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Capítulo 5

Tres días habían pasado desde que Christian la había sorprendido en el balcón de su habitación a media noche, tres días y no lo había vuelto a ver.

¿Entonces cuál era su bullicio por su compromiso con el conde?

Era mejor seguir su vida sin creer en sus palabras, otra vez.

—¡Jayne! ¡Jayne! — su madre entró a su habitación eufórica, y ella frunció el ceño.

—¿Qué pasa, mamá?

—El conde… — empezó a hablar mostrándole una invitación —… Nos ha invitado a una cacería en su casa de campo en Windsor.

—¿Una cacería?

—Sí, ¿por qué? — dijo Juliet mirando a su hija.

—No, nada — respondió Jayne volviendo su atención al libro que anteriormente leía, no le diría a su madre que no tenía muchos deseos de ir, pero sabía que a Juliet no le importaría lo que ella quisiera, más bien la sentaría en el carruaje y la llevaría a Windsor.

—Bien, tienes que decirle a tu doncella que empiece a empacar, preferiblemente, los vestidos más hermosos y refrescantes.

En otras palabras le estaba diciendo que llevara los vestidos más descarados que tenía en el guardarropa, así era Juliet William.

—Estamos en otoño, mamá —Juliet la miró con una mueca —, está bien, le diré luego — dijo sin mucha importancia.

—Luego no, ahora. Salimos mañana a primera hora — Jayne miró a su madre con el entrecejo fruncido.

—¿Y por qué no te encargas tú, mamá? — preguntó Jayne con sarcasmo, algo que Juliet no notó.

—Claro, si es por ti, no iríamos — dijo y Jayne rodó los ojos y volvió su vista a al libro, no queriendo hacerle más caso a su madre, la quería, pero muchas veces la sacaba de quicio.

Juliet salió de la habitación y volvió a los minutos con Eda, la doncella de Jayne y otras dos empleadas más.

—Tenemos que empacar lo mejor de lo mejor, yo misma elegiré los vestidos — dijo Juliet mientras Jayne miraba todo el show que su madre estaba organizando, y apostaba que Juliet empacaría dos baúles llenos de vestidos y accesorios.

—Yo, no puedo con esto — dijo Jayne levantándose de su lugar con el libro en las manos, decidida a salir de su propia habitación.

—¿A dónde vas, Jayne?

—Lejos de ti y de tu acoso — respondió ella.

—¿Mi acoso? — dijo claramente ofendida.

—Sí, tu acoso — sin más salió de su habitación, dejando a su madre atrás vociferando su nombre.

A la tarde del día siguiente, tres carruajes de los duques de Devonshire llegaron a Windsor, y efectivamente, Juliet había empacado dos baúles. Jayne miró a su alrededor, todo era tan hermoso y tan florezco. Ahora entendía por qué los hombres preferían hacer las caserías en Windsor, casi todo estaba rodeado de bosque, y los árboles estaban hermosos con sus hojas pintorescas, el otoño ahí realmente era digno de admirar.

Ahora se arrepentía de no haber aceptado las miles de invitaciones de Logan a sus propiedades de Windsor. Su hermano poseía gran parte de la localidad, no por nada era el duque de Windsor.

—¡Bienvenidos! — escuchó la voz del conde a su espalda, pero no se giró de inmediato, más bien se quedó admirando la belleza del lugar — Milady.

Y fue entonces cuando se giró y encontró al conde muy cerca de ella.

—Conde… — sonrió sin mostrar los dientes, mientras que su futuro esposo le besaba la mano.

—Espero que haya tenido un buen viaje.

—Así es, aunque me encantaría recorrer sus propiedades, me ha gustado mucho lo que he visto hasta ahora — dijo Jayne con mucha educación.

—Que bien que le hayan gustado mis propiedades, no son tan grandes como las de su hermano, pero le aseguro que le encantarán.

—Eso espero — dijo ella.

—Lord Straton — saludó Juliet y el conde le prestó atención a la duquesa y a su esposo.

—Excelencias — saludó el conde —, me alegra que hayan aceptado celebrar el compromiso aquí.

Jayne se tensó cuando escuchó al conde. Nadie le había informado que el objetivo de ir a Windsor era celebrar el compromiso, su madre le había dicho que era una simple cacería.

—¿Celebrar el compromiso? — las palabras se le fugaron de la boca, el conde y su padre la miraron seriamente.

—Exacto, nuestro compromiso será anunciado en público hoy en la noche. ¿Algún problema con eso? — dijo el conde en un tono de voz que había hecho que Jayne se echara para atrás, lejos de todos ellos.

Quería protestar, pero el tono de voz del conde la había intimidado.

—No…

—Bien, entremos. Sus habitaciones ya están acomodadas, si desean descansar hasta la noche no habrá problemas — dijo el conde.

Jayne quería volver al carruaje y ordenar que la sacaran de ahí urgentemente. Pero en vez de eso, siguió a sus padres y su futuro esposo hacia dentro de la mansión. Un sirviente fue el encargado de guiar a los duques y a Jayne hasta sus habitaciones, pero ella no quería descansar, no estaba cansada, así que decidió salir un rato y seguir explorando la belleza de la propiedad del conde.

Cuando estuvo fuera de la mansión, recorrió un camino lleno de hojas caídas que hacían un contraste perfecto con el vestido que llevaba puesto ese día, era de un color dorado casi naranja con bordes carmelitas. Estaba tan entretenida con la naturaleza hasta que escuchó voces, frunció el ceño.

—¿En serio te vas a casar con él? — escuchó una voz masculina.

