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Capítulo 5 Médicos

Por Rocío

Entré a la casa de mis padres y ellos ya estaban durmiendo, por lo que luego de tomar un vaso de agua y cepillarme los dientes, me acosté, tapándome con una manta liviana, pero aún sentía que mi piel ardía.

¿Será que de verdad llegaremos a algo con Ramiro?

Tengo que dejar de lado ese pensamiento casi absurdo, de creer que porque es sumamente atractivo, sólo quiere diversión, hay hombres normales que no se toman nada en serio.

Ramiro no es un niño y supongo que jamás se burlaría de una mujer sólo para divertirse.

Al final no me enteré cuál es su profesión, habla correctamente y es culto.

Esa es una pieza clave para mí.

No podría estar con un hombre que a cierta edad sigue hablando con las palabras que usan los adolescentes y de verdad que hay muchos así.

No estoy diciendo que pretendo un licenciado, sólo quiero un hombre que sepa que si tiene 30 años, aunque es muy joven, se maneje como la edad que tiene.

Por fin me dormí, lo hice soñando con unos besos maravillosos.

Acompañé a mi padre hasta la clínica de la ciudad, no había muchas más, sólo una sala de primeros auxilios, que fue creciendo y se transformó en un hospital, aunque no tiene alta complejidad, para algo más importante estaba la clínica adonde íbamos en ese momento y si no el hospital de la ciudad vecina.

Estábamos en el hall central, cuando veo venir a Karen con Matías en sus brazos.

Cuando miré bien, estaba acompañada por Ramiro.

Se acercaron cuando me vieron.

-¿Qué sucedió?

Le pregunto antes de saludar.

-Matías, tiene un broncoespasmo .

-¿Tiene fiebre?¿Ya viste al médico?

-Sí.

-¿Te mandó puff? ¿Corticoides? ¿Nebulizaciones?

Comencé con preguntas de rutina, tengo la médica incorporada.

Fue cuando vi una sonrisa maravillosa puesta en mi cara, no pude evitar sonrojarme.

-Hola don Julio.

Lo saluda Karen.

-Hola, querida.

Dice mi padre y le da un beso a Matías.

-Le presento a mi cuñado.

-Un gusto.

Le dice Ramiro y luego se acerca a mí y me da un beso que quedó a medio camino entre la mejilla y mi boca, no podía besarme en la boca delante de mi padre.

No había hablado de Ramiro en casa, no correspondía un beso.

Mi padre no se dio cuenta, pero la sonrisa de mi amiga, me dijo que ella vio perfectamente la acción de su cuñado.

-Ramiro…

-Perdón, te tengo cerca y estoy trastornado.

Dijo en mi oído, mi padre no lo escuchó, pero se dio cuenta de cierta cercanía, por otro lado yo debía estar súper ruborizada.

-Sí, amiga, quedate tranquila, ya sabés que en cuanto hay un poco de humedad, Mati hace picos de broncoespasmos.

-La próxima vez que viajes a Buenos Aires, Gabriel lo va a revisar personalmente.

Le indico con un tono preocupado.

-¿Gabriel?

Me pregunta Ramiro.

-Mi jefe.

Le contesté.

En ese momento se acercó Bautista, el dueño de esa clínica, que a su vez era el padre de Sandro, un amigo nuestro.

Pueblo chico, infierno grande, dicen, no sé si es así, pero nos conocemos todos, eso es seguro.

Saluda a mi padre y luego se dirige a nosotras.

-Me parece increíble cómo pasaron los años, pero juro que las sigo viendo cuando jugaban con Sandro.

Mi padre asiente.

Se acerca un médico y le comunica que hubo un accidente en el que estaba involucrado un micro que venía de otro país, iban a llegar una docena de heridos de distinta gravedad.

-Están faltando médicos.

Dice con cara de preocupación.

Al instante me miró.

-Ro, tengo que pedirte un inmenso favor.

-Sí, decime, Bautista.

-¿Podrás darnos una mano? ¿Estás haciendo guardias o sólo intensivas?

-Intensivas, pero suelo estar bastante tiempo en la guardia, descuidá, te ayudo, con mucho gusto.

-¿Puedo colaborar? Soy médico, cirujano y cardiólogo.

Dijo Ramiro, asombrándome muchísimo.

Karen sonríe por mi asombro.

-De verdad, anoche no tuvieron tiempo para hablar.

Dijo muy suelta de lengua.

Aunque estaba adivinando que sucedió algo, porque no tuvimos tiempo para hablar, por lo que no le pude contar nada.

Fue cuando mi padre miró a Ramiro y lo estudió con la mirada.

-Por supuesto, gracias.

Le contestó Bautista.

Decidimos que Karen llevara a mi padre, sólo se desviaba 6 cuadras, aunque Mati tenía tos, era poco el tiempo que ella perdía.

Ellos se fueron y a Ramiro y a mí, nos trajeron batas, guantes y barbijos.

-Ya sabía que eras perfecta.

-¿Soy perfecta porque soy médica?

-Por tener la misma vocación que yo.

Yo misma estaba pensando que era maravilloso compartir esa vocación.

No se lo pude decir, porque en ese instante comenzaron a llegar las ambulancias y todo fue un caos.

Bautista llegó a presentarnos como médicos, para que el personal de la clínica nos brinde el apoyo que necesitemos

Personalmente conocía a varios médicos y a algunas enfermeras.

