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ISABELLA
No podía ser, ¿acaso estaba alucinando? Cerré los ojos y luego los abrí, pero Harry seguía ahí, parado justo frente a todos, con su porte de elegancia y superioridad. ¿Acaso volvió? Porque según lo que me dijo Martha y todos, nadie sabía en donde estaba. ¿Por qué lo hizo? ¿Y por qué está aquí, en la universidad, dando clases? El corazón me comenzó a palpitar más rápido de lo normal, de pronto hacía más calor aquí. Alberto notó mi comportamiento así que puso su mano encima de las mías, porque habían empezado a temblar. Miré a Alberto, él me miró... pero también Harry. Harry miró las manos de Alberto sobre las mías, se notó tenso y su mandíbula se apretó. Luego su mirada dio con la mía, fue una mirada fugaz porque no podía ni verlo a los ojos.
Él me traicionó.
—Él será su nuevo profesor de Ética, jóvenes, por favor trátenlo bien. No quiero repetir problemas como de los meses pasados —la directora avanzó hacia la salida— Pasen buena tarde. Ah, profesor Lee, tenemos una reunión a las cinco de la tarde en el salón de maestros.
—Está bien —respondió Harry. Dios, volver a escuchar su voz... De pronto flashes de todo lo que vivimos empezaron a pasar por mi cabeza. Pero me contuve. —Buenas tardes —nos saludó, yendo hacia el escritorio y poniendo su maletín encima. Además de dolor siento rabia, ¿por qué está aquí? Debería de estar atendiendo a su esposa y a su futuro hijo o hija. ¿Y que clase dijo que daría? ¿Ética? Por Dios, es el menos indicado para dar eso.
—Estoy bien—le susurré a Alberto. El bullicio se empezó a escuchar en el aula de clases mientras Harry borraba el anterior tema de la pizarra.
—No puedo creer que esté aquí —me dijo Alberto. —No tiene vergüenza —golpeó la mesa de su pupitre.
—Tranquilo —dije—Ignóralo.
—Es que no puede ser que tenga tanto descaro, ¿no se supone que es abogado?
—No lo sé, ya sabes que la gente con dinero puede hacer lo que quiera —me encogí de hombros. Estaba nerviosa, lo admito. Tenerlo aquí, estaba tan cerca y tan lejos a la vez que... me dolía un poco la situación.
—Bueno, el maestro anterior me dejó los temas que han visto los últimos meses —habló Harry, abriendo su maletín y sacando papeles—También me comentó que la clase es animada para evitar que se aburran. No soy mucho de ese tipo de cosas porque me gusta lo serio. Pero le he dicho a su profesor que lo intentaré —nos explicó. No pude evitar escuchar murmullos y susurros de algunas chicas, como diciendo «qué guapo es» «¿tendrá novia?» «ojalá que se quede todo el año» y ese tipo de comentarios. En el fondo me molestaba, lo admito. Me acerqué a una de ellas y les susurré:
—Está casado y su esposa está embarazada.
Ellas se quedaron consternadas y disimularon un poco. Sonreí para mis adentros ante lo que había hecho. Harry empezó a escribir en la pizarra una especie de ejercicio.
—Esta vez haremos parejas, yo las elegiré claro está. Y vamos a escribir en una página lo que pensamos de nuestro compañero o compañera. Es un ejercicio fácil y sencillo.
—Eso ya lo hicimos —dijo un chico de atrás.
Era cierto, lo habíamos hecho. Recuerdo que hice ese trabajo con Alberto.
—Lo sé —dijo Harry— Lo hicieron con el maestro anterior, para conocerse, pero yo no los conozco y seremos compañeros estos tres meses, así que haremos de nuevo el ejercicio para conocerlos mejor a todos —nos sonrió. Harry tenía algunas ojeras, a pesar de querer ser el Harry de antes no lo era. Había algo en él que había cambiado, su mirada no tenía el mismo brillo de antes. Lo sabía. Bueno, en realidad nadie era el mismo.
—Pasaré la lista y las parejas pueden irse juntando, tenemos dos horas para esto —tomó un papel y empezó a decir los nombres. Siempre iba un hombre y una mujer. Hasta que dio con Alberto... pensé que le tocaría conmigo porque estamos sentados juntos, pero no, le tocó con una chica llamada Alejandra.
—Te veré después —me dijo, poniéndose de pie y yéndose con su silla para donde la chica. Ahora había quedado sola. Es más, nadie más estaba disponible ya. Me sentía un poco mal por eso. Harry me miró. —Parece que alguien queda sola —murmura. ¿Está jugando acaso?
—¿Puede hacerse Isabella con nosotros? —preguntó Alberto desde la parte de atrás.
—Imposible —respondió Harry— Si queda una persona libre puedes hacerte conmigo —me dijo. Tragué grueso y lo miré mal. No quería hacer pareja con el, no quería ni tenerlo cerca. Esto no podía estar pasando. —¿O qué creen ustedes, chicos? —le preguntó al grupo.
