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Capítulo 4

Ese hombre era tan guapo como presuntuoso y con esas palabras me había irritado bastante.

-¿Y tú qué sabes de lo que puedo hacer? ¿Quieres ponerme a prueba?-

-No lo necesito, tus movimientos son torpes y el agarre es incorrecto, la espada caería al menor golpe-

Con eso soltó mi muñeca y con un solo gesto logró soltar la espada que sostenía en mi mano, para demostrar lo que acababa de decir.

Lo miré muy mal, estaba tan molesta que con gusto lo habría abofeteado dos veces, sólo para quitarle esa mirada arrogante de su rostro.

¿Pero qué le preocupaba?

Fenris debe haber entendido la situación cuando avanzó hacia Casper y comenzó a gruñirle.

Sus ojos se oscurecieron al ver al lobo.

-¿Eres esclavo de una de las hijas del rey?-

Abrí mucho los ojos con incredulidad, un gesto que no pasó desapercibido dada su mirada perpleja.

No recordaba en absoluto quién era yo, además me había confundido con una esclava y esto me ofendió profundamente, tanto que incluso evité responderle.

Tomé mi espada del suelo y sin mirarlo a la cara salí corriendo.

Pasé el resto del día en el río con Fenris pensando en lo que me había pasado y cuando decidí regresar, ya era casi de noche.

Ingrid me estaba esperando en mi habitación.

-¡Adrina! ¡Por suerte has vuelto!-

-¿Qué pasó?-

-El hijo del rey Einar le ha dicho a nuestro padre que no tiene intención de casarse con Gerda-

Se me heló la sangre al pensar en lo que sucedería poco después.

-¿P-por qué?-

-La verdad es que no lo sé, pero nuestro padre quiere vernos a todos-

Dejé a Fenris en mi habitación y rápidamente me dirigí con Ingrid a la sala grande, apenas entramos noté que Casper y el chico con el que había venido estaban allí frente a nuestro padre y el resto de mis hermanas a su lado, todas excepto Gerda.

Casper inmediatamente notó mi presencia pero no se sorprendió al verme, o al menos no lo señaló.

Las ganas de abofetearlo no habían desaparecido, de hecho, si cabe habían aumentado.

Después de unos minutos, mi padre dijo algo que literalmente me dejó atónito.

-Te dejaré elegir con cuál de mis hijas casarte-

¿Qué había pasado con Gerda? ¿Se había descubierto el romance con Brynyar? ¿Con quién elegiría casarse ahora?

Mi cerebro se estaba volviendo loco tratando de comprender y procesar todo lo que estaba sucediendo y la cantidad de preguntas que intentaba responder.

Pensé que probablemente elegiría a Hel, de todos nosotros ella era sin duda la más hermosa.

Miré al guerrero frente a mí que había estado mirándome desde que entré a la gran sala, probablemente porque ahora entendía que yo no era solo un esclavo.

Por primera vez desde que lo conocí lo vi sonreír, aunque fuera una de esas sonrisas burlonas y engreídas.

Poco después pronunció dos simples palabras que amenazaron con hacerme desmayar.

-La quiero-

No podía creer lo que me estaba pasando, había pasado de sentir lástima por mi hermana por la pesadilla en la que se encontraba, a ser la protagonista directa de la misma.

Con dos simples palabras Casper había destruido todos los sueños y planes que yo tenía en mente, y ser obligada a casarme ciertamente no era uno de ellos.

No hace falta decir que, después de expresar su elección, todos los presentes, incluido yo, tenían una expresión en sus rostros que en otras -condiciones- habría considerado bastante hilarante.

Lo único que podría haberme salvado en ese momento era que mi padre lo contradijera, invitándolo a buscar una esposa más adecuada.

No pensé que algún día pondría esperanzas en ese hombre.

Hubo unos minutos de silencio, minutos en los que esperé con impaciencia alguna palabra de desaprobación de su parte pero lamentablemente, una vez más, quedé profundamente decepcionado.

Después de todo, una hija era tan buena como otra, ¿qué diferencia podía haber entre Gerda y yo?

Para mi padre lo importante sólo era tenerlos como aliados, debí pensarlo antes de esperar algo de él.

Mi hermana Hel me estrechó la mano ligeramente, me volví y noté el profundo arrepentimiento que sentía por mí.

-Lo siento-

Quería todo menos sentir lástima, toda la situación me daba ganas de gritar.

Miré nuevamente al vikingo que se convertiría en mi esposo, esa sonrisa burlona había desaparecido, dando paso a su habitual expresión seria y serena.

-Preferiría que el matrimonio se celebrara lo antes posible, aunque los problemas con el Conde Vikar han sido resueltos, no confío en dejar mis tierras desatendidas por mucho tiempo-

Mi padre pareció recuperarse y finalmente se dignó abrir la boca.

-Lo entiendo perfectamente, un par de días serán suficientes -

Casper asintió y luego volvió su atención a mí, se acercó y tuve que levantar la cabeza para igualar su altura, era tan alto que apenas llegaba a su pecho.

-Debes disculparme, pero no traje regalo, este cambio no estaba previsto-

Esas palabras solo lograron ponerme más nervioso, no éramos objetos que pudieran usar a su antojo y ya no podía mantener la boca cerrada, fruncí el ceño y lo miré de la peor manera posible.

-No te preocupes, no quiero absolutamente nada de ti-

No sabía si mi padre me había escuchado o si pagaría por mi desvergüenza pero no me importaba en absoluto.

Desafortunadamente, sin embargo, no obtuve el efecto deseado, esa sonrisa arrogante volvió a su rostro.

El vikingo se inclinó y acercó sus labios a mi oreja para que nadie pudiera escuchar lo que tenía que decir.

-Es una pena mi querida skjalmær ( doncella escudo) porque en un par de días tendrás de yo mucho más que un regalo sencillo-

¡¡Presuntuoso, arrogante y arrogante de vikingo!!

Me puse morado de vergüenza y Casper al verme acarició suavemente mi cabeza sin dejar de sonreír.

Si realmente pensó que le dejaría ponerme las manos encima estaba equivocado, aún tenía que entender con quién estaba tratando.

Quizás no podría escapar de este matrimonio pero podría hacer que Wulfgar pensara que yo era tan insoportable que encontraría otra mujer.

Sólo había unos pocos -detalles- que resolver, como encontrar una manera de escapar de mi padre, pero ya me ocuparía de eso más tarde.

Al rato Casper y ese chico salieron del cuarto y mi padre nos despidió con un gesto de la mano.

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