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¿Café?

Antes de acostarme puse la alarma para el día siguiente ir a trabajar, no me apetecía tener a Eric invadiendo mi casa de nuevo. Cuando salí del portal me percaté de que el Mercedes de Eric estaba ahí y su chofer fuera de él.

—Señorita Diaz, buenos días.

—Hmm buenos días...—Me quedé pensando si me había dicho ya su nombre o no.

—Lucas Wharf. —Me tendió la mano y abrió la puerta trasera del coche. Al ver que yo no me movía continuó hablando. —Órdenes del señor Walter señorita.

—A si que órdenes ¿eh?.—Se rió mientras cerraba la puerta por la que había entrado y se sentó al volante.

—Me puedes llamar Gabriella. —Lo vi asentir por el retrovisor.

No estaba acostumbrada a que nadie me llevara a los sitios y menos a montarme en coches tan caros como este. Cuando llegué, el edificio estaba bastante lleno de gente, cogí el ascensor hasta la planta treinta. Sólo había un par de plantas más arriba del edificio. En la planta en la que me bajé habían unas siete personas trabajando, seis hombres y una mujer. Parecían muy concentrados en sus trabajos y pasé desapercibida. Llamé a la puerta del despacho de Eric esperando no molestar.

—Adelante. —Contestó con un tono serio.

—Buenos días.—Contesté mientras cerraba la puerta detrás de mí. —No tenías por qué enviar a Lucas a por mí, sé dónde está la oficina.

—Y a mi me gusta saber dónde estás tú señorita Diaz.

No sabía que responder a eso, así que me fui directa a mi mesa quitándome el abrigo y encendiendo el portátil. Noté que Eric me estaba mirando.

—¿No tiene trabajo que hacer señor Walter?

—Es más entretenido mirarla a usted. —Ese tono me encendía. —¿Le apetece un café?

—Claro. —No esperaba tanta amabilidad por su parte y me pilló de sopetón.

Vi que cogía su abrigo y se lo ponía a si que hice lo mismo y lo seguí. Salimos de su despacho y llamó al ascensor.

—¿De qué se encargan las personas que están aquí?

—Ellos son gente de confianza que trabajan directamente para mí y no para la empresa. — Asentí y me metí en el ascensor.—¿Qué planes tienes mañana?

—No lo sé aún. ¿A dónde vamos?

—A por café para llevar, tenemos un día largo.

La cafetería que había detrás del edificio era pequeña y olía a café recién hecho, Eric me abrió la puerta y pasó detrás de mí dirigiéndome al mostrador.

—Lo de siempre por favor y otro café más.—Nos atendió un hombre mayor que me dio mucha ternura.

—Hoy vienes bien acompañado.—Nos dijo el señor cuando nos dio los cafés.

—Ya lo creo que sí. —Salimos de la cafetería en dirección a la oficina de nuevo. El café estaba buenísimo.

—Gracias por el café.

—Gracias por venir hoy. —Esta actitud me estaba empezando a gustar, relajado.

—¿Esa gente que está ahí trabajando para ti buscaron dónde estaba el otro día y dónde vivo?—Tenía mucha curiosidad en saber qué es lo que hacía esa gente allí.

—Entre otras cosas es parte de su trabajo. —¿Y qué más era su trabajo?

—¿Su trabajo es investigar acerca de mi?

—Su trabajo es que hagan lo que yo les pido sin preguntas.

—Cómo no señor Walter. —Contesté con ironía rodando los ojos.

—Me encantaría tumbarte en mi mesa boca abajo y darte unos azotes por esas contestaciones tan soberbias señorita.

—Eso no va a pasar.

—No me subestimes Gabriella.

Se sentó en su silla y yo hice lo mismo en la mía. Empecé a organizar las reuniones que tenía durante la siguiente semana y a coger llamadas. Sonó mi teléfono dentro del bolso y Eric me miró.

—Puedes cogerlo.

Me levanté a coger el móvil y era un mensaje de Olivia donde decía que esta noche salíamos a una discoteca de un amigo de Hugo. No tenía planes y hacía mucho que no salía por ahí. Con toda esta tensión de Eric unas copas de más no me iban a venir nada mal así que acepté.

El día pasó rápido y a la salida del trabajo volvía a estar Lucas esperándome en el Mercedes. Pero esta vez no iba a ir con él, había sido un detalle bonito esta mañana pero tenía piernas e iba a usarlas para irme a casa.

—Señorita Diaz. — Me saludó.

—Buenas tardes Lucas, hoy me voy a casa yo sola.

—Pero el señor Walter...

