Sinopsis
-Entonces la ayuda es buena si es tuya, pero no si es de mis amigos-. -Quiero ayudarte a ser independiente, ¿qué hacen ellos en su lugar? Te ayudan y luego que? siempre te veo igual o me equivoco?-. "Tal vez no sea una buena idea hacer esto". -Ya has aceptado a estas alturas, y si no vienes mañana de verdad creo que le diré algo más a Lawrence. Tal vez viniste aquí-. -Gracias por recordarme lo gilipollas que eres-. -Por favor-. -Me voy. Mañana vuelvo siempre a la misma hora, después del psicólogo. Cuanto tarda mas o menos? Tengo que pensar qué decirles a Ross, Adam, Janette y... -Cristo, ¿tienes que explicarle todo lo que haces?- -Se preocupan por mí-. -Una vez que terminemos no tendrán que volver a hacerlo-. Pero Samalisa Ela no es la única en escapar. Sus amigos también lo hacen, e incluso Mark Timo, porque nadie es lo que parece: los chicos populares en realidad tienen una vida de mierda, pero les gusta ignorarlo y vivir su vida en una burbuja de cristal. Sin embargo, como ha aprendido Samalisa Ela, el vidrio se rompe en mil pedazos si cae, hiriendo lo que hay dentro. ¿Serán capaces de ayudarse mutuamente y reconstruir sus vidas sin perder samantha ela -Es la tercera vez que lo sancionan desde principios de año y el año empezó hace exactamente cuatro meses. ¿Se da cuenta de lo grave que es su situación, señorita Collins?- Mantengo la mirada baja y sigo arrancándome algunas cutículas del pulgar de la mano derecha. Si sigo así, saldrá sangre. -¡¿Es su culpa?! ¡Es Hoover quien está enojado con ella! -Lawrence, no te metas en el camino. Por cierto, ¿qué haces aquí?- Ahi esta. Sangre. -Hago lo que carajo quiero-. Presiono el pulgar de mi otra mano sobre la pequeña herida, aunque sé que el sangrado no se detendrá pronto. Se necesita algo de tiempo para sanar. -¿Seguro que quieres contestarle así a tu directora?- me quema -Mira... No tengo nada contra ti. Personalmente también me gusta y nunca le faltaría el respeto, lo digo en serio. Simplemente no creo que tenga que dar una explicación si voy a estar presente en la ejecución de mi mejor amigo. Finalmente miro a Ross a mi lado. -¡Oye!- Le pellizco el estómago, dejando escapar un gemido de dolor. -Aquí no habrá ejecución, solo quiero entender por qué la señorita Collins quería empezar el año así, y si es apropiado contactar a su pa-- -Te repito que no es tu culpa-- -¡Lawrence, no me interrumpas!- Iré a ver al director Evans. Por lo general, nunca se enoja, pero la expresión de su rostro en este momento no es muy tranquilizadora, lo que significa que realmente estoy exagerando. -La interrumpo cuando yo-- -¡Ross!- hablo solo para amonestar a mi mejor amigo con una mirada, tratando de hacerle entender que todo está bien, que está bien. No necesita convertirse en un abogado de causa perdida.
Capítulo 1
-Entonces la ayuda es buena si es tuya, pero no si es de mis amigos-.
-Quiero ayudarte a ser independiente, ¿qué hacen ellos en su lugar? Te ayudan y luego que? siempre te veo igual o me equivoco?-.
"Tal vez no sea una buena idea hacer esto".
-Ya has aceptado a estas alturas, y si no vienes mañana de verdad creo que le diré algo más a Lawrence. Tal vez viniste aquí-.
-Gracias por recordarme lo gilipollas que eres-.
-Por favor-.
-Me voy. Mañana vuelvo siempre a la misma hora, después del psicólogo. Cuanto tarda mas o menos? Tengo que pensar qué decirles a Ross, Adam, Janette y...
-Cristo, ¿tienes que explicarle todo lo que haces?-
-Se preocupan por mí-.
-Una vez que terminemos no tendrán que volver a hacerlo-.
Pero Samalisa Ela no es la única en escapar. Sus amigos también lo hacen, e incluso Mark Timo, porque nadie es lo que parece: los chicos populares en realidad tienen una vida de mierda, pero les gusta ignorarlo y vivir su vida en una burbuja de cristal. Sin embargo, como ha aprendido Samalisa Ela, el vidrio se rompe en mil pedazos si cae, hiriendo lo que hay dentro.
¿Serán capaces de ayudarse mutuamente y reconstruir sus vidas sin perder
samantha ela
-Es la tercera vez que lo sancionan desde principios de año y el año empezó hace exactamente cuatro meses. ¿Se da cuenta de lo grave que es su situación, señorita Collins?-
Mantengo la mirada baja y sigo arrancándome algunas cutículas del pulgar de la mano derecha. Si sigo así, saldrá sangre.
