Capítulo 2
El trayecto hacia la mansión transcurrió en un incómodo silencio, ambos evitando cruzar miradas. Al llegar Freya observó a Crono de reojo mientras él descendía del carro y rodeaba el vehículo para ayudarla a bajar. Con un gran suspiro, ella liberó el aire contenido en sus pulmones y salió con elegancia. Sin detenerse, ingresó a la mansión donde tendría lugar la ceremonia de nombramiento de Cronos como el líder alfa.
Con gracia, ocupó su lugar en la mesa especialmente preparada para el alfa. Sus ojos centelleaban mientras observaba el lugar finamente adornado; su corazón latía al ritmo de los secretos que aguardaba. Minutos después, vio a su esposo entrar con una mirada oscura.
Crono, al llegar a su mesa, se sentó al lado de su esposa, pero en ese preciso momento comenzó la ceremonia y él fue llamado al escenario. Freya mantuvo su compostura, sin siquiera mirar en su dirección.
Él se levantó y subió al escenario, donde comenzó a hablar con solemnidad acerca de sus deberes con la manada y la región de las tierras altas de Escocia. Los presentes aplaudieron en respuesta a sus palabras, y cuando el estruendo de los aplausos finalmente se desvaneció, descendió del escenario. Eris corrió a felicitarlo y entabló una conversación con él.
En ese momento, Freya observó la expresión en el rostro de su padre, se levantó de su asiento y se dirigió hacia él. Al llegar, le ofreció una cálida sonrisa y tomó sus manos mientras le susurraba con confianza.
—Papi, por favor, no te enojes. Ya te he pedido varias veces que confíes en mí y deja que maneje esta situación a mi manera. Haré que Crono pague por mi desdicha.
Agamenón, sorprendido por la aparente calma de su hija ante la situación, arqueó una ceja, reconociendo que su princesa tenía todo bajo control.
Freya se encaminó hacia el baño, buscando un breve respiro en medio de la tensión que vivía. Al salir, sin embargo, se encontró con Eris, quien la interceptó en la puerta con una actitud sarcástica que no pasó desapercibida.
—Espero que estés disfrutando de esta fiesta en honor al nuevo líder alfa de esta región y no de tu matrimonio. El amor de Crono le pertenece a otra loba —comentó Eris con una sonrisa maliciosa.
Freya, con gesto de fastidio, rodó los ojos con elegancia y manteniendo la frente en alto, respondió con determinación.
—Compórtate como lo que eres, la amante de mi esposo, y no te metas conmigo porque sé quién eres y te puede ir muy mal.
—A mí no me amenaces, tú eres una intrusa en esa mansión y pronto serás destituida como Luna. — contraatacó Eris, sin amilanarse.
En ese preciso instante, Freya notó que su esposo se acercaba. Cansada de que su esposo y Eris le viera la cara, respondió.
—Si salgo o no de esta mansión, eso no te compete. Y en cuanto a ti, hoy pasaste de ser su novia a su amante. Pero no te preocupes, sigue en su cama, porque de mi parte no pienso tener intimidad con el alfa.
Las palabras desafiantes de Freya resonaron en el aire, dejando a su esposo atónito mientras se acercaba. Con fuerza, apretó los puños, consciente de la necesidad de contener su molestia en medio de la celebración. Aunque comprendía la provocación de ella, también era consciente de la importancia de evitar un escándalo en ese momento. Crono optó por mantener la compostura, con voz gruesa y áspera expresó.
—Freya, será mejor que midas tus palabras. Estamos en nuestra fiesta de bodas, por favor compórtate como mi mate y la Luna de esta región.
¿Me solicitas que adopte una conducta apropiada a nuestra boda? Si eres tú quien constantemente tiene a esta loba aferrada a tu brazo, —miró a Eris con desprecio—. Como si fuera tu esposa, sería prudente de tu parte y por conveniencia, disimular que eres un alfa casado. —con la frente en alto continuó—. Con tu permiso, me retiro a mi mesa.
Sin dar oportunidad a su esposo de replicar, Freya regresó a su mesa con calma. Crono frunció el ceño, confundido por el comportamiento de su esposa, mientras Eris apretaba los puños y maldecía en silencio. Había esperado que Freya se sintiera humillada y actuara como la loba malcriada que le habían contado que era. Suspiro de manera dramática y habló con voz quebrada.
—Crono, solo me presenté y le di mis felicitaciones. ¿Viste cómo me trató? Creo que no le agrado. Pienso que debería irme de la mansión.
Él observó a su esposa sentada en su mesa de lo más tranquila. Pasó por su mente: "Parece que mi esposa disfruta verme enojado y no voy a permitir que haga lo que le plazca". Con voz ronca y viril respondió.
—No le prestes atención a las actitudes de Freya. Eres mi invitada aquí en mi casa y no tienes por qué irte.
Luego se dirigió a su mesa y se sentó junto a su esposa sin pronunciar una palabra, quería evitar una confrontación. Los ancianos de la manada se acercaron para felicitarlos.
La fiesta transcurrió sin contratiempos. Freya se despidió de su padre y su amiga, luego se retiró a su habitación; conocía perfectamente su ubicación. Al abrir la puerta y entrar, la cerró tras de sí, recordando con certeza que el alfa no vendría a buscarla.
Se encaminó directamente hacia el clóset, donde tenía resguardadas sus pertenencias. Allí, se despojó del vestido de la fiesta y se vistió con una cómoda pijama. Después, se acurrucó en la cama, abrazando con fuerza una almohada. En ese momento, un torrente de recuerdos invadió su mente, llevándola a pronunciar en voz baja.
—Un día como hoy, yo lloraba en esta misma habitación como una tonta, como río desbordado después de un día lluvioso. Estaba desilusionada por no compartir con mi mate. Además, me dejó aquí esperando, ilusionada por lo que sería mi primera vez con el hombre que amaba. —Con un suspiro cargado de resignación, continuó—. Esta nueva yo te utilizará a su antojo, Crono. Ya no seré la loba que esperabas. Hoy empezaste a conocer quién soy en realidad, y tus días de paz y tranquilidad se acabaron.
Se acomodó en la cama, lista para dormir. Los ojos de Freya reflejaban una tristeza amarga. Mientras la oscuridad de la habitación la envolvía, las pesadillas fieles acompañantes de todas las noches, se hicieron presentes, proyectándose como una película en su memoria, como sombras en su mente que guardaban los secretos de sus tormentos. En tan solo un año, la soledad de su habitación había transformado esas pesadillas en sus más íntimas y siniestras confidentes.