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Capítulo 2

-Cállate, Gin Gin- me muerde el hombro en tono de broma, luego empieza a hablar de nuevo. -Está bien que muestres lo hermoso que tienes, y sabes que no me refiero solo a tus pechos, en realidad- me mira detenidamente a través del reflejo de mis ojos y en el mismo momento, donde me había mordido antes , me deja un pequeño, inesperado y dulce beso.

-Y eso es esto- quita su dedo índice y me da, como esperaba, una palmada en el trasero, haciéndome saltar. Lo incinero con mis ojos, inmediatamente se aleja de mí. Con un gesto casi teatral, se pone su chaqueta azul, combinada con el pantalón que ya lleva puesto, y no puedo evitar detener mi mirada en la camiseta blanca, que deja ver claramente sus abdominales. El imbécil sabe exactamente lo que está haciendo cada maldita vez que salimos, lo que hace que su belleza sea aún más cautivadora.

-Deja de mirarme así Gin Gin, podría causarte pensamientos perversos- me da una sonrisa pícara, levanto mi dedo medio en respuesta. -Ahora apresurémonos- se une a mí nuevamente por detrás. Suspiro mientras envuelve una mano alrededor de mi cintura mientras sostiene su teléfono en alto con la otra.

-Sonríe al mundo, mi Reina- susurra en mi oído, y luego hunde su rostro en mi cuello.

Me obligo a hacer lo que me dice y finalmente tomo su foto habitual antes de la noche para Instagram, mientras se forman algunos escalofríos en mi piel sensible.

A Ross le gustan mucho las redes sociales, aunque a menudo ni la mitad de las cosas que publica se acercan remotamente a la realidad. Pero eso es lo que él quiere: que los demás sepan sólo lo que él quiere que sepan, engañándoles que pueden llegar a conocer al verdadero Ross a través de simples frases o fotografías inútiles. Esta es su forma de protegerse.

-Vámonos ahora, o Janette solo entrará para tirarnos, directo a su auto- luego murmura, entregándome su bolso de mano el cual agarro de inmediato. Pongo los ojos en blanco y ni siquiera tengo tiempo para quejarme del hecho de que es su culpa que hayamos llegado tarde y me saca de la habitación agarrándome del brazo.

-¿Puedes, al menos por esta noche, no traer a nadie a casa, dejándome dormir en paz? No dormí anoche- gimo, corriendo detrás de él por las escaleras.

Pasamos por el salón y veo a su madre en la cocina. Voy a despedirme, pero él me aparta una vez más.

-Siempre puedes dormir en tu casa, bebé- me guiña un ojo, mientras yo lo miro en cambio.

-Bueno, Kiara me hizo una habitación a propósito, no quiero decepcionarla por no usarla- pongo una sonrisa falsa, mientras él me hace una mueca.

Todo esto mientras corre hacia el auto de Janette.

-Eres solo el sustituto de mi hermano para ella, no te engañes-.

Llegamos al auto de Janette, -¡Pero si Kiara me ama!-, entro para sentarme al lado del asiento del conductor mientras Ross se sienta en la parte de atrás.

-Buenas noches Janette- Llamo la atención de la rubia, quien de inmediato se quita sus AirPods solo para comenzar a cantar feliz cumpleaños en mi oído, probablemente tratando de romperme algunos tímpanos.

Me encuentro con la mirada atónita de Ross. -Y pensé que estaba enojada-.

-¡Lo soy, Lorenzo! Pero el cumpleaños de mi mejor amigo es más importante que tú siempre llegando tarde – ella le lanza una mirada asesina. -Samalisa Ela me dijo que te tomaste horas en la ducha, obligándola a arreglarse en menos de veinte minutos. ¡Mira ese cabello!- Trato de arreglar mi cabello despeinado en vano, Ross lo peinó especialmente para mí de esta manera, diciendo que me daba un aspecto más salvaje y sensual.

Aparto la mirada de Ross, haciéndome más pequeño en el asiento.

-GinGin habla demasiado, ¿no?- dice tirando de un mechón de mi cabello por detrás y haciéndome soltar un pequeño grito de dolor.

Janette niega con la cabeza, renunciando a arreglarme el cabello, y enciende el auto, "Eres un niño, Lawrence".

Salimos rumbo al club y el silencio en el auto es barrido solo cuando Ross comienza con un: -¿Adivinen quién respondió a la historia con nuestra hermosa foto con una feroz reacción?-

Janette y yo nos miramos por un segundo, luego le preguntamos al unísono -¿quién?-

Pasa el teléfono frente a nosotros, mostrándonos la conversación con Mike Garroway. En ese momento, naturalmente levanto ambas cejas con sorpresa. Es uno de los chicos de la escuela considerados inalcanzables. Un poco como Ross en realidad.

-¿No rechazamos las reacciones a las historias como enfoques aceptables?- Janette comienza a mirar el camino frente a ella nuevamente.

-Bueno, se podría hacer una excepción con Mike Garroway, ¿no crees?- golpea dos dedos en mi cabeza para llamar mi atención, me muerdo el labio inferior con incertidumbre.

A Ross le gusta desafiarme.

-Tal vez... depende de cómo vaya a actuar en la vida real, ¿no? Si lo ignorará o si realmente lo intentará-.

-Bien hecho mi niña, recuerdas todas mis lecciones- Ross curva sus labios carnosos en una sonrisa, luego toma el teléfono de mis manos.

-Lo intentaré- Me encojo de hombros sin convencerme. Nunca he entendido ninguna de estas cosas. Si no fuera por Ross o Janette, realmente no sabría nada al respecto. Ellos son los que están tratando de enseñarme algo sobre los chicos, no es que esté tan interesada en este momento...

