Yo si estoy interesado en ti.
Habían pasado tres días desde que huí de aquel despacho, dos días los había pasado pegada al teléfono escribiendo y borrando mensajes pero no. No iba a volver, para qué.
Oli me había llamado para comer, había reservado mesa en un restaurante cerca de la Castellana que nos gustaba mucho. Al parecer estaba empezando a salir con un chico y me lo quería presentar. Oli es un bombonazo, por dentro y por fuera, una tía estupenda con un cuerpazo y mucha personalidad.
—Perdón, perdón, perdón.— Vino diciendo Oli que como siempre llegaba tarde. — Espero que no hayas empezado sin nosotros, me muero por ese gazpacho. Ven que te presento.
—¿Algún día llegarás pronto? —Me quejé.
—Mira este es Hugo.— Contestó ignorando mi pregunta ya que llegar a tiempo y Oli no cuadraban en la misma frase. Hugo era un tipo bastante sencillo por lo que se veía a simple vista.
—Encantada, Gabriella. — Se notaba la complicidad que había en ellos, nunca había visto a Oli tan acaramelada y me reí por dentro.
—Y bueno, ¿Me vas a contar ya por qué no quisiste seguir trabajando para el mismísimo Eric Walter?—Preguntó con curiosidad Oli mientras leíamos la carta del restaurante.
—¿Trabajabas para el multimillonario Eric Walter?— La cara de Hugo era de mucha sorpresa.
—Si cariño, Eric la contrató el otro día y el primer día ella decidió marcharse porque claro, tiene tanto dinero ahorrado que se puede permitir el lujo de decir que no al empleo.—Contestó Oli ignorando mi presencia.—Pero aquí, mi amiga, le dijo que no a uno de los hombres más ricos del país.
—Buenas chicos, sigo aquí.—Dije un poco irritada. —Y para vuestra información me fui del trabajo porque quiero buscar algo de farmacia o en algún laboratorio.
—No me creo que hayas conocido a Eric. —Comentó Hugo. —Y no me creo que le hayas dicho que no te interesaba el trabajo.
El camarero se pasó por nuestra mesa y tomó orden de todo lo que habíamos pedido. Agradecí internamente que no se volviera a hablar del tema del trabajo. El resto de la comida fue tranquila, me contaron cómo se conocieron y Hugo me habló un poco de su familia y su trabajo. Oli sabía elegir bien con quien se relacionaba, estaba claro.
Me despedí de ambos a la salida del restaurante y me fui a ver un par de tiendas, pronto iba a ser el cumpleaños de mi madre y todavía no tenía ningún regalo. Pensé en comprar algún bolso o colonia, lo típico, pero siempre acababa haciendo regalos de ese estilo y me resigné a hacerlo de nuevo. Después de varias tiendas más encontré un circuito de Spa en Andorra y lo cogí sabiendo que mi madre no era muy fan de hacer viajes así.
—¿Si?— Contesté al teléfono a unas calles antes de llegar a mi casa.
—Gabriella. —Su voz. Las piernas me empezaron a flaquear y la boca se me estaba quedando seca.
—¿Diga?
—No me has llamado. —Su voz denotaba poder, seguridad y una arrogante compostura.
—A lo mejor no estoy interesada señor Walter. —Contesté en el mismo tono.
La llamada se cortó, me quedé mirando el teléfono pensando en sus ojos negros brillantes y ese pelo tan revuelto. Al echar a andar no me percaté de que unos cinco metros delante estaba el mismísimo Eric Walter. Miré hacia los lados para buscar una posible vía de escape pero la cordura me vino de repente y no iba más que hacerle frente a esta situación.
—¿A si que no está interesada señorita Diaz?— Fue él quien habló primero acercándose.
—Buenas tardes señor Walter. Qué casualidad encontrarle por aquí.
Esbozó una sonrisa de medio lado, triunfante. Joder, qué guapo estaba. Nunca antes había sentido este tipo de atracción sexual, esta corriente de energía. No podía seguir aguantando mucho más tiempo así, me despedí con un movimiento de cabeza y pasé por su lado.
