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2. Una acaudalada herencia

Las caras sorprendidas de Danilo y Mary eran de película. Para Mary, aquel hombre desconocido era de aspecto extraño y la vibra que emanaba de él no le gustaba para nada; algo turbio tenía su presencia.

Para Danilo, el hecho de que el mismo hombre del sueño se le presentara en la realidad era más que extraño y a la vez emocionante; su mente no daba cabida a tal hecho extraordinario y posiblemente maravilloso.

—Por favor, joven Danilo. No se quede callado, necesitamos arreglar un asunto que puede interesarle —dijo el hombre con insistencia ante la nula reacción del joven.

—Sí, sí, por supuesto... cómo no. —Danilo despabiló y asintió con las secuelas de la sorpresa que se había llevado.

—¿Podría ser en privado, si no es mucha molestia? —inquirió el hombre trajeado viendo a Mary de forma directa.

—Mary... —susurró Danilo con suavidad—. Hablaré un momento a solas con este señor. Creo que es algo importante. Luego te cuento todo, lo prometo.

Ella hizo una mueca de desaprobación e intervino un momento, dirigiéndose al señor:

—¿Nos permite un segundo, por favor? Gracias —pidió Mary con respeto. El hombre asintió, dio media vuelta para dar la espalda a los muchachos y ella entrecerró la puerta para ver a la cara a Danilo.

—Perdona que me entrometa, Dani pero, ¿quién es este señor? No me da buena espina. —Mary frunció el ceño.

—Es un hombre que conozco... de vista. Algo me dice que me trae buenas noticias. Sabes que creo en el destino y la buena racha, como cuando sueñas con ganar la lotería o con llevarte el premio gordo en algún juego de azar; algo me dice que esta es mi oportunidad para salir de mis problemas. Claro, si resulta cierto lo que yo intuyo.

—Bueno, Dani, no intervengo más, pensé que no lo conocías. Ahora que lo sé me he aliviado un poco y los dejo hablar a solas ¡No tengo más tiempo, que llego tarde al trabajo, caray! Nos vemos a la tarde-noche —finalizó Mary, dejándole las llaves del apartamento para salir disparada hacia su motocicleta y desaparecer como rayo.

Él rió ante las acciones apresuradas de su amiga y se dispuso a hablar con el hombre misterioso. Pero antes, se sacudió la playera para desarrugarla, se acomodó el cabello con los dedos y por último pero no menos importante, sacó una mentita tic tac de su bolsillo y comenzó a degustarla.

Danilo estaba decidido a causar la mejor impresión posible. Sin más preámbulo abrió la puerta y el hombre ya se encontraba de frente, viéndolo con una sonrisa de oreja a oreja. Danilo no pudo evitar sentir un escalofrío, pero se negó a creer que fuera de miedo; era obvio que la emoción lo tenía eufórico hasta la médula de los huesos.

El joven carraspeó y comenzó a hablar con un tono más grave para parecer más intelectual:

—Y bien... Estoy dispuesto a escucharlo y a hablar de negocios —dijo él y se cruzó de brazos.

—Por supuesto —el hombre hizo una reverencia rápida —. Déjeme presentarme con más formalismo. Mi nombre es Avery y soy el abogado de confianza de su tío Alberto Buena Fe, además de ser agente de bienes raíces. —Danilo levantó una ceja, pero no interrumpió—. Déjeme darle mis más sinceras condolencias de antemano. Le informo que su querido tío ha fallecido el día de ayer por la tarde y en vista de que el señor, que en paz descanse —Avery se persingó—, no tuvo descendencia sanguínea en vida. Así que dejó esta serie de documentos que constan, le ha dejado a usted todo lo que en vida poseía.

Danilo abrió sus ojos como platos ante esas palabras. Por más que le buscara algo de lógica, su mente no se hacía a la idea de tener un tío. Su padre era hijo único y su madre era la más pequeña de siete hermanas, y jamás le había hablado de medios hermanos ni nada parecido. Si ella había sido sincera con él y su padre, aquello no podía ser verdad.