—Todos estamos en pareja —respondió una chica.
—Que se haga con usted —respondió otro.
—Es lo justo.
Suspiré profundo y asentí, poniendo mis labios en una sola línea. Me puse de pie, sintiendo la mirada de Harry y cargué mi silla, pero él se me adelantó y la cargó por mi.
—Permíteme —llevó la silla junto a la suya en su escritorio.
Avancé hacia el lugar y me sentí, súper incómoda yo.
Todos cuchicheaban haciendo su trabajo, igual no lo hacían del todo porque se ponían a chismear o a platicar de otra cosa. Algunas chicas me daban miradas curiosas, seguramente las que sabían que entre Harry y yo había pasado algo.
Harry se sentó en su lugar junto a mi, era la primera vez en meses que estábamos juntos. Aún usaba esa colonia que lo caracterizaba y la que me gustaba tanto. Esto es una tortura. Pero en ningún momento lo miré. Solo tomé mi lápiz y empecé a escribir la fecha y el tema en mi cuaderno, lo más lento posible. Harry revisaba unos papeles o simplemente disimulaba, no lo sé.
—¿Cómo estás? —me preguntó a lo bajo, sin verme.
Le miré rápido, no pensaba responderle.
—Isabella, no tienes por qué responder si no quieres, pero tenemos un trabajo.
Escribí el nombre Harry y empecé a poner cosas de él, lo conocía bien, o eso creía. Pero no quería preguntarle nada, solo quería que estas dos horas acabaran lo más pronto posible. Por favor.
—¿Qué escribes? —me arrebató la hoja y empezó a leer.
—Devuélvemela —se la quise quitar, pero él me tomó de la mano, deteniéndome. Su toque... su toque provocó un cosquilleo en mi vientre. Rápidamente me zafé de su agarre. Harry leía lo que había escrito de él.
—Acertaste en algunas —me dice, dándome la hoja. Lo fulminé con la mirada para mostrarle mi enojo y mi desacuerdo. —Lo de infiel y mentiroso no creo que sea parte del trabajo —sonrió triste— No soy ningún infiel, señorita Fox. Tenga más respeto.
—¿A qué estás jugando? —espeté a lo bajo, no quería hacer un escándalo frente a todos.
—A nada, solo estoy impartiendo mi clase. —ahora fue él quien sacó una hoja y puso mi nombre en ella— ¿Comida favorita?
Me indignó esa pregunta, creí que conocería cosas de mi. Pero claro, siempre me decepciona.
—Ninguna —respondí, mientras tachaba las palabras infiel y mentiroso de mi lista.
—Vamos, tiene que haber una.
—Nin-gu-na —puntualicé, dándole una mirada rápida.
—Pizza —dijo, mientras lo anotaba.
Rodé los ojos.
Mi lista no era tan grande, solo había puesto que Harry era muy dedicado en su trabajo, que no le gustaba equivocarse o perder y entre todas esas cosas aburridas que tanto lo caracterizaban.
—¿Refresco favorito? —preguntó de nuevo.
—Ninguno —volví a responder. Ya sabía yo que le estaba haciendo las cosas muy difíciles.
—Isabella, esta nota te ayudará mucho en tus calificaciones así que por favor no te sabotees a ti misma.
Lo miré, sí, esta vez lo hice.
—No sé por qué estás aquí pero sea lo que sea que planees no funcionará.
—¿De qué hablas? —se hizo el que no sabía.
—Escucha, el maestro de ética es amigo mío y me pidió que lo supliera como favor. Nada más.
Yo sabía que mentía.
—Sí, como digas.
—Déjame adivinar —se puso el dedo en su barbilla como modo pensativo— Tu refresco favorito es... ¿melón?
—No.
—Eso es un sí. —y lo anotó.
—Es increíble que no sepas esas cosas —susurré, Harry dejó de escribir y solo se quedó pensativo—Eso me demuestra más que tú y yo no somos compatibles y nunca lo fuimos. Y jamás lo seremos.
—No digas esas cosas —musitó sin mirarme— No sabes por todas las cosas que yo pasé cuando te fuiste.
—Y tú no sabes todo lo que yo sufrí cuando me engañaste.
—No tuve otra opción.
—No me interesa. Ya terminé mi lista, profesor Lee.
—Aún no termino la mía.
—Dese prisa.
Harry me miró por unos segundos, pero no decía nada, solo me miraba con un poco de nostalgia mezclado con tristeza. No lo sé. Pero sentí pena por él en ese momento.
—Te extrañé —fue lo que dijo después. Fue un «te extrañé» tan sencillo pero lleno de mucho sentimiento. Aunque lo negara pero eso fue lo que sentí. Su confesión me había nublado el coraje y había derribado mis muros solo por un momento. Y odiaba que eso pasara. No quería que Harry me convenciera de nuevo, sabía que si pasaba más tiempo con él lo haría. Es que era tan débil con él. Demasiado. Quise decirle un «yo también» pero mi boca no respondió.