—No tan deprisa Gabriella. — Me agarró por el codo con firmeza. —¿Por qué no hablamos?
—¿De qué?
—No seas impaciente.— Sin darme cuenta estábamos caminando en dirección a un Mercedes negro.— Sube.
Estuve tentada de irme corriendo pero mis piernas no me iban a responder para eso, cuando lo tenía cerca me aturdía los sentidos, me desmoronaba.
—Por favor. —Insistió.
Accedí a subir sin saber a dónde íbamos, el conductor se puso en marcha y estuve tentada a preguntar pero a esas alturas daba igual. Me había subido a un coche con mi “ex jefe” al que no conocía e iba a dar igual preguntar si íbamos a Canadá o a Cuenca. La energía seguía ahí, latente, eléctrica. Durante el camino noté varias veces su mirada en mí poniéndome más nerviosa todavía. Mi móvil sonó de repente y atendí la llamada viendo hacia dónde nos dirigíamos; Su oficina.
—¿Si?
—Llamaba para preguntar si ya estabas en casa, me he dejado las llaves y me voy a quedar con Hugo esta noche. —Una mirada interrogante por parte de Eric me puso nerviosa.
—No, no estoy en casa. —Intenté ignorar la mirada fija que Eric tenía en mí. — Voy en un rato, es la segunda vez esta semana que te dejas las llaves.
—Si mamá, no volverá a pasar.
El coche paró minutos después en un parking subterráneo de las oficinas que nunca había visto.
—¿Por qué estamos aquí? — Pregunté bajando del coche.
—Porque yo sí que estoy interesado en ti.
Esa respuesta me dejó fuera de juego mientras su mano se posaba en mi espalda baja y me dirigía hasta el ascensor privado. Vi que pulsaba la planta en la que habíamos estado cuatro días atrás y éste se puso en marcha. Las puertas se abrieron dejándome ver que todo estaba como el otro día pero no había nadie. Caminamos hasta su despacho y cerrando la puerta detrás esperé de pie intentando ser paciente.
—¿Quieres tomar algo Gabriella?
—No, gracias. — A cámara lenta vi como se quitaba el abrigo y la americana. Qué calor.
—Puedes sentarte. —No sonaba a petición para nada. Tome asiento en la misma silla de hacía días.
—Tengo que irme a casa señor Walter.
—Entonces aclaremos esto cuanto antes.
—¿Qué hay que aclarar?
—¿Por qué no me has llamado? — Preguntó de espaldas a mí mirando Madrid.
—Ya se lo he dicho. — Intenté sonar lo más firme posible ¿Cómo podía ponerme tan cachonda un hombre que apenas conocía?
—¿Está saliendo con alguien?—Esa pregunta me aturdió y no iba a darle el gusto de dejarlo entrar en mi privacidad.
—¿Cómo me ha encontrado hoy?
—Bueno, tengo mis recursos. —¿Es que acaso me estaba siguiendo?
—Entonces también los habrá empleado para saber si estoy con alguien o no.
—Chica lista.
Vi como se recostaba en la silla, estaba disfrutando de tenerlo todo bajo control. Cruzó los brazos y sus biceps fuertes se marcaron más aún. Aquel tono autoritario me excitaba.
—¿Vas a decirme por qué estamos aquí?
—Quiero que trabajes aquí.
—Ya le dije el otro día que esto no era lo mío.
—¿Y qué es lo tuyo, Gabriella?—Cuestionó alzando una ceja. Joder que sexy. Su mirada intensa me impedía concentrarme.
—Me lo pensaré y le llamaré. —Me levanté de la silla con intención de marcharme.
—No te vayas de nuevo, no así.
—¿Por qué me elegiste a mi Eric? De todas las que estaban allí esperando para la entrevista, por qué yo.
—Porque desde que te vi no puedo alejarme de ti. — El "yo si estoy interesado en ti" se me repetía una y otra vez, en bucle. ¿Qué podría él querer de alguien como yo?
