05
La puerta se abrió y vi a Jesse ingresar al interior. Todas las noches teníamos la costumbre de
ver una película infantil. Mi hermanito era tan enérgico que costaba lograr que se durmiera, por lo que un día mamá y yo nos dimos cuenta que las películas con musicales ayudaban a que se quedara dormido rápido.
No llegó a pasar más de diez minutos cuando el pequeño estaba profundamente dormido a mi lado.
Sonreí apreciando su preciosa carita con rasgos aún de bebé. Bajé de la cama y lo cargué para llevarlo a su habitación, que estaba al lado de la mía.
Lo coloqué con delicadeza en el colchón, se removió y giró su pequeño cuerpo. Apagué la lámpara y salí cerrando la puerta detrás de mí.
Solté un bostezo, fui al baño y cepille mis dientes. Me tumbé en la cama acomodando la cabeza en la almohada, encendí mi celular y revisé las redes sociales.
Una nueva publicación de Matt me apareció en Instagram, era de él y Asthon, leí lo que estaba escrito al pie de la foto.
Te extrañé imbécil. Era todo lo que decía.
Sonreí al ver lo feliz que se veía mi mejor amigo junto a su hermano. Pude notar lo guapo que lucía el mayor de los Hartmann, su rasgo distintivo era su pelo rojo fuego, que había heredado de su padre. Tenía el mentón más marcado y definido, la nariz respingada, cejas pobladas, más unas espesas y largas pestañas que adornaban sus ojos color avellana.
Me quedé embobada mirando la foto. Definitivamente Asthon había cambiado drásticamente, ya no quedaba rastro de niñez en él.
Apagué el móvil al sentir los ojos un tanto pesados, me acomodé en la cama y abracé a la almohada para estar más cómoda. Sin darme cuenta caí profundamente dormida.
***
La mañana había pasado rápida, me encontré caminando hacia la cafetería que ya estaba infestada de alumnos. Divisé una mesa vacía y me encaminé hacia ella.
No tenía idea dónde estaban Claire y Matt, por lo que iba a almorzar sola, o bueno que sentí como Alex se sentaba al frente.
Esto tenía que ser una broma, pensé.
—¿No tienes con quién sentarte o qué? —pregunté sin levantar la vista de mi sandwich.
—Hola Jen, yo bien y ¿tú? —dijo con sarcasmo.
Bufé irritada.
—Es obvio que quieres algo de mí, sino no te hubieras sentado aquí —solté sin tapujos.
—Para nada, solo vi que estabas solita y te vine a hacer compañía —solté una risita seca.
—A ver Alex, primero, no necesito compañía, estoy bien. Y segundo, que te estés ayudando no significa que nos haremos amigos. —Miré su rostro inexpresivo.
Sus labios se curvaron en una sonrisa.
—Yo no he dicho eso —habló mirándome fijamente.
No me gustaba que hicieran eso, no era capaz de sostenerle la mirada a los chicos. Me hacía sentir incómoda.
—Eres muy molesto —Gruñí viendo que no apartaba su mirada de mí.
—Y tú una amargada.
—Idiota.
—Torpe.
—Irresponsable —Ataqué, recordando que no me había pagado.
—Oye, ya te dije que se me olvidó —dijo defendiéndose.
—Ese no es mi problema —comenté. —Quiero mi dinero mañana, sino, olvídate de las tutorías.
—Te pagaré mañana. —Dijo y se levantó de la mesa.
Él era quien necesita de mi ayuda, más le valía que me pagara. Salí de la cafetería y me dirigí a la biblioteca, necesitaba perderme en los libros por un momento. No había tenido tiempo de hacerlo, pues estaba en los exámenes finales.
La biblioteca estaba completamente sola, me acerqué a una de las primeras mesas y dejé la mochila en la silla. Recorrí la estantería y tomé el libro que aún no había terminado de leer. Era una novela escrita por Margaret Mitchell; se llamaba "Lo que el viento se llevó" y era uno de los libros más vendidos de la historia, un clásico de la literatura de los Estados Unidos y es junto a su adaptación al cine uno de los mayores iconos o mitos de la cultura universal.
La novela giraba en torno a la historia de una joven que era de una familia aristócrata sureña, en la época de la Guerra de Secesión. De por medio muchas vicisitudes y relaciones de la protagonista con otros hombres por despecho o por interés.
Me sumergí en la trama y me dediqué a leer el largo capítulo.
Aunque sabía que no me daría tiempo de terminarlo, pues me faltaba una clase.
Estaba tan perdida en el libro que no noté al chico que se sentó a mi lado. Giré mi cabeza y vi que se trataba de MinJoon, el amigo de Claire.
—Ah, hola Min —saludé amable.
—Hola Jenna —dijo de vuelta.
—¿También te gusta escabullirte en la biblioteca? —pregunté alegre.
Asintió dándome una diminuta sonrisa. Él no era de hablar mucho, por lo que di por terminada nuestra corta conversación y me dediqué a seguir leyendo.
Escuché el claxon del auto de Matt, que aguardaba fuera de mi casa. Bajé las escaleras arreglando mi desordenado cabello ondulado en una coleta alta.
—¡Adiós mamá! —grité y salí disparada hacia la puerta sin esperar respuesta.
Caminé rápido alisando mi falda arrugada, puesto que no me dio tiempo de plancharla. Llegué hasta el auto, jalé la manilla de la puerta pero esta no cedió. Inmediatamente vi como el vidrio bajó lentamente mostrando el rostro de Asthon, mis cejas se curvaron hacia arriba por la sorpresa de verlo allí.
—¿Vas a subir o no? —su voz despectiva me hizo parpadear.
Y yo que pensaba que había cambiado. Pensé internamente.
Solo físicamente porque de personalidad aún seguía siendo un completo imbécil.
Abrí la puerta de atrás, me subí al auto y nos marchamos
—¡Hola Matt! —saludé besando su mejilla. Como estaba conduciendo solo fue un pequeño roce debido al movimiento del auto.
—¿Cómo amaneciste? —preguntó viéndome por el retrovisor.
—De maravilla y ¿tú? —contesté.
—Quisiera decir lo mismo, pero todavía tengo resaca por culpa de este idiota —comentó señalando al pelirrojo.
—No seas dramático, solo tomaste dos vasos de vodka. No tengo la culpa de que no toleres un poco de alcohol, hermanito —escuché a Ashton decir con burla.
—¡Me dijiste que no me iba a embriagar con esa cosa! —gritó Matt quejándose.
—Deberías pasártela más con hombres para que dejes de ser tan niña —bufé al escuchar la estupidez que había dicho Asthon.