—Bueno dígale al señor Walter que no necesito que nadie me lleve a los sitios. —La cara de Lucas era de asombro y de no saber qué hacer, esperaba no meterle en un lío.

Caminé al metro más cercano y entré, haciendo varios transbordos y cogiendo un bus llegué a mi casa. Allí ya estaba Oli preparándose para esta noche.

—Buenas tardes nena. —Me saludó nada más entré.—¿Cómo te ha ido hoy con el buenorro de tu jefe?

—Olivia...—Le advertí. —Me ha ido bien, estoy aprendiendo todo lo que tengo que hacer poco a poco. ¿Dónde vamos esta noche?

—Un amigo de Hugo es relaciones públicas en una discoteca y vamos a ir con amigos suyos. Necesita gente para llenar la sala y Hugo me lo ha pedido como favor. ¿Qué te vas a poner?

—No tengo ni idea.—Vi la cara de Oli y supe lo que venía. Tiró de mí hasta llegar a su habitación y me sentó en la cama mientras abría el armario. Empezó a buscar entre su ropa algo que yo iba a llevar esta noche.

—Este.— Sacó un vestido negro de espalda descubierta y unos finos tirantes.

—Es demasiado. —Sentencié.

—No, no lo es. Pruébatelo y deja que te maquille. —Estaba teniendo suficientes discusiones con Eric a si que no iba a discutir también con Oli. Me metí a la ducha y dejé que me maquillara y peinara. Estas cosas se las tomaba en serio. —Mírate.

—Vaya...—Me había dejado el pelo suelto con unas ondas preciosas, el maquillaje era muy sencillo pero precioso y el vestido me quedaba espectacular.

—Te lo había dicho, no sé por qué nunca te fías de mí. Vámonos.

Fui a por un bolso pequeño y metí el monedero con las llaves y el móvil. Oli pidió un taxi y cuando llegamos a la discoteca Hugo y sus amigos estaban en la puerta esperándonos. Los dos tortolitos se saludaron efusivamente y después me presentaron a los demás.

La discoteca era bonita, moderna y con varias plantas. Nada más entrar podías ver cómo la gente bailaban como locos y el local estaba muy lleno, estaba claro que no necesitaban llenarlo más y miré a mi amiga que me pedía perdón con las manos riendo. Me la había colado pero bien. Negando con la cabeza me separé de ellos y esquivando a la gente llegué hasta la barra.

—Un gin tonic por favor. —Pedí a la chica que estaba detrás de la barra.

—Que sean dos.—Escuché detrás de mí viendo a uno de los amigos de Hugo.—¿Gabriella verdad?

—Si, ¿Tú eras...? Lo siento, se me dan fatal los nombres...

—Jorge.

—Aquí tenéis chicos. — Dijo la chica de la barra dándonos nuestras bebidas.

—Gracias. —Dijimos al unísono cogiendo las copas.

—¿Vamos con los demás?—Pregunté.

—Claro, después de ti.

Tropezando con la gente e intentando no derramar el líquido de mi copa llegamos al reservado donde ya estaban todos bebiendo y bailando. Me animé a bailar después de un par de copas mientras los camareros muy atentos seguían trayendo más y más. Me senté en uno de los sillones cuando me di cuenta que la sala empezaba a dar algunas vueltas más que yo. Saqué el móvil del bolso y me sorprendí al ver un mensaje de Eric.

Eric Walter.

¿Dónde estás?

Yo.

Pasándomelo bien.

Contesté con valentía, efecto del alcohol que hace a uno más valiente como por arte de magia.

Eric Walter.

¿Dónde?

Yo.

Por ahí.

Y guardé el teléfono en el bolso un poco cabreada por el control que intentaba ejercer en mí.

—¿Me concedes este baile?— Me preguntó Jorge tendiéndome la mano y haciendo una reverencia que me hizo más gracia de la cuenta.

—Qué clásico.—Contesté riéndome y agarrando su mano.

—Soy un tío con clase. —Tiró de mí y fuimos a la pista de baile.

Tiró de mí saliendo de aquel reservado donde todos empezaban a estar con más alcohol en sangre de la cuenta. Llegamos a la pista de baile entre toda la gente y empezamos a bailar algunas canciones del momento mientras cantábamos a todo pulmón algunas de ellas. Un par de canciones después sentí un cuerpo pegarse al mío y como iba con varias copas decidí seguir bailando. Moví las caderas cuando noté unas manos en mi cintura haciendo presión pero aquel cuerpo no me seguía los movimientos, me giré pensando que era Jorge.

—Eric...

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