—Señor... Avery, ¿no es verdad? Creo que aquí debe haber una equivocación. Yo no tengo ningún tío, ni nada que se le parezca —rió con nerviosismo.

—Oh, no, joven Danilo. Créame que todo lo que le digo es verídico. Todo está comprobado y patentado con documentos legales. —Avery abrió su maletín y sacó una serie de hojas.

Primero le pasó a Danilo el testamento del tío Alberto. Él no cabía en su asombro con lo que estaba leyendo. Aquel escrito a puño y letra de ese hombre, que hablaba de los bienes transferidos a su persona, que incluían una mansión y de una suma de quinientos billones de dólares. Su nombre y apellidos estaban escritos allí. Todo estaba arreglado para que quedara a su nombre de inmediato. El corazón le comenzó a latir desbocado cuando terminó de leer el documento.

—Aún no me lo puedo creer —dijo Danilo en un hilo de voz —Es que... ni siquiera recuerdo haber tenido un tío.

—Pero lo tuvo y le ha dejado todo a su nombre, bueno, si usted así lo desea —Avery volvió a guardar los papeles—. Si no es así, los bienes quedarán perdidos en cuestión de nueve días. Así que su decisión debe ser lo más pronta a ese lapso de tiempo. Todo se perderá para siempre a partir de allí.

La sangre de Danilo hervía de indecisión. Una tormenta de pensamientos invadieron su mente y ocasionaban un leve temblor en su cuerpo. Era más que evidente que aquella herencia vendría a resolver todos sus problemas de una. Sus días como perdedor terminarían y nuevas puertas se abrirían ante sus ojos, además... Lara.

—¿Qué es lo que debo hacer? —preguntó Danilo con firmeza.

—¿Acepta la herencia? ¿Hacemos trato entonces? —inquirió Avery como respuesta y Danilo asintió sin más rodeos.

La sonrisa maliciosa de oreja a oreja de Avery volvió a aparecer y le extendió la mano a Danilo. Este sin titubear extendió su mano y la estrechó con euforia. Al parecer la vida le había dado una oportunidad única que no estaba dispuesto a rechazar. Los días de abstinencia y sufrimiento habían acabado. Ya no había que pensarlo más, el trato estaba más que hecho.

«¡Nueva y deslumbrante vida, aquí vamos!».

Danilo se sorprendió que el agente no lo dejara firmar de inmediato y lo citara al siguiente día por motivos de revisión del papeleo para sellar con seguridad el trato el día de mañana. Lo pensó bien y no le dio mucha importancia; podía esperar unas horas más. De todas formas, Mary no lo estaba echando del apartamento y además tenía que contarle todo, así que Danilo aceptó el trato y quedaron de juntarse en las oficinas de Avery a las once de la mañana en punto.

En cuanto el agente le dejó la dirección y se fue, Danilo respiró profundo y estiró su cuerpo para quitarse todas las preocupaciones. Desde ya comenzaba a sentirse un hombre malditamente rico. Podía saborear el éxito y la buena vida que planeaba darse con toda esa suma de dinero ¿Qué importaba quién era su tío lejano? No había ningún impedimento para no aceptar.

Estaba por encerrarse en el apartamento de su amiga, cuando de repente la misma había regresado. Dejó la moto estacionada enfrente y comenzó a caminar hacia él; tenía una expresión demandante que Danilo no podía describir con exactitud ¿Por qué había regresado a tan poco tiempo? A veces Mary lo asustaba.

—Danilo Antonio Hernández Carrillo. Ahora me contarás con pelos y señales todo lo que hablaste con ese señor —espetó con pasos fuertes.

Cuando Mary pronunciaba todo su nombre sabía que la conversación iría en serio. Esa sería una larga mañana de tertulia y Danilo no podía sentirse más eufórico como lo estaba ese día. Ella y sus padres se iban a morir cuando se enteraran.

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