía signos vitales—agregó Fernando girándose en el asiento del copiloto.
Y eso fue lo que me hizo reaccionar. Fernando tenía razón, lo debieron conseguir personal del centro de rehabilitación, no enfermeros, no personas capacitadas para dar realmente una declaración médica. Quizás dijeron que no estaba respirando, pero probablemente si lo hacía aunque muy poco. Mi mente comenzó a aclararse del miedo, y comencé a pensar con mediana claridad.
Tomé mi teléfono de las manos de Rámses y llamé a Ameth, navegué con gran dificultad por el teléfono, gracias a mis manos temblorosas.
—Papá…—y mi voz sonó entrecortada, aunque había querido disimularla.
—Mia, ¿Qué pasó?—su voz era soñolienta, quizás lo acababa de despertar.
—Es Hayden, lo encontraron inconsciente en el centro médico, lo llevaron a la clínica New Hope. Fue… fue un suicidio. Intento de suicidio—me corregí.
Mi papá, Jeremy, Ulises y yo, éramos los contactos de emergencia de Hayden, pero en lo que notificaron al primero, Ulises, no tenían que avisar a los demás. Me tocó a mi darle la mala noticia.
—¿Dónde estás?—preguntó con una voz mucho más activa mientras lo escuchaba desplazarse con rapidez entre las distintas voces que escuché de fondo.
—Mike, Fernando, Gabriel, Rámses y yo vamos rumbo a la clínica. Ulises igual, aunque salió antes que nosotros. No hemos podido volver a comunicarnos con él. Papá…—fue un pequeño ruego con tantas palabras que no podía decir, que no salían de mi boca, pero que a pesar de mi silencio él entendió a la perfección.
—Yo me encargo, no te preocupes. Esto ya lo habíamos previsto, recuerda. Nos vemos allá.
Y él tenía razón, él se encargaba. Mi papá fue quien buscó el centro de rehabilitación y quien se había hecho cargo de todos los preparativos para que la identidad de Hayden permaneciera oculta, y esa clínica a la que estaba siendo trasladado también protegería su identidad, por lo que me dijo en su oportunidad.
Colgué el teléfono bajo la mirada expectante de todos pero no quería decirles nada. Esto… esto era culpa de ellos, ellos fueron lo que hicieron que Hayden se sumergiera en ese agujero negro de depresión y tristeza. ¿Y ahora si están preocupados?.
La rabia comenzó a reemplazar una parte de mis angustias y temores, y eso en estos momentos, eran buenas noticias.
—Muñeca…—comenzó a decir Mike, pero lo interrumpí con tan sola una mirada, mi rabia se escapaba por cada uno de mis poros.
Tomé el teléfono y esta vez llamé a Jeremy para avisarle y de inmediato comenzó a alistarse para encontrarse con nosotros en la clínica. Colgó no sin antes asegurarme de que todo estaría bien y que Hayden lograría salir adelante. Él me daba ánimos a mi, cuando él también perdería y mucho, si Hayden fallecía.
Lo habíamos hablado un día donde lo vi muy agobiado, no hace mucho, donde no lográbamos ver mejorías reales en la reclusión de Hayden. Me costó sacarle su mayor temor, porque también él sentía que era su mayor vergüenza. La vida de Hayden le preocupaba, porque lo quería, pero si Hayden fallecía, siendo la única familia que ahora tenía, siendo su padre adoptivo, habría quedado una vez más huerfano, otra vez a la deriva. Le aseguré que no se quedaría sin familia, que nos tendría a todos pero su respuesta fue tan sincera como contundente “¿los tendré a todos como los tiene Hayden en este momento?”. Ese fue el día que entendí con gran dolor que desde el momento en que todos decidieron darle la espalda a Hayden, en su momento de más necesidad, habian dejado de ser su familia. “Pues contarás conmigo” le aseguré.
“Por eso quiero conseguir a mi papá, no importa si no nos llevamos, si resulta ser el patán que abandonó a una mujer que embarazó, porque sabré que no estoy solo en este mundo, que sigo perteneciendo a alguien, aunque no lo quiera”.
Le respondí a Jeremy que él tambien me pertenecía a mi, porque era parte de mi familia, porque era mi hermano tanto como yo consideraba a Hayden un padre, y aunque logré quitarle un poco de su angustia tal como me dijo, siguió buscando a su papá biológico con mas impetú que antes.
Él es fuerte, fue lo que me dijo Jeremy, y lo único que yo me repetí mientras ignoraba las preguntas que me hacían todos en el auto.
—Amelia, ¿nos estás escuchando?—la voz autoritaria de Fernando me hizo enojar.
¿Acaso creía que podía ahora usar su autoridad para obtener información? Cuando yo se la quise dar no le interesaba. ¿Ahora sí, porque ahora si estaba preocupado? Pues no quiero, no puedo. No se lo merecen, todo esto….