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Capítulo 1

Elisa

Juro que me voy a volver loco, mi jefe es insoportable. No sé cómo no me he vuelto loco todavía.

¿Sabes qué hizo ahora? Sólo me hizo ir a comprar un café al otro lado de la calle de la empresa unas cuantas veces. Subí y bajé las escaleras diez veces por un maldito café que no le gustó.

Apoyo mi espalda contra mi silla. Finalmente, después de diez viajes, el café le había gustado.

Llevo aquí más de un par de meses y en estos cinco meses me ha estado molestando por todo, absolutamente por todo. Todo para él está mal hecho, mal organizado, mal café, horario tardío. En resumen, para él soy incompetente.

No pienso irme de aquí, aunque lo odio con todo mi corazón, no puedo irme de aquí. Necesito este trabajo. Mi madre lleva aproximadamente un mes luchando contra el cáncer y necesito el dinero para la quimioterapia, pero aún no tengo suficiente. Esto me ha mantenido despierto por la noche.

He estado pensando en esto durante mucho tiempo. ¿Qué haría si no tuviera suficiente dinero?

Siempre hemos sido mi mamá y yo, ¿qué haría si ella ya no estuviera? Cierro los ojos y niego la cabeza. No puedo pensar en eso, tengo que concentrarme en mi trabajo para conseguir el dinero.

Suena el teléfono y contesto rápidamente.

— Compañía Castillo, ¿en qué puedo ayudarle? — pregunté con la voz más amigable posible.

—Hola, quiero hablar con Henry . Escucho una voz femenina y ya puedo pensar por qué.

—No está disponible en este momento. Dejé el teléfono un poco más lejos, esperando que ella gritara que es su esposa.

—¿Cuál está roto? ¿Este para mi? Soy Jade, Jade Castillo, su hermana. Volví a poner el teléfono en mi oído con alivio.

—Un momento —dije levantándome y acomodándome la falda.

Camino con mis talones hacia la habitación del jefe y toco la puerta tres veces. Como no obtuve respuesta como de costumbre, abrí la puerta.

Llevaba gafas mientras miraba unos papeles.

Él me mira, esperando que hable. Tu mirada me ha estado dando escalofríos desde que llegué aquí. Parece mirarme intensamente, pensando en una forma de despedirme. Certeza.

—Tu hermana está en la línea —dije ya cerrando la puerta, cuando lo vi coger el teléfono.

Me acerqué a mi escritorio y transferí la llamada a su línea.

Cogí mi móvil y vi un mensaje de mi madre.

Sin pensarlo mucho, me siento y abro el mensaje.

—Mami te lo lleva mi amor

"Mamá, sabes que no tienes por qué hacerlo. No quiero que te esfuerces tanto".

"Y no quiero que mi bebé pase hambre con este frío, cariño, ¿ya tienes tu abrigo?"

"Ya lo tengo, mamá, no te preocupes"

"Ya voy"

"Ya bajo, mamá"

Apagué mi celular y lo dejé en mi escritorio. Oh, el señor Castillo ni siquiera se dará cuenta si me voy por cinco minutos.

Llamé al ascensor y bajé a recepción. Tan pronto como salí del ascensor, vi a mi madre saludándome con algo en sus manos.

Me acerqué a ella y la abracé fuerte.

No tardé mucho en regañarla por no llevar abrigo y ella siguió burlándose de mí.

Ella me entrega el pequeño cuenco de sopa y me despido de ella, volviendo a mi piso, que es el último.

Tan pronto como entré al piso, mi sonrisa desapareció. El señor Castillo está apoyado en mi escritorio con los brazos cruzados.

—¿Ya es su hora de almuerzo, señorita López? — me pregunta mirando su reloj de pulsera.

Poco a poco voy escondiendo mi almuerzo detrás de mi espalda.

— N—no, mierda, tartamudeé.

—Entonces, ¿qué crees que estás haciendo? Él se aleja de mi escritorio.

— Hm, tuve una sorpresa. — Dije dando unos pasos atrás.

—Sí, vi lo inesperado. — dice él.

Y me pongo más nervioso por tu mirada.

— En mi oficina en cinco minutos — dice con autoridad. Y rápidamente estoy de acuerdo.

Él me da la espalda y me permite ver sus músculos bien definidos en su traje azul oscuro. Mientras él camina hacia su habitación, yo camino hacia mi escritorio. Él entra en tu habitación y cierra la puerta de un portazo.

Dejé mi lonchera en la mesa. ¿No tendré tiempo para disfrutar la sopa de mi madre?

Contando los minutos, ansiosa, muy aprensiva, no sé qué me espera dentro de esa habitación. Así soy yo.

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