No trabajamos con los mismos pacientes, aunque el sector de guardia era amplio y el espacio lo compartimos, había muchas mamparas separando las distintas camas, para que los pacientes no estén viendo lo que sucedía con otros enfermos.

Había otros consultorios que eran pequeños, donde estaban las personas que requerían cierta atención antes de determinar a qué sector se los deriva.

A los más graves se los llevaba a terapia intensiva o intermedia.

-Charo, necesito que…

-Pedile a otra enfermera, estoy ocupada.

Me contestó esa enfermera, había hecho con Karen y conmigo la escuela secundaria y realmente nunca nos llevamos muy bien.

Yo no soy problemática y siempre le dejé pasar sus tonterías, pero en ese instante no es una cuestión personal.

-Enfermera, no me entendió, el paciente necesita en forma urgente lo que le requerí.

Le dije muy seria.

Charo se puso roja de la indignación, pero no tardó en traerme los elementos que le pedí.

-¿Querés algo más? ¡Doctora!

-No en este momento, luego hablamos.

No fue una amenaza, simplemente le iba a aclarar que mientras se trabaja, los temas personales, tienen que dejarse de lado.

Pasadas unas 4 horas y después de haber atendido a varios pacientes, fui por un café, justo coincidí con Ramiro.

Charo se acercó inmediatamente.

-¿Necesita algo, doctor?

Le preguntó con coquetería.

Mi cara debe haberle dicho lo que callé, porque la sonrisa de ella, para con Ramiro, se acentuó.

-Sí.

-Digame.

-En realidad sólo necesitaba ver a mi novia.

Dice acercándose a mí y depositando un beso en mis labios.

Yo le sonreí a “ mi novio”, ignorando a Charo.

-Vení, vamos por un café.

Lo llevé de la mano hasta las máquinas que estaban en el pasillo transversal.

-Conocés bien este lugar.

Me dijo Ramiro.

-Sí, nunca trabajé acá, por suerte, porque creo que algunos me harían la vida imposible.

-¿A vos?, Bautista te tiene mucho aprecio, se nota.

-Sí, por supuesto, pero Charo, la enfermera que se acercó a vos recién, ni siquiera quería traerme lo que le pedía para un paciente.

Ramiro sonrió y me dijo que a él lo asistió muy bien.

-¡Por supuesto! ¡Le gustaste!

-Soy irresistible, lo sé.

Mi cara debe haber cambiado, es lo que me temo, porque más allá de la atracción que siento por él, supongo que debe tener a muchas Charos a su alrededor.

-No me interesa esa enfermera ni otra mujer, de verdad me gustás vos, tanto, que no puedo dominarme cuando te tengo cerca, ahora mismo muero por tomarte en mis brazos y…

-Doctor ¿Necesita algo más?

Insiste Charo, acercándose a nosotros e interrumpiendo nuestra conversación.

-No, gracias, salvo que Rocío necesite algo…

-No por ahora.

Le contesté, sin embargo Charo no se movía de nuestro lado.

Pretendiendo formar parte de nuestra conversación.

Yo estaba molesta, pero no quería decir nada.

Hasta que se me ocurrió hablar de un paciente que atendí, con los términos médicos más rebuscados que se me ocurrieron, aunque ella es enfermera y algo de medicina sabe.

Ramiro me contestó ignorando la presencia de Charo.

Luego me dijo que iba a reservar en el restaurante que habíamos quedado.

-Perfecto.

Le contesté.

-¿Hay algún bar dentro de esta clínica?

Preguntó, Ramiro.

-Sí, doctor, con gusto lo acompaño.

-No, gracias.

Le contestó.

Ella seguía sin moverse, hasta que me cansé y tomando la mano de Ramiro, le dije que lo acompañaba hasta el consultorio de Bautista.

-Es una infeliz.

Comenté, sin contenerme.

-¿Celosa?

Me preguntó cargándome.

-¿Tengo que estarlo?

-Por supuesto que no.

-Menos mal, porque es cuando pienso que tu atractivo juega en contra.

-Ya te dije que no es posible que eso suceda.

Llegamos hasta el consultorio de Bautista, justo se abrió la puerta, estaba saliendo otro médico, y él nos presentó, aunque de vista lo conocía, es que acompañé muchas veces a mi padre a esa clínica.

-No sabía que eras médica.

Yo le sonreí.

-Ramiro Alonso Brandsen, un gusto.

En ese instante los dos lo miraron.

-¿Es el titular de las clínicas Brandsen?

Le pregunta el médico que nos acaban de presentar.

-Sí, al parecer son más conocidas de lo que creía.

-Un gusto, es que yo hice pasantías allí.

-Espero que hayas tenido una buena experiencia.

-La mejor experiencia, doctor.

Luego pasamos al consultorio de Bautista y el médico se retiró.

-Los honorarios…

-Olvidate, Bautista.

-No, por favor.

-Te digo lo mismo que Rocío, contá conmigo para alguna emergencia, pero olvidate de los honorarios, no corresponde.

-Muchas gracias.

-Le doy una recorrida a los pacientes y con Rocío nos retiramos, si necesitás contactarnos, no lo dudes.

Dijo Ramiro, dando a entender que nosotros tenemos una relación, al menos que somos amigos.

Ellos intercambiaron sus números de teléfonos y luego, juntos, hicimos la recorrida, luego nos fuimos juntos.

-Vine con el auto de Karen.

-Estoy con el mío, no te preocupes.

No es la camioneta súper lujosa de él, pero siempre estuve orgullosa de mi bello auto.

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