-¡¿Es su culpa?! ¡Es Hoover quien está enojado con ella!
-Lawrence, no te metas en el camino. Por cierto, ¿qué haces aquí?-
Ahi esta. Sangre.
-Hago lo que carajo quiero-.
Presiono el pulgar de mi otra mano sobre la pequeña herida, aunque sé que el sangrado no se detendrá pronto. Se necesita algo de tiempo para sanar.
-¿Seguro que quieres contestarle así a tu directora?-
me quema
-Mira... No tengo nada contra ti. Personalmente también me gusta y nunca le faltaría el respeto, lo digo en serio. Simplemente no creo que tenga que dar una explicación si voy a estar presente en la ejecución de mi mejor amigo. Finalmente miro a Ross a mi lado.
-¡Oye!- Le pellizco el estómago, dejando escapar un gemido de dolor.
-Aquí no habrá ejecución, solo quiero entender por qué la señorita Collins quería empezar el año así, y si es apropiado contactar a su pa--
-Te repito que no es tu culpa--
-¡Lawrence, no me interrumpas!-
Iré a ver al director Evans. Por lo general, nunca se enoja, pero la expresión de su rostro en este momento no es muy tranquilizadora, lo que significa que realmente estoy exagerando.
-La interrumpo cuando yo--
-¡Ross!- hablo solo para amonestar a mi mejor amigo con una mirada, tratando de hacerle entender que todo está bien, que está bien. No necesita convertirse en un abogado de causa perdida.
-Está bien, me detengo- levanta las manos en señal de rendición, luego las carga en su regazo, cruzándolas y haciendo un puchero que también sería adorable si no fuera por Ross, el más ácido chico en la escuela. Pero no conmigo, por lo menos le debo eso.
"No volverá a suceder", le digo, girándome hacia el director Evans.
En realidad, ambos sabemos que ese no es el caso, pero ¿qué puedo hacer al respecto? La profesora Hoover realmente me odia porque me negué a salir con su hijo, y luego no puedo tomar sus clases, entre otras. De alguna manera siempre logro perderme y ella, puntualmente, me atrapa en ese preciso momento allí.
Luego, la segunda vez que me enviaron a detención, solo estaba tratando de tirar mi kitkat atascado en la máquina expendedora, ¡no quería -patear una institución como la escuela-! Claro, puede que no lo haya hecho justo cuando pasó el Hoover, pero...
-¿Me está escuchando señorita Collins?- Ross llama mi atención apretando mi muslo. Nuestros ojos se encuentran brevemente, luego trato de mirar al director.
-Disculpa, no- lo hago suspirar mientras se pasa una mano por la cara con exasperación.
- Muy bien Lorenzo. Estoy tan desesperado que necesito que me ayude, porque de lo contrario su amiga podría no sobrevivir el año. Me muerdo el labio inferior mientras vuelvo a mirar la herida en mi dedo. Ahora duele menos, pero la sangre sigue fluyendo y no parece detenerse pronto. O incluso nunca.
Creo que necesitas un yeso si no quiero ensuciarme moviéndome.
-Lo intentaré, aunque las posibilidades de éxito si ella no quiere ayudarse a sí misma son iguales a -.
-Sí, lo sé, así que tráelo aquí, gracias- y Ross me quita la mano, apretándola entre las suyas.
Idiota, ahora se va a ensuciar.
-Ahora vamos a clase, te prometo que encontraré la manera de hacer que no pierda de vista al profesor-.
El problema, sin embargo, no son los ojos, sino los pensamientos.
-Será mejor-.
Pero eso está bien con ellos.
Cuando salimos de la presidencia, Ross todavía me toma de la mano. Me arrastra, sin siquiera una palabra, hacia nuestra próxima clase que, desafortunadamente para mí, es compartida.
-Ahora escucharás y tomarás notas, ¿me entiendes?- levanta mi rostro hacia el suyo con su dedo índice.
Solo asiento.
-No te atrevas a intentar empezar a dibujar dibujos al azar en tu cuaderno porque te estoy cortando un mechón de pelo. ¿Estamos de acuerdo?-
Mis ojos se abren, luego trago. Lo haría, estoy seguro de ello. Asiento de nuevo.
-¡Tesoro! ¿Te estás dejando amenazar por este mono parlante? Por favor déjala en paz, Lawrence- Janette viene hacia nosotros, arrebatándome de las garras de Ross para sentarme a su lado.
-¿Qué coño quieres, Jany?- Pongo los ojos en blanco. Ahora empezarán a discutir como siempre. Se quieren mucho, pero siempre se pelean como dos niños. Y aunque me gusta verlos discutir, esta vez no tengo ganas.
