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"No, no es un sueño lo se
Es demasiado real
Puedo sentir en mi alma
La prueba mas firme de amor de verdad
Electricidad
Cuando tu me miras
Algo sobrenatural
Una sensación que me fascina..."
(Lucero)
Unos meses más tarde
Tal y como predijo Samantha, "Hasta que el amor vuelva a encontrarnos" se convirtió en un éxito de ventas. Próximo a transformarse en Best Seller.
En ese momento estaban ambas en 'The Strand', una de las librerías más grandes de Nueva York haciendo la presentación del libro.
Kathy había hablado y presentado el libro ya en el pequeño stand frente a una pequeña multitud en el auditorio reservado para ese propósito, del lugar. También había respondido a algunas preguntas. Se encontraba allí gente de prensa y un grupo selecto de fanáticos, así como conocidos y gente de la editorial, como otros invitados. Su madre y su padrastro no habían podido asistir ya que estaban en un crucero.
Luego hubo un cóctel, con algunas bebidas y entremeses. Algo sencillo.
Kathy no era una mujer muy agraciada y lo sabía, aunque nunca le había molestado realmente su aspecto. Media 1.70 de estatura, era de gruesos grandes aunque sus manos y pies eran pequeños.
Llevaba el cabello oscuro en un corte recto por debajo de los hombros y un flequillo recto también. Su piel era color cetrino, herencia de su desconocido padre (el novio fugado de su madre ya que Florence era de origen polaco y blanca como la leche, aparte de tener cabello y ojos claros). Si hubiese sido más delgada, o más pequeña podría - con viento a favor - haber pasado por una Cleopatra moderna. Sus ojos eran almendrados color café del mismo tono que su cabello, y los llevaba bajo unas grandes gafas de montura negra. Tenía pechos y cadera generosos, era un talle doce solo que al menos bien distribuido. Y sus muslos eran firmes, gracias al deporte que prácticamente le había obligado a practicar Florence de pequeña, el soccer. Que en su juventud no era tan popular entre las mujeres norteamericanas como en ese momento.
Su tabique estaba apenas desviado, y sus labios no eran ni muy carnosos ni muy finos. Pero cuando sonreía unos hoyuelos simpáticos se formaban en el centro de sus mejillas y sus dientes eran blancos Su madre solía decirle que ese era su mejor atributo, tenía una bonita sonrisa, aunque a Kathy lo que más le gustaba en ella eran sus delicados pies.
Su piel por otra parte estaba plagada de lunares, que recorrían cada centímetro de ella. Sobre todo sé concentraban en su espalda y no eran lunares atractivos. Una vez la dermatóloga le había dicho que con uno solo de esos, ella se lo sacaría con urgencia pero como los de Kathy eran todos feos podían quedarse tranquilas. Luego la mandó a hacer un mapeo de su piel y efectivamente, así y todo feos, no eran peligrosos ni perjudiciales para su salud. Solo que así lucía su piel.
Solía usar ropa cómoda en casa, más bien deportiva y uno de los motivos por los que odiaba ir a cualquier evento era porque sentía que debía disfrazarse. Para esa ocasión llevaba un vestido cruzado de flores sobre un fondo negro, que había comprado en H&M, con un blazer corto negro que tenía desde hacía eones, de Calvin Klein incluso no le cerraba. Llevaba unos zapatos de taco bajo negros de Michael Kors, un maquillaje sutil y sus gafas de lectura de gran montura acrílica con color oscuro. Se había puesto su perfume favorito, La Vie e Belle. Y un maquillaje sutil. No creía detener el tránsito con su belleza pero estaba pasable.
En ese momento se había sentado para la firma de libros, y había una larga fila de mujeres ansiosas y algún que otro hombre también esperando por ello.
Morfeo se sentía incómodo y ridículo con ese camuflaje. Lucia como un hombre pelado y un poco panzón, algo afeminado de estatura media.
No solía recurrir a ese tipo de artilugios justamente porque lo hacían sentir incómodo.
Pero necesitaba verla de cerca.
Desde su descubrimiento pasaba las noches de ella viéndola. No era pervertido, ni voyeur. Solo sentía verdadera curiosidad aunque algunas veces, si había que ser sinceros, las escenas lo habían encendido y poco y luego había buscado alguna Oniris bien dispuesta y se había encerrado en su habitación.
Había que reconocer que quizá la mujer tenía poco sexo y experiencia, porque ya había averiguado todo acerca de ella, pero era bastante imaginativa a la hora de la acción.
Cuándo supo que haría esa firma de libros supo que debía ir allí, debía verla de cerca. Así que se hizo pasar por un seguidor, como hijo de un Dios eso no le resultó difícil. Y se disfrazó. La gente cuando lo veía no veía al príncipe olímpico sino a un simple mortal bajito y un poco gordito.
Cuando llegó su turno en la fila ella prácticamente no levantó la mirada. A él no le interesaba que lo viera con ese aspecto pero sí quería verla él de cerca.
Le entregó el libro.
— ¿ A quién se lo dedicó ? — preguntó ella sonriente abriendo la solapa del libro.
— A Mor...Morrison ...
— ¿ Cómo Jim Morrison, el cantante ? — preguntó ella y levantó por primera vez su mirada.
— Sí, exactamente — respondió él. Su belleza, como imaginaba, no era de otro mundo aunque tampoco era intocable si tenía que ser sincero. Y desde esa posición podía tener una mejor visual de su escote...su única debilidad de cuasi Dios eran los pechos femeninos.
— Toma, aquí tienes "Jim" — ella le entregó el libro sonriente y cuando él lo tomó sus dedos apenas se tocaron y él sintió algo, como una descarga eléctrica... no podía explicarlo.
Ella alejó la mano.
— Parece que estás cargado, me diste electricidad... — comentó ella al pasar.
— Si...eso parece...