—Profesor Lee, terminamos —Alberto y Alejandra nos interrumpieron para mi suerte. Ellos llegaron al escritorio. Harry parpadeó varias veces y los atendió.
—Volveré a mi lugar —me puse de pie y tomé mi silla, viviendo a mi antiguo lugar. Harry solo se dedicó a revisar el trabajo de los demás.
HARRY
La tenía tan cerca, sus ojos, su rostro, sus labios... estuvieron tan cerca de mi, estaba seguro de que no soportaría más y la besaría. Aunque luego me odiara más, pero mis labios pedían a gritos los suyos. En cuánto llegó Alberto con la otra chica Isabella tomó su silla y volvió a su lugar, huyendo de mi. Habíamos tenido una conversación en meses, habíamos hablado de nuestras cosas.
—Déjamelo aquí para revisarlos —les dije, tomando los papeles. Algunos más vinieron a dejar los trabajos mientras volvían a sus puestos. Alberto había vuelto con Isabella, hablaban de algo, pero luego otro chico se acercó a ella y empezó a decirle cosas. Era hombre y conocía las intenciones de otros hombres, ese chico a leguas se miraba que le interesaba Isabella. Apreté los puños y me concentré en revisar los trabajos. Pero es que no podía, ese tipo estaba hablando muy animadamente con ella, estaba muy cerca.
Carraspeé, llamándoles la atención.
—A sus lugares por favor, y hagan silencio —les mandé. El chico ese me miró para después decirle algo a Isabella e irse para su lugar.
Isabella me dio una mirada extraña, pero la ignoré.
En eso la campanilla es tocada, mala suerte la mía, ahora se iría y no tendría oportunidad de verla más tiempo. Todos empezaron a meter sus cosas en las mochilas y salieron. Incluso Isabella, la quise detener pero fue más rápida yéndose. Maldita sea. Todos se fueron hasta que quedé solo en esta aula enorme. Me acerqué a la ventana, me sorprendí ver a Noah cerca de un coche. Además de sorprendido, estaba enojado.
Golpeé el pupitre con mi mano para expresar mi enojo. Segundos después Isabella se acercó a él y le dio un beso en los labios. Tragué grueso ante lo que había visto. Noah le abrió la puerta del copiloto, él rodeó el coche y se fue al principal. Segundos después el coche arrancó y se fueron. ¿A donde mierdas van? Se supone que Isabella duerme aquí, ¿no? Miré mi reloj, eran las tres de la tarde, la reunión era a las cinco. Me dirigí al escritorio y guardé todos los papeles en el maletín, al salir los pasillos estaban medio vacíos. Al girar, casi choco con Piper, la ex amiga de Isabella.
—Harry Lee —sonrió— Qué sorpresa verte aquí, ¿ahora eres profesor?
—Suplente —corregí.
—Qué casualidad. Venías de la clase de Isabella —señaló— No me digas que ahora le das clases —se cruzó de brazos.
—Algo así —acomodé mi corbata.
—Qué afortunada que es —se mordió el labio inferior. Como hombre sabía que esta chica quería algo más. Pero ahora que estaba aquí podía saber ciertas cosas que me estaban dando vuelta.
—Oye, ¿sabes a qué hora vuelve Isabella a su dormitorio?
—¿Como? ¿No lo sabes?
—¿Saber qué?
—Que Isabella desde que volvió de vacaciones no duerme en el dormitorio, ella vive con su novio Noah en un departamento.
Quedé estupefacto ante lo que había dicho.
—¿Qué estás diciendo?
—Eso, que ellos viven juntos.
Apreté los puños.
—Gracias —le pasé de lado.
—Oye, espera...
Pero no le hice caso, solo salí de la universidad rápidamente y busqué mi coche. Arranqué hacia mi casa, no quería seguir ahí ni un minuto más.
MARTHA
Mientras caminaba a casa del señor Lee un auto se estacionó afuera y de él salió Harry, le sonreí pero no me vio. Parecía que iba enojado, entró a la casa rápidamente. Lo seguí, porque me preocupó un poco.
—¿Señor Lee?
Se dirigió hacia el gimnasio de la casa, se quitó el saco y se puso unos guantes de box, empezó a golpear el saco de boxeo una y otra vez. Parecía dolido, enojado, estresado... de todo un poco. Tenía miedo de ir y preguntarle qué le pasaba. El señor Lee no era el mismo de antes. Golpeó una y otra vez el saco de boxeo por varios minutos que llegó un momento en que el saco se reventó y cayó a metros de él.
Harry estaba sudando, su respiración era agitada y su mirada era de pura ira. Me dio un poco de miedo, lo admito, pero sólo existía una persona que podía calmarlo. Tomé mi celular y marqué el número de Isabella para contarle lo que estaba pasando.