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CAPÍTULO 5

Gianna estaba tronando sus dedos debajo de la mesa, en un lujoso restaurante, donde Antonella estaba pidiendo un desayuno para ambas, mientras esperaban a Enzo.

—¿Te provoca el plato número dos? —Gianna alzó la vista ante la pregunta, y luego miró la carta.

—Creo que solo me tomaré un capuchino… realmente desayuné antes de salir de casa…

Antonella sonrió, y luego miró al camarero.

—Lo de siempre, entonces…

—Por supuesto —dijo el hombre retirándose, y luego Antonella comenzó observándola detenidamente.

—No quiero esa cara, Gianna… Enzo pensará que estoy colocando un arma en tu cabeza…

Gianna pensó que sí lo hacía, literalmente estaba entre la espada y la pared, y no había decisión que tomar, porque ella no tenía opciones.

Prefirió quedarse callada, y entonces su vista se alzó cuando pudo notar que el esposo de su jefa, estaba entrando en el lugar.

Ella se tensionó visiblemente cuando lo detalló en un traje a su medida, y su apariencia perfecta. Tenía lentes oscuros como los solía usar, pero cuando llegó a la mesa, se los quitó, y se echó hacia un lado para darle un beso casto en la mejilla de su mujer.

Gianna quitó la mirada rápidamente y la bajó.

—Hola, Gianna… —levantó los ojos de nuevo ante el saludo, pero se encontraba increíblemente avergonzada.

—Señor Cavalli… —fue lo más profesional posible, mientras lo vio asentir totalmente serio.

—Amor… quería que nos reuniéramos antes de… asistir… a lo que tú ya sabes… —Enzo apretó la mandíbula, y luego asintió hacia Antonella

—Mi abogado ya está trabajando en esto… podemos ir al médico a que le haga una revisión primero, y nos dé las indicaciones de los pasos a seguir.

Todo el tiempo, Gianna encontró sus palabras despectivas, pero lo que menos le gustó, fue una mención del abogado. ¿Acaso ella era una delincuente?

—¿Qué abogado? —no tuvo tacto para preguntar, y en ese momento esa mirada dura se clavó en ella.

—Esto será legal… vas a llevar a nuestro hijo en tu vientre, y te pagaremos por ello —A Gianna le temblaron los labios ante la respuesta de Enzo, y se puso de pie de inmediato.

—Por favor, discúlpenme un momento… debo ir al baño…

Ella salió disparada de la mesa, y luego la mano de Antonella se posicionó en el hombro de Enzo.

—Estás tenso…

Él negó rápidamente restregando sus ojos.

—Solo… pensé que ella era una chica lista… siempre la vi como una niña de familia… que solo quería cumplir sus sueños… No entiendo cómo ella te metió esta idea en la cabeza.

Antonella apretó sus labios recordando aquella noche cuando Enzo le preguntó cuál había sido el origen de toda esta situación para elegir a Gianna, y ella le había dicho que la misma chica le había dado la idea de utilizarla a ella para colocar a su bebé dentro, si le daba una buena cantidad de dinero.

Y por supuesto, había agregado que el propósito de Gianna era hacerse unos arreglos estéticos en el futuro, y esto había colocado de mal humor a Enzo.

—Más bien, alegrémonos de que Gianna haya estado dispuesta, trabaja conmigo, y… está cerca de nosotros… no podría confiar a nuestro hijo en una desconocida.

Enzo asintió, pero incluso le dolía la cabeza.

—¿Cuándo veremos al médico?

—Esta semana… estoy tomando un medicamento que me recetó el doctor Dago, para estimulación hormonal… tú no necesitas nada… solo ir a dejar… tu semilla… —Antonella rio, pero Enzo seguía como una piedra.

—¿Y cómo sabremos que ella está sana para esto? —él hablaba desde su rabia, ahora no sabía ni cómo tomar este tema para arrojarlo a su familia, y a sus padres que eran tan cuadrados.

—Ella irá con nosotros el mismo día… no te preocupes… todo está bajo control…

En el momento Gianna volvió a la mesa, y se sentó exactamente cuando el camarero sirvió su capuchino.

Enzo detalló el temblor de sus dedos, y cómo sus labios pálidos, soplaba el café.

