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Mi equilibrio (COMPLETO)

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Mentalwardrobe
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Sinopsis

Cuando Gabriella Diaz se queda sin trabajo, empujada por su mejor amiga acude a una entrevista para cubrir un puesto de secretaria. Lo que no sabe es que alli conocerá a su nuevo jefe, Eric Walter, el hombre más guapo, rico y perspicaz que ha conocido. Ella, no está preparada para todo aquello pero Eric tiene en mente otros planes y es que hará todo lo posible para conseguir lo que quiere.

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Nuevo trabajo

— ¿Por qué no vas a esta entrevista de trabajo?

— No lo sé Oli, he estado trabajando dos años en una farmacia. ¿Qué pinto yo en un trabajo de oficina? Y encima de secretaria.

Había perdido mi trabajo hacía dos meses, había estudiado una carrera de ciencias; biotecnología y farmacia. Poco después de terminarla encontré un buen trabajo cerca de casa, en una farmacia donde me encontraba muy cómoda. Por desgracia las cosas no iban como deberían y tuvieron que reducir personal empezando a prescindir de los últimos que habíamos entrado y hacía dos meses que mi contrato terminó y no hubo renovación. Estaba pagando el piso que compartía con mi amiga Olivia con los ahorros que tenía pero no iban a durar mucho más.

—Bueno es algo temporal, mientras encuentras algo de lo tuyo. Además pone que tiene buenos horarios y es un buen sueldo.

—Lo pensaré.— Contesté poco convencida.

Los días siguientes intenté buscar de lo mío incluso en otra ciudad pero no hubo suerte apenas. Mi cuenta del banco caía en picado, tenía lo justo para pagar otro mes más de alquiler y mal comer un par de semanas. Resignada me apunté a aquella oferta de trabajo; “Walter Deaman Inc”. La noche de antes busqué información para ir preparada y me quedé impresionada cuando vi que el hombre que hacía las entrevistas tenía empresas por toda Europa.

Aquella mañana me levanté con pocas ganas, seguía sin estar convencida de ir a aquel trabajo. Las sábanas se me pegaron más tiempo de la cuenta y cuando miré el reloj tuve que salir corriendo. El paso por la ducha fue veloz y el pelo no se me quedó demasiado decente. El Uber me estaba esperando en la puerta de casa cuando me estaba subiendo a los tacones en el pasillo y bajé lo más rápido que pude, una cosa era no querer ir y otra llegar tarde a los sitios.

Cuando llegué no supe qué fue lo que me dejó en shock exactamente, diría que fue la mezcla de ver a tanta gente corriendo por los pasillos o lo inmenso que era aquel edificio. En letras enormes antes de entrar podías leer el nombre de la empresa, ventanales que le hacían justicia al diseño de aquel edificio y gente que entraba y salía demasiado elegante. Un mensaje de Olí en mi teléfono deseándome suerte hizo que saliera de ensimismamiento y entré.

Mostré mis papeles en la recepción y una señorita me acompañó a una de las mil salas que había. Me pidió que esperase allí y sentada en una silla sintiéndome muy pequeña perdí la cuenta de todas las personas que supuse esperaban ser llamadas para aquel puesto. Me comparé, sí. Comparé la elegancia y la sencillez al mismo tiempo de todas aquellas chicas que esperaban muy contentas y radiantes. Sé que no debería haberlo hecho porque no tiene sentido, pero lo hice. Los nervios se apoderaron de mí y me levanté para marcharme, estaba claro que no pintaba nada allí pero de repente escuché mi nombre.

—Gabriella Diaz, su turno.

Me debatí entre si entrar o salir por la puerta como si no pasase nada, total allí nadie me conocía. Respire hondo y me dije a mí misma que esto sólo iba a ser temporal y que si me cogían pronto iba a encontrar trabajo de lo mío. Di media vuelta y seguí a la persona que me había llamado con cuidado de no tropezarme de los nervios.

Aquella mujer empujó una puerta y me dejó pasar con una sonrisa, en aquel sitio todo era caro y no quería tocar nada. Caminé un par de metros acercándome a una mesa donde había un hombre sentado y escribiendo mientras resoplaba. No quería molestar y guardé silencio esperando que se diese cuenta de mi presencia. Era joven aunque debajo de aquel traje aparentaba más años de los que seguro tenía, se tocó la barba perfectamente recortada y me miró.

— Buenos días. —Me animé a decir.

Ojos negros me pareció ver, se recostó en la silla y me miró muy serio. Una corriente eléctrica me recorrió desde los pies hasta la cabeza deseando no haber ido.

—Siéntese.

Me acerqué a la mesa donde estaba y retiré una de las sillas para sentarme. No dijo nada más, se quedó allí mirándome, según había leído en el correo electrónico la entrevista sería de cinco minutos ya que había mucha gente que se había presentado para el puesto y no tenían tiempo. La puerta por donde había entrado se abrió y apareció la chica que me había acompañado hacía unos minutos con otra chica.

