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04

—¿A qué se debe tu sonrisa? —pregunté curiosa.

—No lo van a creer chicos —dijo ensanchando más su sonrisa —¿recuerdan que les hablé de MinJoon Lee, el que dirige el periódico escolar?

Asentimos esperando que prosiguiera.

—Bueno —volteó hacia los lados asegurándose de que no la estuvieran escuchando. —¡Me invitó a salir! —soltó un chillido por lo bajo que solo logramos escuchar Matt y yo.

—¡Vaya, eso es genial Clai! —dije feliz por ella.

Mi amiga había tenido un flechazo por MinJoon desde la primera vez que lo vio, a decir verdad el pelinegro era muy simpático, además que lograba hacer suspirar a las chicas, apenas posaba sus oscuros ojos rasgados que eran cubiertos por  su cabello negro.

Lee era asiático, por eso su piel blanca y de porcelana relucía a la distancia. Tenía un estatura promedio de un metro setenta y de complexión delgada.

—Así que el coreano no es tan tímido como todos creen, eh —bromeó Matt, a lo que Claire le lanzó una rebanada de tomate de su ensalada.

Reí al ver como el tomate impactó en el rostro de mi amigo.

—Pues él no lo es conmigo, de hecho, llevamos hablando desde hace algún tiempo —mencionó comiendo su para nada apetecible ensalada.

Claire le gustaba comer saludable, por eso siempre nos reprendía a Matt y a mí por comer cosas grasosas que según ella nos haría salir granos en la cara.

Saqué mis dos rebanadas de pizza que la señora Alene había preparado para la cena de anoche. La devoré en tres mordiscos, tenía muchísima hambre, a pesar de ser delgada podía comer gran cantidad de comida al igual que un chico. A lo que Matt siempre se burlaba de mí.

—¿Qué clase les toca? —preguntó Claire mientras caminábamos fuera de la cafetería.

—Deporte, con el gruñón de Fred —hice una mueca al nombrarlo.

—Yo que tú me iría preparando para sus gritos —murmuró Matt, señaló el campus donde se podía observar al equipo de porristas moviéndose como solo ellas sabían hacer.

El timbre sonó estrepitosamente.

Solté un bufido, me tocaba la  tortuosa clase de Fred. Era el único profesor al que no soportaba, su mal humor me sacaba de quicio. Aparte que no era muy buena que digamos en el deporte, es más, odiaba sudar como puerco.

—¡Los veo más tarde! —canturreó Claire y se perdió entre el mar de estudiantes.

Quisiera tener su buen humor mañanero. Pensé.

—Te espero aquí —asentí hacia Matt y me dirigí a regañadientes al los vestidores para cambiarme.

***

El silbato del entrenador Fred resonó por todo el campus. Como siempre estaba de lo más amargado y exigente.

Vi como Matt pasaba por mi lado sin ningún rastro de cansancio, y eso que por ser chicos el entrenador les hacía dar más vueltas que a nosotras las chicas. Traté de correr lo más rápido  para no quedarme , sin embargo sentí que iba a desfallecer y apenas había dado tres vueltas a la enorme cancha.

—¡Vamos Miller! ¡No seas una holgazán!

Gritó el ogro que tenía por entrenador, rodé los ojos al escucharlo. Hice mi esfuerzo por correr más rápido y terminar las tres vueltas que faltaba por darle al campus.

Me aseguré de que el profesor Fred me perdiera de vista y así poder ir a tomar un poco de agua, estaba sedienta. Bebí casi la mitad de ella y vertí el líquido frío en mi rostro acalorado.

—No estuviste tan mal —escuché la voz de Alex cerca.

Alcé mi cabeza viéndolo sacarse el casco, pasó su mano por su cabello revolviéndose los mechones rubios.

Me fue imposible ignorar ese gesto. Donovan era el típico chico rubio de ojos azules y piel bronceada que lo hacía ver como Zac Efron. Claro, tampoco es que era igual de bombón que ese sexi actor.

Sacudí mi cabeza apartando mis pensamientos.

—Hice lo que pude —me encongí de hombros.

Asintió y se sentó a mi lado.

—¿Irás a la fiesta de Owens? —inquirió con la vista fija hacia el frente.

—No estoy segura —dije sin más.

—¿Por qué?

—Las fiestas no son lo mío —hablé recordando la última vez que fui a una.

Había terminado con una resaca de mierda que me llevó a tomar la decisión de no embriagarme más nunca.

—Oh, entiendo. Prefieres quedarte aburrida en tu casa leyendo algún libro. —Dijo con burla.

—Es mejor que ir a una estúpida fiesta llena de adolescente hormonales —reviré elevando una ceja.

Alex iba a hablar de nuevo, pero la voz de Will lo interrumpió. Le susurró algo al oído que no logré escuchar.

—Nos vemos en la biblioteca, Minions —Donovan sonrío a mi dirección mostrando sus blancos dientes sacados de comercial.

—Idiota —mascullé.

Deseé estampar mi puño en su linda cara y borrar su estúpida sonrisa. Desafortunadamente hoy tendría que ayudarle con las tutorías.

Me levanté de las gradas y me dirigí a tomar un larga ducha para ir a la siguiente clase.

***

Bajé del auto de Matt y me despedí recordándole que llevara mañana, mi cuaderno de matemáticas que se había quedado en su casa. Ingresé a casa y me dirigí a la cocina donde estaba mamá.

—Hola mamá —saludé besando su mejilla.

—¿Qué tal te fue hoy? —Preguntó   como siempre lo hacía.

—Bien, ya sabes, sobreviví a la clase de Fred —comenté sin dar  detalles de las tutorías que estaba dándole a Alex. —¿Y Jesse?

—En su habitación jugando videojuegos —dijo mientras echaba en la sartén, las papas que faltaban por freír.

—Iré a cambiarme —anuncié robándome una papa frita, ganándome una mirada seria de mamá.

Subí las escaleras y antes pasé a ver al pequeño travieso que tenía por hermano. Estaba entretenimiento jugando Mario kart, con tan solo cinco años ya sabía usar la consola sin ayuda de otros. Me impresionaba lo inteligente que era a tan corta edad.

—¡No me ganarán! —gritó a la pantalla mientras hacía un bailecito ridículo.

Solté una risita corta que hizo que volteara a mi dirección.

—¡Jen! —chilló lanzándose en mis brazos.

—¡Hey, pollito! —dije llamándolo por el apodo que le había puesto.

Su cabello era tan rubio y liso que parecía las plumas de un adorable pollito.

—¿Quieres jugar conmigo? —preguntó con entusiasmo.

—Umm... —coloqué un dedo en mi barbilla fingiendo pesarlo —¿Te dormirás temprano?

Asintió frenéticamente haciendo bailar sus cabellos.

—Vale, ¡entonces a jugar! —grité corriendo con él en brazos.

Nos divertimos entre risas y gritos. Luego bajamos a cenar la exquisita comida que mamá había preparado.

Lavé los platos sucios y subí a mí habitación a descansar. Me cambié por un pijama cómoda y me tumbé en la cama.

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