El caso es que me encantaría ser como ellos, hacer caer a todos los chicos a mis pies como Janette y Ross y acostarme sin pensarlo más de una vez, pero mi mente no me lo permite. Algo me recuerda puntualmente a mis pesadillas y hace que me cuadre.

Y luego, como en mis pesadillas, no puedo moverme ni decir mucho más que -déjame en paz- mientras las náuseas comienzan a torturarme.

-Hemos llegado- La voz de Ross me devuelve a la realidad una vez más, y cuando miro por la ventana noto que Vox ya está lleno de gente. Por otro lado, ahora es casi la una de la mañana y la noche casi ha comenzado.

Bajamos del coche y en cuanto Janette lo cierra, Ross nos coge del brazo para escoltarnos hasta la entrada como si fuéramos niñas de cinco años. Saluda al guardaespaldas, Johnny, con una inclinación de cabeza y como de costumbre nos deja pasar sin mirar los documentos. Tan pronto como entramos y nos encontramos ya en medio de la multitud de personas, Ross me abraza más hacia sí mismo, haciéndonos un espacio hacia adelante y llevándonos hasta nuestra mesa, ubicada unos pasos más arriba en la pista de baile. Una especie de privado.

-Esta noche hay mucha gente- Ross levanta la voz, mirándome desde arriba. Asiento distraídamente.

-Es porque es sábado- Trato de que me escuche. Me llega a la oreja. La mayoría de las veces venimos los domingos, cuando hay menos gente, o entre semana.

-Si alguien se te acerca le corto la yugular- me susurra. Me giro un poco para mirarlo a los ojos, quizás terminando demasiado cerca de él, luego Janette me tira lejos de él.

-Soy Lorenzo otra vez- me señala hacia el barman con aire molesto.

-Perfecto, ¿por qué no vas a buscarme un trago también?- Ross se une a nosotros.

-¿Por qué no vas y lo pruebas tú mismo? Estoy cansada de escucharlo hablar de sus malditas rosas cada vez- le responde inmediatamente Janette. De hecho, es una verdadera bola y cadena que no hace más que hablar de jardinería.

¿Quién empieza a hablar de suelo para coquetear con chicas?

-Porque evidentemente no le gustan las pollas, Jany- se gira hacia ella, pero esta última automáticamente se gira para mirarme, con cara seria.

Leo sus pensamientos incluso antes de que me los exponga.

-Vámonos antes de que cometa un asesinato-.

Sí, Janette realmente odia que la llamen Jany y a Ross le encanta bromear con ella. A Ross le encanta provocar a cualquiera. Le divierte y me divierte verlo divertido.

Así que, siguiendo las órdenes del jefe, Janette y yo nos dirigimos a la barra, por lo menos más libre que la pista de baile, y al final, como era de esperar, Lorenzo nos ofrece nuestras dos copas habituales. Lamentablemente no podemos robar otro, pero al final decidimos ofrecérselo al querido Ross. -Tan buenos amigos como somos- , lo escribo en una nota y Janette la pega a su vaso con un trozo de whisky.

-Y no digas que no somos los mejores amigos que has tenido- Janette se lo entrega con ojos dulces cuando volvemos a nuestra mesa.

-Ni siquiera diré lo contrario, Gin Gin lo sabe- Me siento cuestionado. Miro a mi mejor amigo, sus ojos verdes brillan aún más bajo los reflejos de las luces de colores del club, mientras están ligeramente cubiertos por un mechón de cabello.

-Tiene el corazón frio- le provoco fingiendo hablar en serio. Ross me mira, luego arranca la nota y la mete en uno de los bolsillos de sus pantalones, tratando de que nuestro mejor amigo no lo vea. Ya sé que se lo quedará. Comienza a tomar su trago, al igual que Janette y yo, mientras nos traen las acostumbradas botellas de Absolut Vodka acompañadas de gaseosa de limón y algunas otras bebidas que en realidad nunca habíamos tomado.

Empezamos a chismorrear sobre la ropa de las otras chicas en el club como viejos chismosos y finalmente, después de unos tragos más, Ross logra arrastrarme a la pista de baile con él y Janette.

Y es en esos momentos que siempre me pregunto por qué puedo hacer que Ross me toque sin ningún problema, sin sentir náuseas. Acaricia mis muslos desnudos hasta mi cintura, luego la aprieta, acercándome a él y haciendo que mi espalda se adhiera a su pecho. Bailamos muy juntos, casi como si fuéramos uno, y me siento seguro. Dejo que mi cabeza caiga hacia atrás, apoyándome completamente contra él mientras siento su aliento haciéndome cosquillas en el cuello.

Me dice algo al oído, pero no puedo oírlo porque la música está muy alta. Se aleja de mí y lo veo dirigiéndose hacia el bar, así que sigo bailando con Janette a mi lado, mis sentidos ahora adormecidos por el alcohol. Y es precisamente por el alcohol que cuando siento que mi cintura se vuelve a apretar y un pecho choca contra mi espalda no me molesto en asegurarme de quién es y sigo avanzando.

Sin embargo, es cuando una mano del chico detrás de mí intenta pasar por debajo de mi vestido, en mi muslo, que me pongo alerta.

Ross nunca haría eso sin mi consentimiento.

Por eso él lo hace y los demás no.

Me congelo instantáneamente, juntando mis muslos. Me giro para mirar la cara del chico, y no, no es Ross.

Marcos Timo.

Trago saliva mientras trato de dar un paso atrás, pero el chico me agarra por la cintura de nuevo, acercando su rostro al mío. -Finalmente te soltó por un momento. Mira lo que me has hecho, bebé, y cuando me hace sentir su excitación me congelo.

Levanto la vista al instante y como dos imanes mis ojos se pegan a los de Ross, sentado en la barra junto a Mike Garroway.

Mierda.

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