—Madeleine, no me pases más entrevistas. —Dijo el hombre que tenía delante sin quitarme los ojos de encima. — Ya hemos acabado con el proceso de selección.

—Bueno muchas gracias por su tiempo. — Había terminado con el proceso de selección y ni siquiera me había hecho la entrevista.

—¿Por qué ha venido?—Me preguntó de repente.

—¿Perdona?

—Que por qué está aquí.

—No me renovaron en mi antiguo empleo y necesito seguir pagando el piso en el que vivo. No le voy a engañar nunca he sido secretaria y no tengo ni idea del puesto pero necesito un trabajo mientras…

—Empieza en dos días.

—¿Qué?

—Señorita Diaz, no acostumbro a repetir las cosas. Mandaré los horarios y el contrato por email. No dude en escribirme de vuelta si no entiende cualquier cosa.

Me extendió una tarjeta donde estaba apuntado su número de teléfono y se levantó de la silla. Acepté la tarjeta y me levanté deseando salir de aquella sala, me acompañó a la salida y cerró la puerta. Miré la tarjeta que me había dado cuando salí por la puerta de aquel edificio; “Eric Walter”.

Cuando llegué a casa Olí me estaba esperando en el sofá con una copa de vino llena, me reí al ver lo distintas que éramos. Olivia era su propia jefa, cuando terminó su carrera de diseño y unos pocos ahorros se montó su propia boutique. Trabajó hasta que sus diseños fueron lo suficientemente vendidos y pudo contratar a unos cuantos empleados. Ahora, ella solo llevaba la parte “aburrida” como decía ella y sus empleados se encargaban de lo demás.

—¿Y bien? Cómo te ha ido.— Me preguntó cuando me vio.

—Supongo que bien. —Me encogí de hombros y me senté a su lado quitándole la copa de vino.

—¿Supones?—Me cuestionó alzando una ceja alcanzando de nuevo la copa.

—Bueno, llegué y había una sala con un montón de gente esperando para la entrevista. Me sentía fuera de lugar en aquel sitio, estaba a punto de darme la vuelta y marcharme. —Recibí un codazo de su parte. — ¡Auch! Justo me llamaron para entrar y bueno, tengo el trabajo.

—Vale rebobina amiga, te estás saltando muchas cosas entre me llamaron y conseguí el trabajo.

—No sé qué ha pasado, Oli. Sólo me preguntó que por qué estaba ahí y fui de lo más sincera. No me hizo más preguntas y me dijo que empezaba en dos días. También me dio esta tarjeta y dijo que me enviaría el contrato por email.

Oli cogió la tarjeta y se puso a teclear en el móvil. Aproveché que dejó la copa de vino en la mesa para cogerla yo que me hacía más falta.

—¿Éste es tu jefe?— Me extendió el móvil enseñándome una foto de Eric.

Me atraganté con el vino y tuve la misma sensación que cuando estaba con él. Era un hombre guapo, muy atractivo. Asentí lentamente con el móvil aun en la mano.

—Joder Gabi, está buenísimo.

Me limité a asentir y devolverle el móvil junto con la copa de vino. No tenía ni idea de por qué me había elegido a mí, pero esperaba no tener que trabajar en el mismo despacho que él, sino no tenía ni idea de cómo me iba a concentrar.

Cuando me desperté a la mañana siguiente, el contrato estaba en mi email. Encendí el portátil y mientras me hacía un café me puse a leerlo tranquilamente. El sueldo como me había dicho Oli era bastante bueno, tenía un horario de nueve de la mañana a cinco de la tarde, fines de semanas libres y un mes de vacaciones anuales las cuales las podía repartir como quisiera consultando antes. También ponía que de vez en cuando tendríamos que salir del país para atender reuniones y todo eso era un plus en el sueldo y los gastos corrían a cuenta de la empresa.

Busqué si tenía que llevar algún uniforme o algo en concreto pero no ponía nada, dejé aquel contrato y preparé la comida. Cuando estuvo en el horno seguía dándole vueltas y muy valiente cogí el ordenador para mandarle un mensaje. Borré cientos de veces, no quería mandar un mensaje ni informal ni demasiado serio a mi futuro jefe. Iba a parecer una pregunta un tanto extraña pero al igual que en la farmacia llevábamos uniforme no estaba de más preguntar.

"Buenas tardes señor Walter. Estaba leyendo el contrato y no pone nada acerca del vestuario, ¿Tengo que usar alguna ropa en concreto? Muchas gracias"

No tardó mucho en contestar con un breve mensaje muy conciso.

"Buenas tardes señorita Diaz, espero que el contrato haya sido de su agrado. Puede usar su ropa, nos vemos mañana".