Capítulo 5. La amante de mi padre
Por Camila
Me despierto a mitad de la noche, como me pasa siempre que me quedo estudiando hasta tarde, estoy cansada, pero vale el esfuerzo, mañanas tengo un final a las 2 de la tarde, ya lo tenía casi listo, algún punto que repase mentalmente a la mañana y listo, espero que sea otra materia aprobada.
Me siento incómoda, no suelo dormir con corpiño, así que dormida, me termino de desvestir, cuando me acomodo, se cae el libro, me doy cuenta que estoy en el sillón y me incorporo para ir a la cama y lo veo, en medio de la penumbra, mirándome, trato de gritar pero no me sale la voz.
Se acerca rápidamente, me besa y me toca, parecía que tenía 10 manos.
No entiendo qué le sucede.
Le pido por favor que pare, no lo hace y sigue tratándome como a una cualquiera, lloro y le ruego.
Mil veces soñé con hacer el amor con él, como me besaría, como me tocaría, las palabras amorosas que saldrían de su boca.
Nada es así, siento su desprecio y su odio, también su deseo.
Entré en pánico, él parece un desconocido ¿O será así?
Se levanta para bajarse los pantalones y el boxer, veo su miembro, duro, grande, aunque nunca había visto uno personalmente, sé que es grande.
Me tapo los ojos y salgo corriendo para el baño, en el camino me caigo y me levanto tan rápido como puedo, por suerte llegué al baño y pude poner la traba.
¿Por qué piensa así de mí? Es un monstruo.
Está ganando, creo que renuncio.
No puedo más y no puedo decirle a don Antonio qué hizo su hijo, posiblemente no me crea y si me cree, lo lastimaría mucho.
Lloré toda la noche, a la mañana me quedé dormida, bajé ojerosa y con los ojos hinchados.
Tony, al verme sale de su oficina.
—Hola preciosa, —dice mientras me abraza y me da un beso en la mejilla— ¡Que carita!, ¿Estás enferma?
—No, hoy tengo un final difícil y me quedé estudiando.
Siento una mirada que me quema la espalda, sé que es él, ni me di vuelta.
—Te vas a enfermar entre tanto trabajo y estudio.
Dice mientras pasa su brazo por mis hombros.
Me recosté en él, como necesitaba su cariño, tampoco podía decirle nada, no quería que se enfrentara a su hermano.
Pero sus mimos me reconfortan.
—Basta de franeleo en horas de trabajo.
Grita enojadísimo, Javier.
—¿Qué dijiste, idiota?
Le responde Tony.
—¡Lo qué escuchaste!!
Tony me suelta y se lo lleva a los empujones a su oficina, mi asistente me miraba, yo estaba roja por la vergüenza que tenía.
Me encerré en mi oficina y otra vez mis ojos parecían una fuente de agua.
Por Javier
—¿Qué carajo tenés contra Camila?
—¿Qué tengo? Se acuesta con papá, lo vive, le saca guita, hasta las tetas le debe haber pagado y vos sos otro imbécil que está colado por ella y no te bancás ni siquiera a estar en una cama ¡Te la tirás en la oficina!
Tony me mira, está atónito, mudo.
—¿Desde cuándo te drogás?
Me pregunta.
Yo no comprendo porqué me hace esa pregunta, es obvio que no me drogo.
—¿Qué?
—¿Desde cuándo te drogás?
Insiste.
—¿Qué mierda decís?
—Un tipo normal no puede decir tantas pelotudeces.
—Querés disimular y cambiar de tema ¿No querés que el viejo se entere que también te la cogés? Entonces tendrías que ser más discreto.
Le dije furioso.
Se me tiró encima, me pegó una trompada que yo se la devolví, ya no nos podíamos separar. Hacía...no sé…fácil 10 años que no nos agarrábamos a trompadas y siempre el primer puñetazo había sido el mío, pero esta vez no, claro, estaba defendiendo a la reina, la reina de las mosquitas muertas.
Se abrió la puerta y entró ella, gritando y llorando.
Mi hermano se frenó, yo levanté el puño para ensartarle una última trompada bien dada, pero ella se metió justo en el medio y mi puño fue a dar a su hombro, porque cuando la vi, traté de bajarlo, pero fue tarde, igual le pegué.
Camila salió volando y cayó 2 metros adelante, en el suelo, como una bolsa de papas.
Se quedó inmóvil, mi hermano y yo nos asustamos, parecía desmayada, los dos, en silencio, nos acercamos a ella.
—Cami, cielo, hablame por favor.
Le dijo Tony, nunca le había escuchado hablar a nadie con tanta dulzura.
Camila apenas se movió
—Me duele mucho y hoy tengo un final, no puedo faltar.
Dijo pensando solo en la facultad.
—Intenta moverte, si podés, te ayudo.
Se incorporó lentamente, mi hermano la tomó en sus brazos y la sentó con cuidado en el sillón.
Me hubiese gustado levantarla yo y hablarle con esa ternura que había entre ellos.
—Cami, yo...perdoname, te cruzaste justo...te juro que no pretendí golpearte.
Le dije.
Dios, tengo que aprender a controlarme.