—Sabes que no — identificó la otra voz, era de una mujer, joven.

Las voces provenían de detrás de una gran piedra, más adelante se escuchaba el agua correr, por lo que era muy seguro de que hubiera un riachuelo.

—Pero tu padre no permitirá que nos casemos — volvió a escuchar la voz masculina —, y yo no permitiré que te cases con otro.

—Lo sé, pero, ¿qué quieres que haga, Alex? — preguntó la voz femenina.

—Huyamos — Jayne abrió los ojos al escucharlo.

—¿Qué?

—¿Me amas? — preguntó él.

—¡Claro que sí! — respondió la voz femenina, Jayne se acercó un poco, la curiosidad la mataba.

—Entonces huyamos, te aseguro que no dejaré que nada nos falte, no te aseguro todo el lujo al que estás acostumbrada, pero trataré de darte una vida cómoda a mis posibilidades.

—Sabes que no me importa el lujo ni la riqueza, mientras sea contigo, hasta el fin del mundo — por un momento Jayne se recostó de un árbol, las palabras de la chica la habían hecho pensar y recordar su pasado, se recordó a sí misma junto a Christian, todo era hermoso a su lado, con él no necesitaba nada más.

Todas esas palabras y promesas susurradas en su oído, los besos y caricias clandestinas, Jayne los recordaba tan claramente como si los años no hubiesen pasado, entre ellos nada parecía ser fingido, todo era muy real, por eso le dolió tanto el rechazo de Christian, y ahora dudaba, lo hacía por las palabras de él noches atrás insinuándole que había un hecho que le hizo hacer y decir aquellas cosas tan crueles.

—¿Crees que él nos ayude? — nuevamente las palabras la sacaron de su ensoñación.

—Creo que sí, él es bueno, hasta puedo llamarlo amigo, aunque para todos en la sociedad es mi prometido.

Jayne frunció el ceño.

¿La chica estaba comprometida? — se preguntó.

Se acercó más y pudo ver la tela del vestido verde limón, inclinó más su cabeza y los vio, tuvo que tapar su boca con sus manos para que no escucharan el jadeo que quiso escaparse al verlos desnudos, tendidos en el suelo, solo pudo verla a ella, ya que a él, la piedra lo tapaba, no la reconoció muy bien, pero sabía que la había visto en algunos de los bailes.

—Te amo — lo escuchó decir.

Pero ya no quería saber ni ver más, era algo que no le interesaba, así que decidió irse a otro lugar y dejar a la pareja de enamorados seguir amándose un poco más.

En la noche se había sorprendido al ver la cantidad de personas que el conde había invitado, estaban las familias más importantes de Londres. Tenía una copa de vino en las manos, no era de beber, pero esa noche la necesitaría. Contaba las cabezas de los presentes hasta que le llamó la atención un grupo.

Marcus, Anthony, Leo y ¿Christian?

¿Qué hacían ahí? Cuando quiso acercarse apresuradamente a ellos, chocó con alguien y derramó casi todo el vino en la otra persona.

—¡Ya! He quedado completamente arruinada.

—Lo siento — Jayne se disculpó con la joven —, fue mi culpa.

—No te preocupes, de todos modos, no es mi noche.

Jayne miró a la chica, era solo un poco más joven que ella, solo un poco, su cabello era de un tono rojizo muy lindo, sus ojos eran azules casi violetas, nunca los había visto así, y era un poco más delgada que ella, pero más voluminosa que las demás damas presentes, era muy hermosa, pero sinceramente el vestido que llevaba puesto, no la favorecía en nada y más la mancha de vino que había en todo su escote. Y ciertamente el verde no era su color.

—Ni la mía — dijo Jayne.

—No lo creo, por ti es esta fiesta, te vas a casar con el conde de Warwick — Jayne frunció el ceño —. Mi padre es amigo del conde, por eso lo sé.

—¡OH! Se supone que todos los presentes son allegados al conde — dijo Jayne con sarcasmo, últimamente le salían muy bien.

—Supongo. Soy Katherine Debinham — se presentó la chica.

—¿Debinham? ¿Eres la hija del dueño de las joyerías más aclamadas de Londres?

—Creo que sí — Jayne rio cuando notó su sarcasmo.

—¡Wow!

—Sí, he escuchado muchos ¡wow! desde que comencé mi primera temporada, y la próxima será la última.

—No te has casado — afirmó casi en susurro, pero ambas lo escucharon.

—Las debutantes de padres sin títulos no tienen mucha suerte si no son hermosas, y yo soy de todo menos hermosa.

—No creo…

—¡Kate! —otra voz más chillona la interrumpió, miró y frunció el ceño al reconocerla.

—¡Lia! ¿Dónde estabas? — preguntó Katherine.

—Ya sabes, con Alex — respondió la recién llegada.

—¡Amelia! — reconoció el tono de reproche que utilizó Kate, Amelia había hablado sin darse cuenta de quien estaba presente.

—¡Oh!

¡Sí, Oh!

Amelia palideció y Jayne las miró con una ceja levantada y los brazos cruzados, había notado el cambio en la joven, su rostro estaba rojo, y como no. La futura esposa de su padre sabía que tenía un amante y más cuando estaba comprometida.

—¡Jayne, tenemos que hablar! — Christian había llegado de la nada y la había tomado del brazo para sacarla de ahí sin darle tiempo a nada.

—¿Christian? — él se detuvo cuando escuchó su nombre.

—Amelia.

—¿Por qué quieres hablar con la prometida de mi padre?

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