Su ceño se frunció levemente, pero en el momento, Antonella recibió una llamada.

—Debo tomarla… —se puso de pie yendo un poco lejos, mientras los ojos de Gianna se clavaron en el toqueteo de los dedos de Enzo sobre la mesa.

—¿Te asusta un abogado en este asunto? —ella lo miró a los ojos, y asintió.

—No tengo la menor intención de hacer algo contrario a lo que la señora Antonella me dijo…

El italiano sentía una rabia interna por no tener el control de su vida, y apretando las palabras se acercó un poco más a Gianna.

—No quiero sorpresas, Gianna… solo espero que la confianza que mi esposa ha depositado en usted… sepas valorarla…

Ella lo miró por largo tiempo, y en ese momento se dio cuenta, que de seguro ese hombre tenía una idea muy equivocada de ella.

***

—Gianna es una candidata perfecta… está sana, es joven… y… —el médico se detuvo mirando a Gianna, pero omitió el hecho de que ni siquiera había tenido actividad sexual.

—¿Y mi esposa? ¿Ha sacado sus óvulos? —Enzo preguntó desviando la atención del doctor Dago, y él asintió observando a los tres frente a él.

—Ya tenemos las muestras de las dos partes… ahora, les llamaré en unos días, para que Gianna venga a hacerse el procedimiento.

Antonella sonrió interrumpiendo.

—Mi esposo es un hombre muy ocupado, ese día vendré sola con Gianna… —el doctor Dago asintió, y luego le pasó todas las planillas que tenían que firmar.

Todos salieron del consultorio, pero antes de que Gianna se despidiera de su jefa para volver al trabajo, Enzo la detuvo, por primera vez tomando su brazo.

—Espera… debemos leer los acuerdos con mi abogado… —Antonella detalló su toque, y luego pasó la mirada lentamente a Enzo.

—Manda el documento a mi oficina, cariño… no es necesario que te reúnas con Gianna para esto.

La mirada de Enzo pasó de Gianna a Antonella y ella supo que no había forma de convencerlo. Estaba exasperado.

—Está bien… puedes ir, Gianna… y en cuanto termines, ve a la oficina…

Antonella se despidió de su marido, y se fue caminando a su auto, mientras que Gianna estaba un poco nerviosa por la presencia del hombre, que ahora parecía odiarla.

—Vamos, iremos a reunirnos con mi abogado… —ella lo siguió obediente a sus pasos largos y rápidos, y para cuando llegaron al auto, un chofer les abrió la puerta, y Enzo esperó que ella entrara.

En el camino no hubo más que silencio, mientras las fosas de la chica se llenaron de su perfume. Ella ni siquiera conocía la fragancia, pero era maravillosa.

Se bajaron en un enorme edificio conocido por ser uno de los tesoros de los Cavalli, y luego subieron por un ascensor, para prontamente llegar a una planta donde todos fueron muy amables en cada paso que daban.

Todos le ofrecieron una sonrisa a Enzo, y ella solo caminó abriendo los ojos con las miradas que obtenía a su paso.

—Siéntate… —ordenó Enzo cuando llegaron a la oficina, y luego, tomó el auricular para ordenar—. Zia… buenos días… ¿Puedes decirle al abogado que suba? Gracias…

Gianna tomó un suspiro sabiendo que su jefa nunca le daba las gracias por nada, y que este hombre difería mucho de su esposa. Aunque con ella estaba siendo un ogro.

El hombre abrió su computadora como si ella no existiera, y aunque estaba detallando su comportamiento, se vio exaltada cuando alguien saludó en un tono fuerte detrás de su sitio.

—¡Fratello…! (Hermano) —Enzo alzó la mirada, y Gianna se giró en su propio asiento, para notar que un hombre parecido a Enzo, pero más joven, que se acercaba a ellos con una sonrisa—. ¡Qué pena…! No sabía que tenías compañía… ¿Con quién tengo el gusto?

Enzo rayó su mirada en la mano de su hermano Ángelo, que ahora tomaba descaradamente la mano de Gianna, y de alguna forma la sobaba.

Las cosas se complicarían con su familia, y ¿cómo decirle a Ángelo, y al resto de familia, que Gianna pasaría a ser su incubadora personal?

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