—¿Por qué?— Sin darme cuenta estábamos hablando muy pegados y muy bajito.
—Porque eres diferente.—Cogió un mechón de mi pelo y lo metió por detrás de la oreja. —Todo lo contrario a mi y creo que eso podría equilibrarme.
—¿Está hablando de trabajo o de usted?—La sonrisa volvió a aparecer. Estaba demasiado cerca de mi.
—Se mía.—Hizo una pausa para alejarse de mí. Su lejanía me provocaba un vacío.
—Eric...— Me salió en un susurro.
—Tú también eres consciente de la atracción de los dos y lo sé.
—Para que me quede claro. Quieres que nos acostemos.
—Podríamos empezar por ahí si es lo que quieres.
—Estoy segura de que puede llamar a otra mujer que esté encantada con esa idea. —No aguantaba más en aquella sala, estaba empezando a hacer un calor de mil demonios y me di la vuelta para marcharme.
Cogí el bolso y me lo coloqué en el hombro, lo miré por última vez y me giré en dirección a la puerta. Estaba lo suficientemente cerca para girar el pomo cuando en mi espalda noté algo duro. Me tenía pegada a la puerta, con su pecho pegado a mi espalda, no me había dado cuenta que era tan alto.
—No me voy a alejar de ti Gabriella, se que en el fondo tú tampoco quieres eso.—Dijo con su boca pegada a mi oreja. Sus labios la rozaban suavemente con cada palabra que decía. Mi clítoris empezó a palpitar. Ay Dios mío.
—Déjeme salir. —Atiné a decir con bochorno. ¿Cómo se podía ser tan directo y descarado?
—Si la dejo salir ahora señorita Diaz se marchará a su casa y yo tendré que ir detrás de usted. Tendré que volver a utilizar mis recursos para saber dónde está y finalmente entenderá que no me puedo alejar de usted. ¿Por qué no nos saltamos todos esos pasos?—Tenía que reconocer que aquella seguridad y control en su voz me ponían demasiado cachonda.
—Lo llamaré.—Me giró a la vez que alzaba una ceja, no se estaba creyendo nada.
Me besó. Me besó como si me estuviera comiendo viva y yo sin casi pensar respondí al beso de la misma manera. Sus manos cogieron mi cara acercándome más a él como si eso fuera posible. Mis manos agarraron su pelo. De repente se apartó de mí, dejándome jadeando y deseosa de más. Mis partes íntimas ardían, abrasaban.
—Ven mañana. —Dijo con determinación.
—Esto no cambia nada. —Me coloqué el bolso rápidamente y salí de aquella oficina.
Nada más salir por la puerta giratoria el aire golpeó mi cara haciendo que pudiera coger unas bocanadas de aire.
Llegué a mi casa y agradecí que Oli no estuviera allí, seguía teniendo un sofocón del quince. Abrí la ducha me metí debajo sin poder evitar llevar mi mano abajo y masajear mi clítoris. Ese hombre me traía loca y aun podía sentir su boca sellando la mía con hambre.
Cuando salí de la ducha me dediqué un tiempo para mi, ponerme una mascarilla en la cara, hacerme las cejas, pintarme las uñas y darme algunas cremitas por el cuerpo. Siempre que hacía eso después escogía un libro de la estantería y una copa de vino, pedía chino y me sentaba a leer en el sofá con un par de velas.
Hice todo el proceso anterior como siempre lo hacía pero sin dejar de pensar en Eric. Me estaba volviendo loca, loca de deseo, quería más. No me podía concentrar en leer nada del libro. Cogí el móvil para ver las redes sociales y me percaté de que tenía un mensaje de Eric.
Eric Walter.
Nos vemos mañana.
Yo.
Lo que ocurrió antes no cambia nada.
Eric Walter.
Ya lo creo que sí.
Dejé el móvil en la mesa del comedor sin contestar aquel mensaje, no quería volver y menos después de lo que había pasado. Eric encontraría otra secretaria y todos seguiríamos con nuestras vidas.