Y así me vuelvo a perder en mi cabeza mientras sus gritos son mi fondo. Afortunadamente, el profesor no está allí todavía, ni siquiera quiero seguirlo. Solo estoy pensando en el hecho de que, al final, el director Evans me salvó de la detención y, por lo tanto, no pasaré las próximas tardes en la escuela. Hoy es sábado y podría dormir en casa de Ross si mañana no fuera mi cumpleaños. Hans definitivamente querrá celebrarlo y yo no puedo escapar de su habitual pastel de medianoche casero. Exhalo con fuerza y esto desafortunadamente atrae la atención de mis dos mejores amigos hacia mí.
Ross se agacha a mi altura, poniendo su peso sobre sus rodillas, luego toma mi cara entre sus manos.
-¿Es para tu cumpleaños? ¿Echas de menos a tu madre?- y el hecho de que me pregunte con un tono de voz dulce me hace sentir culpable. En parte para mentirle. Me encojo de hombros, para que interprete mi respuesta.
Janette apoya su cabeza en mi hombro, comienza a acariciar mi brazo lentamente.
-Cariño, si quieres podemos salir juntos esta noche para que no te lo pienses- le propone.
-Hans se lastimará, sabes que le importa. Ya siempre se enfada por todas las veces que te quedas a dormir conmigo- Ross solo me sonríe. Tiene razón, lo sé, pero ¿qué se supone que debo hacer? No puedo hacerlo.
-Qué nos importa, no es su verdadero padre- interviene Janette.
-¿Entonces? Mi verdadero padre apesta, pagaría oro por tener uno que no sea real pero como Hans. Tal vez podríamos juntar a mi madre ya él- Ross se vuelve a poner de pie, pensando seriamente en lo que acaba de decir.
Sólo el pensamiento hace que mi estómago se retuerza.
-A Kiara no le gusta Hans, o ya lo habría intentado- le vuelve a contestar Janette, -y entonces en mi opinión no irían bien juntos-.
-¿Y tú qué sabes? Son amigos cercanos, pero eso no es de lo que estamos hablando de todos modos. ¿Qué quieres hacer, Ginebra? Porque si quieres pasar tu cumpleaños con nosotros, por mí está bien, tal vez luego podrías dormir conmigo- Ross se lame el labio inferior, mirándome a los ojos.
Simplemente cambió de opinión por su cuenta.
Pero no sé qué hacer. No quiero que Hans se sienta mal, siempre me trata como si fuera su verdadera hija, siempre es dulce, cariñoso y trata de mimarme de todas las formas posibles, como siempre lo hizo mamá. Como siempre lo hacía papá. Pero el problema es que él no es de ellos.
Las imágenes de mis pesadillas vuelven a mí por una fracción de segundo, pero trato de descartarlas entrecerrando los ojos.
Desafortunadamente, ya está hecho.
¿Por qué estoy tan equivocado?
-Quiero estar contigo- digo finalmente, aunque ya empiezo a sentir ese peso en mi pecho. Culpa.
-¡Buenos días chicos!- El profesor entra al salón de clases, llamando la atención de todos los presentes. Ross se inclina sobre mí por última vez, me da un beso en la mejilla y luego se sienta en el mostrador trasero.
Tengo que ser cuidadoso. Ahora quiero tener cuidado. No quiero pensar en eso.
-¿De verdad crees que estoy bien con eso? ¿No es demasiado corto?- Intento bajarme el vestido que Ross me obligó a usar, pero fue en vano. Imaginar tela extra no es como agregarla a la realidad, aunque me encantaría. Me siento demasiado expuesta, como cada vez que salgo con él y Janette.
-Eres perfecta- repite por enésima vez, haciéndome rodar los ojos.
- ¡Pero si también está despegado! ¡Y luego ves la barriga! Eso es todo, me lo quitaré, no me importa-- Ross viene detrás de mí, abrazándome para calmar mis movimientos agitados. Soy horrible, ¿por qué sigue diciendo que soy perfecto? ¿Tiene ojos o no? Casi parezco embarazada por lo ajustado que es esto.
-No te llevas absolutamente nada. Te dije que eres perfecta y sabes que no miento. A ti no. Si me das asco te lo diré y ahora te juro que haces de todo menos asco- me mira fijamente a través del espejo frente a mí. Tiene una mirada espeluznante en su rostro, casi como si fuera a matarme con sus ojos verdes si sigo acercándome a él. -Y en cuanto a tu adorable escote...- desliza su dedo índice desde mi garganta hasta mi pecho, deteniéndose justo antes del tema de nuestra conversación. Sus ojos están fijos en los míos de nuevo.
-¿Preocupaciones? ¿En serio?-