—Ganaste —me dice entre sollozos— dame unos meses y me voy, pero en estos meses dejame trabajar, estudiar y vivir tranquila, sin insultarme ni meterte en mi departamento queriendo…
Se calla de golpe, se dio cuenta que estaba Tony.
—¿Qué hiciste qué?
Pregunta mi hermano, furioso.
—Tony, llevame a la facultad, por favor, que se me hace tarde y no puedo manejar con el hombro así.
—Sí, mi vida, pero tendrías que ir al médico.
Le contesta Tony.
—Solo quiero ir a la facultad, si me sigue doliendo, te prometo que voy al médico.
Le dijo ella mimosa.
Él le acarició la mejilla.
Yo volví a hervir con furia y con…¿Celos? Sin embargo bajé la cabeza y no hice ni una mueca.
Salimos los tres, porque estábamos en la oficina de mi hermano.
Dejamos un montón de cosas tiradas en el piso, incluso dos sillas.
Ellos se fueron juntos y yo me quedé con un feo y amargo sabor en la boca.
A las 2:30 Tony volvió, más calmado, yo también lo estaba, se sentó frente a mi escritorio.
—Decime la razón por la cual no le cuente a papá tu comportamiento.
—Le pegué sin querer, la trompada era para vos.
—No estoy hablando de la trompada y lo sabés. Desde que te hiciste cargo de la presidencia no parás de insultarla, la tratás de puta y quiero que me expliques y muy clarito qué pasó anoche en su departamento. Hablá, porque el tiempo corre y tengo que ir a buscarla a la facultad.
—A eso me refiero, puede venir en taxi.
—La acabás de tirar al suelo de una trompada, otra te estaría demandando y yo sería el testigo.
—¡Sí, pero siempre es ella y más veces ella! Con esa carita angelical ¡Es una mosquita muerta!
—No sé por qué la llamas así. Hace un trabajo impecable, es correcta...
No lo dejé terminar.
—¿Correcta? ¡Se acuesta con vos y con papá!
—¿De dónde mierda sacaste esa estupidez?
—¿Te escuchaste hablarle?
—La quiero como una hermana y jamás encontraría una amiga mejor que ella. Se merece ese trato y más, no la conocés y no tenés idea cómo fue su vida y cómo terminó acá.
—Ponele que acepte que con vos no se acuesta, sigue siendo la querida de papá.
—¡Sos un enfermo! No se acuesta con papá, son allegados pero ella lo ve como a un padre, como a su ángel de la guarda y él la quiere como una hija, que le hace más compañía y lo escucha más que nosotros.
—¡No entiendo qué tanto se quieren!
—Te juro que Camila sabe más de mamá que nosotros, miles de veces ella la nombra haciendo referencias de las cuales yo no tengo idea.
Se me hizo un nudo en la garganta.
¿Y si mi hermano tenía razón? ¿Si solo la quería como a una hija?
Ya me había equivocado cuando pensé que vendía nuestra información y era verdad que iba a la facultad.
Iba a terminar la carrera antes que yo y trabajando todo el día.
Porque a ésta altura ya sé que trabaja mucho, muchísimo y muy bien.
—Voy a buscarla. —dice mi hermano mientras se levanta para irse— Y es mejor que no se vaya, porque ni papá ni yo te lo vamos a perdonar.
Sale por fin.
¿Puede ser que haya metido la pata?
Repasé en mi mente cada evento desde que la conocí.
Fue hace unos 3 años, ella estaba en la oficina de mi padre, vestida con un solerito lila, con pequeñas florcitas amarillas, me llamó tanto la atención porque me molestó el cosquilleo que sentí cuando se paró y vi su cuerpo y me molestó más el tono cariñoso que usó con mi papá y él le respondió de la misma manera, a mí ni me miró.
Salí enojado de la oficina de mi papá, encima él me había regañado por unas fotos mías, borracho, saliendo de una disco con dos modelos, una de cada brazo.
Si podía estar con dos modelos juntas ¿Por qué esta pibita me ignora?
Siempre me molestó lo sucedido ese día, por eso lo recuerdo perfecto.
Luego, cada vez que la veía, ella parecía esconderse de mí, como ocultando algo.
Con mi hermano no era así, sé que han ido a nuestra casa en Punta del Este juntos ¿Es porqué son amigos?
De todos modos, no volvió a preguntar qué pasó anoche.
Sé que me excedí.
¿Acaso iba a llegar a violarla?
Una cosa era molestarla y otra abusar de ella.
Desde anoche no paré de ser un ser humano espantoso.
Bueno desde que tomé la presidencia para ser exactos.
No puedo sacarme de mi mente el llanto y el ruego de que no le haga nada y yo sacándome el pantalón, quede desnudo frente a ella, que...se tapó los ojos ¿Se tapó los ojos? ¿Acaso nunca había visto un pene? Tenía 21 años, no podía ser virgen. Entonces, ¿Por qué lloraba así?
¿Era actuación?
El domingo, cuando salga temprano, como todos los domingos, me voy a enterar que hace, o mejor dicho que hacen, porque sé que se encuentra con mi papá.
No puede ser que yo, Javier Terrazzi, me haya equivocado tanto.