Capítulo 3: ¿Quién crees que ganaría?
Me senté como un buen chico alzando mis manos, nunca me quitan las esposas, por ello ahora se me ocurren varias cosas que podría hacer sin ellas, el soldado eventualmente trató de negarse, pero su superior le exigió que lo hiciera, así que con miedo se acercó a mí quitándome las esposas, yo estaba sentado en una silla de ruedas, por ello cuando me las quitó me puse de pie, miré a mi alrededor visualizando varias armas con las cuales podría atravesar la garganta de aquel estúpido agresor, pero no lo hice, bueno, más bien no pude.
Tomé al soldado del cuello de su uniforme apegándolo de cierta forma a mí, había varios uniformados a mi alrededor apuntándome con sus armas, el soldado estaba muy asustado, por ello con un fuerte cabezazo lo noqueé haciendo que cayera desmayado al suelo, eran alrededor de diez hombres con armas, el coronel no aparentaba llevar nada encima, por ello de forma rápida, tomé el arma de uno de los uniformados.
Era un arma de asalto bastante pesada, pero me resultaba cómoda, todos estaban en posición de ataque, incluso alguien disparó queriendo que soltara el arma, estaba frente al coronel, podía matarlo si así quisiera, por ello cuando aquel sujeto disparó, hice que aquella bala le regresara, luego la misma bala lastimó a todos los soldados haciéndolos caer al suelo, todos sangraban, yo me giré viendo como gemían de dolor, me divertía verlos sufrir, entonces quise lastimar al coronel, sólo que con él planeaba usar el arma que había robado de forma psíquica.
–¿Algo que agregar? –le pregunté poniendo mi vista en su frente, allí quería apuntar, me habría gustado que temblara de miedo, sin embargo, me miró con seriedad viéndome con cierta indiferencia– ¿Por qué el presidente decide que ocurrirá conmigo? ¿No nací como un ser libre?
–En efecto, pero eres peligroso, así que por eso estás aquí– me respondió con total tranquilidad.
–¡Pero si soy un amor! –dije entre risas divertidas, mi plan era salir de aquí, tendría que lastimar a muchos, pero recuperaría mi libertad, era un buen plan, no obstante, sentí la boca de un arma similar a la mía apuntándome directamente en la nuca, no tenía miedo, creí que podría encargarme.
–No lo creo– me habló aquel hombre, mi cuerpo cuando lo escuchó se estremeció y me boqueé, no podía mover objetos, lo intentaba, pero cuando insistía mi nariz comenzó a sangrar–baja el arma, Yue– me ordenó, por lo que tras no poder usar mis habilidades, sólo me quedaba suspirar y ver los ojos del coronel.
–Si le disparo y luego tú me disparas ¿Quién crees que ganaría? ¿Tú o yo? –le pregunté al sujeto que estaba detrás de mí.
–Tú– me respondió por lo que sonreí bajando el arma, entregándosela al coronel.
–¿Me pueden enseñar a usarla allá a dónde vamos? –le pregunté– no estaba segura de como recargarla– me giré viendo a la persona que consiguió estremecer a mi cuerpo.
No parecía mayor a mí, seguramente era un soldado, ni siquiera se veía como alguien a quien temer, por lo que reí cuando lo vi apuntarme con el arma, lo curioso es que se parecía al coronel, seguramente son parientes, sus ojos son del mismo color miel, además tienen rasgos similares, a pesar de que su cabello es rubio y no castaño como el del coronel.
–¿Estás seguro de que quieres llevarlo? –le preguntó aquel chico con preocupación.
–Por supuesto, Hika– le dijo el coronel– de todas formas, es un amor de chico.